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Derecho a la ciudad
La ciudad partida: alegato contra el muro en Navalmoral de la Mata
Esta es una población herida, partida, a la que se quiere imponer un muro, una línea férrea ―muy necesaria para vertebrar el territorio― pero interpuesta, irrespetuosa, paradójica por cuanto el tren es un formidable vínculo de unión, de comunicación y ―en este caso― se troca en una barrera, una barrera lineal sin fisuras que provoca un surco, una erosión en el tejido urbano, que interrumpe el fluir de la ciudad y la ciudadanía, que no puede pasar al otro lado, que se encuentra con una barrera visual, acústica, que merma el funcionamiento de la vida en su cotidianeidad, que supone un riesgo, en especial a las personas más vulnerables.
Tren de alta velocidad
No al muro Ahora o nunca: el Tren de Alta Velocidad pone en peligro a Navalmoral de la Mata
Y que, además, tiene soluciones alternativas, que ya se vienen aplicando desde hace muchos años en otras ciudades, y que contribuyen a lograr entornos más habitables, más humanos, más sostenibles, más accesibles, con más calidad del espacio urbano, que conjugan de forma equilibrada la garantía de una línea de transporte de alta capacidad que surca el territorio con esa otra garantía de permitir la movilidad a escala urbana, que posibilita el paseo y el sosiego, poder caminar, no perder el equilibrio de la ciudad con sus edificaciones, con sus parques y sus jardines, su arbolado, sus bulevares.
El Plan de Reforma y Ensanche de Barcelona de 1859, obra del ingeniero de Caminos Ildefonso Cerdà, padre del urbanismo moderno, aspiraba a una ciudad que, a pesar de haber arrebatado el terreno al campo, se articulase a través de calles anchas y espacios verdes, una ciudad humanizada, como remedio a la ciudad tóxica. Ya a mediados del siglo XIX, el diseñador industrial estadounidense Henry Dreyfuss planteaba que era necesario eliminar, evitar las fricciones entre la persona y el entorno mediante un diseño apropiado.
El urbanismo ha de huir de la especulación y ha de cimentarse en las personas, en mejorar su calidad de vida, su bienestar; la ciudad accesible tiene ese objetivo, plantear una ciudad inclusiva
Por su parte, Kevin Lynch, ingeniero, urbanista y escritor estadounidense nacido en Chicago en 1918, hizo aportaciones innovadoras en el planeamiento urbanístico y en el diseño urbano estudiando cómo las personas perciben y se desplazan por la ciudad, reflejándolo en su libro paradigmático 'La imagen de la ciudad', publicado en 1960. Alvar Aalto, arquitecto finlandés, decía que el objetivo de quienes diseñamos es «hacer la vida más humana».
Todo lo anterior nos lleva a concluir que el urbanismo ha de huir de la especulación y ha de cimentarse en las personas, en mejorar su calidad de vida, su bienestar; la ciudad accesible tiene ese objetivo, plantear una ciudad inclusiva, que no discrimine por razón alguna, ni por discapacidad, ni por edad, ni por género, por ninguna circunstancia.
Frente a la ciudad hostil apuesto por la ciudad acogedora, por una ciudad que «cuida de su gente», que era el lema de la ciudad japonesa de Osaka en su planeamiento urbano ya hace más de treinta años.
Herida abierta y sangrante
«Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar», decía Antonio Machado. El tren pasa por Navalmoral de la Mata pero, si no lo soterramos quedará como una herida abierta y sangrante; eso ―sin duda― será mucho más costoso que tomar la decisión de soterrarlo en su tramo urbano, que por supuesto supone un coste elevado, nadie lo duda, pero que es necesario acometer, no como un lujo o un capricho, sino como una necesidad de lograr un equilibrio entre la vertebración del territorio, de la que hablaba Albert Serratosa, y la armonía de la ciudad accesible, que no sólo es un derecho de la ciudadanía sino que constituye una condición sine qua non, un principio esencial para poder vivir con dignidad en nuestros entornos urbanos.
La sociedad morala merece, como cualquier otra, tener una ciudad accesible, amable, sosegada, con paseos y bulevares, sin heridas que causen hemorragias que jamás cicatricen
El Pasillo Verde Ferroviario de Madrid, situado sobre la línea de ferrocarril de casi 7 km, que transcurre entre la salida sur de la estación de Atocha y la estación de Príncipe Pío, supuso una de las mayores transformaciones urbanas en los años ochenta y noventa del siglo XX del distrito de Arganzuela, mejorando su calidad urbana, sostenibilidad y accesibilidad. Podríamos decir que se adelantó a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Murcia, tras una lucha denodada de sus organizaciones vecinales, logró no hace mucho el soterramiento del ferrocarril a su paso por la ciudad. Podría citar muchos otros ejemplos, todos en esta línea de compaginar la movilidad urbana y la movilidad en el territorio.
Llevo más de cuarenta años trabajando como ingeniero de Caminos en la mejora de la accesibilidad en nuestras ciudades, en nuestros transportes, en nuestros parques y jardines. Creo que la Ingeniería Civil ha de estar al servicio de la sociedad. Es un camino largo, un poco como el viaje a Ítaca de Kavafis. Pero tenemos que seguir empujando.
La sociedad morala merece, como cualquier otra, tener una ciudad accesible, amable, sosegada, con paseos y bulevares, sin heridas que causen hemorragias que jamás cicatricen. Este es mi Alegato contra el muro en Navalmoral, a favor de la accesibilidad.