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Donald Trump
Laura Camargo: “Trump, igual que Ayuso, quiere que hablemos todo el rato de lo que dice y no de lo que hace”
![Laura Camargo - 3](/uploads/fotos/r2000/fcb20af6/2G0A0452copia.jpg?v=63905460301)
Coordinador de la sección de economía
Los discursos ya no es que se estén escorando a la derecha, es que estamos presenciando cómo la primera potencia del mundo, países latinoamericanos o parlamentos en el seno de Europa se están llenando de alborotadores de corte fascista soltando burrada tras burrada. Las narrativas que hasta hace poco parecían acotadas a trolls en redes sociales y canales de YouTube mediocres ahora salen directamente desde la Casa Blanca o de las bocas de los hombres más ricos del mundo, los tecnofeudalistas de Silicon Valley.
La irrupción de un magnate como Donald Trump en la campaña electoral de 2016 cambió la comunicación política para siempre. Pero no sólo eso. Con sus discursos, palabras simples, técnicas de comunicación audiovisual y otras herramientas del lenguaje ha conseguido mover los marcos mentales y generar otros “sentidos comunes” que si bien no son iguales, todavía, a los de la Alemania nazi de hace un siglo, se le empiezan a parecer mucho. Esa podría ser la tesis base de Trumpismo discursivo. Origen y expansión del discurso de la ola reaccionaria global (Editorial Verbum, 2024), de Laura Camargo.
Doctora en filología hispánica, sociolingüista, analista de discurso y docente en la Universitat de les Illes Balears, Camargo lleva años estudiando, frase a frase, gesto a gesto, los discursos de la extrema derecha y sus implicaciones sobre la ideología, el sentido común de la época y los movimientos políticos globales que los Trump, Milei, Bukele o Abascal de turno están llevando a la práctica. Charlamos con ella sobre el primer mes de Trump, de conejos-monstruo, de secuestros semánticos o del tiempo que deberíamos pasar (o no) en redes sociales. Pero también de autocrítica. Ella formó parte de los primeros compases de Podemos como militante de Anticapitalistas en una época en la que “se decidió que era más importante impulsar nuestra redes sociales que fomentar una reunión con la gente del círculo de tu barrio”.
Lo primero, me gustaría que resumieras a qué has llamado trumpismo discursivo.
Llamo trumpismo discursivo al estilo comunicativo de la ola reaccionaria global, en el cual, sin duda, el estilo y la forma de comunicar la política de Donald Trump ha tenido un impacto fundamental. No es que no existieran estas formas de comunicar la política antes de su primer mandato, pero es cierto que a partir de la campaña electoral de 2016, durante todo el mandato, el momento insurreccional del asalto al Capitolio, lo que hemos visto ahora de la nueva campaña y lo que estamos viendo de estos primeros compases de su segundo mandato, todo ha perfeccionado una forma de comunicación que está siendo imitada por las distintas fuerzas de la extrema derecha, de la ola reaccionaria global, para usar el subtítulo del libro. Por lo tanto, trumpismo discursivo es el estilo comunicativo de la ola reaccionaria global, en el cual Trump juega un papel clave.
Tu libro está escrito antes de la victoria de Trump, ¿verdad?
Sí, entregué el manuscrito y lo cerré en verano, justo un poco antes.
Pero en el libro da la impresión de que se da por hecho que Trump va a ganar. Parece que lo veías clarísimo. ¿No había forma de pararlo?
No, no me parecía que hubiera una forma de pararlo. Si bien es cierto que me volvió a pasar durante un par de días lo mismo que pasó en 2016, que leí la prensa progresista demócrata del establishment y pensé que Harris podría tener alguna oportunidad, la verdad es que el libro está escrito desde la convicción de que, por desgracia, Trump iba a ganar.
