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Cárceles
Tele Prisión, memoria audiovisual de una cárcel
Junto a la madrileña Avenida de los Poblados, a la altura del parque de Eugenia de Montijo, se extiende una parcela de unos 200.000 metros cuadrados, semiabandonados desde el año 2008. Un solar sobre el que durante más de 70 años se levantaba una de las construcciones más atroces que se han erigido en el Estado español: la prisión provincial de Madrid, activa durante 55 años y conocida popularmente como la cárcel de Carabanchel.
Desde su gestación estuvo rodeada de violencia sistémica. Se comenzó a construir recién terminada la Guerra Civil, levantada por cientos de presos sometidos a trabajos forzados en condiciones de esclavitud. Durante el más de medio siglo que estuvo en funcionamiento se convirtió en uno de los símbolos de la represión franquista, entre sus muros se hacinaron y murieron muchos de los opositores a la dictadura, conviviendo presos políticos, comunes y numerosos homosexuales que acababan entre rejas al aplicárseles la ley de vagos y maleantes.
Diez años después de su cierre en 1998, la prisión fue definitivamente derribada pese a la oposición de diversas asociaciones vecinales y organizaciones de defensa de la memoria histórica y la lucha antifranquista, que reclamaban la creación de un Centro para la Paz y la Memoria en el edificio. Peticiones que el Ministerio del Interior no tuvo en cuenta y que, tras un acuerdo firmado con el Ayuntamiento de Madrid, estableció que los terrenos en cuestión se emplearían para construir viviendas, un hospital y oficinas del Estado, plan urbanístico que recientemente ha sido refrendado, con la oposición de numerosos colectivos vecinales agrupados en la Plataforma Salvemos Eugenia de Montijo.
Crímenes del franquismo
Los recuerdos de Julián Ariza y Marcel Camacho de la cárcel de Carabanchel
Marcel Camacho y Julián Ariza tenían 16 y 35 años cuando entraron en la cárcel de Carabanchel. Era el año 1969 y fueron detenidos por su participación en Comisiones Obreras, tachada de organización subversiva al servicio del comunismo internacional.
Con todas estas acciones, la historia de la lucha antifranquista que allí se vivió está en peligro, más aún con la reciente desaparición del archivo histórico de la prisión, que según denuncia el historiador Luis Antonio Ruiz, autor de la primera monografía sobre el centro “ha sido, por acción u omisión, destruido por el Ministerio del Interior”.
La cárcel en la gran pantalla
Las ciudades son espacios plagados de fantasmas, presencias que ya no vemos, pero que siguen de alguna forma estando ahí y, si como afirmaba Derrida, el cine pone en escena la fantasmalidad, seguir los rastros de algo que ha sido borrado, convocar a estos espectros, es posible a través de las imágenes, ya sean estas de ficción o no. A lo largo de la historia, el cine ha retenido lugares y momentos que debían ser conservados, convirtiéndose, a veces, en el único custodio de la memoria de un lugar.
La silueta del monstruoso edificio de la cárcel de Carabanchel forma parte destacada de varias películas de la cinematografía española, y no son pocos los personajes que han entrado y salido de sus muros, apuntalando su historia
La silueta del monstruoso edificio de la cárcel de Carabanchel forma parte destacada de varias películas de la cinematografía española, y no son pocos los personajes que han entrado y salido de sus muros, apuntalando su historia: José Sacristán, en el papel de un abogado laboralista en Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977) que visita a su cliente, un preso político encerrado en Carabanchel, a la espera de la amnistía, personaje interpretado por Héctor Alterio. Otros presos ilustres de esta cárcel en la ficción fueron Tony Leblanc y sus compinches, Antonio Ozores y Venancio Muro en Los tramposos (Pedro Lazaga, 1959), quienes tras una dulcificada secuencia de lo que realmente sería la vida allí, salen dejando la cárcel de Carabanchel tras de sí.
Inolvidable es también el papel que ocupa la prisión en el arranque de la historia de Manolito Gafotas (Miguel Albadalejo, 1999) como símbolo para contextualizar el elemento que durante décadas marcó la vida de este barrio. Así, mientras Manolito juega frente a la cárcel con sus amigos: El orejones, Susana “bragas sucias” y Yihad, vemos al hermano de este último saludando desde la ventana de su celda, pañuelo en mano, preso por robar con violencia el bolso a una anciana.
