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Capitalismo
Trump, Musk y la luna de miel del capitalismo de plataforma

Trump, Musk y el resto de CEOs de las tecnológicas están viviendo una luna de miel sin igual y eso tiene una explicación. En 2017, el investigador Srnicek revolucionó los estudios críticos sobre el capitalismo con su obra, en la que definía el capitalismo de plataforma como un nuevo modelo de producción. Lo que no estaba claro en esos primeros momentos de los trabajos académicos alrededor de este nuevo modelo, era la profundidad de las trasformaciones que iba a generar en las sociedades contemporáneas.
La salida a una crisis cobija los motivos de la siguiente
Una de las características más llamativas de esta forma de capitalismo, es su capacidad para diseñar estrategias que aseguren su reproducción a lo largo del tiempo y el espacio, y su adaptación a los cambios sociales que genera. Esto no es nuevo, los modelos de producción capitalistas siempre tienen una cierta capacidad de reacción ante eventos configuradores de crisis. Como advierte el geógrafo marxista David Harvey, cuando nos dice que la salida a una crisis cobija los motivos de la siguiente. Si bien el capitalismo de plataforma no es capaz de resolver esta contradicción primigenia —o al menos no parece, por ahora—, su capacidad de adaptación tecnológica dentro de su propio modelo de producción le permite anticiparse a los momentos de crisis, desplazándolos con mayor facilidad a un tiempo y un lugar indefinido.
Estas cuestiones, que hacen de esta industria distintas a otras —existen otros factores, como puede ser la cuestión de la remotización o su papel como reservorio para los capitales inmobiliarios sobreacumulados tras la explosión de la Gran Recesión, etc—, lleva a pensar que el capitalismo de plataforma se despliega en las sociedades capitalistas contemporáneas de una manera ordenada y estratégica.
Primer giro: los datos de tu vida
Una cuestión que vertebra a las compañías desarrolladoras de plataformas, desde su nacimiento, es el acceso a lo que parece ser un pozo sin fondo de crédito financiero. Esto se debe a que el dominio monopolístico sobre las técnicas de extracción de datos mercantilizables por parte de las plataformas, las convierte en estructuras donde, a través de la inversión, las empresas pueden obtener nueva información —el dato—, conocer mejor su mercado, sus formas de consumo y maximizar sus beneficios.
El acceso a esta materia prima dato ha permitido expandir los límites del mercado hacia nuevas formas de consumo o nuevos servicios
La rentabilidad que ha supuesto la mercantilización de esta nueva materia prima dato, las compañías desarrolladoras de plataformas no solo mercantilizan los datos, sino que también rentan la tecnología necesaria para su extracción, de manera similar a como una empresa alquila sus grúas para que la empresa constructora edifique de manera más eficiente. En relación con lo anterior, el acceso a esta materia prima dato ha permitido expandir los límites del mercado hacia nuevas formas de consumo o nuevos servicios. Como poder consumir una hamburguesa de diseño a las 3 a. m. de un sábado, producida en una dark kitchen y llevada a casa por un repartidor de otra plataforma en bicicleta. Mercados, servicios y consumos que se constituyen a través del uso de las plataformas y la relación que se establece entre las sociedades, nuevos servicios y el conocimiento a través de los datos.
Segundo giro: el dominio espacial
Tras el dominio de la técnica para la extracción, tratamiento y posesión de información sobre todos los aspectos de la vida cotidiana, el capitalismo de plataforma, como describe Jorge Sequera, “toman cuerpo” sobre la espacialidad urbana.
Aquí reside el éxito y la transformación reciente de las plataformas, entender que la hegemonía sobre las dinámicas capitalistas contemporáneas pasa por la dominación de la relación natural entre las sociedades urbanas y el espacio. Las empresas desarrolladoras de las aplicaciones no solo están interesadas en la mercantilización de datos sobre la vida y sus formas de consumo, si no que el nuevo beneficio reside en la reorganización del espacio y la relación que puede establecer con las formas de vida urbana.