En tu libro no utilizas el término fascista para hablar de estas extremas derechas y explicas los motivos. Lo acabaste en agosto. Desde entonces, Trump ha dicho cosas como que quiere hacerse con Groenlandia o el canal de Panamá y que no descarta usar armas para ello. También hemos visto el saludo nazi de Elon Musk. ¿Sigues pensando que no debemos usar el término fascista para hablar de Trump?
Es una muy buena pregunta porque nos la vamos a hacer muchas veces durante estos años que quedan de desgracias no sólo discursivas. Yo creo que hay que tener cuidado con la banalización del término fascismo. Realmente a eso es a lo que me refiero en el libro. Cuidado al decir que estamos ante un fenómeno idéntico o muy parecido al del fascismo de los años 30 del siglo XX. Hay muchos fenómenos que no son iguales. Es decir, un siglo después nada puede ser igual y mucho menos con todo lo que ha pasado, sobre todo en el primer cuarto del siglo XXI, en la que se ha producido una aceleración de fenómenos como el impacto de las redes sociales y de Internet en la vida de tantos seres humanos.
El nacionalismo, el imperialismo, el expansionismo territorial actual son rasgos que nos recuerda mucho al de los fascismos del siglo XXDe hecho, ahora tenemos una oligarquía tecnológica que tiene un papel preponderante en el Gobierno de Trump y que ha entendido que la democracia liberal es un estorbo para los intereses de sus negocios. Por eso se suman a estos proyectos iliberales, antidemocráticos, y por eso hacen cosas como la del saludo de Elon Musk y otras que vamos a ver. El nacionalismo, el imperialismo, el expansionismo territorial actual son rasgos que nos recuerda mucho al de los fascismos del siglo XX. Ahora bien, el contexto ha cambiado tanto que creo que tenemos que seguir teniendo cuidado para no banalizar la palabra fascismo. El viejo Robert O. Paxton, que escribió Anatomía del fascismo (Capitán Swing, 2019) y es un historiador que lleva toda su vida estudiando este fenómeno, cuando se produjo el asalto al Capitolio 6 de enero del 21, dijo “creo que estamos entrando en una fase en la cual podríamos empezar a hablar de fascismo”. Yo creo que Paxton ahora mismo también empezaría a replantearse la posibilidad de que estemos entrando en una nueva fase del fascismo.
En el libro lo que digo es que estamos ante el fenómeno del neoliberalismo autoritario o de las autocracias electorales, que es la denominación que le da Steven Forti y otros historiadores u otros autores y autoras. Y ya veremos hasta qué punto tengo que reescribir en la siguiente redacción el libro que realmente estamos en un momento cada vez más parecido al del fascismo. Lo que sucede es que, vuelvo a decir, el contexto es diferente. Y hay otro tema. El fascismo en realidad nace para derrotar al movimiento obrero y desgraciadamente en este contexto yo no sé muy bien si este nuevo fascismo o neoliberalismo autoritario ha nacido para derrotar al movimiento obrero porque, por desgracia, el movimiento obrero está bastante desarbolado. Otra diferencia es el uso de la violencia, que es un tema que explico en el libro y que otros han estudiado con profundidad. Es diferente. No es que ahora no usen la violencia. La usan de maneras muy diversas, pero yo ahora mismo, a pesar de que hay quienes quieran ver paralelismos entre Desokupa y las SS, yo creo que todavía no estamos en ese momento.
Extrema derecha
Steven Forti “Para la extrema derecha actual lo importante es crispar más el ambiente y pescar en río revuelto”
Me has señalado cosas que no son lo mismo, pero te quiero preguntar por las similitudes. Desde el punto de vista sociolingüístico, ¿qué similitudes en la parte del discurso, las palabras, son más evidentes con las de los años 30?
