Francia
Macron se aferra a la continuidad y depende del jóker de los socialistas y la ultraderecha

El presidente francés nombra primer ministro al veterano centrista François Bayrou después de que este último le amenazara con retirar su partido de la coalición presidencial.
François Bayrou
François Bayrou, presidente del Movimiento Demócrata y primer ministro de Francia desde el 13 de diciembre. Foto de Jacques Paquier.

Fuerte con los débiles y débil con los de su misma estatura —más bien pequeña en realidad—. El presidente francés, Emmanuel Macron, reprodujo el viernes este comportamiento en el inicio de un nuevo capítulo del interminable declive de su presidencia. El jefe del Estado, quien se comportó en el pasado de manera implacable ante las protestas sindicales (2023) o la revuelta de los chalecos amarillos (2018), cedió ante las presiones del veterano centrista François Bayrou. El líder del MoDem logró imponerse como responsable del Ejecutivo en contra de las intenciones iniciales de Macron. Fue una mañana digna de un capítulo de la serie Baron Noir. Todo un reflejo de la agonía del modelo presidencialista de la Quinta República.

Nueve días después de la moción de censura exitosa contra el Gobierno del conservador Michel Barnier, el Elíseo indicó que el anuncio tendría lugar el viernes por la mañana. El presidente ya no había respetado su primer plazo de nombrarlo antes del jueves por la noche y el hecho de alargar la incertidumbre hubiera acentuado la sensación de ridículo. El mismo viernes, a las cinco de la madrugada, Macron llamó a Bayrou, cuyo nombre aparecía en todas las quinielas para sustituir al exnegociador europeo del Brexit, y le dijo que no sería el elegido, informó la cadena TF1.

En lugar de sus opciones preferidas cuando se levantó ese día —Sébastien Lecornu (ministro de Defensa) o Roland Lescure (ex de Industria)—, Macron se decantó por Bayrou, de 73 años

Esa llamada desembocó en una acalorada reunión de casi dos horas en la sede presidencial. Entonces, Bayrou amenazó a Macron con retirar los diputados de su partido (MoDem) de la coalición presidencial si no lo escogía como primer ministro. “Me sumé a usted para hacer grandes cosas, no pequeñas. (…) Es así de simple: si usted no me nombra, voy a retirar mis hombres”, advirtió el tres veces candidato en las elecciones presidenciales (2002, 2007 y 2012), según el diario Le Monde. Eso hubiera supuesto una profunda estocada para un muy debilitado macronismo, que solo cuenta con 164 diputados (de un total de 577) y representa el segundo bloque en la Asamblea Nacional, por detrás de la izquierda (192).

Macron cedió al final de una mañana rocambolesca. En lugar de sus opciones preferidas cuando se levantó ese día —Sébastien Lecornu (ministro de Defensa) o Roland Lescure (ex de Industria)—, se decantó por Bayrou, de 73 años. Curiosamente, el jefe del Estado galo, que llegó al Elíseo en 2017 con la promesa de regenerar la Quinta República, ha pasado del primer ministro más añejo (Barnier) en la historia de ese régimen político a otro que tiene la misma edad. Ambos son profesionales de la política, con carreras de 40 años. Y con el agravante en el caso del flamante ‘premier’ que arrastra un caso de corrupción, por el que deben juzgarlo en 2025 en un proceso en apelación.

Menos neoliberal que Macron

“No creo que le entusiasme a Macron el hecho de afrontar la recta final de su presidencia con un primer ministro como Bayrou, quien es alguien con un carácter duro y complicado”, explica la politóloga Virginie Martin sobre el alcalde de Pau, una localidad de 80.000 habitantes en el suroeste de Francia. Su elección como responsable del Ejecutivo refleja, por un lado, las tensiones internas en un macronismo inmerso en una clara decadencia. Y muestra, por el otro, la obstinación por parte del presidente para conservar las riendas gubernamentales en lugar de aceptar una apertura del Ejecutivo hacia la izquierda del Nuevo Frente Popular (NFP), que venció por la mínima los comicios anticipados del 7 de julio.

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Aunque obtuvo menos del 15% de los votos en las elecciones europeas y quedo tercero en la primera vuelta de las legislativas con el 20%, el macronismo no cede el poder. Se aprovecha de la fragmentación parlamentaria en tres bloques casi irreconciliables (izquierda, centro-derecha macronista y extrema derecha) y de las amplias competencias que la Constitución otorga al presidente. “Me parece incomprensible desde un punto de vista electoral”, criticó la secretaria general de los verdes, Marine Tondelier, sobre el nombramiento de uno de los primeros aliados de peso de Macron.

El actual presidente y el líder del MoDem unieron sus destinos políticos en febrero de 2017. Entonces, llegaron a un acuerdo que propició la retirada de Bayrou de la campaña presidencial de ese año y resultó clave para la victoria en mayo de Macron. Apenas pocas semanas antes de ese pacto, el veterano dirigente hizo unas duras declaraciones respecto a su futuro aliado: “No funcionará (…), porque los franceses verán lo que hay detrás de este holograma. Hay un intento de los poderes financieros que ya no se conforman con el poder económico, sino que también quieren el político”.

“Soy consciente del Himalaya que tenemos ante nosotros”, afirmó Bayrou el viernes por la tarde durante el acto de toma de posesión en Matignon

Desde entonces, las relaciones entre ambos nunca han sido del todo fluidas. Como hizo de nuevo este viernes, Bayrou lo ha amenazado en más de una ocasión en retirar el MoDem de la coalición presidencial, que compone junto con Renaissance, el partido de Macron, y Horizons. “Es un heredero de la tradición democristiana. No se trata de un liberal thatcheriano ni un anarcoliberal —al más puro estilo de Javier Milei—”, explica el politólogo Jean Petaux sobre la principal diferencia ideológica entre Bayrou y Macron, cuyo ADN está más influenciado por las tesis neoliberales.

