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Economía
Katharina Pistor: “El sistema financiero global tiene un componente imperialista”
Prestigiosa docente y ensayista alemana, Katharina Pistor ha visitado Barcelona en el marco de la Biennal de Pensament. Nos recibe en la sede de la Fundación Irla para hablar de El código del capital (Capitán Swing, 2022). Habla de la acumulación de riqueza, y de la desigualdad consiguiente, generada a través de la legislación. Y advierte de la naturaleza antidemocrática de la escritura de las leyes desde los departamentos legales de los lobbies, o de la construcción de jurisdicciones paralelas como los tribunales de arbitraje emanados de tratados comerciales.
Los abogados de élite están entre los principales antagonistas de esta película de desposesión colectiva, porque son quienes escriben lo que Pistor denomina “el código del capital”. Queda en el tintero una parte de una charla rebosante de consideraciones, críticas y también de ideas de reforma profunda de las instituciones políticas.
Tu libro parece una herramienta con mucho potencial para estudiar vías políticas de mejora del bienestar común a través del conocimiento de las leyes. ¿Te movía la idea de que el libro pudiese ser socialmente útil?
Para mí, lo principal era explicar el sistema a la gente, porque tengo la sensación que la mayoría de las personas no entienden realmente cómo funciona el capitalismo. Creo que el diagnóstico siempre es el primer paso para resolver los problemas, así que me puse debajo del coche, como haría un mecánico, para ver las entrañas del sistema.
¿Y qué viste?
Que lo que vivimos ahora es producto de un largo proceso de muchos actores diferentes, no solo los Estados o las organizaciones transnacionales, que han contribuido a la creación de un sistema que genera desigualdad y otros efectos negativos.
Hay intentos continuos de alterar el significado de las leyes para proporcionar ventajas competitivas a las personas con recursos que disponen de buenos abogados
Pones por escrito algo que siempre ha sido una intuición de los movimientos sociales: que la ley se escribe en beneficio de los poderosos…
Sí. Se escribe y también interpreta en beneficio de los poderosos. Hay intentos continuos de alterar el significado de las leyes para proporcionar ventajas competitivas a las personas con recursos que disponen de buenos abogados.
Explicas todo esto mediante una prosa contenida, alejada del ensayismo más activista, pero citas a autores diversos vinculados con las izquierdas como Marx, Piketty, Polanyi… ¿Son una parte más de la bibliografía que has empleado o te resultan políticamente cercanos?
Quería escribir el libro para una audiencia amplia, sin centrarme en las pequeñas luchas académicas o sin pretender representar a todas las tendencias. Así que fui selectiva con las fuentes a las que citaba. Buscaba personas persuasivas y que fuesen al meollo de las cosas. Además, es posible que también me siento más cercana a ellas en el ámbito político.
Tu libro podría leerse como un thriller de los múltiples atracos de ciertas élites a la riqueza común. ¿Los ejecutores no son pistoleros sino abogados?
Sí. Si la pregunta es “¿quién ha sido?”, diría que han sido los abogados. Yo doy clases en una escuela que produce mucho de estos creadores del código del capital al que hace referencia el título de mi libro. Algunos estudiantes llegan con la idea de hacer cosas positivas, pero después se socializan en ese mundo de los bufetes de élite, tienen que devolver sus deudas universitarias... Cuando hablo con abogados practicantes, suelen verse como agentes que se limitan a conseguir que los clientes hagan lo que quieren hacer de una manera que sea legal. Yo les digo que tienen mucho más poder. Si puedes facturar mil dólares por hora de trabajo, o más, no es solo porque revisas cómo se ha rellenado un formulario.
Es algo inusual que pongas más el foco en los letrados que en aquellos que les contratan, o en los gobernantes que permiten reescrituras de la ley o escrituras de leyes privadas paralelas…
Es que me interesaba explicar cómo se crea el código del capital. Y eso lo hacen los abogados. Obviamente, ellos sirven a sus clientes. Uno de los protagonistas de los acontecimientos que se relatan en el filme La gran estafa, Steve Eisman, me escribió para que hablásemos de mi libro. Y me dijo que los abogados solo hacen lo que él les dice. Yo le pregunté si podía hacer sin ellos lo que había hecho. Me dijo que no. Este tipo de clientes poderosos tienen ideas para ganar todavía más dinero, pero los abogados tienen que crear la manera de conseguirlo legalmente.