Hay muchas similitudes. En el capítulo 2 del libro repaso a muchos autores, como Victor Klemperer o Umberto Eco, y todos coinciden en un rasgo que a mí me parece fundamental: la pobreza del lenguaje. El empobrecimiento desde la propia sintaxis, que se ha convertido en una sintaxis muy simple, en una sintaxis paratáctica. Este estilo que parece deshacerse o huir de las proposiciones razonadas, de los de las proposiciones argumentadas, y lo que hace es ir directamente a los sentimientos más viscerales. En el caso de Trump tenemos otras cosas, porque Trump es muy peculiar y ha desarrollado mucho su estilo a partir de que fue el presentador del reality show The Apprentice y de toda su etapa como desarrollador urbanístico de casinos y de edificios.
Hay tantas similitudes con los fascismo del Siglo XX que, de hecho, da la impresión de que los hayan estudiado
En esta cuestión de la manifestación de sentimientos viscerales, de la simpleza de un léxico que está puesto al servicio de ese lenguaje que va directamente al estómago, hay un término de Klemperer que me gusta mucho y que luego se ha actualizado, que es el de los secuestros semánticos. Un ejemplo, que aquí nos queda muy cerca, es el de la palabra libertad por parte de los libertarios. Vemos como Milei y aquí Ayuso lo están resignificando y trabajan un concepto de libertad que está muy alejado de aquel concepto de que la libertad es aquello que emanó de la Revolución Francesa y de los ideales de justicia e igualdad, sino que la libertad es algo individual y que tiene mucho que ver mucho con los valores del neoliberalismo. Así que esta sencillez, esta visceralidad, esta apelación a las emociones, las hipérboles, el victimismo, que es un factor con el que estamos permanentemente jugando, y la construcción de chivos expiatorios son factores idénticos. Los chivos expiatorios son otros, van variando, pero siempre tienen la necesidad de pintar un panorama de crisis, una crisis muy fuerte, una necesidad de un líder carismático que nos va a salvar de esta crisis. Y luego, por supuesto, los enemigos que amenazan a la nación y que son los responsables de haberla sumido en un declive que este líder carismático va a ser el que pueda solucionar. Hay tantas similitudes con los fascismo del siglo XX que, de hecho, da la impresión de que los hayan estudiado.
Tienen a Goebbels en la mesilla de noche.
Efectivamente, esa es la cuestión. Y luego otro factor más, el de la propaganda, o la propaganda autoritaria, usando el término de Jackson Stanley. Miras el manual de propaganda y es igual que el del nazismo o el de Mussolini, que es menos famoso que el de Goebbels pero también tenía un aparato muy fuerte. Ahora trabajan mucho sobre todo esto que ya existió. Todo funciona hoy de un modo muy similar al que funcionó en ese momento.
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Lo que sí que ha cambiado enormemente es el entorno digital. Internet, las redes sociales, el control de los canales, etc. ¿Cómo ha influenciado en esta aceleración o crecimiento del discurso trumpista o en el avance de las extremas derechas desde un punto de vista sociolingüístico?
Ha influido de una manera brutal. Yo creo que no habríamos llegado hasta aquí si no hubiera sido por las redes sociales. En el libro dedico un capítulo al impacto de la tecnología digital en la comunicación humana, pero no solamente empiezo en las redes sociales porque eso sería reduccionista, sino en la propia televisión. En esta idea de Giovanni Sartori explicaba ya a finales del siglo XX del homo videns, de una mutación antropogénica. Esto significa que el ser humano, que era un homo sapiens, que sobre todo se caracterizaba por el pensamiento reflexivo y el pensamiento crítico, se ha convertido en un ser humano visual. Entonces, esta forma de transformación del procesamiento de la información y la conversión del homo sapiens en un homo videns es previa a la propia existencia de las redes sociales. La televisión ha tenido todo que ver en ese proceso y eso ha preparado el terreno para la gran explosión que ha venido después de las redes sociales.
Justamente, este aspecto de que nos motiven tanto los estímulos audiovisuales, que ha conducido al emotivismo, al hecho de tengamos una especie de preferencia por aquello que es más emocional y que despierta más emociones individuales que por aquello que despierta un razonamiento o que tiene una base racional. Y todo esto se ha aprovechado en el aspecto político, se ha aprovechado muchísimo para construir estos nuevos mensajes que circulan con una sintaxis muy sencilla, apelando a las emociones, con hipérboles, con victimismo, con todo esto que ha circulado muy bien en las redes de mano de la extrema derecha.
