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Elecciones del 26 de mayo
Confluencias nunca máis
Hoy, casi cuatro años después de iniciarse aquel proceso de confluencia, la ciudadanía está desilusionada; el debate intelectual, yermo o inexistente; los puentes entre los actores, rotos; la confianza, quebrada; las “alcaldías del cambio”, arrasadas, y la representación institucional casi extinguida.
Si hay una frase que define el 15 M es “no nos representan”.
La incapacidad de los partidos establecidos para capturar y abordar los problemas de toda una generación estallaron con una impugnación total del “partido político” como organización capaz de articular y defender los intereses de los ciudadanos en la vida pública. En sus antípodas, y como alternativa virtuosa, emergió un asamblearismo desengañado, suspicaz ante cualquier tipo de jerarquía, estructura o reglas que, por eso mismo, se mantuvo fluyendo subterráneamente y no encontró su articulación política hasta el nacimiento de Podemos en 2014.
Con las Asambleas del 15M ya en práctica disolución, fueron los círculos de Podemos los que avivaron sus rescoldos vehiculando el descontento ciudadano ante una situación social que se juzgaba como intolerable. Podemos, aunque era un partido, desde el principio integró en su seno esa cultura asamblearia promoviendo los contactos con cualquier fuerza que pudiese converger en ese gran punto de encuentro de “los de abajo”.
En el caso particular de Galicia, y tras su sorprendente éxito en las elecciones europeas de 2014, se iniciaron en el verano de 2015 los movimientos para dar forma a esa convergencia. Pero, inevitablemente, el proceso de construcción de este nuevo espacio de cambio político atrajo a un perfil de viejos militantes de colmillo afilado, aventureristas y profesionales de la escisión. Personas con décadas de experiencia en intrigas, alianzas, rupturas y traiciones que compartieron asambleas con ciudadanos bisoños en tareas políticas, armados solo con buenas intenciones y a los que les motivaba únicamente un deseo ingenuo de participación en los asuntos públicos.
Como no podía ser de otro modo, tal como si hubiésemos tratado de hacer cohabitar a pirañas y a peces de colores, los escindidos crónicos no tardaron en hacerse los dueños de la pecera ejercitando sus habilidades para la manipulación, perfeccionadas en un periplo vital de años de conjuras y maquinaciones.
Apareció entonces Luis Villares, un casi perfecto desconocido convencido de su propia grandeza, al que un grupo aún más desconocido de mandarines colocó a dedo y legitimó con los correspondientes simulacros democráticos
Además, la adscripción personal, una marca del 15M, proporcionaba un lavado integral a sus biografías, desapareciendo por arte de magia el estigma de su pasado correligionario que el nuevo sentido común percibía como una rémora.
El militante de la confluencia y, por ende, el espacio de la confluencia, se autodefinió como la forma suprema de participación política invistiéndose de una superioridad moral inalcanzable para el resto de mortales. Así, lo que tendría que haber sido una cuestión meramente funcional; es decir, decidir cómo organizarse para tratar de conseguir lo auténticamente relevante, el bienestar ciudadano; se tornó en un bien en sí mismo. El “confluente”, por el mero hecho de serlo, había alcanzado ya el Nirvana político, el estado de máxima perfección, sin importar que su aportación social fuese completamente irrelevante.
La forma institucional que adoptó ese etéreo lugar de maravilla, fue “el espacio”, un híbrido entre el partido y la asamblea que recogía lo peor de los dos mundos y en el que la norma era el absoluto secretismo en las deliberaciones y las decisiones. Pues una de las ventajas de no ser partido es que no hay que dar cuentas de nada a ningún militante sino a una “ciudadanía” imaginaria.
Esta ficción se sostuvo manoseando sin ningún escrúpulo lo que aún quedaba del acervo intelectual del 15M y justificándose con el “mandato de los de abajo” y la cháchara asamblearia. Pero también construyendo un entramado normativo arteramente concebido para impedir la participación real. Así, la creatividad que faltaba para articular propuestas programáticas sobre los verdaderos problemas de la gente, floreció exuberante en forma de páginas y páginas de reglamentos y sistemas de votación diseñados torticeramente para que una élite lo más reducida posible gobernase el espacio sin trabas.
