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Vivienda e inmigración

“Les basta con ver mi perfil de whasthapp, para saber que soy negro y desistir de alquilarme una habitación”. Así resume Ghedji, estudiante senegalés que reside en España, sus dificultades para encontrar alojamiento. Porque si el acceso a la vivienda supone un serio problema para la mayoría de la población, mucho más si se trata de personas que sufren algún tipo de discriminación por motivos raciales, culturales o económicos. Antonio Vázquez, técnico intermediador de la Fundación CEPAIM, conoce bien las consecuencias de esta carencia en la costa de Huelva: "No existe una red de alojamiento para cubrir las necesidades de las personas que llegan a trabajar en la campaña agrícola. Por eso cada vez hay más viviendas con hacinamiento, o acaban instalándose en los asentamientos chabolistas de la zona.”

¿Cómo ha podido cambiar tanto en este país el discurso sobre la vivienda? En solo una década hemos pasado de entenderla como un derecho y combatir la injusticia de los desahucios, a poner el foco en el problema de los propietarios..., que por lo visto tienen que defenderse de hordas de okupas cada día. ¿Incoherente? Claro, como también lo es que la vivienda sea un derecho básico y a la vez un bien de mercado.

Le ponemos sonido a estas contradicciones, que son en sí mismas un termómetro social. Y echamos mano de la memoria para saber qué ocurría cuando los españoles teníamos que emigrar. Son señales que ayudan a entender, a situarse, a actuar. Te invitamos a escucharlas con nosotros, con buena música de fondo.