Creo que hay una parte de estupidización e idiotización de las sociedades actuales que tiene mucho que ver con el cuelgue constante con las pantallas
A pesar de que en un momento las redes fueran nuestras, como dice Marta G. Franco en su libro Las redes son nuestras (Consonni, 2024), la realidad es que ahora, por desgracia, las redes son suyas. Por eso creo que es interesante pensar y plantearnos qué hacemos, por ejemplo, con el tema de irse o quedarse en X e irnos todo el mundo a Bluesky, Mastodon o a otros lugares y dejarlos allí a ellos solos, haciendo propaganda para ellos mismos. Construir otras fórmulas o salir de las redes, que también es es algo interesante, porque creo que hay una parte de estupidización e idiotización de las sociedades actuales que tiene mucho que ver con el cuelgue constante con las pantallas y el estar permanentemente toxificados con esa necesidad de actualización, de estar haciendo el scroll para abajo y de estar buscando ese nuevo estímulo, desde el like hasta la noticia de última hora.
Redes sociales
Redes sociales Bluesky, la red social donde se libra la batalla por el futuro de internet
En el libro explicas, yo creo que desde diferentes puntos, el tema del sentido común. De cómo los discursos son los que al final acaban creando esos imaginarios sociales y esos nuevos sentidos comunes. Algo que me suena mucho a la Ventana de Overton y la estrategia que estamos viendo con Trump y Milei, lo de decir burrada tras burrada para que esos discursos cambien las percepciones.
Sí. Esto lo exploro a partir del concepto de imaginarios sociodiscursivos de Patrick Charaudeau, que es un lingüista francés que ha trabajado mucho con la construcción de imaginarios, la mezcla de los imaginarios sociales de Castoriadis, pero basados en lo lingüístico. Que tiene un poco que ver también con el framing de Lakoff, que es más conocido. Esto de los marcos de los que ahora todo el mundo habla. A mí me ha gustado la idea del Charaudeau porque creo que explora muy bien el hecho de que van construyendo nuevos sentidos comunes. Aunque hay que señalar que esto del sentido común es muy Gramsci. No es de Charaudeau ni de Castoriadis, sino puro Gramsci. Se va construyendo cambiando este nuevo sentido común y canalizando el malestar hacia una vía reaccionaria a partir de las construcciones léxicas que se repiten constantemente.
Ante las amenazas, el ser humano reacciona a la defensiva y reacciona queriendo asegurar lo que tiene. El miedo es muy conservador, el miedo es muy reaccionario
Si tú oyes todo el día hablando de MENA como insulto y sinónimo de delincuente, si oyes feminazi, paguitas, gobierno filoetarra, invasión migratoria y estas colocaciones de palabras que siempre aparecen juntas y que son muy cortas, muy breves y muy fáciles de recordar, harán que vayas percibiendo todo eso como una amenaza. Ante las amenazas, el ser humano reacciona a la defensiva y reacciona queriendo asegurar lo que tiene. El miedo es muy conservador, el miedo es muy reaccionario. Entonces, están activando estos miedos, estas incertidumbres fabricadas que decían en otra época. Yo creo que ahora son miedos fabricados. Miedo a que te ocupen la casa, miedo a que tu abuela no cobre una paga pero el MENA se lleva el dinero. Miedo a que haya una invasión y un gran reemplazo, a que vengan los musulmanes y los del Islam y quiten a los occidentales blancos. Todo esto está construido sobre el lenguaje, sobre hechos lingüísticos, y están consiguiendo transformar las maneras de mirar el mundo a través de estas construcciones lingüísticas.