Lo único que ha producido el discurso de la confluencia ha sido una sucesión pobrísima, banal y cansina de chascarrillos, frases estereotipadas, poética barata y cursis apelaciones a la bondad humana, declamadas por la mañana por los mismos que se acuchillaban entre sí por la tarde
Y esto se llevó a tal extremo que es difícil imaginar un partido convencional que haya exhibido más hermetismo y menos democracia interna, siendo el funcionamiento de la confluencia más propio de una logia o una sociedad secreta.
No es de extrañar así, que la elección del cabeza visible de la confluencia siguiese la misma pauta. Y puesto que se había concebido un espacio místico, la summa excelencia de la participación política que imbuía de la mayor perfección moral a sus participantes, solo faltaba la aparición de una figura mesiánica para completar lo que ya parecía un movimiento milenarista. Apareció entonces Luis Villares, un casi perfecto desconocido convencido de su propia grandeza, al que un grupo aún más desconocido de mandarines colocó a dedo y legitimó con los correspondientes simulacros democráticos. Su personalismo providencialista exacerbó aún más el ya de por sí carácter oligárquico de la confluencia.
Por supuesto, no cabe responsabilizarlo a él únicamente. La destrucción de la esfera de los partidos trajo consigo también el empobrecimiento total de su vida interna y su desactivación como instrumentos para ofrecer alternativas ideológicas. Esa momificación agostó su vida intelectual y paralizó su papel en la construcción de discurso. Esto no tendría más importancia si el espacio confluente hubiese asumido esa función, más lo único que ha producido el discurso de la confluencia ha sido una sucesión pobrísima, banal y cansina de chascarrillos, frases estereotipadas, poética barata y cursis apelaciones a la bondad humana, declamadas por la mañana por los mismos que se acuchillaban entre sí por la tarde. La construcción intelectual ha sido de una tristeza y miseria desoladora.
La actividad orgánica quedó reducida a inacabables y feroces peleas intestinas. De entre todas, cabe destacar por su magnitud el vergonzoso proceso inquisitorial que sufrió Paula Quinteiro, sometida a un acoso indesmayable en forma de delirio paroxístico de autodestrucción que duró meses. Meses con sus correspondientes semanas, días y horas dedicados íntegramente por los confluentes al desvarío denigratorio. Evidentemente, es de suponer que no tendrían tiempo para pensar, pongamos por caso, en la política forestal.
Todo esto, para que en las pasadas elecciones generales, frente al mayor peligro que se cernía sobre los derechos ciudadanos en forma del advenimiento de la derecha más salvaje, fue únicamente Unidas Podemos quien combatió en solitario esta amenaza involutiva con el silencio de parte de los aliados que decidieron no inmiscuirse en la campaña, o, peor aún, con la abierta hostilidad de los confluentes de Villares, que centraron todas sus intervenciones en ultrajar a sus antiguos compañeros.
Hoy, casi cuatro años después de iniciarse aquel proceso de confluencia, la ciudadanía está desilusionada, el debate intelectual, yermo o inexistente; los puentes entre los actores, rotos; la confianza, quebrada; las “alcaldías del cambio”, arrasadas, y la representación institucional casi extinguida.
LAS CONSECUENCIAS DE LA CONFLUENCIA EN UNIDAS PODEMOS
Unidas Podemos, que se había construido con gente recién incorporada a la acción política, tan llena de entusiasmo como carente de experiencia, sufrió desde su inicio el efecto gravitatorio del insaciable agujero negro de las confluencias con unas consecuencias que solo pueden juzgarse como desastrosas.El debate interno sobre las confluencias, tan atravesado por el componente de superioridad moral que adquirió, desgarró el partido en una lucha cainita que eclipsó cualquier otro asunto político. La confluencia, vista como el bien supremo, se constituyó en la única discusión posible. Fagocitó, empequeñeció y destruyó la posibilidad de deliberar sobre las múltiples problemáticas reales de la sociedad. Su carácter moral acentuó la violencia de la controversia que sobrepasó la lógica disputa entre visiones estratégicas para convertirse en una lucha entre el bien y el mal. Se creó un ambiente guerracivilista en el que se perdieron todas las formas de fraternidad y civilidad. El espectáculo que ofreció la organización fue bochornoso.
