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Internet
El Metaverso como práctica corporativa: necesitamos prácticas liberadoras
La trayectoria de desmaterialización del capitalismo, si te crees las predicciones más audaces, era culminar en una utopía comercial a veces llamada economía virtual, un reino de productos digitales carentes de átomo mercadeados en entornos digitales exentos de intervencionismo a cambio de dinero inmaterial. ¿Quién hubiera imaginado que la culminación de todo esto consistía literalmente en comprar y vender castillos en el aire?
Julian Dibell, Play money
Decía Álvaro Lorite, miembro del programa radiofónico Post Apocalipsis Nau, que nuestra economía depende de la mistificación tecnológica. Las reglas del capitalismo financiero nos llevan constantemente a la creación de burbujas especulativas en torno a mercancías cuyo valor se infla artificialmente, separándose de su valor de uso o de su coste material, y arrastrando a sectores enteros de la economía hacia dichas burbujas. Esto no es nuevo, y ha venido causando crisis económicas desde el crack del 29, la quiebra de las puntocom o las hipotecas subprime de 2008.
La diferencia ahora es que habitamos un mundo en el que casi cualquier lugar ha sido explorado y cuyos recursos materiales están en vías de agotamiento. Ya no hay más territorios vírgenes que conquistar y el pico de combustibles fósiles se alcanzó hace años. Así, los mundos virtuales se muestran como las últimas fronteras, las renovadas fiebres del oro.
Una vez se ha conseguido transformar en mercancía todo lo analógico, es el turno de lo digital. Para que sea percibido como algo valioso para la mayoría, sin embargo, ha de tener el halo místico de la innovación (las “nuevas” tecnologías), lo pionero (el metaverso) o el arte y la propiedad (los NFT). Aunque ninguna de estas cosas son realmente nuevas: lo novedoso es la forma de extraer capital y convencer a los inversores de que están ante la reinvención de la rueda.
Cuesta creer que Uber, Glovo o Deliveroo sean empresas deficitarias. Sus maniobras espurias para crecer y ser atractivas en bolsa, liquidando competidores, son semejantes a las que vimos usar a las principales franquicias internacionales al liberalizarse la economía mundial en los años 80. El fenómeno actual llega incluso más allá. Esta nuevaetapa económica oculta, bajo una capa de utopismo (tenerlo todo al alcance de la manotodo el tiempo), lo que en realidad es la privatización de los bienes comunes. A medidaque se desmantelan los tejidos laborales y el acceso a la vivienda o a la salud, grandescompañías asumen la gestión de lo que antes se consideraban derechos inalienables.
Laúnica forma de llevar a cabo esa masacre es disfrazarla de democratización del acceso almercado y sus bienes o de un tecnosolucionismo que nunca ha sido demostrado. Seniega el aspecto puramente explotador de lo que es un proyecto absolutamenteneoliberal, presentando a los individuos como emprendedores y participantes en una falsasituación de igualdad en el juego de la economía mundial. De ahí viene el aspecto amablee informal con el que se visten estas empresas, así como las promesas de que cualquierapuede hacerse rico invirtiendo en NFT o entregando su tiempo libre y su vida privadacomo streamer. A cada uno se le promete un pequeño nicho de mercado, una parcela enla que desarrollarse y, quién sabe si poder triunfar en un mundo libre y lejos de lascadenas de la historia. El problema es que nada de esto se asemeja siquiera a la realidad.Pero no importa. Para que la máquina siga engrasada solo hace falta el espejismo de quepuede funcionar, de que esa próxima tecnología puede ser la que lo cambie todo y telibere del trabajo asalariado.
En la economía de la atención, la expectativa de lo que vendrá se ha convertido en una divisa importantísima. Ser capaces de mantener esa tensión bajo la promesa de que lo que viene después será espectacular
Lo importante es seguir manteniendo el hype. En la economía de la atención, laexpectativa de lo que vendrá se ha convertido en una divisa importantísima. Ser capacesde mantener esa tensión bajo la promesa de que lo que viene después será espectacular.Vivimos a la espera permanente de la escena postcréditos. Uno de los streamers con máséxito del mundo, TheGrefg, rompió el récord de espectadores en Twitch en un directo enel que anunciaba su próxima skin para el videojuego Fortnite. Tim Sweeney, líder de EpicGames (creadores de Fortnite) ya no habla de videojuego sino de experiencia, y semuestra convencido de que este tipo de espacios virtuales tienen la capacidad de cambiarel mundo y nuestras relaciones sociales.
El uso de palabras y términos complejos ayuda a crear la sensación de constantenovedad, de que lo que se aproxima es más excitante y mejor. No importa que seanconceptos reciclados, o que no entiendas qué es la blockchain, solo importan laspromesas de que lo que viene será mejor que lo anterior. Según Grafton Tanner: “Lamuerte constante y el renacimiento de palabras y cosas enmascara el cierre del futuro: siBitcoin comienza a sentirse viejo y cansado, ¿por qué no los NFT? Si Second Life oGoogle Glass no lo lograron la primera vez, ¿por qué no el metaverso?”.
