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Brasil
La democracia en Brasil contiene la respiración en una jornada para el golpismo azuzado por Bolsonaro
Corren muy malos tiempos para el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que, un año antes de las elecciones presidenciales, ve cómo las encuestas sitúan como principal favorito al expresidente —Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores, le aventaja en más de 20 puntos— y cómo la mayoría de la población lo considera autoritario (un 66% según el instituto Datafolha), no preparado para la presidencia (62%), incompetente (58%), poco inteligente (57%), etcétera. En este contexto, el entorno del presidente ha planteado la jornada del 7 de septiembre como una oportunidad para echar combustible a las obsesiones de Bolsonaro y agitar el fantasma del golpismo, poderoso en Brasil.
La jornada se plantea como una doble marcha, hacia el Congreso y hacia el Supremo Tribunal Federal —el alto tribunal brasileño—, en la que Bolsonaro y sus partidarios tratarán de involucrar al mayor número de militares y policías. Los ataques del presidente se focalizan hacia el Supremo y hacia el Tribunal Superior Electoral (TSE), a los que acusa de orquestar un complot para provocar su derrota en 2022.
En primer plano está un ataque poco justificado (con hechos) al sistema de recuento electrónico y la negativa del Congreso a una enmienda con la que el presidente quería modificar dicho sistema. Como aperitivo, la presidencia aprobó ayer, 6 de septiembre, una medida provisional con la que pretende evitar que las redes sociales eliminen cualquier contenido, en un momento en el que la Justicia ha acorralado al bolsonarismo por el uso de fake news y material de intoxicación en redes.
El día comienza a las 8 de la mañana con la conmemoración de los hechos de la independencia de Brasil, auspiciada un 7 de septiembre de 1822 por la familia real de la Casa de Braganza. En esos fastos está contemplado que estén presentes altos mandos militares, como el comandante del ejército, el general Paulo Sérgio Nogueira.
Sin embargo es a lo largo de la tarde cuando se esperan dos manifestaciones, en Brasilia y Sao Paulo, con las que Bolsonaro quiere mantener su pulso a las instituciones, un pulso planteado en varias ocasiones como un ultimátum que, poco veladamente, amenaza la democracia en Brasil.
Fuentes de la inteligencia militar citadas por el grupo UOL minimizan la preocupación por la violencia que se pueda producir en las manifestaciones, aunque el recuerdo de lo que pasó a principios de años en el Capitolio de Washington DC, sobrevuela en los propios mensajes de Bolsonaro, uno de los principales aprendices de las tácticas de movilización y manipulación del trumpismo.
Desde su cuenta de Twitter, el actual presidente llamó ayer, 6 de septiembre, a participar en las manifestaciones convocadas por sus partidarios “a todos los integrantes del poder ejecutivo federal que no estén de servicio”. Además, Bolsonaro ha lanzado mensajes subliminales, hablado de una “fotografía” para enseñar al mundo y ha insinuado a sus acólitos que “Yo solo puedo hacer 'algo' si vosotros lo deseáis”.
Advertencia internacional
Más allá de las redes, el peligro de que esta demostración por parte de la ultraderecha brasileña anticipe o favorezca el clima golpista en Brasil ha llevado a exmandatarios como los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero (España), Fernando Lugo (Paraguay), Rafael Correa (Ecuador) o Ernesto Samper (Colombia), junto a referencias intelectuales como Noam Chomsky, Zarah Sultana o Adolfo Pérez Esquivel a escribir una carta mostrando su preocupación. “El 7 de septiembre de 2021, una insurrección pondrá en peligro la democracia en Brasil”, reza el texto, que fue divulgado en los principales medios de comunicación del país latinoamericano.
La carta de estos mandatarios refleja que el propio Jair Bolsonaro compartió un texto en el que se toma la fecha de hoy como un preparativo para el “contragolpe necesario” contra el Congreso y el Supremo. Ese mensaje incluía críticas a la Constitución de Brasil, considerada “comunista” en la retórica golpista y con la que el propio Bolsonaro se ha mostrado en desacuerdo en el pasado.