La confluencia, absolutamente inútil para la producción de ideas y la creación de un entorno fructífero para el debate y la creatividad, sí se mostró exitosa en bloquear y destruir cualquier iniciativa o propuesta a la eterna espera de decisiones colectivas que nunca llegaban a producirse
El amordazamiento de “los partidos” destruyó su capacidad para debatir y proponer y Unidas Podemos fue la víctima principal, pues, como todo músculo que no se usa, se atrofia. Los órganos de la confluencia construyeron un muro impenetrable aislándose de la vida interna de los partidos lo que, con excepción de inacabables y yermas discusiones acerca del modelo organizativo, hacía superfluo e inútil cualquier debate ideológico puesto que las decisiones se tomaban misteriosamente en otro lado y por otras personas desconocidas. La militancia estaba confusa, desorientada y paralizada. ¿Cuál sería el papel de Unidas Podemos, una vez que hubiera finalizado el proceso confluente? A esto se contestaba con evasivas y deshonesta ambigüedad calculada. La respuesta nunca enunciada era sin embargo, evidente: ninguno.
Se dejó de atraer talento. Y el que había huyó. La confluencia, absolutamente inútil para la producción de ideas y la creación de un entorno fructífero para el debate y la creatividad, sí se mostró exitosa en bloquear y destruir cualquier iniciativa o propuesta a la eterna espera de decisiones colectivas que nunca llegaban a producirse. En ese infecundo esperar a Godot, se cercenaba de raíz la mera posibilidad siquiera de cualquier aportación externa que era juzgada siempre como sospechosa de hacer sombra. Como consecuencia, Unidas Podemos no fue capaz de estar presente, ya no digamos ofrecer alternativas, en ninguno de los problemas que acucian a la ciudadanía real. El partido se volvió conservador, timorato y amilanado. Los inscritos se desilusionaron y desertaron. La metáfora de la organización horizontal adquirió la forma de la organización plana, el páramo raso donde nada crece.
No se puede ignorar que Unidas Podemos se halla en una situación de extrema fragilidad. Con una vida interna pobre o nula y un debate ideológico inexistente que lo hace incapaz de proponer a la ciudadanía más que fraseología barata conformada solo con una retahíla de palabrería hueca
Debemos, sin embargo, señalar un único aspecto positivo. En un ecosistema venenoso en el que los “aliados” ventilaban obscena y públicamente día sí y día también las diferencias haciendo de tontos útiles para los medios de comunicación de la derecha, los representantes de Unidas Podemos en la confluencia mantuvieron siempre una actitud de leal discreción. E incluso, por ejemplo, cuando fueron relegados en las listas electorales de los ayuntamientos del cambio a puestos humillantemente bajos, fueron capaces de colaborar animosamente en las campañas sin generar polémicas ni ruido al exterior.
Hoy, sin embargo, no se puede ignorar que el partido se halla en una situación de extrema fragilidad. Con una vida interna pobre o nula y un debate ideológico inexistente que lo hace incapaz de proponer a la ciudadanía más que fraseología barata conformada solo con una retahíla de palabrería hueca. El paisaje de la confluencia es aún peor, si cabe. Su espacio está definitiva y absolutamente devastado y todos sus reductos institucionales barridos del mapa electoral. En el imaginario colectivo En Marea es un lugar inhóspito que solo evoca rotura, incompetencia y desengaño. Pero frente a sus ridículas prestaciones electorales, al menos los 230.000 votos que Unidas Podemos obtuvo en las pasadas elecciones generales ofrecen esperanza para un futuro posible.
¿Hay esperanza? Sugerencias para un futuro posible
Se hace necesaria una reflexión profunda sobre los modelos organizativos. A nuestro entender, la impugnación a los partidos que simbolizaba el “no nos representan” no lo era tanto a su modelo de funcionamiento como a su subordinación absoluta a la gobernanza neoliberal. De hecho, el que el debate sobre modelo organizativo de la izquierda haya sido la principal —y casi única— actividad de las fuerzas del cambio, desnaturaliza absolutamente las causas del descontento ciudadano convirtiéndolas en una pobre caricatura.Las nuevas estructuras líquidas de organización política que genera el nuevo sentido común no parece que hayan ahondado en la democracia interna y la participación ciudadana. Muy al contrario, la aparición de órganos opacos y organigramas confusos hace casi imposible su fiscalización. Más bien parece que tales modos de organizarse responden al zeitgeist de los tiempos, que disuelve las antiguas formas sólidas de articulación política en un magma postmoderno donde la falta de lealtad a unas siglas se percibe como un valor.
