Brasil
“Organizar la imaginación es la lucha de nuestro tiempo”

En la vanguardia de los movimientos que plantaron cara a la extrema derecha bolsonarista, las mujeres negras cuentan con una largo recorrido en la disputa política brasileña. Un libro recoge su genealogía y sus miradas para el futuro.
Montaje Sarah
Ana Carolina Lourenço y Fabiana Pinto.
16 ene 2025 06:00

Ana Carolina Lourenço y Fabiana Pinto vinieron en otoño a Madrid de la mano de la Fundación Rosa Luxemburgo y pasaron por varios espacios del antirracismo local, para compartir experiencias y reflexiones. Llegaron con una obra colectiva bajo el brazo, la radical imaginación política de las mujeres negras brasileñas y de latinoamérica (Fundación Rosa Luxemburgo/Oralituras, 2024) un pequeño volumen enorme como repositorio de experiencias, memoria y horizontes, que se empezó a escribir en el 2020, en pleno bolsonarismo, “estábamos, como la mayor parte de los lares negros brasileños, y de otras partes de la Diáspora y de África, atravesadas por el miedo”, explican las coordinadoras del volumen: la propia Lourenço y la actual ministra de Igualdad Racial, Anielle Franco en el prefacio. “Las mujeres negras brasileñas fueron la vanguardia de los movimientos que derrotaron a la extrema derecha en las urnas”, reivindica el texto.

La traducción del libro al español llega con una vocación de diálogo con el resto de Latinoamérica y el estado español, en un contexto marcado por amenazas y desafíos similares, en parte, a los que vienen plantando cara los activismos negros brasileños. Está dividido en dos partes, en la primera, llamada Ecos del Ahora, se hace genealogía de los caminos que aún se transitan, pasando por la participación política, las luchas por los derechos sociales o culturales, las políticas raciales. Con el nombre: Itinerarios del hacer, en la segunda parte se exploran las formas en las que demandas y propuestas toman cuerpo en los movimientos y las instituciones. Conversamos con Lourenço y Pinto, licenciada en Salud Colectiva y una de las autoras que participan en el libro. Ambas forman parte del movimiento Mujeres Negras Deciden.

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Frente a obras que proponen lecturas individuales y teóricas, centradas en la perspectiva de un autor, la vuestra es una obra colectiva, una apuesta por sumar voces y perspectivas distintas. ¿Cuál es el valor político de esta polifonía?
Ana Carolina: La idea inicial del libro era justo eso, incluir diversas voces. Sin duda, los debates sobre el espacio o la posición de las mujeres afro en el poder han crecido mucho, han ganado mucha visibilidad. Pero ha imperado una cierta mirada, una perspectiva que venía con la creencia de que este debate era algo reciente, iniciado hace poco tiempo. Así que el nuestro es un trabajo también de memoria, de visibilizar hasta qué punto esta apuesta, que es una apuesta de las mujeres afro por disputar en el marco de la política nacional, es en realidad una apuesta del siglo XX, el XXI, no es ninguna novedad. La novedad es que cuando esto entra con más fuerza en el debate público, hay sin duda una idea de acuerpamiento, que es un concepto que implica que cuando se necesita generar espacios o abrir caminos, esto se acuerpa, se colectiviza, se hace juntas para que se vuelva más visible.

Hablabas de memoria, de mirar atrás. En el libro también se introduce la idea de ancestralidad. ¿Qué es lo que suma la ancestralidad a la memoria?
Ana Carolina: Ahí hay una contribución más concreta desde la mirada cultural afrobrasileña que reside en dichos muy comunes “Soy porque somos”, la idea de Ubuntu... Hay en el libro varios aportes desde una perspectiva más cultural de lo que es la historia, de lo que es la memoria, de lo que es la política, en la que la idea de ancestralidad es importante. 

El libro está dividido en dos momentos: Uno recoge esos ecos de pasado, con una mirada muy amplia de cómo nosotras, como movimiento de mujeres negras hoy en Brasil, estamos donde estamos por cuenta de un adensamiento, una gran contribución de quienes estuvieron antes, también en cuanto a nuestras estrategias. Destaca esta idea de continuidad, de circularidad. Pero la otra parte del libro se centra en los ecos del presente: cómo nosotras, la nueva generación, estamos interpretando las apuestas de nuestras mayores. 

