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El barniz ecologista y progresista del presidente francés, Emmanuel Macron, es cosa del pasado. En caída constante en los sondeos, con sólo un 31% de aceptación, —unos niveles inferiores a los del impopular François Hollande en el mismo momento del mandato—, el joven dirigente afronta el inicio del curso político en su momento de mayor debilidad política. Una impopularidad acentuada por la dimisión del reputado activista Nicolas Hulot como ministro de la Transición Ecológica, que ha favorecido una mayor toma de consciencia en Francia sobre la urgencia ecológica.
Tras haber impuesto con éxito la flexibilización del mercado laboral y una reforma neoliberal de la compañía ferroviaria francesa SNCF, Macron se ha visto inmerso en una espiral de polémicas durante un verano “horribilis”. El escándalo por las agresiones de su guardaespaldas Alexandre Benalla, sus desafortunadas declaraciones sobre los “galos refractarios al cambio”, los escasos resultados económicos de sus políticas con una desaceleración del crecimiento del 1,9% al 1,7% según las previsiones... La lista de noticias negativas para Macron ha sido larga. Pero la gota que colmó el vaso se produjo con la dimisión a finales de agosto de Hulot, que era uno de los miembros más populares del ejecutivo francés.
“La dimisión de Hulot representa un momento de gran clarificación que demuestra que una gran personalidad no nos salvará de los problemas del medioambiente, que una política de pequeños pasos no sirve para hacer frente al cambio climático y que un proyecto neoliberal teñido de verde resulta incompatible cuando se analizan con profundidad las cuestiones ecológicas”, asegura Maxime Combes, economista y portavoz de Attac en Francia sobre cuestiones ecológicas.
Con la dimisión de Hulot, se ha desvanecido la ilusión de Macron como líder de un neoliberalismo con un barniz verde. Ha alejado el dirigente centrista de una de las causas progresistas que más han progresado en la opinión pública francesa durante los últimos años: la lucha contra el cambio climático.
Miles de personas se manifestaron este sábado por las calles del centro de París. Impulsada en las redes sociales de forma espontánea por un joven periodista de 27 años, y apoyada por varias decenas de asociaciones, esta manifestación tuvo una asistencia más que notable, en comparación con otras movilizaciones pasadas contra el cambio climático: 50.000 personas según los organizadores y 18.500 según la Policía.
Junto con otras manifestaciones en Francia, esta convocatoria coincidió expresamente con la convocatoria Rise for climate hecha por una decena de ONG en 90 países, en los que se organizaron unas 800 acciones.
Las renuncias de Macron
De hecho, el mismo Hulot cuestionó seriamente la voluntad ecologista de Macron. “Me sorprendo todos los días cuando tengo que resignarme a una política de pequeños pasos, a pesar de que la situación universal, en un momento en que el planeta se convierte en un horno, merece que cambiemos de escala y de paradigma”, afirmó Hulot el pasado 28 de agosto, pocos minutos antes de anunciar su dimisión. Durante la entrevista radiofónica en la que anunció su inesperada renuncia, Hulot lamentó “el problema democrático” que comporta la influencia excesiva de los lobbys. También reprochó a Macron y el primer ministro francés Édouard Philippe de que “no hayan comprendido que el liberalismo es la principal causa” del cambio climático.De esta forma, Hulot subrayó la incompatibilidad de una política económica productivista y “business friendly” con la lucha contra el cambio climático. La incongruencia de querer defender el medioambiente y aplicar una política fiscal neoliberal, en la que se reducen en 5.000 millones los impuestos a los más ricos y en 20.000 millones a las grandes empresas. Así se pierden unos recursos fiscales imprescindibles para planificar una transición ecológica.
Macron, que apenas habló de ecología durante las presidenciales, se dotó de una cierta áurea ecologista con la incorporación de Hulot como número tres de su gobierno. A pesar del ingenioso “Make our planet great again” con el que respondió en junio de 2017 a la retirada de Estados Unidos del Acuerdo sobre el clima de París, el primer año del joven presidente se ha caracterizado por las renuncias en materia de lucha contra el cambio climático. Por ejemplo, la aceptación del acuerdo de libre comercio con el Canadá; la renuncia a reducir la electricidad de origen nuclear al 50% de la producción total en 2025, en lugar del 75% actual; o la no prohibición del pesticida glifosato.
Aunque en el primer año de Macron también se aprobaron algunas medidas positivas en materia ecológica, como la renuncia a construir el Aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes o la prohibición de los insecticidas neonicotinoides (muy perjudiciales para las abejas), la suma de renuncias frustró a Hulot. La decisión que colmó su paciencia fue la reducción a la mitad del precio de las licencias de caza, de 400 a 200 euros.
“El gobierno de Macron no tiene una gran pasión por el medio ambiente”, recuerda Daniel Boy, especialista en la ecología política y director de investigación en Science Po París. Este desinterés parece confirmarse con la elección el martes pasado del expresidente de la Asamblea Nacional francesa, François de Rugy, como nuevo ministro de la Transición Ecológica.
