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Aborto
“Mi experiencia con una IVE”
Todo empezó el 30 de marzo de 2021, cuando decidí acudir al médico porque no me estaba bajando la regla, tenía un retraso importante. Una comadrona del centro de Atenció a la salut sexual i reproductiva (ASSIR) de Granollers, J.C., me atendió. Al decirle que no me bajaba la regla, me preguntó cómo estaba y le conté que hacía dos días nos habían dicho que teníamos que irnos del piso donde llevábamos siete años viviendo, y que había otras cosas que me inquietaban, pero que había pasado períodos de estrés importantes en el pasado y nunca se me había retrasado tanto la regla. Ella me hizo el test de embarazo y dio negativo. Me dijo que me fuera tranquila a casa, que la regla ya bajaría, que el retraso era por el estrés. Decidí fiarme de ella porque realmente no contemplaba que pudiera tener aún más problemas. Aún no entiendo cómo no pensó que podía ser un falso negativo i en la posibilidad de que todavía estuviera en los primeros días del embarazo, cuando la hormona no es detectable en orina... Habría sido tan fácil como decirme que me repitiera el test en casa, o que volviera a hacérmelo al cabo de una semana. Pero no.
Fueron pasando los días y la regla no bajaba... Así que el 23 de abril volví a ir al ASSIR. De aquella visita, que fue con una matrona diferente, solo quiero decir dos cosas: una, el test de embarazo dio positivo y muy marcado, es decir, ya estaba de unas cuantas semanas, y segunda, la misma comadrona me dijo que ella me hubiera hecho repetir el test negativo de tres semanas antes. Total, que se me cayó el mundo al suelo en plena mudanza. Tenía que esperar tres días para poder ir otra vez y comunicar que quería abortar, aunque lo había decidido en el primer minuto. ¿Quizás por si acaso te entran los remordimientos? ¿O para dar tiempo a que alguien pueda comerte el coco y hacerte cambiar de idea en un momento de extremada vulnerabilidad? Vuelvo al cabo de tres días y me encuentro con la misma comadrona del test negativo, que no se acuerda de mi. Me da una lista de clínicas y yo tengo que escoger una. ¿En base a qué? ¿A caso no te dan hora ellos cuando tienes que hacerte una analítica o extirpar un lunar maligno? Luego tienes que llamar, pedir hora, gestionarlo absolutamente todo. En la primera clínica a la que llamé no dejaban que entraran acompañantes ni siquiera en la sala de espera. Pedí hora a una segunda, en base a ningún tipo de criterio que pueda explicar. Gestiona también el transporte de ida y vuelta —yo tenía suerte de vivir cerca de Barcelona y tener alguien que pudiera acompañarme todo un día laborable entero—, la baja laboral —yo no trabajaba pero, en caso de que trabajara, solo te dan un día de baja y, venga, a trabajar como si nada hubiera pasado— y la gestión emocional de todo el tema que se te va cayendo encima sin que te des cuenta.
Tenía que esperar tres días para poder ir otra vez y comunicar que quería abortar, aunque lo había decidido en el primer minuto. ¿Quizás por si acaso te entran los remordimientos? ¿O para dar tiempo a que alguien pueda comerte el coco y hacerte cambiar de idea en un momento de extremada vulnerabilidad?
Finalmente llegó el día, seis larguísimos días después del test positivo. Ese día sí que es para recordar. De 10h a 16h dentro de aquella clínica y necesito más dedos de los que tengo para contar todas las personas por las que pasé, todo el mundo haciendo preguntas y nadie dándote explicaciones ni acompañándote: una te hace la entrevista previa, la otra te quita sangre, otro te hace la ecografía, después hablas con el anestesista, con el que te prepara por el quirófano, el que te seda, el que te opera, etc, etc. Sin ningún tipo de hilo conductor, de acompañamiento. Por suerte podía estar a ratos en la sala de espera acompañada.
Una vez entras en la sala de preparación ya no vas con tu acompañante —lo entiendo— pero tampoco estás sola. Estás en una sala donde hay unas seis camas, la mayoría llenas, cada ocupante con su drama del que no puedes aislarte, encima de tener ya el tuyo propio. Una llora porque acaba de perder al niño. La otra, porque no puede aguantar el dolor. Otra todavía no ha despertado de la sedación. No hay ninguna intimidad porque ni siquiera las cortinas están pasadas y las dos enfermeras van gritando arriba y abajo. Después de a saber cuánto rato, entro y salgo de quirófano. Cuando me despierto de la sedación, más que desorientada, la enfermera me pone el respaldo de la camilla a 90º con un golpe brusco, provocándome aún más mareo. Le pido que lo vuelva a bajar y dice que no, que es “para que no te me duermas otra vez”, y yo, sin fuerzas ni por replicar, me acurruco en la parte aún llana de la camilla con la vía puesta y la bata toda arrugada, que no me debía ni tapar bien. Qué vergüenza imaginarme así. Bueno, pues todavía con todo el mareo encima y medio drogada, la enfermera me dice que me levante y me vista, que me voy. Le digo que no puedo andar bien, pero le da igual. Nunca me olvidaré de su respuesta. Me dice: “Ahora, cuando salgas, una sartén y una copa de vino, y como nueva”. ¿En esa persona he tenido que confiar?
Recuerdo andar por un pasillo muy largo hasta la puerta de salida, donde mágicamente apareció mi acompañante, que por suerte estaba alerta. Nada más salir de la clínica, en la puerta del parking, me desmayé porque todavía no estaba bien del todo. No fue hasta a mitad de camino en el coche cuando me recuperé de verdad. Y pensar que había chicas que iban solas...
Una vez en casa, por suerte pude descansar durante unos días. Por suerte fue todo bien porque la única “visita” de seguimiento fue una llamada telefónica de la matrona que aparentemente no oí y no me volvió a llamar. Tampoco ha quedado constancia de las analíticas ni la intervención en mi registro. Y para terminar, a la queja puesta en el ASSIR por la matrona que me hizo el test negativo, me han respondido seis meses más tarde con una carta en la que dicen que me hicieron dos tests negativos y un tercero positivo, y que, por tanto, la matrona lo hizo todo bien. Pues no. El test con ella fue negativo y el siguiente fue positivo. Creo que la que lo hizo bien fui yo, yendo al ASSIR otra vez antes de que fuera demasiado tarde. Porque a medida que pasan las semanas, el aborto es más complicado.