Cuando nosotras luchamos, vencemos. Hay que comprender esto, que hemos estado involucradas en las grandes victorias de los derechos políticos de la historia de Brasil

De hecho el libro empieza recordando a Antonieta de Barros (primera mujer negra elegida diputada en 1935). Habláis de ese recorrido de los años 30 hacia los problemas estructurales actuales y cómo se va de esta figura de De Barros, a Marielle Franco, que entiendo que son dos miradas políticas distintas, en momentos distintos. ¿Por qué es importante reflejar esa evolución?
Ana Carolina: Hay todo un intento en el libro de organizar victorias, derrotas y aprendizajes. Hay una apuesta: primero, cuando nosotras luchamos, vencemos. Hay que comprender esto, que hemos estado involucradas en las grandes victorias de los derechos políticos de la historia de Brasil, Antonieta de Barros estaba desde los movimientos sufragista por el derecho al voto. Junto a Marielle también fueron elegidas Áurea Carolina o Talíria Petronio, cuyas voces incluso se hacen más fuertes por lo que le sucedió a Marielle. La idea de que más allá de los distintos contextos, de la diversidad, estamos haciendo apuestas concretas, aportes, es una línea del libro. Afirmar que también ganamos, que aprendemos, que hay cosas que pueden ser recuperadas en otro tiempo histórico.

Por ejemplo, Antonieta de Barros, además de toda su relación con el movimiento de sufragio y los derechos políticos, era también una política comprometida con el debate de la educación pública. Su mirada respecto a la educación pública no fue aprovechada directamente en su tiempo histórico. Pero creemos que —en esta idea de ancestralidad— se establece una conexión, que décadas después queremos incorporar sus aportes para partir no de un punto cero, sino de toda una genealogía de debates.

En el libro se aborda por otro lado, recordando los noventa y una cierta apropiación neoliberal de la identidad, cómo se pasa del particularismo identitario, a esta revolución de las políticas sociales, de lo estructural. ¿Por qué es importante también esta evolución? 
Ana Carolina: Los movimientos de mujeres afro, mujeres negras, en especial en Brasil, durante la dictadura militar, son ya fuerzas de resistencia. Pero el movimiento negro organizado de la manera moderna, como lo conocemos, se articula en los 70, pasa la parte más brutal de la dictadura y entonces se desorganiza: Muchos de sus liderazgos se ven obligados a salir del país. Y cuando vuelven, que es a fines de los 80, es justo cuando está llegando la ola neoliberal.

Se trata por tanto de una relación compleja. Pero sí, sin duda hay efectos directos incluso en la manera en que se organiza todo, con el papel de las ONG en los movimientos. Pero a mí me gusta mucho destacar la perspectiva de que hay una cotidianeidad muy politizada entre las mujeres afro: por más que muchas veces se hayan hecho acuerdos para aterrizar algunas políticas institucionales, la mirada va más allá. Entonces, aunque en los 90 muchos de los movimientos de mujeres afro vivieron su momento más institucional —por tomar forma en modo de ONGs, pero también por cooperar con gobiernos desde una impronta de Estado participativo, en una cooperación no tan belicosa, no tanto de contestación— fueron justo las mujeres negras las primeras que generaron las críticas más concretas sobre lo que estaba pasando en la democracia de Brasil, por ejemplo, en 2015, antes de las Olimpiadas. 

Este mismo movimiento es el primero que va a llevar a 50.000 mujeres afro a la capital, cuando la democracia genera sus primeros escenarios más peligrosos, anunciando la llegada de Bolsonaro y todo lo que viene después. Yo creo que estos movimientos, por su particularidad, hacen lecturas políticas muy ágiles, y se forman sobre la mirada de dónde podemos avanzar más. Creo que por eso, desde 2015 vamos a tener movimientos con otro formato como Mujeres Negras Deciden, Negras Por Derechos... con una apuesta mucho más concreta de hacer críticas al Estado. Con sus candidatas, conformando poder, pero en una confrontación muy directa.

