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Cooperación internacional
El repliegue
![Exodo Gaza 2](/uploads/fotos/r2000/afa7c74e/image00004.jpg?v=63905273325)
Confieso que esa foto de la gente de Gaza volviendo a sus casas me ha impresionado. Cuando la gente camina así, todos siguiendo un destino invisible en el horizonte, desbordándose como una marea sin límites ni cauces, quiere decir que las cosas están cambiando en el mundo. Para bien o para mal, pero están cambiando.
La victoria ante Israel y su furia apocalíptica era algo tan simple pero tan rotundo como sobrevivir. Conservar el aliento, empaquetar lo que no se haya perdido y volver a la puerta de lo que fue su casa a sentarse y esperar que esa maldición bíblica en forma de estado colonial se acabe algún día. La esperanza y el aliento como únicas armas para una población que ya solo aspira a algo tan sencillo como existir. Un mensaje contundente y nítido en la era del conflicto de narraciones y otros palabros ininteligibles en el verbo de quienes queremos caminar hacia algún lado más justo.
Cuando vivía en Nicaragua, participé alguna vez en el repliegue. Era una marcha colectiva que conmemoraba la retirada del FSLN de una Managua a punto de caer en sus manos en aquel lejano 79. No había fuerzas suficientes ante una guardia somocista con la moral bien alta todavía, así que el mando de la guerrilla decidió que lo mejor era reagruparse en Masaya y esperar el momento adecuado para dar el zarpazo final. Miles de personas caminaban toda la tarde y la noche por la carretera desde las afueras de la capital hasta la ciudad vecina, para celebrar aquella decisión táctica, aparentemente en dirección contraria hacia la victoria. Una muchedumbre inolvidable, como en ese foto llena de gazatís caminando junto al mar.
Hace poco paseaba y conversaba con una compañera, en la víspera de uno de esos encuentros que se estilan en el mundo de la cooperación internacional. “¿Te das cuenta del repliegue ideológico, no?”, me preguntaba. Con la destrucción, anexión y transformación en riviera turística de la Franja ha colapsado también una idea del mundo, que funcionó desde la Segunda Guerra Mundial. Cuando cayó el muro en el 89 quizás se acabó la Historia, pero la estructura siguió ahí. Había un referente sobre la orilla del río Hudson con vistas al East Side. Será que no hemos criticado veces a Naciones Unidas, su burocracia sin límites, sus sueldos pornográficos, su esclerosis incurable. Pero que un estado, fundado bajo sus auspicios para dar una (pésima) solución a uno de los mayores crímenes perpetrados, acabe tratándola peor que a una organización terrorista debería hacernos pensar adónde hemos llegado. Cómo tenemos que vernos, compañera, defendiendo la Agenda 2030, nosotros que la cuestionábamos por flojeras y por evitar ir a la raíz de todo. Valorando el Acuerdo de París, cualquier décima de temperatura que bajemos nos sirve. Así estamos, la cosa está peor que fea, pero ese y no otro es el partido y el terreno en disputa. Queda poco espacio para los matices si no queremos vernos caminando solos.
Para defender ese edificio que se tambalea y sus cimientos nos sirve toda la buena gente que cree en la democracia y los derechos humanos, y no solo los camaradas de probada lealtad. Algo tan simple va a ser una batalla de décadas, nosotros que pensábamos que habíamos llegado a tocar Managua con los dedos. De qué derecho internacional, de qué valores me habla usted, ¿de los de Palestina o de los de Ucrania? El crédito de este sistema está por los suelos, por méritos propios y como condición previa de quienes buscan su demolición, pero no podemos renunciar de ningún modo a quitarle su esencia colonial. En el fondo, lo que está pasando es eso, pero en ese tránsito no podemos perder las estructuras que protegen a los más vulnerables, hay que defenderlas con todo lo que tengamos.
El nuevo orden mundial, en efecto, se parece mucho al antiguo. Trump se lo ha explicado a todos los despistados que quedan en el mundo, reclamando sus derechos sobre Groenlandia, Canadá o el Canal de Panamá. Siempre fue eso, con el pequeño detalle de que el viejo colonialismo tenía ínfulas democráticas, incluso revolucionarias, y el nuevo se hace la misma pregunta que los Monthy Pyton: “¿qué ha hecho la democracia por nosotros?”. Esta semana hemos conocido el intento de cierre de USAid, la agencia de cooperación internacional estadounidense. Cómo tenemos que vernos, compañera, defendiendo a uno de los instrumentos más preciados del softpower gringo durante la Guerra Fría, una máquina de influir y producir información como pocas. Pero que el nuevo inquilino en la Casa Blanca decida atacar ese política pública debería hacernos pensar tanto como que en estos días haya ordenado la salida de su país de la OMS (y no del Consejo de Seguridad de la ONU), o que en esa Nicaragua secuestrada que tanto nos duele, miles de organizaciones solidarias hayan sido prohibidas. Si unos y otros la atacan es que la cooperación internacional debe de ser un buen lugar donde replegarse y organizarse, aunque no nos guste del todo, y desde el que seguir trabajando con la gente con la que queremos compartir un futuro mejor para todas.
¿Seguimos, compañera? Nos queda por delante más camino del que pensábamos y empieza a llover.