Reiteras que el capital necesita a los Estados por su poder de hacer cumplir sentencias, por su capacidad para rescatar de cracs financieros, etcétera. ¿Cómo explicas que estos mismos Estados faciliten, como dices, que “los propietarios del capital escojan la ley que les convenga”?
En el ámbito europeo, una empresa puede tener su negocio en España y puede escoger regirse por la ley inglesa. El Tribunal de Justicia Europea determinó que no permitir eso supondría la violación de tratados europeos. Pero este problema no se debe solo a las instituciones europeas: para hacer posible la globalización, los Estados rompieron las fronteras legales. El sistema capitalista global se basa en la ley inglesa y la ley del estado de Nueva York. Eso solo es posible porque el resto de países las reconocen como si fuesen suyas. Ya sabemos los eslóganes que lo justifican: queremos ser parte del comercio internacional, no podemos quedarnos atrás...
En el libro recuerdas que el imperialismo no es solo una conquista militar, sino también conquista a través de la ley. ¿Ahora se coloniza a todo el planeta desde Inglaterra y Nueva York?
El sistema financiero global tiene este componente imperialista, sí, porque se rige por las leyes de territorios en los que no tenemos jurisdicción. Recuerda el crac financiero de 2008: sus raíces estaban en el mercado inmobiliario de Estados Unidos y la manera cómo las hipotecas se reconvertían en activos financieros.
En esos tiempos se hicieron declaraciones políticas reformistas que no parecen haber prosperado demasiado…
Creo que se hicieron algunas reformas importantes en el ámbito bancario, pero muchas otras se quedaron a medias o fueron bloqueadas. Cuando el sistema se estabilizó mediante el gasto de dinero público, se dejó de percibir esa necesidad de cambios. En todo caso, los intentos de una reforma internacional del sistema financiero nunca alcanzaron al shadow banking, a pesar de que fue un actor principal de la crisis. Y uno de los motivos es que se construye en lo que denomino los módulos del código del capital, en instrumentos legislativos privados que parecen intocables.
Los abogados pueden verse como aliados de los economistas en una escenificación de la muerte de los objetivos sociales de conseguir un cierto bien común. ¿Qué relación estableces entre esta primacía política de técnicas supuestamente objetivas definidas por expertos y el funcionamiento democrático?
Externalizar la ley a los abogados de las élites, a los creadores del código del capital, que además pueden escoger entre las legislaciones de diversos países para intentar introducir los aspectos que más interesen a sus clientes, se contradice con nuestra sensación de que disponemos de autogobierno. Cuando intentamos tomar una iniciativa política, se nos dice que no es compatible con los mercados, etcétera, cuando hay mucha dominación y poder en esos mercados, que en este aspecto son antidemocráticos. Nuestra capacidad de ser soberanos de nuestro propio destino, de usar las posibilidades de nuestras democracias, está severamente limitada por el sistema que se ha creado. Aunque ese sistema esté basado en las leyes. Esa es la ironía.
Otra herramienta de creación de poder, y de privación de soberanía, es la deuda.
Totalmente. La deuda tiene efectos muy perniciosos. Convierte a las personas en dependientes. También te obliga a que tu futuro sea mejor que tu presente, porque debes devolver esa deuda con intereses. Cuando más nos apoyamos en la deuda o en el crédito, más nos apoyamos en la idea de que la economía crecerá indefinidamente. Y es un autoengaño, es una locura. Nuestro mercado financiero se fundamenta en la deuda. Vive del apalancamiento, que bonificamos fiscalmente, bajo la idea de que así conseguirá más beneficios futuros que le permitirán pagar esos préstamos y seguir funcionando. Si no es así, habrá el correspondiente rescate...