Cuando estamos hablando de movimientos que están en una línea de derechos muy fundamentales y básicos, a veces no cooperar con las instituciones es una decisión un poco de muerte

Creo que es muy interesante esto que dices, una mirada más matizada al debate entre la domesticación y la contestación, que a veces acaban en las lógicas del todo o nada.
Ana Carolina: Sí, yo creo que es muy complejo, cuando estamos hablando de movimientos que están en una línea de derechos muy fundamentales y básicos, a veces no cooperar también es una decisión un poco de muerte. Me parece que lo que caracteriza a los movimientos de mujeres negras en Brasil es una extrema responsabilidad con sus comunidades, directamente, pero también con el propio proyecto de país, de nación. Salen cuando perciben que esto está en peligro. Salen también de ese debate entre cooperación y contestación. Doblan la apuesta y se hacen más fuertes desde la contestación.

Esto lo abordas tú, Fabiana, con detenimiento, cuando hablas de la importancia del movimiento de mujeres negras en las luchas por la sanidad pública.
Fabiana: Es muy interesante ver cómo el movimiento de mujeres negras, sobre todo, estuvo implicado no sólo en la construcción de lo que hoy es el sistema de salud de Brasil, el Sistema Único de Salud, sino también en una propuesta más radicalizada y menos liberal de este sistema. 

Otro hito importante es una investigación sobre las políticas de esterilización masiva hacia las mujeres negras y nordestinas (de la región Nordeste, también mayoritariamente negras) que estaban siendo sometidas a esterilización, a menudo gracias a la financiación del gobierno estadounidense, y a la llegada de los servicios de salud reproductiva a ciudades como Río de Janeiro. Hubo una diputada en aquel momento, Benedita da Silva, —quien sigue siendo diputada federal en Brasil hoy en día—, y que dirigió esta investigación, la cual finalmente condenó este proceso de esterilización. Y no solo eso, también contribuyó mucho a lo que se convertiría en la política de salud sexual y reproductiva que tenemos hoy en día en el sistema de salud pública de Brasil. Estos también son elementos que aparecen en el libro, que se rescatan tanto en la parte del análisis del presente que mencionaba Carol, como en la parte de la recuperación histórica de documentos y aportes históricos del movimiento de mujeres negras.

Ana Carolina: Aquella investigación no solo cambió la política de cómo se piensan los derechos reproductivos en Brasil, sino que además está considerada como uno de los momentos más claros en los que, —desde dentro del Estado— se prueba que Brasil conduce una política pública con segregación racial. De manera muy concreta Da Silva recopila datos que demuestran que hay más incidencia de esa práctica en las regiones y ciudades más negras y pobres de Brasil. Además resalta cómo esa agenda de la salud como derecho fundamental es central. También es justo a partir de ese momento que se logra probar, en el contexto de la democratización, que el Estado brasileño conducía una política especialmente eugenista orientada hacia mujeres negras, pobres. Algo muy duro, y en pleno siglo XX. 

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Venimos de participar en un recorrido sobre el Madrid Negro, en el que se hablaba de la dificultad de recuperar la historia de la esclavitud en España por la falta de registros de población que incluyeran la raza. Es un debate que aquí ha cobrado una cierta actualidad estos años, con la demanda del movimiento antirracista de que se registre la autopercepción racial de las personas en las estadísticas para poder dimensionar desigualdades y sesgos. Desde cierto sentido común español, se continua con la idea de que preguntar a la gente por su raza es racista. 
En Brasil tenemos este proyecto de ley, incluido en el libro, y que fue presentado en 2012 por la diputada Leci Brandão y convertido en ley en 2018, que obliga a que todos los documentos públicos y registros civiles puedan preguntar sobre la categoría de color y raza, y es justo para hacer políticas públicas. Nosotras comprendemos toda la historia, toda esta idea de la declaración sobre la discriminación racial de la UNESCO, que la raza fue utilizada durante el siglo XX para perseguir a las personas, pero sin duda es imposible desconstruir algo que fue construido en base a la raza, organizar, comprender y generar un diagnóstico del problema, si no se tiene en cuenta la raza. 

Brasil tiene hoy unos de los mejores sistemas de datos para orientar políticas de desigualdad racial, justo porque nuestro censo pregunta sobre la raza desde el siglo XIX, pero fue después de la democratización cuando se puso en marcha un sistema con el que logramos conectar con la raza, desde los sistemas de salud, a la educación primaria, el acceso a la universidad o el momento en el que hay que definir políticas públicas de vivienda, de asistencia. Así es como tenemos un diagnóstico muy completo que ayuda a diseñar políticas públicas capaces de disminuir dificultades.