La experiencia de las confluencias muestra con meridiana claridad que generan un funcionamiento sectario y aristocrático y que la minusvaloración de las “siglas” como algo instrumental lo que articula son únicamente lealtades personales
Esta falta de lealtad a un proyecto común definido y reglado se transforma en meras lealtades personales, en primer lugar al propio proyecto personal y en segundo a otras personas o camarillas. Evidentemente, esa lealtad a uno mismo se presenta convenientemente disfrazada en la forma de un mandato moral de obediencia a los deseos de una ciudadanía espectral: “la gente”, que solo el líder visionario es capaz de escuchar nítidamente. El ejemplo de Errejón en Madrid, quien despreció el mandato democrático concreto y específico de unos inscritos que lo habían elegido, justificándose éticamente en un deber de atender las imprecisas aspiraciones de esa “gente” inmaterial, es altamente ilustrativo.
En el actual marco de hiperindividualismo que disuelve las formas de organización colectiva y ensalza el valor de la propia opinión hasta el dogma, tales comportamientos se ajustan perfectamente al signo de los tiempos. La experiencia de las confluencias muestra con meridiana claridad que generan un funcionamiento sectario y aristocrático y que la minusvaloración de las “siglas” como algo instrumental lo que articula son únicamente lealtades personales. Convertida la política en algo personal, no es de extrañar que surjan los líderes visionarios, las relaciones de vasallaje y que las controversias se diriman con tanta violencia.
La experiencia también parece dejar meridianamente claro que en la crisis que de un modo u otro ha afectado a todas las fuerzas políticas, han sido los partidos con estructuras más estables los que han logrado un mayor reconocimiento ciudadano y los que están más cerca de conseguir sus objetivos de transformación de la realidad, sean cuales sean. Al contrario, los experimentos en forma de organizaciones líquidas se están disolviendo sin dejar apenas rastro.
Nunca máis debemos comportarnos como nos comportamos
Así pues, antes que ninguna otra cosa, Unidas Podemos debe abordar con exigencia el modo de relacionarse consigo mismo. La paz de la que hoy se disfruta no debe hacernos olvidar las ásperas disputas internas del pasado reciente. Es necesario crear una nueva cultura de cuidados y civilidad. Se debe construir un espacio amable en el que se quiera estar y donde las formas, las buenas formas, lo sean todo.
Pues en este caso, las formas son el fondo. Las conductas agresivas impugnan de modo radical la idea rectora que alumbra Unidas Podemos de poner “la vida en el centro”. Si asumimos que las actividades de cuidado deben ser definidas como un bien o un deber público, tales actividades deben comenzar inevitablemente en el comportamiento de toda la militancia. Hay que construir un partido que sea capaz de poner lo relacional en el eje de la política, un partido cuya vida interna gire en torno a la interdependencia y el cuidado, a facilitar encuentros, a crear comunidad y formas estables de lo común. En palabras de M. E. Palop: “Donde el miedo al otro y las psicopatías sociales puedan ser sustituidas por unas relaciones incluyentes y más amables.” Nunca máis debemos comportarnos como nos comportamos.
Unidas Podemos debe aspirar a ser un lugar fraterno, abierto a gente diversa que comparta la preocupación por su país y tenga un interés genuino en transformar la sociedad. Discrepar con alguien que comparta estos principios básicos no lo convierte en enemigo. Por el contrario se debe animar y facilitar que personas con opiniones propias y fuertes convicciones tengan la oportunidad de expresarlas y defenderlas en el seno de la organización siempre que se haga con lealtad. Ellas son uno de sus activos más valiosos.
Pretender transformar la sociedad sin conocer sus problemas es una frivolidad que la ciudadanía detecta y castiga. Formarse e informarse debe convertirse en una obligación para el inscrito en Unidas Podemos. Una tarea prioritaria de la dirección debería ser dar un gran impulso a la formación. Es necesario organizar cursos, visitas, debates, grupos de pensamiento, publicaciones, diálogos y actividades formativas de todo tipo que tengan una vertiente interna y otra externa. Hay que crear un foco civilizatorio y un espacio de ilustración. Desde abajo, y desde arriba. Hacia adentro y hacia afuera.
