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Cuidados
Quién cuidará de nosotras cuando seamos mayores
En 2033 una de cada cuatro personas en España tendrá más de 65 años y en 2040 se llegará al pico de envejecimiento de la población del ‘baby boom’. Por ello, las viviendas colaborativas para afrontar una vejez en compañía serán una de las iniciativas que despunten en la próxima década.
“Yo no quiero ser una carga para mis hijos cuando sea mayor”. Esta frase se escucha continuamente en el entorno de personas que rozan la denominada vejez. Si establecemos la frontera en los 65 años aproximadamente, edad cercana a la actual de jubilación, observamos que este rango poblacional será cada vez más masivo en los años venideros.
Irati Mogollón García y Ana Fernández Cubero realizaron una investigación de la vejez en clave feminista que ha culminado en el libro Arquitecturas del cuidado. Hacia un envejecimiento activista (Icaria, 2019), en la que visitaron viviendas colaborativas para mayores en Suecia, Alemania, Dinamarca y Francia. Su estudio es un mapping muy detallado de 16 proyectos, cada uno con sus características propias. “Nos dimos cuenta de que muchos mayores pensaban que, habiendo luchado socialmente toda su vida, no era justo que no pudiesen disfrutar de una vejez en condiciones dignas”, comenta Irati Mogollón García. El edadismo —prejuicios, estereotipos y discriminaciones ante personas mayores— y la infantilización de la vejez, son algunas de las trabas, también familiares, que los mayores tienen que afrontar al llegar a una edad determinada.
Uno de estos proyectos ha sido puesto en marcha en Torremocha del Jarama (Madrid). Trabensol es una iniciativa de cohousing senior pionera en España. Organizada en cooperativa sin ánimo de lucro, se autogestiona democráticamente mediante un Consejo Rector y una Asamblea General. Las viviendas se otorgan en régimen vitalicio, no de propiedad, para evitar la especulación. El mes pasado, solicitaron mediante un manifiesto que se les reconozca institucionalmente. Esto sería fundamental para que pudiesen disponer de recursos públicos que proporcionan cuidados profesionalizados. Trabensol forma parte de una red de otros 10 proyectos que actualmente operan en todo el Estado.
“No lo han tenido fácil —recuerda Irati—, las trabas burocráticas para la urbanización a veces pueden prolongarse durante años y, por su edad, no pueden esperar tanto”. En el caso de Trabensol, una lista de “socios expectantes” garantiza un relevo generacional del centro para su futura supervivencia. Aceptar su propio proceso de envejecimiento y garantizarse espacios para la vida en comunidad, como huertos, el favorecimiento de la presencia de las familias en el centro, interactuar con los vecinos o cocinar juntos, les ha influido positivamente en su salud. “Ellos dicen que viviendo en Trabensol han conseguido erradicar todas las enfermedades que sufrían, salvo el cáncer”.
Los mayores son los que más transacciones económicas realizan y destinan más dinero a ayudar a sus familias que lo que gastan en su propio ocio o medicamentos
En España los mayores asumen una tremenda carga de cuidados familiares, sobre todo con sus nietos, y son parte fundamental del sostén que ha garantizado que miles de familias hayan podido capear la crisis de 2008. Este segmento de la población es el que más transacciones económicas para el ámbito familiar realiza. Cosas como invitar a comer a sus hijos, echarles gasolina, ofrecer alojamiento o el pago esporádico de facturas, superan la cuantía económica que destinan a su propio ocio o medicamentos, según una investigación de María Ángeles Durán.
