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Deforestación
Argentina, la otra cara de la deforestación de los piensos españoles
Como ha ocurrido tantas otras veces en la historia, el destino de Argentina no cambió en Argentina. A principios de los años 90, esta nación seguía siendo un país con una agricultura poco industrializada donde la soja apenas había empezado a despertar interés. Sin embargo, en un laboratorio estadounidense se estaba gestando una revolución: una soja genéticamente modificada que podría sobrevivir al potente herbicida glifosato y ser mucho más productiva.
La famosa soja Roundup de Monsanto haría de esta leguminosa de origen asiático una mina de oro verde. Y Argentina se convertiría en uno de sus principales campos de experimentación. Así, el país sudamericano pasaría rápidamente de las 500.000 hectáreas de soja plantadas a principios de los años 90 a convertirse en el principal cultivo del país y ocupar más del 40% del suelo agrícola del país, con más de 16 millones de hectáreas.
Esta revolución ha alimentado otra también en fronteras lejanas: la de las macrogranjas de producción intensiva que, en países como España, son posibles gracias a los piensos compuestos donde la soja es un ingrediente fundamental. Así, España fue en 2021 el tercer socio de comercial de Argentina para torta de soja, sólo por detrás de Vietnam e Indonesia, importando cerca de 1,7 millones de toneladas.
Según Global Forest Watch, Argentina perdió un 16% de su cobertura arbórea entre 2000 y 2021, sobre todo en las provincias por donde se extiende el Gran Chaco
Y aunque el relato sobre la deforestación asociada al cultivo de soja se ha centrado en Brasil, en Argentina este ‘oro verde’ también está acabando con otro importante ecosistema: el Gran Chaco. “El avance de la frontera agropecuaria en la región del Chaco salteño fue a fuerza justamente de la expansión de la soja. Es lo que se llamó la sojización del país”, relata Marcos Filardi, abogado e integrante de la Red de Abogadas y Abogados por la Soberanía Alimentaria en Argentina. “[Llegó] a tal punto en estos últimos años que Argentina pasó a tener una de las tasas de deforestación más altas del mundo”. Según Global Forest Watch, el país perdió un 16% de su cobertura arbórea entre 2000 y 2021, sobre todo en las provincias por donde se extiende el Gran Chaco.
El Chaco Americano es el segundo sistema boscoso más grande de Sudamérica, después de la Amazonia, y el mayor bosque seco del mundo. Un ecosistema único que traspasa las fronteras de Argentina hacia Bolivia, Paraguay y en menor medida Brasil; y en el que hay más de 3.400 especies de plantas y más de un millar de especies animales. “Por sus maderas duras y añejas, este ecosistema actúa como una esponja de CO2. El desmonte ha tenido un fuerte impacto en la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, equivalente a la de otras zonas tropicales paradigmáticas, entre ellas la Amazonia y la selva de Kalimantan, en Borneo”, denunciaba una reciente investigación de Periodistas por el Clima que asociaba esta deforestación a los piensos europeos.
La industria cárnica ha pasado de producir 177 millones de toneladas mundialmente en 1990 a 337 millones en 2021
Esta deforestación ha estado principalmente ligada a la soja transgénica, explica Marcos Filardi. “Somos uno de los diez países que más deforestó en los últimos años justamente para dar lugar a los monocultivos, principalmente soja, y luego maíz en algunas regiones, con este paquete tecnológico dominante de soja transgénica con resistencia específica a herbicidas”, explica. La soja se ha expandido además por suelos poco fértiles, continúa Filardi, por lo que “se destruyen los bosques para dar lugar a una o dos siembras de soja, tres como máximo, y como el suelo queda exhausto como consecuencia de esa soja tras soja en ese suelo tan frágil, se avanza sobre una nueva masa boscosa para seguir profundizando este extractivismo agrario”.
El camino hasta España
La soja quizá no habría vivido esa expansión meteórica si la industria cárnica europea no se hubiera encontrado en una encrucijada. La crisis de la encefalopatía espongiforme bovina, más conocida como la de las vacas locas, llevó a prohibir en los años 90 el uso de proteína animal en la alimentación del ganado bovino y ovino en el continente. En 2001 la prohibición se extendió a cualquier tipo de pienso destinado a alimentación de animales de granja. Y la soja llegó como salvadora: barata y con una alta cantidad de proteína.
Desde entonces, la industria cárnica no ha hecho más que crecer: desde los 177 millones de toneladas que se producían mundialmente en 1990 a los 337 millones de toneladas de 2021. Y España se ha convertido en un eslabón fundamental, sobre todo para la industria porcina, donde es el cuarto productor mundial de carne de cerdo con más de cinco millones de toneladas en 2022.