En este proceso de contemplación crítica de la realidad, se debe contactar con los elementos más dinámicos de la sociedad, sin filtrar por adscripción ideológica, siempre que cumplan unos requisitos básicos de concienciación en el bien común.
Vivimos una época de grandes cambios, con la ciencia y la tecnología desafiando cada día elementos básicos de la sociedad, como el papel del trabajo con la robotización, el impacto de la genética en la misma definición de lo que es ser humano, sin olvidar el impacto ya inevitable del cambio climático. En el caso de Galicia estos cambios de carácter global tienen lugar sobre una sociedad envejecida con una evolución demográfica estremecedora. El declive de la industria y la ausencia de cultura técnica y modelo de desarrollo para el siglo XXI supone un riesgo muy serio de convertir al país en inviable sin ayuda externa. Todo esto plantea un desafío enorme, no solo a nivel material sino también cultural.
Un desafío en el que Unidas Podemos debe y puede actuar como catalizador, pero todo esto requiere abandonar de manera definitiva la micropolítica de banderías, palabrería y metáforas marineras. Requiere tratar de gestionar la realidad, no la liturgia. Requiere comportarse con rigor, penetración y lealtad. Requiere no perder ni un minuto más de lo necesario en la vida interna y volcarse en el exterior con el ansia de un ciego que recupera la visión. Requiere ser imaginativos y audaces, no temer innovar y romper con los modos rutinarios de relacionarse con la ciudadanía. Requiere instrumentos de organización colectiva que sean a la vez refugio hospitalario y taller de creación. Estructuras estables, confiables, reconocibles, pero también porosas y permeables. Y no de experimentos efímeros y volátiles, pues, como entienden muy bien nuestros adversarios, para actuar primero hay que ser.
Resumiendo en una frase: Confluencias Nunca Máis.
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Mais unha marea de tixolos.
Se tedes esperanza neses 230.000 votiños, aguardai a ver como vos tratan os "medios amigos".
Efepegallos e izquierda unida, ¿qué podía salir mal?
¡Pero qué nivelazo! Puede una imaginarse el suplicio que habrá sido de la gente de Unidas Podemos tratar de razonar con estos descerebrados del "vaite pa madrí". De algo podemos estar seguras, cuando la asnada no tiene otra cosa que argumentar, siempre tiene a mano el "en galiza en galego".
"Unidas Podemos, que se había construido con gente recién incorporada a la acción política, tan llena de entusiasmo como carente de experiencia, " dice el autor. Pues debe ser en Galicia (caso que no conozco), porque en el centro de la Península Unidas Podemos (que no Podemos, sino Unidas Podemos: Podemos+IU) lo hizo fue corroborar lo que estaba pasando desde hacía meses: un flujo constante de traspaso de las bases del PCE a Podemos (bien adoctrinadas y de colmillo retorcido) y una expulsión de todo aquello que oliera a asamblearismo o 15M. Y así siguen...celebrando el No Gobierno y la comodidad de ser la oposición minoritaria.
Nos odian por que les enviamos a Carolina Bescansa a salvarles de si mismos. Los muy paletos la rechazaron.
O artigo perde um pouco o norte ao falar duma reconduçom de UP, mais a crítica que fai dos chamados procesos de confluência e do enquadre de Podemos na Galiza está bastante atinado. Interessante, sem dúbida.
Los razonamientos de esta peña: "fala galego, gugú tata, gugú, fala galego, gngngngng, españoles pa madriz, gugú, madrid malos, gugú, tata".
Que pesados os fodechinchos. Non queremos espanhois. Madrileños not welcome.
Non hai máis que ver o nivel de violencia verbal dos comentarios "mareantes" para comprender que o artigo da compretamente no cravo. Demasiado acostumados ó aldraxe sen resposta, non toleran ben a crítica cando son eles os que a padecen.
Violencia verbal. Los ofendiditos del tricornio. Pregunta en Eukadi o Catalunya por la violencia verbal del fascismo Español que defendéis.
Artículo sesgado e sectario coma el so. Agora resulta que Pablemos era a panacea.