Hay dos de esos marcos, retóricas, narrativas o no sé cómo les podríamos llamar, pero que yo creo que están relacionadas. ¿Cómo puede ser que nos vendan, y a muchos se la cuelen, que un magnate presidente de la primera potencia del mundo y que tiene al hombre más rico del mundo como asesor son antiestablishment? ¿Y cómo puede ser que los chicos jóvenes de ahora se crean que son los nuevos rebeldes, los nuevos punkis antiestablishment?
Son distintas y las dos están relacionadas. Los jóvenes se lo creen, pero los otros nos están vendiendo una moto gigantesca. Trump pertenece al establishment capitalista de los multimillonarios de los Estados Unidos y Elon Musk no digamos, es el hombre más rico del mundo. Por tanto, claro que pertenecen al establishment capitalista. Lo que sucede es que ellos han resignificado, han hecho un secuestro semántico o una resignificación. Y con establishment no se refieren a lo que tú y yo podemos llamar establishment. Lo han resignificado y han conseguido decir que son los organismos internacionales del multilateralismo, por ejemplo, o que el establishment son los que durante mucho tiempo han estado en Washington, las élites de la costa Este. Es verdad que en Estados Unidos la izquierda no existe, pero estas élites han estado gobernando desde una perspectiva muy progresista para ellos. No han tocado nada del capitalismo, pero han buscado políticas que ahora Trump está tumbando en dos días. Esos y los organismos internacionales son el establishment. Vemos como responden a eso saliendo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o también del Acuerdo de París.
En cambio, nunca hablan del establishment, por ejemplo, para referirse a los tecnobros estos que ahora mismo estaban en la foto de la toma de posesión y que ahora mismo tienen un poder fundamental en su gobierno. Esos no son establishment. O todos los grandes magnates del desarrollismo en Estados Unidos para él tampoco son establishment o todos los que quieren convertir Gaza en la Riviera de del Mediterráneo. Ahí está la trampa, ellos quieren construir un establishment en el que ellos no tengan fin, no tengan frenos.
La cuestión de la agresividad verbal y de la falta de respeto al otro también actúa como válvula de escape de las frustraciones que mucha gente joven tiene
¿Y cómo ha permeado eso y las ideas anarcocapitalistas o paleontolibertarias entre la gente joven?
Ahí el fenómeno es distinto porque esa gente sí que cree que son antiestablishment. Mucha de esta gente joven ha crecido en un contexto en el cual ha habido políticas de igualdad, políticas antihomófobas, políticas antirracistas. Todo ello, repito, sin que se haya tocado nada sobre las bases estructurales del sistema capitalista o del sistema neoliberal. Pero es cierto que ha habido desarrollos políticos e incluso hubo, en algunas legislaturas, leyes que les han hecho creer que sus derechos, su hegemonía o su dominación histórica estaban en peligro. Entonces, es verdad que ha habido una serie de momentos que les han hecho sentir que hay una amenaza y que son los nuevos punks, radicales o rebeldes. Ahora mismo, los jóvenes creen que los abascales, mileis o trumps alzan más la bandera de la rebeldía y la bandera del inconformismo. Esos recogen su propia incertidumbre ante el futuro y la recogen con muy mala leche. Porque yo creo que aquí la cuestión de la agresividad verbal y de la falta de respeto al otro también actúa como válvula de escape de las frustraciones que mucha gente joven tiene.
¿Cómo analizas estas primeras semanas de Trump en la que cada día nos suelta un pollo? ¿Cómo analizas el desarrollo del trumpismo discursivo?
Confirma muchas de las ideas que hay en el libro porque no ha cambiado mucho su modelo. Confirma la idea que le dio Steve Bannon, que es una base fundamental de la propaganda autoritaria, que es la de flood the zone with shit, inundar la zona de mierda. A esa técnica responde a eso de sacarse todos los días esos conejos-monstruo de la chistera, que es como les he llamado. Porque no son esos conejos que quieres abrazar, son unos que dan miedo. Dice cosas que son absolutas barbaridades y que están poniendo a todo el mundo con las alarmas muy en alto.