Presupuestos marcados por la austeridad

“Soy consciente del Himalaya que tenemos ante nosotros”, afirmó Bayrou el viernes por la tarde durante el acto de toma de posesión en Matignon. Lo dijo refiriéndose a la delicada situación financiera de Francia, que cerrará este año con un déficit público de más del 6%, más bien propio de un periodo de grave crisis. El primer examen al que se enfrentará consistirá en la elaboración y la adopción de la ley presupuestaria del 2025.

Como ya intentó Barnier, el flamante primer ministro probablemente intentará corregir el déficit con unos presupuestos marcados por una dura austeridad —su predecesor preveía un recorte de 40.000 millones del gasto público—. Quizás intentará matizarlo con la adopción de algún tipo de impuesto especial sobre los más ricos. El exnegociador europeo del Brexit “ya propuso una tasa temporal sobre los superbeneficios de las grandes empresas. Durante el debate parlamentario, la izquierda y los diputados del partido de Bayrou se pusieron de acuerdo para aprobar una enmienda que proponía que ese impuesto se aplicara más allá de dos años”, recuerda Petaux.

La gran incógnita es la posición del Partido Socialista (PS) y de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). De ellos dependerá que Bayrou dure en Matignon más tiempo que Barnier

La derecha tradicional de Los Republicanos (LR) seguramente apoyará la aprobación de las cuentas públicas. Pese a sus malas relaciones con el expresidente Nicolas Sarkozy, quien mantiene cierta influencia sobre LR, Bayrou quizás convencerá a la formación posgaullista para que siga en el Gobierno, al que se sumó en septiembre de la mano de Barnier. Los actuales peces gordos del Ejecutivo —la sarkozista Rachida Dati (Cultura), la conservadora Catherine Vautrin (Territorios) o el xenófobo Bruno Retailleau (Interior)— confían en seguir en sus carteras.

¿Un acuerdo de no agresión con los socialistas?

En cambio, la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar), y que representa el partido del Frente Popular con un mayor número de diputados, anunció una moción de censura contra Bayrou. “Si quieren mantener a los mismos en los puestos estratégicos, incluso Retailleau en el Interior, y no quieren hacer nada con las jubilaciones, la ecología y la justicia fiscal, no veo otra opción que la censura”, declaró la ecologista Tondelier. Su partido está dividido, pero parece decantarse por una oposición frontal como los insumisos.

La gran incógnita es la posición del Partido Socialista (PS) y de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). De ellos dependerá que Bayrou dure en Matignon más tiempo que Barnier, al que censuraron menos de tres meses después de su nombramiento. La formación de centro-izquierda indicó que “no participará en el Gobierno y se mantendrá en la oposición”. Pero se desmarcó de sus socios insumisos abriendo la puerta a un acuerdo de no censura. Puso como condición que el primer ministro no recurra al decretazo del 49.3 que permite aprobar una ley sin una votación parlamentaria, cuyo uso propició el final de Barnier. También le pidió que renuncie a impulsar una dura ley migratoria a principios del año que viene.

“Tengo la sensación de que hay muchos falsos movimientos por parte de los socialistas”, asegura Martin, profesora en la Kedge Business School. Su distanciamiento respecto a los insumisos, inmersos en una incierta estrategia basada en provocar la dimisión de Macron y preparar unas presidenciales anticipadas, se debe “a la precampaña de las municipales del 2026”, así como “el congreso del año que viene del PS”. Su secretario general, Olivier Faure, partidario de la unidad de las fuerzas progresistas, corre el riesgo de perder su cargo en esa cumbre interna ante la ofensiva del ala derecha de su partido, liderada por el expresidente François Hollande y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.

Una relación cordial con Le Pen

Si al final Bayrou no logra un acuerdo de no agresión con los socialistas, le quedará la baza de Marine Le Pen. El RN acogió con aparente satisfacción la designación del líder del MoDem, que mantiene una relación de cierta cordialidad con el lepenismo. “En 2022, aportó su firma a Le Pen para que se presentara a las presidenciales” con el argumento del pluralismo político. “También propuso la creación de un ‘banco para la democracia’ ante los problemas de financiación de la extrema derecha, que pidió dinero (hasta 11 millones de euros) a un banco ruso” cercano al Kremlin, recuerda Martin.

No obstante, el gran punto en común entre Bayrou y Le Pen son sus problemas judiciales. Pese a tratarse de uno de los primeros aliados de Macron, este dirigente ha tenido un papel secundario durante los últimos siete años al estar presuntamente involucrado en una trama de falsos asistentes en el Parlamento Europeo. El Tribunal de París lo absolvió a principios de 2024, pero sí que condenó a ocho dirigentes del MoDem e impuso una multa de 400.000 euros a este partido. Además, la fiscalía recurrió la sentencia y este caso volverá a juzgarse en apelación.

Es una trama muy parecida por la que han juzgado este otoño a la líder ultra. Su sentencia está prevista para el 31 de marzo y se enfrenta a una posible inhabilitación de cinco años con una aplicación inmediata. Puede suponer todo un terremoto en la política gala. El futuro de la crisis de la Quinta República no solo dependerá del Parlamento, sino también de los tribunales.

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