También se habla en el libro de la importancia de la presencia en los espacios del poder, de la llamada “bancada negra”.
Primero, la llegada de un número mayor de personas negras, que traían una agenda de defensa de derechos, que provenían de movimientos antirracistas en Brasil, mejoró sin duda las políticas públicas. Quizás no basta para un horizonte muy revolucionario, pero, en el marco de la democracia deliberativa liberal, esta pluralidad de orígenes lleva hacia una democracia mejor, más completa, pues orienta realmente el diseño de las políticas públicas desde las experiencias, las miradas propias. 

Y, más recientemente, vemos acciones más coordinadas desde las bancadas de las mujeres afro. Por ejemplo, la bancada antirracista y negra del Congreso se articula para defender algunas políticas, como la política nacional de acciones afirmativas [de discriminación positiva], o para apoyar y sumar aportes específicos con el nacimiento de programas como Juventud Viva. Creo que la acción coordinada desde una mirada pluri-partidista (aunque claro, siempre hay más peso de los partidos de centro izquierda) genera más fuerza, posibilita legislar e institucionalizar las demandas, además de promover acciones muy puntuales.

En el libro habláis de la dimensión comunitaria de los feminismos negros. Es interesante cómo esta dimensión cobra importancia respecto a la lucha por el derecho a la salud. 
Fabiana: Sí, por ampliar lo que decía antes sobre las lecciones aprendidas por las mujeres negras antes de que se conformara el Sistema Único de Salud de Brasil, estas contribuyeron a la creación de un modelo municipal que se organizaba básicamente en las periferias. Aquí se pueden mencionar algunas ciudades como ejemplo, como en Río de Janeiro, en la Baixada Fluminense, donde se daban organizaciones lideradas por mujeres negras que funcionaban como una suerte de Consejo Municipal Popular de Salud, un modelo que contribuyó a la configuración tanto del sistema de salud, como de otras políticas que se fueron construyendo a lo largo de los años noventa y dos mil. Hoy en día, estas aportaciones de ONGs, organizaciones, grupos y movimientos locales han llevado a una serie de mejoras en las políticas de salud y, como decía, en la principal política pública, este Sistema Único de Salud, que es la política de atención primaria en Brasil. Así, estos movimientos comunitarios se organizan y contribuyen a las políticas de salud pública. Esta misma dinámica se repite en el ámbito de la educación, de la cultura o de la vivienda.

El ahora es nuestra capacidad de interpelar a las personas, conectar sus sentidos, sus propias emociones con una posibilidad de construcción de futuro

El título del libro me parece muy sugerente, me gusta leer ahí la palabra “radical”. ¿Por qué esa imaginación política de las mujeres negras brasileñas es radical? 
Ana Carolina: Hay muchos tipos de imaginación o de imaginaciones. Y es que la imaginación es una cosa agnóstica, no es una ideología. También existe la imaginación de los fascistas, una imaginación enorme, repleta de fantasías. Entonces, en primer lugar, hablar de radicalidad nos permitía situar el marco: estamos organizando contribuciones políticas de mujeres que construyeron, en partidos de izquierdas, frentes o movimientos, desde una mirada más progresista. Una mirada de izquierda, pero también radical en el sentido más de Audre Lorde, de abordar los problemas desde su raíz. Abordamos entonces cómo estas ideas han sido capaces de atender cuestiones que están en la raíz de los problemas. No se trata de una forma ligera de tratar los temas, sino de hacerlo con esa radicalidad.

Yo creo que la importancia de organizar la imaginación, es la lucha de nuestro tiempo. Podríamos haber llamado el libro “las soluciones radicales”, por ejemplo, introducir una mirada desde la solución, desde las respuestas, pero yo no pienso que esta sea la tarea de un movimiento como el nuestro, que vive el ahora. El ahora es nuestra capacidad de interpelar a las personas, conectar sus sentidos, sus propias emociones con una posibilidad de construcción de futuro, de alternativas, esto es sin duda lo que debemos hacer. La capacidad de imaginar, de generar otras miradas que puedan sostener otras maravillas, otras fantasías, otros deseos, me parece que además de ser tarea de un movimiento como el nuestro, lo es también de gran parte de los movimientos disidentes, en especial de los movimientos originarios, de quienes han sufrido la experiencia de la colonización en todo mundo. Nosotros tenemos -de alguna manera más directa- un repositorio de la construcción de otros caminos y otros mundos.

