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Internet
A Zuckerberg se le atraganta el despegue de Meta
Dos años antes de que su creación celebre su vigésimo aniversario, el multimillonario Mark Zuckerberg, cocreador de Facebook, se ha propuesto volver a revolucionar las comunicaciones con el rebranding —nuevo nombre— de su primera creación, que desde finales de 2021 se llama Meta. La apuesta por el Metaverso, donde la marca de Zuckerberg debe competir con otros creadores de contenidos, no ha sido acogida con entusiasmo por los mercados, que ven en Meta a una especie de anciano con adicción a la viagra, con el spray para mejorar el aliento vacío de fragancias, el cabello postizo o bisoñé raído por el uso y otros signos de decadencia más que evidentes: la gente joven pasa de Facebook, que pierde usuarios y presencia en el mercado estadounidense y canadiense, dos de sus espacios seguros.
El castigo a Meta ha llegado en los últimos días por varias vías. La principal fue la caída de las acciones del grupo en bolsa. Desde el 3 de febrero el grupo ha entrado en un socavón. Sus acciones cayeron un 26,4% y el acumulado del año es una pérdida de un 33%. Se trata de la mayor caída histórica en una sola jornada de cualquier empresa estadounidense.
Para Zuckerberg eso ha tenido consecuencias: ha perdido 31.000 millones de dólares, para su empresa la cosa fue peor: su valor cayó 251.000 millones en una sola sesión en el parqué, según la información publicada por Bloomberg. Meta no deja de ingresar —se espera que se sitúe en unos 28.000 millones en el primer trimestre— pero sus accionistas desconfían como nunca lo habían hecho antes: después de 20 años, 2022 apunta como el año en el que se ralentizará un crecimiento anual que ha sido de dos dígitos durante más de dos décadas.
La desaceleración de los ingresos de Meta es una preocupación en el corto pero también en el medio plazo. Los analistas financieros no escatiman a la hora de criticar el envejecimiento repentino de los productos de la compañía. En enero de 2021, por primera vez desde su nacimiento, la red social Facebook ha perdido usuarios netos en el mundo. Un millón de personas se dan de baja cada día de la plataforma.
Y, aunque Instagram y Whatsapp son desde hace tiempo productos que superan en engagement (adhesión) a las comunidades digitales, el auge de Snap y de TikTok es un problema para la compañía, que ha lanzado sus reels —literalmente “carretes”, vídeos cortos que se reproducen en bucle— para atajar la competencia de TikTok pero que no ha sabido monetizar hasta ahora. La empresa reconoce que sus usuarios pasan menos tiempo en sus servicios y que Meta es un objetivo claro pero que “el camino a seguir no está perfectamente definido”, en palabras del propio Zuckerberg.
Farol en Europa
En un clima de desconfianza hacia las prestaciones de Meta y sobre la capacidad de reinventarse del hombre que inventó Facebook —o cogió prestadas las ideas que dieron lugar a la plataforma, como explicó la película La Red Social (David Fincher, 2010)—, el conglomerado ha sido noticia esta semana por la amenaza incluida en su informe anual de retirar de la Unión Europea dos de sus productos estrella, la red matriz e Instagram.
Cine
Diez años de ‘La red social’: del turbio origen de Facebook, las vidas monetizadas y de cuando nuestro mundo cambió un poco, otra vez
El director David Fincher y el guionista Aaron Sorkin ofrecieron en La red social un retrato más bien ofensivo de Mark Zuckerberg dentro de un astuto thriller de piraterías emprendedoras.
La polémica se ha producido por los límites que la UE quiere poner a la transferencia de datos por parte de las distintas sociedades europeas de Facebook a la matriz en California, Estados Unidos. Es una respuesta a una sentencia de 2020 del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que analizaba el caso del usuario austríaco de Facebook Maximiliam Schrems, quien denunció como poco seguro que sus datos fueran a parar a Estados Unidos.
La compañía de Zuckerberg considera que las Cláusulas Contractuales Estándar ya cubren el “escudo de seguridad” mínimo para garantizar el correcto tratamiento de la información. Pero la UE no parece dispuesta a pasar por el aro, al menos de momento. El lunes, Robert Habeck, vicecanciller y ministro alemán de Economía, explicó con cierta socarronería que, como alguien que ha sido espiado en el pasado (en 2018 un hacker filtró conversaciones privadas de este líder de Los Verdes/Alianza90) vive mucho mejor desde que no tiene Facebook ni Twitter.
“Los gigantes digitales deben entender que el continente europeo resistirá y afirmará su soberanía”, explicó por su parte el ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire. Al menos sobre el papel, los dos gallos de la UE, Francia y Alemania, han visto en la amenaza de Facebook una vía para reafirmar su posición contra los gigantes de la tecnología en la sobreactuación de la compañía de Silicon Valley durante las negociaciones sobre la transferencia de datos.
Meta ha tenido que recoger velas ante las críticas. El 8 de febrero, el vicepresidente de la compañía firmaba un comunicado en el que aseguraba que simplemente “no es verdad” que se haya producido amenaza alguna, si no que enmarcaba el aviso en una valoración de los escenarios de riesgo. La compañía no quiere repetir, en esta situación, la polémica suscitada en Australia, que estableció una ley para que Facebook pagara por sus contenidos digitales en el país.
Datos y publicidad
La realidad es que cualquier recorte en la capacidad de transferencia de datos afecta a Facebook, cuyo principal vehículo de crecimientos es la venta de esos datos para la publicidad. La caída en bolsa del pasado jueves fue causada en parte por el cambio en la política de privacidad de Apple en su sistema iOS, que facilita a sus usuarios ocultar parte de su huella digital a las empresas como Meta, para que éstas no faciliten esos datos a terceros. La medida ha tenido un impacto estimado de 10.000 millones de dólares, según publicó Wall Street Journal.
Otros diez mil millones se esfumarán el próximo año en desarrollar el metaverso con el que Zuckerberg quiere dar su nuevo salto adelante. La premisa de que la audiencia quiere irse a vivir a un espacio virtual con similitudes con el viejo Second Life es una incógnita para inversores y público en general.
El gran agujero normativo seguirá siendo la privacidad y sus efectos en la vida real. La propia Junta de Supervisión de Meta ha admitido que las reglas de Facebook e Instagram son laxas en cuanto a la revelación de direcciones de residencias privadas, lo que favorece la posibilidad de hacer doxxing —técnicas de extorsión— que ha implicado a personajes populares y a empresas como clínicas de interrupción del embarazo.
El debut de Horizon Worlds, experiencia de metaverso inaugurada a finales de 2021, no ha podido ser más sórdido: “A los 60 segundos de conectarme fui acosada verbal y sexualmente”, ha declarado una mujer que entró en la plataforma con fines de investigación y ha denunciado haber sufrido una violación en grupo en el contexto de Horizon Worlds. Esta semana, Facebook ha anunciado que se creará un espacio seguro que impedirá que los avatares se acerquen entre sí. Pero, tras más de siete años cuestionado por su papel en el éxito de campañas de extrema derecha, influyentes en procesos como las elecciones de Donald Tump o Jair Bolsonaro y en la consulta del Brexit, el mayor problema de la vieja Facebook respecto a su metaverso es levantarse la etiqueta de ser un pudridero político.