Para Tom Kucharz “la demanda de los mercados internacionales como China y la UE es determinante para la deforestación” asociada a la soja argentina
Para alimentar a todos esos animales, España necesita una gran cantidad de soja. En concreto, en 2021 se utilizaron casi 4,4 millones de toneladas de harina de soja y otras 550.000 toneladas más de habas para elaborar piensos compuestos, según datos del Ministerio de Agricultura. Así, la soja supone aproximadamente un 12,5% de la composición de los piensos, aunque en los piensos porcinos, sin embargo, esta proporción se puede elevar entre un 15% y un 25% del pienso, dependiendo de la fase de crecimiento del animal.
La soja llega a España desde el otro lado del Atlántico en esos dos formatos. Las habas, que proceden fundamentalente de Brasil y Estados Unidos, se procesan en su mayoría en grandes plantas situadas en los puertos de Barcelona, Cartagena y Bilbao. Esas habas se convierten en aceite, que a menudo se utiliza como biocombustible, pero que tiene también usos alimenticios e industriales, y en la torta de soja utilizada para los piensos. Sin embargo, la soja también se importa como torta ya procesada a través de los puertos de Tarragona y A Coruña, principalmente, con Argentina como mayor suministrador.
Así desde Barcelona y Tarragona se cubre la demanda de las granjas en Catalunya, Aragón y del este de Castilla y León, donde se concentra la mayor parte de la producción porcina de España. Por su parte, desde Bilbao y A Coruña, se provee a las granjas del norte del país, mientras que el puerto de Cartagena abastece a la región de Murcia y otras zonas cercanas.
Reglamento antideforestación
Para Tom Kucharz, investigador de Ecologistas en Acción y miembro de la Alianza Cero Deforestación, “la demanda de los mercados internacionales como China y la Unión Europea es determinante para la deforestación” asociada a la soja argentina. Algo que la Unión Europea se ha propuesto reducir con un nuevo reglamento sobre productos libres de deforestación que obligará a las empresas importadoras de ciertas materias primas a trazar sus cadenas de suministro para asegurarse que no se ha destruido masa forestal para su producción.
Ricardo Sánchez: “No creo que nadie esté haciendo bien la trazabilidad ahora mismo [en Argentina]. Lo dudo mucho”
Sin embargo, el reglamento tiene importantes lagunas, alerta Kucharz. Así, la nueva legislación se aplicará, una vez que se apruebe, sólo a una lista reducida de materias primas: la ternera, el cacao, el café, el aceite de palma, la soja, el caucho y la madera. “Al no incluir productos como el maíz, la caña de azúcar y otros ecosistemas que no son bosques, se estima que el 30,5% de los ecosistemas naturales de Suramérica —como buena parte del Chaco argentino— quedan desprotegidos con el actual ámbito de aplicación aprobado por el Reglamento”, explica el investigador.
Además, no todos los países tendrán el mismo nivel de escrutinio y la Unión Europea creará una clasificación según el riesgo asociado a cada país. “Si Argentina es considerado por la Comisión Europea como ‘país de alto riesgo’, las autoridades nacionales competentes de cada estado miembro de la UE deben realizar un mínimo de controles anuales de los operadores (9%) y de los volúmenes de materias primas / productos (9%)”, asegura Kucharz.
De momento Argentina ha asegurado que se está preparando para la nueva regulación y que está trabajando en aumentar la trazabilidad de la soja producida en el país. Kucharz avisa sin embargo de que Argentina es uno de los países que está presionando para que haya cambios en el reglamento, al mismo tiempo que impulsa proyectos de monitoreo “casi todos gestionados o impulsados por la propia agroindustria” para certificar que la soja es supuestamente sostenible. “No existe una definición aceptada internacionalmente de soja responsable o sostenible, por lo que cada certificación establece sus criterios o requisitos. La certificación por sí misma no es garante de un origen no vinculado a la deforestación, ni de una producción realmente sostenible, sino que responde al deseo comercial de un mayor acceso al mercado y al aumento de ventas”, continúa Kucharz.
El asesor en trazabilidad Ricardo Sánchez alerta además de la dificultad de controlar el origen de la soja porque “es un proceso continuo donde varias personas guardan la materia prima juntos en un mismo silo y nadie sabe de dónde vino esa soja”. “No creo que nadie esté haciendo bien la trazabilidad ahora mismo [en Argentina]. Lo dudo mucho”, continúa. Sin embargo, Sánchez confía en que el nuevo reglamento suponga una nueva vuelta de tuerca al control de la industria. “Cuando la Unión Europea se ponga fuerte y lo exija, no les va a quedar más remedio que hacerlo. El tema es que tienen que poner a gente [para fiscalizarlo] que sea creíble”, continúa.
El reglamento prevé, no obstante, varios mecanismos de control como herramientas de seguimiento por satélite, auditorías sobre el terreno, capacitación de los proveedores o pruebas isotópicas para comprobar la procedencia de los productos. “Es posible. Si se implementa bien la trazabilidad con la soja se puede llegar incluso a la unidad de producción”, concluye el experto.