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Dana
Dónde alumbrar en mitad de la emergencia social por la dana en Valencia
En los municipios de Valencia de Chiva, Picanya, Massanassa o Catarroja hoy la oscuridad es total a cualquier hora. El día de la tromba, cuando se hizo de noche por primera y última vez, muchas de las llamadas a la radio con testimonios directos y los mensajes alarmados en búsqueda de amigos, familiares o compañeras de trabajo, se sucedían como un deseo velado para que volviera amanecer cuanto antes. Aún hay pueblos que está soportando horas muy difíciles completamente a oscuras.
Que sepamos hoy: gestión interesada de la prevención en situaciones climáticas adversas, pésimo uso de los recursos disponibles para el auxilio y rescate de la población, ausencia de datos reales y escasa información oficial actualizada. Una respuesta gubernamental en coordenadas capitalistas a un hecho aparentemente inevitable. Para las gentes que lo han perdido todo, una combinación letal de desamparo y abandono, consternación, rabia y miedo.
Valencia
Caos climático ¿Qué hacer ante las próximas danas?
En las zonas más anegadas por las tormentas desde entonces se sobrevive a oscuras, se camina a tientas por las calles y dentro de las casas solo hay velas mojadas y linternas desgastadas que no se pueden encender. Lo que emerja de estas horas, de estos días nítidamente oscuros, dependerá de a dónde estemos enfocando.
Algunos destellos
Día 1 en Sedaví, las trabajadoras de la residencia observan como el agua no para de subir a punto de entrar en las instalaciones. Con el ascensor fuera de servicio, a pulso y en la proporción de 10 mujeres a 120 mayores, consiguen poner a salvo uno a uno hasta las plantas superiores. Más tarde, vuelven a bajar a todos para acomodarlos y poder descansar, aunque afuera el desastre aconteciera. (RTVE)
Día 2 en Benetússer, los vecinos han pasado la noche acurrucados en los rellanos y azoteas. Se han ocupado de subir a un hombre en silla de ruedas y más tarde a una mujer sorda que no pudo escuchar las llamadas de socorro. El vecindario es un refugio, las puertas de los pisos más altos se abren para los de los bajos, en muchas casas hay desconocidos a los que ayudaron a entrar al portal antes de que la riada se los llevara.
Una respuesta gubernamental en coordenadas capitalistas a un hecho inevitable. Para las gentes que lo han perdido todo, una combinación letal de desamparo y abandono, consternación, rabia y miedo
Día 3 en Alfafar, una pequeña frutería del barrio recupera de su local desastrado todo el género disponible, de otro local contiguo sale agua limpia y varios grupos se acercan a las cajas de frutas y verduras amontonadas en la acera para quitarles el barro y sanearlas. Muchos las reparten y otras cogen solo las que necesitan.
Día 4 en La Torre, dos enfermeras intentan adecentar el suelo del centro de salud, han reunido a varios equipos de médicos y auxiliares y han hecho acopio de material sanitario para comenzar a atender a las primeras personas que llegan por caídas, heridas infectadas o faltas de insulina para diabéticos. Es día festivo y ya son cientos de voluntarios los que comienzan a cruzar de la capital a las zonas más afectadas por la pasarela que las separa.
Día 5 en Valencia ciudad, un grupo de jóvenes se encaran con el magnate de Mercadona en uno de sus supermercados en los que se encuentra de visita. “No tens vergonya”, le evidencian delante de sus propios clientes, siendo recriminado por haber puesto en peligro a los repartidores en la tarde en la que el agua comenzaba a inundar las calles. El empresario les expulsa violentamente del local, aunque visiblemente avergonzado por el atrevimiento.
Día 6 en Paiporta, las principales autoridades del estado aparecen de visita oficial en uno de los epicentros del desastre y son recibidas con una lluvia de barro salido del fango que aún se acumula en la mayoría de calles del municipio. La situación es inédita y la imagen proyectada ofrece diferentes lecturas políticas sobre cómo interpretar la indignación. Esa misma noche en Valencia y alrededores se produce una cacerolada que se antoja como una vuelta al símbolo de protesta recurrente de los balcones.