En uno de sus mensajes ambiguos, el excapitán ultraconservador que dirige Brasil se refirió al conflicto que mantiene con los jueces del Supremo: “No es necesario que salgamos de las cuatro líneas de la Constitución. Allí tenemos todo lo que necesitamos. Pero, si alguien quiere jugar fuera de esas cuatro líneas, demostraremos que también podemos hacerlo. Merece la voluntad y la fuerza de su gente“.
Sus problemas con la justicia
Bolsonaro quiere meter presión con esa alusión a jugar “fuera de las cuatro líneas” al miembro del Tribunal Supremo Federal Alexandre de Moraes. En agosto, el presidente intentó sin éxito realizar un impeachment —juicio político— sobre Moraes a cuenta de las decisiones de su Tribunal de condenar a determinados sujetos del bolsonarismo y de cuestionar al propio presidente por presuntos delitos de calumnias, incitación al crimen, difamación o asociación criminal, entre otros, por su vasta experiencia en la divulgación de bulos y soflamas en contra de sus adversarios políticos.
Alexandre de Moraes decidió iniciar una investigación después de que Bolsonaro volviese a cuestionar el sistema electrónico de votación a pesar de que hayan quedado desacreditadas las dudas sobre ese sistema. Luís Roberto Barroso, del tribunal electoral, se expresó en contra de las insinuaciones de fraude lanzadas por el presidente.
Ese cuestionamiento del voto electrónico es parte del ambiente que el actual jefe de Estado, a golpe de fake news, quiere generar de cara a las elecciones del próximo año. En agosto, el presidente aseguraba ante un grupo de simpatizantes que "Hoy tenemos señales de [que la de 2022 será] una elección en la que no se confiará en el resultado del conteo”, a pesar de que reconoció entonces que no tenía pruebas para afirmar tal cosa.
Con la movilización de su menguada base —se calcula que ha caído por debajo del 25% el porcentaje de la población que apoya a Bolsonaro, que obtuvo un 46% del voto en la primera vuelta de las elecciones generales de 2018— el presidente quiere deshacerse de Moraes y allanar así el camino a su reelección con los mismos medios en los que se produjo su victoria hace tres años: la difusión de bulos y la polarización contra una “amenaza comunista” por otra parte nunca explicitada en la historia reciente del país.
El actual presidente se presenta como una víctima propiciatoria de una especie de complot. Como explica el columnista Josias de Souza en un texto reciente, Bolsonaro declaró ante un grupo de evangélicos recientemente que cree que tiene “tres alternativas” para su futuro: “Ser arrestado, ser asesinado o lograr la victoria. Puede estar seguro, la primera alternativa, ser detenido, no existe”.
Movilización masiva
Pese a que las encuestas reflejan ese apagarse de la estrella de Bolsonaro, el presidente cuenta aun con fuertes aliados, especialmente entre los sectores evangélicos, las fuerzas de seguridad y los inversores del agronegocio, que hacen prever que la manifestación de Sao Paulo a su favor será multitudinaria. Cientos de autobuses han sido fletados para acudir a los dos mítines aunque se espera que sea en la ciudad más poblada de Brasil, y no en la capital, donde Bolsonaro lance su proclama más dura en contra del Congreso y los altos Tribunales, a los que ve complotados para la victoria de Lula da Silva en 2022.
Religión
Iglesias evangélicas, franquicias de fe neoliberal
Llegadas desde los EE UU en los años 70 del siglo pasado, el avance de las iglesias neopentecostales —también llamadas evangélicas— en América Latina en las últimas décadas parece imparable.
João Dória, gobernador de Sao Paulo, ha dispuesto el mayor dispositivo policial de la historia del municipio en previsión de una jornada de violencia en torno a la avenida Paulista, donde se reunirán los partidarios de Bolsonaro.
Dória es uno de los objetos de ataque del bolsonarismo, que sostiene una campaña permanente en redes en la que se incita a tomar las armas y asaltar las instituciones, e incluso la embajada china, a raíz de la confusión generada en torno al covid-19 por el presidente de uno de los países más afectados por el coronavirus, que ha agravado además la situación económica y la crisis social.
También hay convocada una protesta en contra del presidente, en una manifestación autorizada en Vale do Anhangabaú, en centro de la ciudad paulista. En Madrid también se ha registrado una convocatoria de rechazo al actual presidente frente a la embajada, en la calle de Fernando el Santo.