Como si la espacialidad estuviera compuesta por piezas que, las plataformas pudieran ensamblar de la forma más rentable posible
La dominación del espacio por parte de las plataformas se expresa en su capacidad reconfigurativa de las formas de vida, protocolizando la cotidianidad en la ciudad y dejando a merced del algoritmo la relación entre las sociedades y el espacio urbano. Esta deriva conlleva, en última instancia, una reorganización espacial de la ciudad. Esto ocurre de diferentes maneras, mediante la movilización, diferenciación y transformación de áreas urbanas hacia nuevas actividades, la generación de tendencias de consumo en determinados lugares y no en otros, el monopolio de formas de movilidad y de relación con el entorno o el conocimiento sobre la ciudad a través de la jerarquía algorítmica. Como si la espacialidad estuviera compuesta por piezas que, superando la agencia de las sociedades, las plataformas pudieran ensamblar de la forma más rentable posible.
El punto culminante de este giro radica en la capacidad de las plataformas para crear una espacialidad digital propia, alineada con nuevos procesos de acumulación urbana. Basta con darse un paseo por los entornos virtuales de plataformas como Airbnb, Instagram, TikTok, las de reparto de comida —Uber Eats, Glovo— o las aplicaciones de planes de ocio —Fever, Meet Up— para observar cómo la espacialidad de la ciudad que ahí se representa o se construye, no coincide en muchos aspectos con la realidad física.
Tercer giro: ser política
La alianza entre Estado y Capital es de todo menos novedosa, ahora bien, el capitalismo de plataforma está dando una vuelta de tuerca a esta relación simbiótica que hacía tiempo que no veíamos. Durante la pasada toma de posesión del presidente Donald Trump, la primera fila del estrado estuvo ocupada por figuras como Elon Musk (CEO de Tesla y SpaceX), Jeff Bezos (fundador de Amazon), Mark Zuckerberg (CEO de Meta), Sundar Pichai (CEO de Alphabet/Google), Tim Cook (CEO de Apple), Shou Zi Chew (CEO de TikTok), Sam Altman (CEO de OpenAI), Dara Khosrowshahi (CEO de Uber).
Aunque pueda parecer anecdótico, este suceso está lejos de serlo. El hecho de que las compañías dirigidas por estas figuras dinamicen en muchos aspectos la manera en que nos relacionamos ya es, en mi opinión, algo problemático; pero que acuerpen el trumpismo es, sin duda, peligroso. El caso de Elon Musk es paradigmático. No es algo nuevo, ni mucho menos, que un empresario forme parte de un gobierno, ya sea como ministro o de la manera que sea. Sin embargo, Musk ha sido capaz de asumir responsabilidades estatales del gobierno de Estados Unidos sin tener competencias para ello. Es decir, parece que en esta nueva relación Estado y Capital, Musk ha decidido ser política, sin necesidad de ser electo, sin necesidad de pasar por las estructuras de un partido y ni siquiera como parte de un lobby. Musk es una demostración de su capacidad de hacer y ser política por su poder y punto.
Esto nos lleva a cuestionar si la búsqueda de ese beneficio ya no es “primordial” para este capitalismo
Otro aspecto llamativo es que, una de las mayores empresas tecnológicas, si no la que más, cuyo fin último, supuestamente, sería aumentar los beneficios año tras año, sea capaz de asumir pérdidas importantes solo por su actividad política. En los últimos meses por ejemplo, una de sus empresas, TESLA, cosechaba perdidas en los mercados europeos. Asimismo, tras la compra de Twitter, una decisión netamente política, también asumió pérdidas millonarias. Esto nos lleva a cuestionar si la búsqueda de ese beneficio ya no es “primordial” para este capitalismo de plataforma y si, en su lugar, el dominio a través de los giros que hemos descrito, sobre todos los aparatos que componen la producción y reproducción social, sea en realidad el compromiso último.
Asegurar algo así, desde luego resulta atrevido. Lo que sí está claro es que el comportamiento de las compañías de estos CEOs, se escapa de las explicaciones más tradicionales. Esto dará lugar a grandes debates y discusiones que serán necesarios para entender mejor las futuras dinámicas del capitalismo. Porque, en la lucha por el tipo de postcapitalismo que queremos, tienen muchas herramientas para que sea el que no deseamos.
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