Qué pueblo salva a qué pueblo
Junio de 2020, las redes de apoyo mutuo se cuentan a decenas en barrios de Madrid, Barcelona, Sevilla, Bilbao y también Valencia. Se fundaron en las primeras semanas del confinamiento y ahora funcionan a toda máquina en clave solidaria y de resistencia.
El reparto de alimentos y necesidades básicas se realiza sin condición ni prioridad, y solo se basan en los estándares humanitarios habituales en situaciones límite. Las comunidades migrantes son una con las locales, no se necesita ensalzar heroísmos personales porque todo a quedado compactado en el colectivo. Las personas mayores y la población más vulnerable son el centro de los cuidados. En esos meses, el valor y la generosidad de la clase obrera que ejerce los trabajos esenciales para el funcionamiento de la sociedad se coloca como insignia de respeto y admiración.
La mayoría son mujeres trabajadoras que pueblan los sectores más precarios. El personal sanitario es recompensado socialmente porque son la primera línea en la tragedia y de sus condiciones laborales depende el bienestar del resto. Sindicalismo, tejido vecinal y activistas de todas las condiciones combinan soluciones pragmáticas y planteamientos radicales ante la emergencia sanitaria y sus consecuencias.
Aquella ocasión en la que nos sacudimos quizás por primera vez en décadas el individualismo social imperante, se cerró en falso arrastrado por una versión más egoísta y desconfiada de los hechos razonados.
Más de cuatro años después de aquellas experiencias que nos marcaron a todas [en la pandemia], el momento actual parece definitivamente otro
Por su parte, la militancia de aquello pagó el precio a futuro que supuso mantener un equilibrio extraño entre el cuestionamiento de las estructuras hegemónicas capitalistas y un apego, a veces una adhesión, a la versión más reformista y de orden que se daba en el interior del primer gobierno de coalición y que evitó de facto expandir los horizontes de lo posible aprovechando el momento político.
Más de cuatro años después de aquellas experiencias que nos marcaron a todas, no quizás lo suficientemente analizadas y puestas en valor más allá de lo espontáneo, el momento actual parece definitivamente otro. La tragedia de Valencia ocurre a la par que el ciclo reaccionario termina por despegar.
Los focos apuntan ahora hacia otros lugares, otros hechos que destacan en mitad de la emergencia social. Repartos de recursos con tintes lepenistas de prioridad nacional, paranoia securitaria, defensa de la propiedad privada por encima del interés urgente, negacionismo y conspiración, entre otros ingredientes. Es un hecho, estos días pueden ser la pista para grupos abiertamente fascistas y neonazis que apoyados en un tejido empresarial y en el partido padre que colabora con su potencial logístico y mediático, intenten copar y aprovechar la ocasión de tomarle el pulso al pueblo abandonado.
Lejos de enredarse en algunos debates del plano intelectual, los movimientos con vocación emancipadora, tienen, tenemos la tarea de organizar el descontento
Algunas voces militantes parecen apuntar impotentes que el pueblo ya no es el de entonces, o no es el que nos gustaría quieren decir. Preguntas despistadas sobre si debe aparecer el estado proveedor, o en estas coyunturas solo quedará estado represor. Y un triste silencio administrativo de los partidos del anterior ciclo institucional que apenas son capaces de levantar su propuesta de bienestar social como garante de la paz social que en condiciones de normalidad pueda llegar a existir.
Lejos de enredarse en algunos debates del plano intelectual, quizás menos urgentes que del terreno estratégico, los movimientos con vocación emancipadora, tienen, tenemos la tarea de organizar el descontento y el instinto de supervivencia que pueda resultar de los nuevos escenarios de caos climático y la trascendencia sobre el eje de clase, aunque no solo, que irá adquiriendo en sucesivos eventos. Y esto ahora mismo pasa lo primero por sacudirle la oscuridad al pueblo de Valencia acertando donde alumbrar.