Sun-ha Song define el fenómeno bajo el término honeymoon objectivity (objetividad de luna de miel): la incitación a enamorarse de cada nueva tecnología que cuenta con ungenio transgresor, prometiendo utopías y soluciones casi mágicas a nuestros problemas.Las hipérboles de los cibermagnates son tan descomunales como que “el Bitcoin unirá aun país profundamente dividido y traerá la paz mundial”, como aseguró un esperanzadoJack Dorsey, fundador de Twitter. Es la filosofía del fake it until you make it (finge hastaque lo consigas), que juega con la idea de la hiperstición, según la cual la repeticiónconstante y acelerada de un relato hará que cale entre la población y se haga efectivo.
En la misma línea, existe un concepto en el ocultismo llamado ‘Egregor’, que viene arepresentar una “forma de pensamiento” o “mente colectiva”,una entidad psíquicaautónoma capaz de influir en los pensamientos de un grupo de personas. Internet, másallá de las plataformas comerciales, pero incluso valiéndose de ellas en ocasiones, tienemucho de Egregor. Solo hay que pensar en la escritura de fanfictions, los remixes yadaptaciones culturales de cualquier tipo y, por supuesto, los memes. Mucho se habló deque la victoria de Trump fue un triunfo de la “magia memética” de la nueva derecha eninternet. Pero nosotras también contamos con nuestra propia magia.
Marta Delatte habla de la repercusión y la capacidad de los medios digitales de generarmemoria colectiva. Los movimientos del #MeToo, #NiUnaMenos o #Cuéntalo ejemplificanla capacidad de generar un relato común con impacto directo en la vida de las personas.Hace poco que vimos cómo el #FreeBritney, un movimiento construido en las redes porlas fans de Britney Spears, conseguía no solo traer al discurso público temas como laexplotación de la fama o la gestión de la salud mental por parte de las instituciones, sinoque acabó por doblegar el sistema judicial de Estados Unidos y hacer que la cantante recuperase laautonomía sobre su vida.
Es nuestro trabajo recuperar la memoria de quienes ya advertían que el enemigo que se opone contra un mundo mejor no es la tecnología, sino quién la domina y cómo nos permite usarla. No dejemos que la complejidad de nuestros tiempos nos limite o nos haga caer en el desaliento
En cuanto a prácticas comunes que han abierto posibilidadesde cómo reapropiarnos de la red, no podemos olvidarnos de lo que llevan años haciendolas fans de la música K-pop, que no solo han encontrado tácticas para aprovechar elalgoritmo a su favor y potenciar la visibilidad de sus canciones favoritas, sino que se hanposicionado al lado del movimiento Black Lives Matter y han utilizado lo aprendido parabloquear aplicaciones de rastreo de manifestantes que usaba la policía. También hanconseguido financiación mediante la reproducción constante de determinados vídeos enYouTube, que sumaban decenas de miles de visitas y cuyos beneficios, generados con lapublicidad que incluían, iban destinados a la gente represaliada en las protestas. Protestas que se masificaron por todo el planeta gracias a la viralidad de hashtags yvídeos sobre la represión policial, imágenes de movilizaciones y memes.
Y sí, tiempo después, las corporaciones intentan convertir estos fenómenos digitales, elciberactivismo y las protestas contemporáneas, en mercancía. Inditex vende camisetascon lemas feministas, pero sería absurdo dejar que esto nos paralice. Debemos seguirluchando por conquistar espacios dentro de la normalidad. Hace 30 años el colectivoartístico ciberfeminista VNS Matrix, en los albores de internet, ya buscaba las maneras dereapropiarse de la tecnología para el uso común. Mucho más atrás, Marx, en Grundisse,alertaba de que la liberación del proletariado no depende de los avances tecnológicossino de la capacidad de apropiárselos.
Es nuestro trabajo recuperar la memoria de quienes ya advertían que el enemigo que seopone contra un mundo mejor no es la tecnología, sino quién la domina y cómo nospermite usarla. No dejemos que la complejidad de nuestros tiempos nos limite o nos hagacaer en el desaliento. No podemos, como protestaba el documentalista Adam Curtis,“retirarnos a una versión simplificada y, a menudo, completamente falsa del mundo”.Debemos aceptar esas contradicciones y construir un Egregor por encima de ellas.Conquistar un consenso social que doblegue las prácticas corporativas, nos saque delestado de ensimismamiento tecnológico, y doblegue a la máquina hasta hacerla obedecerlos designios del pueblo.
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Separad las palabras pliz, se complica la lectura (y parece que también inventáis muchos nuevos conceptos para despistar!)
Le está dando bien Proyecto Una. Me gusta la cita optimista, debemos estar al quite, mirar a un futuro de reconstrucción de lo digital. Comentario rápido: mirar el tema de los espacios entre palabras, parece que se han colado muchos entre formatos. Gracias!
Si, lo importante es quiénes controlan la tecnología y los algoritmos de las redes sociales y YouTube que se decantan por el extremismo y el puritanismo. También recordar que grupos de la alt-right fueron los primeros en utilizar internet y las tecnologías de comunicación para difundir el odio que nos asola. Está bien la lucha por cambiarlo.
Justamente bitcoin es todo lo contrario a todas estas chorradas de metaverso y web3 y crypto y demás basura, que no son más que un bluf para que unos pocos se forren muchas vecen terminando en estafa. El bitcoin es una tecnología liberadora que todo el planeta puede utilizar y que no depende de una super corporación o un Elon Musk que lo controle. Como dijo hace poco la mujer de Julian Assange, bitcoin es el verdadero Occupy Wall Street. Hoy en día bitcoin es esencial para el cyber activismo.