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Drogas
Del pervitin a las bebidas energéticas para las masas
La historia de Aimo Koivunen hubiera sido la de muchos otros soldados finlandeses que participaron en la guerra de continuación entre Finlandia y la Unión Soviética (1941-1944) de no haberse convertido, involuntariamente, en el protagonista de uno de los episodios más singulares del Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial. En el transcurso de una misión de reconocimiento, el pelotón del que formaba parte Koivunen cruzó la líneas del frente para adentrarse en territorio soviético. Fueron sorprendidos por una emboscada del Ejército Rojo. De los nueve soldados que integraban la unidad siete lograron escapar, uno fue hecho prisionero y el noveno, Koivunen, se extravió en su huida.
A Koivunen se le habían confiado treinta pastillas de Pervitin, las tabletas de metanfetamina de producción alemana que los soldados tomaban para evitar la fatiga. Después de vagar durante horas y avanzada ya la noche, Koivunen, bien por nervios o bien por error, ingirió las treinta pastillas de Pervitin (en sus instrucciones, el ejército finlandés prohibía terminantemente el consumo de más de seis tabletas diarias). Koivunen logró con sus esquíes dejar atrás a los soldados del Ejército Rojo y, cuando se despertó al día siguiente en el bosque lapón, había recorrido 100 kilómetros. Aunque conservaba su fusil, sus raciones habían desaparecido.
Koivunen intentó encontrar desesperadamente a sus camaradas, pero el Pervitin le provocó ataques de pánico y alucinaciones: visiones de tropas soviéticas, viejos amigos. Durante dos semanas con temperaturas que alcanzaron los treinta grados bajo cero, Koivunen no se alimentó más que de piñones y agua de nieve hasta dar con un refugio subterráneo alemán abandonado. Bajo los efectos aún del Pervitin, Koivunen olvidó las medidas más elementales de precaución —los alemanes, evidentemente, habían colocado explosivos al abandonar el lugar— y pisó una mina antipersona. Con todo, herido, logró abrir la puerta del refugio, lo que hizo detonar un segundo explosivo. La onda expansiva envió al soldado finlandés a 30 metros de distancia e hizo desplomarse el refugio. Koivunen consiguió vendarse pese a todo las heridas y sobrevivir durante una semana más con la carne de un arrendajo siberiano que consiguió cazar antes de retomar su búsqueda. Finalmente, después de recorrer 400 kilómetros a pie, fue descubierto por un avión espía alemán y rescatado por un equipo de zapadores, que lo trasladaron a un hospital en Salla.
Portugal, Croacia y España lideran el consumo de ansiolíticos en Europa, y en el caso español el año pasado fue el más alto de la última década
Los médicos que examinaron a Koivunen apenas podían creer lo que vieron: un soldado que apenas pesaba 43 kilos y cuyo corazón latía a 200 pulsaciones por minuto. Los alemanes quedaron aún más convencidos del potencial de Pervitin, que se repartió durante los primeros años del conflicto generosamente entre soldados de infantería, aviadores y tripulaciones de tanques antes de dar marcha atrás en la decisión por los efectos adversos que causaba, incluyendo ataques psicóticos en los que los soldados agredían a sus propios oficiales. Hoy el Pervitin pertenece a la historia, pero la fascinación hacia este tipo de productos de las élites, cuando no la convicción de sus efectos positivos sobre el rendimiento de sus subalternos, sigue intacto.
Estos últimos meses los medios de comunicación se han centrado sobre todo en la prescripción y el consumo de benzodiacepinas a amplias capas de la población para paliar los efectos del confinamiento, en particular la depresión, la ansiedad y el insomnio. Según una noticia reciente de El Confidencial, Portugal, Croacia y España lideran el consumo de ansiolíticos en Europa, y en el caso español el año pasado fue el más alto de la última década.
Salud laboral
El consumo de psicofármacos entre trabajadores se multiplica
En Reino Unido —donde el consumo de alcohol y narcóticos, lejos de frenarse por el cierre de locales y las medidas de distanciamiento social, ha continuado e incluso ha subido— ha aumentado la compra ilegal de benzodiacepinas, con frecuencia en la dark web. Las benzodiacepinas ilegales, o ‘benzos’, se han convertido en la droga más consumida en Edimburgo y ya son la causa de más muertes que la heroína. Pese a los confinamientos, en Irlanda los accidentes de tráfico se han incrementado un 11%, y un 20% de los responsables dio positivo en el consumo de benzodiacepinas.