‘El pico 2’ muestra en profundidad la cárcel de Carabanchel, adentrándose en su interior para retratar cómo era su dimensión social
Si bien todas estas películas sirven para recordar la prisión fundamentalmente en su dimensión arquitectónica, en la cinematografía española encontramos también una obra que muestra en profundidad la cárcel de Carabanchel, adentrándose en su interior para retratar cómo era su dimensión social. Hablamos de El pico 2 (Eloy de la Iglesia, 1984) película que continúa con la vida de Paco Torrecuadrada, personaje interpretado por José Luis Manzano, el joven hijo de un miembro de la Guardia Civil, que en El pico (Eloy de la Iglesia, 1983), enganchado a la heroína y en compañía de su amigo Urko, asesinan a una pareja de traficantes de droga.
En la segunda parte, Paco y su padre huyen a Madrid en busca de una nueva vida, sin embargo, el empeño que pondrá el padre en ocultar el crimen de su hijo e intentar rehabilitarlo resultará infructuoso y Paco acabará en Carabanchel. El pico 2 se convirtió en la primera película de las enmarcadas en el “cine quinqui” en introducir de lleno el ambiente carcelario en su historia, el exhaustivo retrato que hace de las condiciones de vida en el interior de la cárcel es demoledor, desde los primeros días en aislamiento sin ningún contacto ni ayuda en caso de necesitarla, al paso a las celdas, unas estancias minúsculas y cochambrosas infestadas de insectos, presos enganchados a la heroína y una constante sensación de indefensión, ya que en cualquier momento se robaba y apuñalaba a alguien, mientras los funcionarios de prisiones miraban para otro lado. Una cárcel, la de Carabanchel, totalmente masificada, que fue levantada para albergar a unos 500 presos y acabó hacinando una media de 2.000, en condiciones inhumanas.
La vida de varios actores que protagonizaron el “cine quinqui” corrió paralela a la de sus personajes, y algunos de ellos acabaron también en Carabanchel, entre ellos el mítico José Luis Fernández conocido popularmente como ‘El Pirri’; José Antonio Valdelomar, uno de los jóvenes protagonistas de Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1981), o el propio José Luis Manzano.
Muchos otros rostros conocidos, por unos u otros motivos, pasaron también por allí: célebres delincuentes como El Lute o El Vaquilla, Rafael Escobedo condenado como autor del asesinato de los marqueses de Urquijo, Miguel Ríos, Fernando Arrabal, El Cordobés, Ramoncín, Santiago Carrillo, Marcelino Camacho o Pepe Sancho.
Una tele dentro de prisión
No tan conocido, pero sí fundamental para conservar la memoria del lugar fue el paso por la cárcel de Carabanchel de Adolfo Garijo, cineasta miembro del colectivo de Cine de Madrid, junto con otros compañeros como Andrés Linares y Tino Calabuig, quienes desde principios de los años 70 abordaron la importante tarea de filmar los acontecimientos de la vida política, social, laboral y cultural que consideraban de especial relevancia dentro del Estado español: huelgas, manifestaciones, lucha obrera y estudiantil siempre estaban en su punto de mira.
Entre sus películas están Vitoria, marzo 1976, sobre las brutales cargas policiales contra las manifestaciones obreras y la masacre, ordenada por Fraga, allí vivida, o Amnistía y libertad, que recoge la salida de la cárcel de dirigentes de Comisiones Obreras como Nicolás Sartorius o Marcelino Camacho y las manifestaciones acaecidas en los años 1975 y 1976 por la amnistía y la democracia en España.
En Tele Prisión, los presos contaban de primera mano su situación, la incertidumbre en la que vivían, sus miedos, sus anhelos
Condenado a nueve años de cárcel por un asunto de drogas, Adolfo Garijo ingresó en la prisión de Carabanchel en 1985. Allí conoció a Javier Anastasio, en prisión preventiva acusado de participar en el asesinato de los marqueses de Urquijo, y juntos comenzaron una comprometida y radical experiencia audiovisual, la puesta en marcha de un canal de televisión interno en el que participaron numerosos reclusos y algunos educadores. Ahí los presos contaban de primera mano su situación, la incertidumbre en la que vivían, sus miedos, sus anhelos… Poco amigos de las cámaras, sin embargo, aquí se sinceraban al saber que estaba hecho por presos iguales a ellos, ofreciendo testimonios demoledores. Se dio a conocer como Tele Prisión, y emitió durante los años del 85 al 87.