"La experiencia de las confluencias muestra con meridiana claridad que generan un funcionamiento sectario y aristocrático y que la minusvaloración de las “siglas” como algo instrumental lo que articula son únicamente lealtades personales. Convertida la política en algo personal, no es de extrañar que surjan los líderes visionarios, las relaciones de vasallaje y que las controversias se diriman con tanta violencia." (...) "Así, la creatividad que faltaba para articular propuestas programáticas sobre los verdaderos problemas de la gente, floreció exuberante en forma de páginas y páginas de reglamentos y sistemas de votación diseñados torticeramente para que una élite lo más reducida posible gobernase el espacio sin trabas." (...) "La actividad orgánica quedó reducida a inacabables y feroces peleas intestinas."
No tengo claro si los autores hablan de Podemos, porque vaya... me da que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Que maniqueo el análisis aunqu etenga razón en lo de los viejos militates, pero eso también ha pasdo en su querido partido donde el PCE ha apartado a los Bustinduy y demás personas valiosas.
Puedo estar muy de acuerdo con la mayoría de los hechos que describes!.
Pero creo que los autores comenté un grave error, que no es otro que Unidas Podemos no es un partido!
O acaso no sabe que es una confluencia electoral de distintos oartidos, que en unos lugares se llama Unidas zpodemos y en otros lugares, Adelante Andalucia y otros nombres.
El confundir U idas Podemos con un partido, corresponde a algunos inscritos de Podemos que juegan con ello a vender que Unidas Podemos es sólo ellos!
Non podo entender o batacazo na Galiza do partido españolista centralista madrileño, Pudimos
Escrito desde Madrid con desprecio hacia la colonia gallega. Vaina rañar, tricornier.
Di un comentario anterior que o artigo e maniqueo e un pouco vergoñento, eu penso que se queda corto nos seus calificativos. Só unha frase, entre moitas outras, define a calidade dialéctica do artigo: “Unidas Podemos, que se había construido con gente recién incorporada a la acción política, tan llena de entusiasmo como carente de experiencia”. Isto é verdade nas bases, pero as suas e os seus máximos líderes ou levan toda a vida na política ou foron señalados polo dedo divino de Pablo Iglesias a través dunhas primarias de circunscripción estatal onde ninguén podía cambiar a decisión do líder supremo de situar aos seus fieles mais cercanos. E así é o tono e o nivel de argumentación de todo o artigo. Servirá para reafirmar a algunhas compañeiras e compañeiros de UP dos autores, pero é un relato tan partidario, demagóxico e manipulador que resulta imposible que sexa creible para unha persoa mínimamente crítica e que coñeza un mínimo dos procesos políticos en Galicia.
Las confluencias son sectarias, herméticas y jerarquizadas, y han perdido el contacto con las verdaderas necesidades de la clase trabajadora. No como Podemos, ese adalid de la horizontalidad, el asamblearismo y la lucha obrera.
Artículo absolutamente simplista y desenfocado
É un pouco vergoñento o enfoque maniqueo deste artigo, escrito temos que crer desde as fileiras puras e prístinas dun Podemos que na Galiza a maldade intrínseca e cizañenta dos mareantes levou, coas súas artimañas malévolas ao puro esfarelamento. Se son incapaces neste xornal de ofrecer unha análise menos sesgada e máis obxectiva, agardo que a lo menos ofrezan as outras versións do mesmo conto; malos e bós cambiarán por arte de maxia de faciana, o ben e o mal cambiarán de bando, e quizáis, da contraposición dos relatos, brindarase unha imaxe máis equilibrada dos acontecementos, coas maldades e bondades mellor repartidas.
Engado que non teño ningún interese máis alá do respecto pola realidade histórica que o relato aquí presentado fai en moitas ocasións ruborizar ; non son votante nin das Mareas nin de Podemos. Debo dicir porén que máis alá das loitas de poder de Podemos coas súas confluencias, aténdome a un único feito públicamente coñecido, teño claro que Podemos na ocasión da votación dos orzamentos deixou claro que os intereses do Partido en Madrid están por riba das acuciantes necesidades dos galegos na Galiza. Certamente, polo ben da Galiza, a mellor opción de futuro parecería ser a de "confluencias nunca máis"...
Este é un artigo de opinión, non a opinión do xornal, que seguramente non teña problemas en publicar outras opinións que poidan rebater este artigo e dar outra visión.
Non atopo esta noticia en galego. ¿As confluencias non falan galego? ¿So o idioma colonial?