Al otro lado del Atlántico, la pandemia ha agravado la epidemia de opiáceos que sufría Estados Unidos, donde se registraron 87.000 muertes por sobredosis entre los meses de octubre de 2019 y septiembre de 2020, o un incremento del 29% con respecto al año anterior, principalmente por consumo fentanilo y metanfetamina.
Las benzodiacepinas no son, sin embargo, la única causa de preocupación. Según un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychiatry, en Reino Unido también ha habido un aumento del consumo de las conocidas como “drogas para mejorar el rendimiento y la imagen” (image performance-enhancing drugs, IPED). Un 32% de los participantes en este estudio reconoció haber consumido IPEDs durante el confinamiento, un 6% de ellos por primera vez. Un 43% de quienes las consumieron las adquirieron en Internet, posiblemente sin supervisión médica. Los hombres recurrieron más a estas sustancias (28%) que las mujeres (16%).
La mayoría de estas sustancias reducen la fatiga e incrementan la concentración y el estado de vigilia, aunque también pueden tener uno o varios de los siguientes efectos adversos
“Hay una presión enorme, en particular en las sociedades occidentales, por tener ‘el cuerpo perfecto’ y el auge de las redes sociales ha agudizado ciertamente esta tendencia”, explicó una de las autoras del estudio, la médico Ornella Corazza, profesora en la Universidad de Hertfordshire (UH). De acuerdo con Corazza, “a medida que países en todo el mundo han introducido restricciones por los confinamientos, la gente ha contado con un mayor acceso a las redes sociales, donde se la bombardea con posts ‘fitsinspiracionales’ o mensajes animándolos a practicar ejercicio”.
Corazza recordaba cómo “las restricciones por el confinamiento han empeorado la salud mental de muchas personas, así como cualquier condición preexistente que pudieran tener”. “Algunos han comenzado a practicar deporte de manera excesiva o han recurrido a IPEDs para aguantar el ritmo”, detallaba al añadir que “nuestra investigación no sólo ha revelado un incremento del consumo de IPEDs durante el confinamiento, sino que también ha identificado un fuerte vínculo entre la elevada ansiedad por la apariencia, el ejercicio físico y la posibilidad de recurrir al consumo de IPEDs”.
Una de las subcategorías de los IPEDs son los nootrópicos o potenciadores cognitivos, popularmente conocidos como ‘brain boosters’. A esta familia pertenecen, entre otros, piracetam, noopept, metilfenidato o modafinil, y, por supuesto, las metanfetaminas, sustancias todas ellas comercializadas bajo diferentes nombres en todo el hemisferio norte y que se popularizaron hace unos años, sobre todo en los Estados Unidos, entre estudiantes con el fin de mejorar su rendimiento académico, con prescripción médica o sin ella. La mayoría de estas sustancias reducen la fatiga e incrementan la concentración y el estado de vigilia, aunque también pueden tener uno o varios de los siguientes efectos adversos: ansiedad, taquicardia, reducción del apetito sexual y trastornos del sueño, además de provocar adicción.
Los nootrópicos se han popularizado estos últimos años tanto que han entrado ya en el mercado de las bebidas energéticas
A pesar de que no se han realizado aún estudios exhaustivos sobre el uso de nootrópicos durante los confinamientos, cabe sospechar que también se ha producido un aumento de su consumo, como apuntan ya algunos medios ingleses y escoceses.
En contra de lo que prometían los utopistas tecnológicos, el teletrabajo, una modalidad que se ha extendido con los confinamientos, ha supuesto para millones de trabajadores en todo el mundo jornadas de trabajo más largas e intensivas. Según una encuesta reciente realizada por el sindicato británico Prospect, un 35% de los empleados en oficinas declaró que su salud mental había empeorado desde que comenzaron a teletrabajar, y de éstos, un 40% vinculó esa situación a ser incapaz de desconectar del trabajo.