Reemplazado por un “ecologista reformista”
De Rugy, de 44 años, se presenta como un “ecologista reformista”. Su interés por la ecología parece incuestionable de la misma forma que su ambición por escalar en la política representativa. Durante sus 25 años de militancia en el partido de Los Verdes, fue elegido como concejal municipal en Nantes con 27 años y diputado en el Parlamento francés. No obstante, abandonó esta formación en 2015 acusando a sus compañeros de una supuesta “deriva izquierdista”. Entonces, fundó una nueva formación ecologista con la que quería pactar con el gobierno de François Hollande.Tras haber participado en las primarias del Partidos Socialista en enero de 2017, rompió el compromiso adoptado en estos comicios y no apoyó a su vencedor, el socialista radical Benoît Hamon. Prefirió, en cambio, afiliarse al macronismo pocos meses antes de las presidenciales, a pesar de que, según había señalado el mismo De Rugy, Macron no tenía ningún programa sobre ecología. Esta decisión, sin embargo, le serviría para ser elegido como presidente de la Asamblea Nacional. Y ahora como ministro.
En su libro Ecología o izquierdismo. ¡Hay que escoger!, publicado en 2015, De Rugy subrayó su defensa de una política ecologista “del compromiso” en lugar del conflicto democrático. “Siempre ha defendido una estrategia de pequeños pasos. Antes de impulsar políticas ecológicas, considera que siempre es necesario negociar y llegar a acuerdos con las grandes empresas, como la petrolera Total o la eléctrica EDF”, lamenta Combes.
“De Rugy cuenta con la ventaja de que se trata de un político experimentado. Tras haber presidido la Asamblea Nacional, cuenta con una red de diputados afines. Y esto puede ayudarle a impulsar políticas en defensa del medio ambiente”, explica Boy. Según este experto de la ecología francesa, esta influencia entre los representantes de la mayoría macronista podría ayudar a De Rugy a tener más éxito que su predecesor en un cargo que parece maldito en Francia. Desde la creación del ministerio de Ecología en Francia en 1971, ha habido hasta 25 dirigentes que ocuparon este puesto.
“Un efecto acelerador”
“Hulot era un gran líder mediático del ecologismo, pero se encontraba muy aislado tanto dentro del gobierno como en la Asamblea”, reconoce Boy. Por ejemplo, impulsó una ambiciosa ley con la que prohibía la concesión de nuevas licencias para explotar los hidrocarburos del suelo francés y las extracciones de gas y petróleo a partir de 2040. “Pero los diputados de la mayoría presidencial introdujeron tantas enmiendas, que esta ley quedó vacía de contenido”, lamenta Combes.Aunque disponía un escaso apoyo dentro del gobierno y entre los diputados afines a Macron, Hulot sí que contaba con la simpatía de los franceses. “La mayoría de las personas que se han manifestado este sábado en París no solían venir a manifestaciones ecologistas. En las concentraciones para el Acuerdo sobre el clima de París éramos unos 500 o 600. Hoy somos muchos más”, aseguró Vincent D., militante del movimiento Alternativa, desde las primeras filas de la marcha por el clima en París.
“La renuncia de Hulot ha tenido un efecto acelerador”, añadió Vincent D.. De hecho, el movimiento al que pertenece, Alternatiba, se trata de una de las iniciativas exitosas que permitieron hacer progresar el ecologismo en la sociedad francesa. Creado hace cinco años en el suroeste de Francia, este colectivo efectúa durante este verano un exitoso “tour” por más de 200 localidades francesas para concienciar sobre la urgencia ecológica.
“Estamos ante un momento de cristalización sobre la inquietud por el cambio climático. Durante el último verano, la mayoría de los franceses se vieron afectados por la ola de calor en Francia o sacudidos por las imágenes de los incendios en Grecia o las inundaciones en Japón”, defiende Combes. El portavoz de Attac considera que “las fuerzas de izquierdas deben tener en cuenta esta evolución de la opinión pública y hacer del ecologismo una cuestión central”.
A diferencia de lo que sucede en España con Podemos o IU, movimientos franceses como la Francia Insumisa, Génération·s de Benoît Hamon o los verdes franceses han hecho del ecologismo un aspecto troncal. Y deberían continuar haciéndolo ante la inoperancia del neoliberalismo ecologista de Macron. Un viejo mundo liberal incapaz de aportar soluciones ante la urgencia del cambio climático.
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Me gustaría señalar que, cuando se mencionan algunas medidas para la lucha contra el cambio climático abandonadas por el gobierno de Macron, no es correcto incluir el cierre de centrales nucleares. La energía nuclear tiene series desventajas que llevan poniéndola en el foco de la polémica desde hace decenios, pero precisamente la emisión de gases de efecto invernadero no es una de ellas: la energía nuclear no se basa en la quema de combustibles, sino en reacciones de fisión. De hecho, actualmente existe un debate candente sobre este tipo de energía debido precisamente a que puede cubrir algunas carencias de las energías renovables. En concreto, sus defensores argumentan que las centrales nucleares pueden generar energía de forma continua y estable, de manera que pueden suplir las fluctuaciones en la producción de electricidad que sufren las renovables.
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