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Cine
“Aún no sabemos cuántos casos de bebés robados a mujeres indígenas hay en Perú, ni siquiera si continúan hoy”
La génesis de Canción sin nombre empieza con una llamada de la activista francesa de origen peruano Celine Giraud a Ismael León, padre de Melina León, directora de la película. Giraud era la fundadora de La Voix des Adoptes, una ONG francesa dedicada a reconstruir la vida de niños robados y adoptados de forma ilegal en Francia. Ella misma pudo encontrar a su madre biológica en Perú gracias a los recortes de prensa de los reportajes que León, el padre, escribió en los primeros años 80. Este contacto animó a León, la hija, a convertir la historia de aquellas mujeres y aquellos bebés en su primer largometraje. Y, en entrevista con El Salto, a confesarnos que tras décadas de investigación “no solo sigue pasando, es que no sabemos cuántos casos de bebés robados a mujeres indígenas hay en el Perú”.
La película cuenta la historia de Georgina, una mujer de etnia andina que junto a su marido se muda ya embarazada a Lima a finales de los 80, expulsados de su lugar de origen por los enfrentamientos entre el Ejército y Sendero Luminoso. En la capital peruana se dedica a vender papas en el mercado de la ciudad hasta que da a luz y su bebé, una niña, desaparece. Georgina no recibe ninguna explicación ni ayuda de las autoridades, apenas el apoyo de otras mujeres en parecida situación, hasta que aparece Pedro Campos, un periodista limeño de origen mestizo y homosexual en secreto, que decide sacar a la luz el robo sistematizado de los hijos e hijas de las mujeres indígenas.
En su recorrido por más de 100 festivales de todo el mundo, Canción sin nombre ha cosechado más de 40 galardones, como el premio a Mejor largometraje en el Festival de Estocolmo (Suecia), CineVision a Mejor Película Internacional de un Nuevo Director en el Filmfest München (Alemania), Mejor Dirección en el Festival de Thessaloniki (Grecia), el Premio FIPRESCI a Mejor Película del Festival du Nouveau Cinéma de Montreal (Canadá), y el Colón de Oro a Mejor Largometraje en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva (España), entre muchos otros. Entre otras cosas, le valió para ser estrenada en Netflix en enero de 2021 y en España también está disponible en la plataforma Filmin.
“Constatamos que estos robos siguen existiendo y que algunas mafias de robo de niños aún funcionan porque hay policías y jueces que lo permiten… mejor dicho, esos policías y jueces forman parte de las mafias”, asegura Melina León
La directora explica que durante la parte de documentación la Policía le aseguró que es imposible saber el número total de casos de robos de niños “porque en los 80 en Perú era mucho más fácil falsificar documentos y era muy peligroso investigar a estas mafias. Los diarios de la época calculaban unos pocos cientos de víctimas por lo que pudieron demostrar, pero es imposible saberlo”. Incluso “constatamos que estos robos siguen existiendo y que algunas mafias de robo de niños aún funcionan porque hay policías y jueces que lo permiten… mejor dicho, esos policías y jueces forman parte de las mafias”.
La cineasta, que estrenó en la quincena de realizadores de Cannes y con su cinta ha sido candidata por Perú a la nominación al Oscar a Mejor Película Internacional y al Goya a la Mejor Película Iberoamericana —“me di cuenta de que los premios no son como los festivales, en los festivales el jurado sí se ve la película”—, se lamenta de que aunque Canción sin nombre ha sido bien recibida en su país, “los robos de bebés y la violencia contras las mujeres o los pueblos indígenas no son un tema de debate o actualidad. Si acaso se habla de las esterilizaciones forzosas de Fujimori, pero como forma de denostar ese periodo, no como crítica al racismo”.
León se hizo cercana de una madre afectada “que nunca recuperó a sus hijos. Fueron robados mayores, y los pudo localizar y los llegó a conocer a través de la fundación de Celine, pero nunca recuperó la relación. Es uno de muchos. Sabemos que hay muchísimos casos más que nunca se resolvieron”. Si necesitaba más pruebas de la actualidad del tema, en 2018 se destapó una red de tráfico con sede en Arequipa, la segunda ciudad del país. También investigó el fenómeno a nivel mundial, escandalizándose con casos como el desvelado por la BBC en 2019 de las “granjas humanas” en Nigeria.
Una actriz no profesional para un personaje indefenso
A la protagonista Georgina le da vida Pamela Mendoza, antropóloga y actriz del teatro comunitario a la que León eligió porque “me parecía absurdo recurrir a actores que, por su procedencia, han podido acceder al teatro profesional cuando queríamos reflejar el enorme abismo que hay en Latinoamérica para las personas de ascendencia indígena. Era más lógico recurrir a personas que hayan sufrido en carne propia la marginalización y la racialización y buscar entre ellas el talento”. Mendoza es hija de migrantes andinos y en las entrevistas ha explicado varias veces que de alguna manera interpreta la historia de su madre y sus tías, excepto por la parte del robo.
Georgina y su marido, Leo, al que pone rostro el actor Lucio Rojas, van y vienen al centro de Lima caminando desde una casita en uno de los acantilados que rodean la ciudad, un desierto que cuelga sobre el mar, en planos que subrayan su indefensión. “Lima es una ciudad capital de un país que no está hecho para servir a la mayoría de gente descendiente de indígenas, de quechuahablantes o de andinos. Los mestizos que hablamos el castellano como primer idioma adquirimos un estatus mayor, pero el que se nota más andino, como el caso de Pamela, lo tiene peor”, explica la directora. Ella misma lo sabe por la historia de su padre, cuya familia paterna blanca nunca lo reconoció.
En el caso del personaje de Pedro Campos, el periodista que interpreta Tommy Párraga, León decidió añadir su homosexualidad a la condición de mestizo para añadir “las otras formas de violencia que vivimos. Esa pequeña historia de amor que él vive en segundo plano no estaba en los primeros borradores del guión, pero creí que a una audiencia internacional, que no supiese tanto del racismo en Perú, le ayudaría a entender por qué se solidariza con ella”. A su padre, Ismael León, “la condición de mestizo lo hizo rebelde y muy solidario con la gente marginalizada. En el periodista de la película, que viva un romance es una forma de indicar que en la vida también pasan cosas con luz”.
Cuando le preguntamos por el balance sobre la situación de las comunidades indígenas en los 40 años pasados desde los primeros reportajes de su padre, la cineasta es pesimista. “La violencia que sigue habiendo se ve en cómo ha afectado la pandemia a los descendientes de indígenas, por ejemplo. Por darte un dato, había 100 camas de UCI en Perú a principios de 2020, la gran mayoría en Lima. Imagínate lo que pasó en zonas como Iquitos, en la selva de Perú, o en Arequipa, que solo tenía tres camas de UCI. Por eso han muerto más de 200.000 personas. Cualquier avance que haya habido no sé en qué lo podemos traducir”.
“El mundo ha vuelto sus ojos a los indígenas al darse cuenta de que el modelo en el que estamos es destructivo y su forma de vida es un contrapeso”, observa la directora
Aunque sí observa una revalorización de las culturas indígenas en cuestiones como “la debacle del cambio climático. El mundo ha vuelto sus ojos a los indígenas al darse cuenta de que el modelo en el que estamos es destructivo y su forma de vida es un contrapeso”. Melina León es la primera mujer peruana invitada a Cannes, lo que considera “una muestra del interés que hay por el tema a nivel internacional: por el trabajo de las mujeres, por la vida de los indígenas, por los Derechos Humanos en el Perú...”.