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Centros sociales
“El proyecto no somos los que vivimos en los centros sociales, sino la gente que les da vida”
En su batalla contra la gentrificación y la turistificación, el Baix Social Okupat (BSO) Ca la Caixeta se levanta como un espacio comunitario anarquista en El Carmen, en pleno centro de València. El vecindario del barrio, afectado en su mayoría por las olas de desahucio incentivadas por el fondo buitre Good Capital Investment, se reunieron para celebrar el pasado miércoles la resistencia del edificio —amenazado por un inminente desahucio esa mañana— en un contexto de profunda gentrificación.
El nacimiento de Ca La Caixeta se remonta al 2020, cuando un grupo de residentes decidieron darle vida a un edificio abandonado en el distrito de Ciutat Vella. Desde entonces, el espacio ha evolucionado para convertirse en un punto focal de la comunidad que alberga diversas actividades que van más allá de simplemente proporcionar refugio. “A la vez que damos vida a un hogar luchamos en contra de los procesos de turistificación y gentrificación que expulsan a las personas”, explica una de las integrantes de la asamblea. El fin principal es “poner a las personas en el centro”, tal y como ellas mismas explican.
Okupación
Ocupación El nuevo centro social Ca La Caixeta comienza sus andaduras en una de las zonas más gentrificadas de València
La asamblea de gestión se reúne semanalmente para tomar decisiones, cuidar del espacio y avanzar en el proyecto de manera colaborativa. La horizontalidad en la toma de decisiones es un principio clave, buscando garantizar la participación equitativa de todos los integrantes.
Una historia de resistencia
La historia del centro es una narrativa de lucha contra la desposesión y la mercantilización de los espacios urbanos. A través de su autogestión y la resistencia en procesos judiciales, Ca La Caixeta no solo defiende un techo y un modo de vida alternativo, sino que también se erige como un símbolo de solidaridad y resistencia comunitaria en medio de los desafíos contemporáneos que enfrenta la ciudad.
Como respuesta a las amenazas del fondo buitre Good Capital Investment los y las residentes del número 2 de la calle Caixers iniciaron la campaña “Caixers es queda”, respaldada por los movimientos Veïnat en perill d'extinció y Entrebarris. Este esfuerzo conjunto buscaba resistir a la expulsión gradual llevada a cabo por el mencionado fondo buitre, que, mediante “prácticas de mobbing y extorsión”, como ellos mismos aseguran, expulsó progresivamente a los vecinos. A pesar de las dificultades, Teresa, una residente con un contrato de renta antigua que le brindaba protección legal, resistió hasta que lamentablemente falleció recientemente. Otra vecina, Paloma, también desafiando las presiones, se mantuvo en el lugar junto a su hijo hasta que pudo encontrar una alternativa habitacional.
El proceso judicial ha sido arduo, pero la autogestión y el apoyo comunitario han permitido mantener el espacio
En un contexto donde la gentrificación y la turistificación afectan a las ciudades occidentales, Ca La Caixeta representa la resistencia de “personas normales”, como ellas mismas se califican, que buscan construir sus vidas al margen de un sistema que desde la asamblea entienden que “prioriza la especulación sobre los derechos humanos y la vivienda digna”.
El proceso judicial ha sido arduo, pero la autogestión y el apoyo comunitario han permitido mantener el espacio. A pesar de los desafíos, Ca La Caixeta persiste en su objetivo de construir una comunidad y gestionar colectivamente el antiguo edificio, resistiendo a la lógica mercantilista y neoliberal que pretende tal y como afirman “convertirlo en centros de ocio para el turismo y el consumo”.
Represión
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Un tejido urbano gentrificado
El caso de Ca La Caixeta refleja unas tendencias que pueden extrapolarse a un ámbito más global. Impulsadas por lógicas mercantilistas y neoliberales, la gentrificación y turistificación han dejado una profunda marca en el tejido urbano de grandes ciudades como València. A lo largo de la última década, estas dinámicas se han manifestado de manera creciente y han transformado la fisonomía de la ciudad y la vida de sus residentes.
En el caso del bajo número 2 de la calle Caixers el objetivo era la conversión del edificio en un macrohotel en busca del cambio de la política habitacional
En el caso del bajo número 2 de la calle Caixers el objetivo era la conversión del edificio en un macrohotel en busca del cambio de la política habitacional, a través de la promoción del coliving, alquileres temporales y pisos turísticos, en detrimento de las comunidades locales.
La huella de la gentrificación se traduce en un aumento significativo de los precios de la vivienda, alejando a las personas que originalmente habían encontrado en estos barrios una vivienda asequible. Este proceso no solo impacta en lo económico, sino que también desencadena una ruptura en el tejido vecinal. Los comercios locales, característicos de la vida de barrio, son reemplazados por establecimientos orientados al consumo turístico, generando una desintegración del entorno comunitario.
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La resistencia de espacios como Ca La Caixeta se erige como un contrapeso a estas dinámicas. Este centro social ocupado se presenta como un acto de resistencia, llenando de vida y significado un edificio abandonado desde 2019. Más allá de ser simplemente un lugar de refugio, Ca La Caixeta se convierte en un punto de encuentro, cuidado y autogestión, desafiando las fuerzas que impulsan la gentrificación y turistificación en València. La lucha de estos residentes es una afirmación de su derecho a construir la vida que desean, al margen de las fuerzas especulativas que amenazan su hogar y su comunidad.
Su futuro es incierto, pero la determinación y la solidaridad social sostienen este proyecto. La invitación persiste: “Cuidado, amor, autogestión y resistencia”.