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Crisis climática
El Green New Deal puede y debe ser global I
La crisis climática, cada vez acuciante, está acentuando unas desigualdades pre-existentes tanto en un plano doméstico como internacional. Las desigualdades de raza, de clase y de género juegan un papel clave en la recuperación tras una catástrofe natural, lo cual también se puede aplicar en una comparativa entre los llamados países del Primer Mundo y los más empobrecidos.
Artículo publicado originalmente en The Global African Worker.
Julio de 2019 fue el mes más cálido desde que hay registros, al superarse en varias zonas de los Estados Unidos los 37 grados centígrados. Este último verano también se sufrieron olas de calor en Europa y el Ártico, desde Alaska hasta Siberia. Los glaciares de Groenlandia se están derritiendo a una velocidad sin precedentes. A todo esto, tenemos que considerar la normalización de una meteorología extrema con tormentas, inundaciones, incendios y una crisis climática cada vez más difícil de ignorar, incluso en los Estados Unidos, donde el negacionismo climático ha prevalecido más que en cualquier otro país.
La Administración Trump anunció su salida del Acuerdo de París, pero no antes de usar su membresía para bloquear cualquier progreso significativo en la Cumbre de Madrid el pasado diciembre. Sin embargo, la opinión pública estadounidense está cambiando muy rápido, gracias al activismo de la juventud, como el Sunrise Movement. Varias encuestas demuestran que la mayoría de votantes en EEUU apoyan la idea de un Green New Deal.
Nuevos movimientos sociales han expandido el horizonte de este y otros debates en la última década: Occupy y la primera candidatura de Bernie Sanders concienciaron sobre la desigualdad económica, Black Lives Matter sobre la desigualdad racial, el movimiento 'Medicare for All' lucha por la sanidad como un derecho y Me Too por la igualdad racial, por citar unos pocos. Pero es con el Green New Deal y la crisis climática donde percibimos con mayor claridad la relación entre la política doméstica y la internacional.
Tenemos que considerar la normalización de una meteorología extrema con tormentas, inundaciones, incendios y una crisis climática cada vez más difícil de ignorar, incluso en los Estados Unidos, donde el negacionismo climático ha prevalecido más que en cualquier otro país.
El movimiento ecologista estadounidense presta poca atención al racismo medioambiental
Durante el siglo XX, las principales organizaciones medioambientales en EEUU prestaron poca atención al racismo medioambiental, pese a la presión para ello y las críticas por las desiguales consecuencias del impacto ecológico, marcadas por cuestiones raciales y de clase. En el siglo XXI, y en particular desde el huracán Katrina, la concienciación pública es otra.
Los y las activistas por el clima de hoy en día luchan por la justicia climática, enfatizando que la emergencia afecta en especial a las poblaciones más vulnerables. Las desigualdades de raza, de clase y de género existentes dificultan la recuperación después de desastres naturales para las minorías, para las personas pobres y para las mujeres. Estas últimas cuentan con menores recursos económicos, se enfrentan a mayores riesgos como la violencia machista y deben afrentar el cuidado de bebés y personas mayores. Y la juventud afronta además una crisis climática aún mayor que la que conocemos.
Los y las activistas por el clima de hoy en día luchan por la justicia climática, enfatizando que la emergencia afecta en especial a las poblaciones más vulnerables.
Todas estas desigualdades se acentúan en un contexto internacional, como quedó patente en 2019.
El ciclón Idai golpeó Mozambique y países circuncindantes en marzo de 2019, acabando con las vidas de 1200 personas y destruyendo dos millones de hectáreas de cultivos. Mientras tanto, en el Medio oeste americano comenzaron las inundaciones cuando los agricultores se preparaban para sembrar el campo. En ambos casos, el impacto fue devastador. Y sin embargo, Mozambique sufrió más, y cuenta con menos recursos para recuperarse. Casi 150.000 personas fueron desplazadas. A finales de 2019, muchas seguían en campamentos sin residencia permanente. En situaciones como esta, además de la pobreza general, las mujeres y las menores son especialmente vulnerables ante los predadores y oportunistas.
Continúa en la segunda parte.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.