Cada galería contaba con un monitor donde, por circuito interno, se emitía el canal. A través de las imágenes se ponía de manifiesto el hacinamiento en la prisión, con celdas desbordadas —algunas con más de diez presos en 12 metros cuadrados— dando voz a gente invisibilizada. Allí podían ver también los partidos de fútbol o baloncesto que hacían entre presos en el patio, compañeros de celda cantando, informativos con toques de humor —las noticas del loco canal— y lo más importante, utilizaron la televisión para denunciar las condiciones infrahumanas en las que vivían y el nulo interés por parte de la institución en la rehabilitación de los presos; para revindicar mejoras en la prisión; exigir alimentación, limpieza o asistencia sanitaria; informar sobre cómo realizar trámites judiciales o sobre lo que podían estudiar desde una cárcel.
Mientras Tele Prisión estuvo en activo, los índices de violencia en la cárcel descendieron considerablemente y a su amparo surgieron otras iniciativas culturales en la cárcel, inexistentes hasta ese momento
El proyecto, aunque duró poco en el tiempo, se puede considerar que fue un éxito en muchos sentidos. Mientras estuvo en activo, los índices de violencia en la cárcel descendieron considerablemente y a su amparo surgieron otras iniciativas culturales en la cárcel, inexistentes hasta ese momento: una biblioteca, una revista y actuaciones en directo de música o poesía para los presos, como el concierto de 1994 realizado para recaudar fondos para los enfermos de sida, en el que actuaron entre otros Rosendo, Antonio Vega, Peret o Ketama y que contó también con la participación de Antonio Gala y Verónica Forqué.
En 1987, bajo la dirección de Adolfo Garijo, con la participación de los integrantes de Tele Prisión, otros presos y el apoyo financiero de Telemadrid, se realizaron dos proyectos audiovisuales. El primero fue la ficción Séptima galería, que cuenta la historia de dos presos compañeros de celda en Carabanchel. En un momento de la película, uno de los presos protagonistas, con un gato entre sus brazos, dice a modo de profecía: “Un día esto será vuestro y solo quedará un hermoso solar lleno de gatos, el dolor que hay aquí encerrado lo borrará el tiempo, cada uno deja su parte de sufrimiento, este sitio lo borrará el tiempo”. El segundo fue el documental Carabanchel, la otra orilla. Ambos sacaron fuera de los muros de la prisión las imágenes que evidenciaban la total falta de salubridad y las deplorables condiciones de vida que sufrían los presos. El documental fue emitido dentro del programa Documentos TV en diciembre de 1987, obteniendo una importante audiencia y levantando muchas ampollas sobre todo entre algunos funcionarios de prisiones, que se sintieron atacados por lo que mostraban las imágenes. Esto supuso el desmantelamiento del proyecto y la desaparición de gran parte de lo grabado hasta la fecha, si bien todo lo mostrado en Tele Prisión se convirtió en material de uso interno, estudiado por funcionarios de prisiones para saber lo que no se debe hacer en una cárcel, ayudando así a modernizar el sistema penitenciario español.
En 2019, con los materiales recuperados, Garijo y Anastasio realizaron la película documental Historias de la Tele Prisión, en la que, además de presentar el archivo que conservaban de lo que fue el proyecto de Tele Prisión, con desgarradores testimonios por parte de algunos presos, e incluir íntegramente el documental Carabanchel, la otra orilla, aparecen los propios directores reflexionando sobre lo que supuso esta experiencia y las consecuencias que tuvo tanto para los presos que participaron en ella, como para los funcionarios y educadores que colaboraron con el proyecto. Todo ello constituye un valiosísimo documento para recordar la memoria de un lugar, símbolo de la lucha antifascista, que marcó la historia político-social de la España del siglo XX, y que ahora está disponible a través de este canal de YouTube creado por el propio Aldolfo Garijo.