Lo que no sé es cuánto tiempo va a conseguir mantener el crédito de que el nuevo conejo-monstruo no sea un nuevo globo sondaLo que no sé es cuánto tiempo va a conseguir mantener el crédito. La atención la tendrá porque es el presidente de los Estados Unidos. Pero el crédito de que el nuevo conejo-monstruo no sea un nuevo globo sonda y, con el cual, inunde la zona de mierda para que todo el mundo comente su última burrada. Pero también para testear los límites de aquello que es posible. Es decir, para mover la ventana de Overton a la que tú te referías antes. Por ejemplo, él ha dicho una barbaridad de convertir Gaza en una especie de gran resort. Lo ha dicho de una forma que obedece a estas frases eslogan y a la tuiterización de la política. Ha hablado de Gaza-a-Lago.
Como su residencia, Mar-a-Lago.
No solo es su residencia, Mar-a-Lago es un gran resort que hay en Palm Beach. Trump tiene su mansión allí. Pero él construyó un gran resort que se alquila para grandes eventos, que tiene un hotelazo de lujo, etc. Quiere emular en la mente de la gente que se puede trasladar ese gran resort a Gaza. Utiliza este eslogan y todo el mundo se lleva las manos a la cabeza, salvo la extrema derecha israelí que lo ha aplaudido. Ni Milei o Meloni se han pronunciado porque es una cosa que parece que está por encima de los límites de lo pensable. Pero con esto lo que hace es testar, ver, probar, a ver qué pasa, marca el camino. Es una barbaridad, pero apunta hacia un sitio. Lo mismo con Groenlandia, con Panamá, con el Golfo de México… y vamos a estar así hasta que alguien le quite el crédito. Lo que no se nos puede olvidar es que es una legislatura en la que su nivel de autocontención está bajo mínimos. Ya no tiene contrapesos, él se siente muy fuerte y sobre todo, sabe que es la última. A no ser que se modifique la Constitución, lo cual es muy difícil.
Nos pasamos el tiempo hablando de todo aquello que dicen en lugar de, por ejemplo, ver qué coño hacemos para contrarrestar todo esto
En la redacción de El Salto llevábamos como dos semanas teniendo este debate, si publicar todo lo que dice o qué tipo de filtros deberíamos hacer. ¿Qué nos recomendarías?
Yo recomendaría tener mucho cuidado con estar dando pábulo todo el día y hablando todo el día de lo que dice Trump. No solamente cuidado, hay que elegir muy bien. Hay que tener mucho cuidado porque, de hecho, creo que eso es lo que quiere. Trump, igual que Ayuso, quiere que hablemos todo el rato de lo que dice y no de lo que hace. Ayuso está encantada de que cuando dice que Pedro Sánchez la quiere matar, todo el mundo se tire 24 horas hablando de ello. Porque al final acaba convirtiendo la política en pseudopolítica. Estamos todo el día hablando de aquello que dicen, de todas las barbaridades, de cosas que rompen todos los paradigmas de lo que considerábamos comunicación política racional. Nos pasamos el tiempo hablando de todo aquello que dicen en lugar de, por ejemplo, ver qué coño hacemos para contrarrestar todo esto.
Yo, por ejemplo, informaría de qué es lo que se dice, de qué respuesta se da a las barbaridades de Trump. Una pieza en la cual se recojan voces de diferentes signos, no solamente lo que ha dicho Ursula von der Leyen o de lo que ha dicho el ministro de Exteriores español. También otras voces. Y poner las cosas en contexto. Explicar qué significan estas barbaridades en contextos más amplios. Hablar, por ejemplo, del marco de expansionismo colonial del siglo XXI, de un nuevo imperialismo, que va desde el tema de Groenlandia pero que llega hasta el espacio, con la nueva obsesión que tiene junto a Elon Musk por llegar a Marte. Ponerlo en ese marco y mirar a ver qué respuestas se tejen desde distintos lugares contra ello.