La llamada silver economy (economía sobre el envejecimiento poblacional), será un tema del que se hablará cada vez más en la próxima década. “Hay muchas empresas que quieren conseguir este nicho de mercado, ya que los mayores son actualmente los que mejor poder adquisitivo tienen, con sueldos vitalicios en forma de pensiones y también suelen tener alguna propiedad”, recuerda Irati. Según ella, si estas grandes empresas pretenden explotar su rentabilidad a través de los mayores, con un fin estrictamente lucrativo, eso no funcionará ni servirá para garantizar buenos cuidados. “Son un grupo de población con muchas peculiaridades y necesidades diversas. Además, en los próximos años afrontaremos una crisis de cuidados a la que deberemos hacer frente, ya que toda la generación del 'baby boom' llegará a la vejez”.
En otros países estas iniciativas ya estaban muy asentadas e incluso se pueden encontrar algunas para sectores diversos, como las wohnprojekte para mujeres en Alemania o algunas suecas, que ya contaban con más de 100 años de existencia. “Siempre tenemos la idea de que en el norte de Europa son muy fríos, pero cuando visitamos uno de estos proyectos vino una señora y contó tranquilamente y con detalle cómo le habían extirpado un cáncer de pecho y lo que alivia la morfina. Las otras personas mayores que estaban en la mesa se empezaron a reír y dijeron que a ellos también les gustaba la morfina”, cuenta. Vivir en comunidad sirve para espantar la soledad no deseada. La diferencia entre España y lugares como Suecia o Alemania, a nivel económico, era fundamentalmente el gran apoyo estatal, con el que los mayores conseguían liberarse de la carga de cuidados de sus familiares.
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Dependencia Los fondos de inversión desembarcan en el cuidado de mayores
En Madrid existen 426 residencias para la tercera edad, de las que 25 son 100% públicas y 18 tienen su gestión externalizada. El resto son privadas, un pastel que no pasa desapercibido a las empresas que buscan maximizar la rentabilidad del cuidado de personas mayores.
“Hay una generación a la que podríamos llamar sándwich, que ha cuidado a sus padres, luego a sus hijos y ahora a sus nietos. Llevan toda la vida cuidando y algunos no pueden más”. Esta situación, fundamentalmente sufrida por mujeres mayores que tienen que cuidar a sus nietos, se denominó como síndrome de la abuela canguro en un libro del cardiólogo Antonio Guijarro Morales, en el que contaba que había observado que muchas mujeres mayores sufrían estrés, enfermedades coronarias y otro tipo de dolencias debido a los cuidados que se veían obligadas a realizar, con un ritmo de vida no acorde a sus capacidades físicas debido a la edad.
Pero, ¿qué hace falta para poder llevar a cabo esto? Las viviendas colaborativas, tal y como recuerdan las autoras de este libro, no son, desgraciadamente, accesibles a todos los bolsillos. Uno de los mayores problemas es una sociedad en la que se ha fomentado masivamente la propiedad individual y el arraigo como propietarios de vivienda. El legado de transmisión, también impide a muchos mayores vender todo y asegurarse una vejez en buenas condiciones materiales. “Muchos se sienten obligados a dejarle herencia a sus hijos y, para vivir así, tendrían que vender sus propiedades y utilizar ese dinero para la inversión inicial que exigen estos proyectos”.
También se deberían democratizar los cuidados y redistribuirlos entre toda la población, no solo entre las mujeres. Las mujeres se dedican seis veces más al hogar que los hombres, según un estudio de CC OO. El Estado tendrá que cambiar su concepción de la vejez para eliminar esta brecha de género, que también se da en la tercera edad de múltiples formas, como una menor percepción de renta pública —por ejemplo, pensiones de viudedad, en los que la mujer solo percibe el 51% de la base cotizable de su cónyuge fallecido— o mayores problemas de salud llegada cierta edad por haberse dedicado la mayor parte de la vida a cuidar a otros.
Irati apunta a que tendremos que hablar mucho de los cuidados en la vejez en los próximos años. “Vimos muy claramente que el envejecimiento tiene rostro de mujer, porque son ellas quienes sufren las peores consecuencias de este proceso, que como sociedad deberíamos normalizar, porque todos envejecemos cada día”.