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Drogas
¿Economía sumergida? Sólo de nombre
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Mientras Gobierno y medios se felicitaban a finales del año pasado por la intercepción de 13 toneladas de cocaína, el mayor alijo atajado en la historia del narcotráfico en España, ¿Cuántos no seguirán pasando? Además de las muertes que el tráfico de drogas ocasiona provocadas por la guerra entre las bandas queriendo controlarlo en sus ciudades, barrios o suburbios, hay que sumar las víctimas provocadas por su consumo.
Mientras las autoridades y los medios señalan con el dedo a las narcolanchas, a los que vigilan los puntos de venta protegiendo así a los vendedores, muy pocos dedos apuntan a los altos cargos y hombres de negocio, los verdaderos responsables del comercio. Los poderosos, utilizando su aparato de Estado se encargan de blanquear el dinero generado, aprovechando al paso, la dima que seguirá engordando, no solo las arcas del aparato sino también las propias.
El origen del tráfico de drogas se le debe una vez más al capitalismo, verdadero pionero en este comercio durante su periodo expansionista volcado en la colonización. Un buen ejemplo es el de la Compañía británica de las Indias Orientales, que no dudó en provocar dos guerras, introduciendo en contrabando, mediante los mafiosos chinos, el opio producido en India para poder penetrar el mercado que China se negaba a abrir a las potencias occidentales.
El dinero procedente de las drogas desempeña un papel esencial en el desarrollo de conflictos en los que se entremezclan intereses financieros y políticos
El Estado francés haría lo mismo durante la guerra en Indochina y Estados Unidos financiaría de la misma manera tanto su guerra en Vietnam como en Oriente Medio. El dinero procedente de las drogas desempeña un papel esencial en el desarrollo de conflictos en los que se entremezclan intereses financieros y políticos, tanto a nivel local como mundial.
La invasión militar de Panamá so pretexto de acabar con un narcoestado para supuestamente impedir la entrada de droga en Estados Unidos, es otro buen ejemplo. Viendo que, aun así, el consumo de drogas no disminuyó, se puede pensar que el verdadero motivo no era ese. Lo que quizás confirme las recientes declaraciones de Trump a propósito del Canal de Panamá.
La ilegalización, como las medidas de represión tomadas, por duras que sean, no solo no acabaron con el mercado de la droga, sino que la encareció. Y, por supuesto, aunque el negocio pase por otras manos, las de las mafias, sin el apoyo del aparato de Estado capitalista éste nunca hubiese alcanzado tales proporciones. Cualquier plaza financiera, banco, laboratorio, empresa farmacéutica y partido político, comparten los beneficios de este negocio con la mafia, cara visible no solo para las poblaciones de los países productores, sino también para las de los países consumidores.
La despenalización tampoco sería una solución. Una cosa es que no se penalice al consumidor, otra que se dé licencia para matar a quienes este negocio ceba diariamente. No luchar contra las drogas legales o ilegales, contra toda clase de adicción que nos lleve a la alienación de clase, sería una derrota para la clase trabajadora en su lucha contra la burguesía capitalista. Para ésta última, en su frenética búsqueda de beneficios, todo lo que la alimenta es provecho: desde el arma más potente provocando verdaderas escabechinas hasta los productos tóxicos más deleznables.