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Salud laboral Cuando el empleo obliga a recurrir a pastillas para dormir
Todo ello aumenta el riesgo de depresión, trastornos de ansiedad y del sueño, y problemas cardiovasculares. También la tentación de recurrir a un ‘atajo tecnológico’ (technological fix) en forma de comprimido que les permita cumplir con los objetivos de la empresa y plazos de entrega. ¿Y por qué no debería ser así? Desde Silicon Valley y su cultura experimental y hasta desde las páginas de conocidas revistas de moda se promociona desde hace años el llamado ‘neurohacking’, “protocolos” que supuestamente sirven para mejorar el bienestar personal y, con él, el rendimiento intelectual, y de los que forman parte en no pocas ocasiones el uso de nootrópicos, lo que legitima su consumo a ojos de la población.
Los nootrópicos se han popularizado estos últimos años tanto que han entrado ya en el mercado de las bebidas energéticas, que, originalmente pensadas para deportistas, hoy utilizan desde estudiantes a periodistas y académicos, pasando por gamers y profesionales de los e-sports. Todos ellos recurren a estos preparados por los mismos motivos aducidos por los consumidores de ‘drogas inteligentes’, aunque algunos de los efectos que buscan compensar, como la sensación de fatiga, son en no pocos casos producto de otra epidemia social: la del sobrepeso causado por una vida sedentaria y largas jornadas de trabajo frente a la pantalla. El carácter legal y el fácil acceso de estas bebidas, que se venden en cualquier supermercado, contribuyen a transmitir una imagen de normalidad e inocuidad, e incluso positiva, puesto que la publicidad de estas marcas, como es sabido, vincula sus productos al mundo del deporte.
Aunque un consumo moderado no debería comportar problemas de salud, el British Medical Journal (BMJ) publicó a mediados de abril el caso de un joven estudiante británico de 21 años sin antecedentes previos que requirió ingreso hospitalario e incluso en una unidad de cuidados intensivos (UCI) debido a problemas de corazón e hígado causados, con toda probabilidad, por un consumo excesivo de bebidas energéticas (cuatro latas de 500 mililitros diarias) durante dos años.
Esta noticia prácticamente coincidió con la aparición de un estudio de la Universidad de Cardiff sobre el consumo de bebidas azucaradas y energéticas en Gales entre 1998 y 2017 que, entre otros resultados, reveló un consumo diario estable, de en torno al 6%, de bebidas energéticas en el período estudiado. Una de las autoras del estudio, Kelly Morgan, destacó en declaraciones a la BBC un aspecto poco tratado cuando se habla del consumo de estas bebidas en los medios de comunicación: la brecha social. “Las campañas de marketing para las bebidas energéticas están a menudo enfocadas a personas que proceden de familias más desfavorecidas”.
Es improbable que la popularidad de las bebidas energéticas decline a menos que se adopten “medidas políticas y legislativas”, agregó Morgan. Pero, ¿existe esa voluntad? El año pasado Andrew Sabisky, uno de los asesores del primer ministro británico, Boris Johnson, se vio obligado a renunciar al cargo después de que trascendiesen a los medios algunas declaraciones suyas de carácter racista. En una de esas declaraciones, también se mostró partidario de “democratizar” el consumo de modafinil. “Desde una perspectiva social”, dijo Sabisky, “los beneficios de dar a todo el mundo modafinil compensan probablemente la muerte de un niño al año”. Pervitin para las masas, pues. Quizá algunos políticos hayan visto el caso del estudiante británico de 21 años como los médicos nazis vieron a Koivunen: no como una advertencia de salud pública, sino como una posibilidad de futuro.
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Un consejo sublime es cuidar la lucidez, cero alterar la lucidez.
Abrazo familia. Rumbo al Infinito!
Que guay mezclar anfeta con modafinil y con piracetam & family...
Menudo estudio de la materia, quien haya escrito esto ha mezclado 4 post de quora, 1 de reddit y 5 de yahoo respuestas.
Así escribo yo también artículos, porque no tengo ni puñetera idea de escribir, como la persona que firma.
Mezclando cosas sin peligro con auténticas armas de destruir mentes.
Un amigo profesor me dijo que el 30% de sus alumnos están medicados entre benzodiazepinas y metilfenidato (el speed de los niños) que, médicxs de todo el país recetan a menores, con una soltura digna de quien comparte de su bolsa de pipas.
De eso no se habla.