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Crímenes del franquismo
El último retrato de Miguel Hernández
Lo sepultaron al día siguiente, en el nicho 1.009, con los ojos tan abiertos como los retrató Torregrosa, porque nadie pudo cerrárselos.
Quien vuelva a pasear por las calles de Castuera podrá encontrar, tras sus esquinas, la voz del poeta Miguel Hernández.
Allí llegó un 31 de marzo de 1937 con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Recién casado en su Orihuela con Josefina Manresa, dueño de un reloj de oro que fue el único regalo que recibió en su boda -de manos de Vicente Aleixandre, y que le delataría al intentar pasar la frontera portuguesa-, encabezó la edición del periódico Frente Extremeño, que se publicó entre el 20 de junio y el 25 de julio de 1937. Una excelente reproducción de este periódico se puede encontrar en la edición facsímil que del mismo hiciera la Diputación de Badajoz en 2010, con estudios de José Hinojosa Durán y Eutimio Martín. Las cartas que envió a Josefina, publicadas por Alianza Editorial en 1988 y que solía comenzar “Mi querida nena”, “Mi querida esposa”,” Mi querida Josefinilla”, dan la pista para seguir el rastro del poeta por tierras extremeñas.
Encabezó la edición del periódico Frente Extremeño, que se publicó entre el 20 de junio y el 25 de julio de 1937
Ian Gibson da noticia, a través de diversos testimonios de quienes le acompañaron en sus últimos días, de las últimas horas del poeta y de su muerte. Cuenta que falleció a las 5:30 de la madrugada del 28 de marzo de 1942, con unos ojos descomunalmente abiertos que era imposible cerrar a causa de su acusado hipotiroidismo. Con esos mismos ojos abiertos aparece en el dibujo que, de modo subrepticio, pudo hacer del poeta tras su muerte y en su misma celda otro preso, el escultor José María Torregrosa, y que acompaña a esta breve y luctuosa nota.
Después, en lo que Gibson define como un acto de “caridad cristiana”, se permitió que el resto de los presos desfilaran delante del cuerpo del poeta, expuesto en el patio, mientras la banda de la institución tocaba la Marcha fúnebre de Chopin. Finalmente, entregaron el ataúd donde yacía el cuerpo a su esposa, Josefina Manresa, que esperaba a las puertas del penal. En compañía de unos familiares lo llevaron hasta el cementerio de Alicante de Nuestra Señora de los Remedios, donde lo dejaron para enterrarlo al día siguiente. Era domingo de ramos. Esa noche nadie pudo quedarse a velar el cadáver de Miguel Hernández debido a que junto a sus tapias todavía se fusilaba a presos republicanos. Lo sepultaron al día siguiente, en el nicho 1.009, con los ojos tan abiertos como los retrató Torregrosa, porque nadie pudo cerrárselos.
Miguel Hernández siempre será el poeta del pueblo, el poeta de nuestra memoria histórica y de la libertad, “porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada”.
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Viva siempre la belleza de su alma que le hacìa crear su gran poesìa¡¡¡
Viva Miguel Hernàndez, Viva!!!