Esa película ya la hemos vivido. En El código del capital explicas una historia del mundo donde se tiende a una cierta repetición. El poder feudal cae para ser sustituido por un nuevo poder que defiende sus privilegios precisamente a través de remanentes del derecho feudal, etcétera...
Me parece interesante que haya habido estos momentos de liberación que se convierten en algo diferente. El feudalismo cae con la revolución francesa, pero después la burguesía consigue codificar el capital de una manera que le favorece. Ha habido algunos momentos en los que la libertad se conviertió en una posibilidad frustrada. Supongo que es lógico que, en el marco del capitalismo competitivo, siempre se encuentren maneras de conseguir ganancias de todo: de la tierra, de la deuda, de los datos, de los genes... Lo interesante es que actualmente algunos de los activos más valiosos, como los activos financieros y los derechos de propiedad intelectual, no existen por sí mismos. Solo son construcciones legales que protegemos incluso aunque vemos que algunas personas se hacen enormemente ricas con ellas.
En tu libro hay pocas historias inspiradoras…
Sí, es una crítica del capitalismo. No puede incluir muchas.
No te has doblegado a una petición habitual: que también abunden los contrapuntos positivos o los momentos propositivos.
No presento una agenda de reformas, y a veces se me critica por eso, aunque al final del volumen también explico una serie de estrategias para mejorar el sistema. Ahora estoy trabajando con otro libro en el que intentaré profundizar más en este aspecto propositivo, pero creo que primero había que hacer el diagnóstico.
Tenemos que diseñar un sistema que monitorice la evolución del capitalismo, que detenga sus dinámicas más extremas y que las revierta
Las políticas en favor del bien común se tienen que enfrentar con un andamiaje de legislaciones internacionales, de tratados bilaterales y multilaterales. ¿Es viable deshacerlo a medio plazo, cuando las mayorías políticas son volátiles mientras que los grupos de presión permanecen?
No creo que podamos arreglar el sistema a través de medidas multilaterales. Son difíciles de pactar y de implementar. A la vez, creo que la raíz del problema está en las leyes nacionales. Así que nuestro objetivo tienen que estar ahí. Pero está claro que el sistema no se puede arreglar a través de un único legislador. Tenemos que diseñar un sistema que monitorice la evolución del capitalismo, que detenga sus dinámicas más extremas y que las revierta. Uno de los problemas es que solo actuamos cuando tenemos la sensación de que todo está a punto de caer. No necesitamos una ley nueva de tanto en tanto, necesitamos un sistema de trabajo permanente que no permita que caigamos en la dominación por parte de unos pocos.
No sabemos qué puede pasar, pero no podría descartar que los Estados Unidos cayesen en el fascismo si su sistema colapsase ahora
Hay gente que querría que el sistema colapsase para construir algo nuevo.
No es algo que me atraiga, creo más en los cambios paulatinos y estratégicos. Vengo de Alemania. Después de un crac, vino el nazismo. Los estadounidenses, en cambio, me dicen que tuvieron el New Deal. No sabemos qué puede pasar, pero no podría descartar que los Estados Unidos cayesen en el fascismo si su sistema colapsase ahora.
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El proceso de acumulación de capital, que como bien dice la autora, se establece a partir del desarrollo de las revoluciones liberales como la Francesa, es incompatible con la demcoracia y justicia social, pues crea una elites ultrapoderosas que dominan a Estados, medios, cultura y personas. Hoy mismo lo podemos ver con los medios de comunicación, los tribunales corporativos o el apoyo a dictaduras militares. Lo que está claro es que buscar "controlar" o "regular" el capital, es un chiste, es imposible, pues está diseñado para defender la propiedad privada y lucro de unos pocos. O establecemos un sistema alternativo, basado en la propiedad y poder común, o somos historia como especie y planeta.
«Cuando intentamos tomar una iniciativa política, se nos dice que no es compatible con los mercados, etcétera, cuando hay mucha dominación y poder en esos mercados, que en este aspecto son antidemocráticos». Lo mismo que dice Karl Polanyi en La Gran Transformación (1944). Un artículo muy bueno. Gracias.