Los círculos de Podemos se desmantelaron, pero las cuentas de las redes sociales se potenciaron a la enésima potencia. Ese creo que fue uno de los grandes fracasos
Acabas el libro diciendo que la izquierda no debería imitar bajo ningún concepto los discursos y estrategias de esta extrema derecha. Cuando hemos hablado de la tuiterización del discurso político, de la reducción de los sintagmas, de hacerlo todo más simple e, incluso, cuando has hablado de esa idiotización de la gente me he preguntado si en la izquierda hemos pecado de eso. ¿Hemos caído en la trampa de querer luchar una batalla que no nos ha llevado a ningún lado? ¿Han utilizado estas técnicas los partidos de izquierda?
Sí. La respuesta es sí. De hecho, hay una frase en el libro en la que cito a mi hermano, que dijo en un hilo en redes: ‘Más activistas de barrio y menos community managers’. Esta frase recoge una idea a la yo llevaba dándole vueltas. Yo fui diputada y portavoz parlamentaria de uno de esos partidos de izquierda. Se dio muchísima importancia, pero muchísima, una importancia superlativa a las figuras de los responsables de argumentarios, de los community managers, de los responsables de redes, de los equipos de comunicación. Pero una importancia sustantiva, incluso mucho mayor de la que se daba, por ejemplo, a la parte de tener un programa político desarrollable y que atendiera las necesidades por las cuales Podemos había nacido. Esa frase resume muy bien el fracaso que supuso dar tanto peso a esos personajes, como los responsables de argumentario y responsables de redes, o a las propias cuentas personales de redes sociales. Tener una cuenta con no sé cuántos seguidores, con no sé cuántos likes o retuits, era casi más importante que el hecho de tener una reunión en un barrio con la gente de los círculos. Los círculos de Podemos se desmantelaron, pero las cuentas de las redes sociales se potenciaron a la enésima potencia. Ese creo que fue uno de los grandes fracasos, cuando se decide que eso es más importante que fomentar una reunión con la gente del círculo de tu barrio. Una de las grandes fallas de esta etapa que ya tantas veces se ha enterrado, el post 15M, que para mí ya lleva enterrado tiempo, fue precisamente todo esto.
Algo has dicho ya, o lo has dejado como preguntas abiertas, pero te quiero preguntar tu opinión de una forma más directa: ¿qué hacemos los próximos años? ¿Seguimos con la batalla digital?
Marta G. Franco, por ejemplo, no dice en su libro que hay que irse de las redes sociales pero creo que sí que dice que hay que irse de X. Hay muchos otros colectivos, como PanTube, donde está gente como Cuellilargo o Infusión Ideológica, que se ha ido de Twitter y consideran que estar ahí es monetizar o ayudar a monetizar el odio. Creo que hay que hacer caso a esta gente. Yo he tenido dudas sobre si irme. No creo que me vaya a ir del todo, porque yo soy mirona. Miro mucho y veo lo que se dice.
Claro, yo como periodista tampoco lo tengo tan fácil. La sigo usando para leer lo que se dice porque es necesario para mi trabajo y hay mucha gente a la que necesito leer que sigue estando ahí.
Eso es. Igual no es cuestión de que nos vayamos, sino que nos quedemos como un voyeur, pero tu actividad de activista de redes sociales la haces en otros sitios, no la haces en X.
También, habría que pensar el hecho de si no le estamos dedicando demasiado tiempo y hacer una reflexión sobre cuánto tiempo, para qué fines, qué es lo que conseguimos, con quiénes interactuamos, a quiénes llegamos. Hacer una especie de balance de costes y beneficios del tiempo que dedicamos y qué podemos hacer con ese tiempo si lo dedicamos a otras cosas. Esto último Marta G. Franco lo explica muy bien en su libro y creo que esa reflexión es necesaria. Una reflexión que debemos abrirla ya, cuanto antes mejor.