¿Qué tipo de debates comunes han aparecido en este viaje?
Fabiana: Entre las actividades en las que hemos participado, estuvimos en una visita guiada por la exposición sobre memoria colonial en el Museo  del Thyssen. Allí Yeison  F. García, que es uno de los curadores, en un momento habló de la idea de futuro ancestral. Creo que esto es también de lo que habla Carol, la posibilidad de imaginar y proyectar, imaginar y construir. Porque nosotras estamos construyendo este futuro también a partir de estos aprendizajes del libro, de esta recuperación histórica de la memoria que aporta el libro. Creo que se trata de conectar estos conceptos.

Es muy potente esta idea del futuro ancestral.
Ana Carolina: Tiene que ver con la distinción entre imaginar e inventar. No estamos inventando —aunque podríamos—, estamos imaginando. Y la imaginación se sostiene sobre lo que conocemos, lo conocido es lo que delimita lo que imaginamos. No estamos inventando un mundo político, sino que a partir de las historias que conocemos, de las personas que las generaron, estamos imaginando, y esto es una acción colectiva. La invención puede ser individual, se puede inventar solo, pero la imaginación no es una capacidad individual, incluso las fantasías, los cuentos, las fábulas parten de las costumbres, de las historias de las abuelas. Así, la política que estamos imaginando es una acción de verdad colectiva, porque lo que pasa en mi cabeza pasa en la cabeza de tantas otras, en diversas formas.

La primera edición del libro en Brasil, se publica en 2021, sale en español tras tres años intensos. ¿Qué expectativas tenéis con esta edición en castellano? 
Ana Carolina: En 2021 teníamos ya la sensación, en conversaciones con compañeras de otros países, de que lo que estaba pasando en Brasil, resonaba con lo que estaba pasando en otros contextos. Pero en especial en nuestro país, con los movimientos que existían, había un nivel de organización, de sistematización, que no era igual que en otros países. No porque tuviéramos cualidades especiales, sino porque, por ejemplo, por el hecho de que los movimientos de mujeres afro fueran tal vez la principal fuerza contraria a Bolsonaro, a la extrema derecha. No somos mejores, pero quizás porque tenemos justamente una de las experiencias de esclavitud más largas, por estar viviendo un momento de los liderazgos de extrema derecha más complejo, esto generó tal vez una cualidad en nuestra resistencia. 

Entonces, lo primero era compartir estrategias, compartir miradas. Decir: mira, esto pasó en Brasil de esta manera. Pero  lo segundo y más importante era generar diálogos, pues sabemos que la construcción de conocimiento posibilita también estos intercambios. Al organizar nuestra experiencia también estamos diciendo: mirad, sabemos que esto pasa en otras partes y nos encantaría leer cómo responden las radicales imaginaciones que existen en otros lugares. Porque, como la imaginación, una vez más, es un ejercicio colectivo, cuanto más ordenamos y sistematizamos, más generaremos imaginaciones políticas, tal vez aún más radicales, aún más capaces de lograr las transformaciones que necesitamos.

¿Y qué resonancias os lleváis de vuestra visita?
Fabiana: Todo lo que hemos escuchado esta mañana en la visita guiada sobre la esclavitud nos resultaba conocido: porque lo que ocurre aquí en el proceso de esclavitud, en Brasil, España, otros países de las Américas, es muy parecido. Pero en especial lo que más ha resonado para mi estos días ha sido encontrarse con otros movimientos, no necesariamente de mujeres negras. Cuando nos reunimos en SOS Racismo, pudimos hablar con otras personas que son leídas como racializadas, aquí en España, —migrantes, gente de Perú, Bolivia, de las Américas, indígenas en general— y fue interesante ver esta similitud en las estrategias de lucha, estrategias de respuesta, construcción de contranarrativas. Es algo que pudimos ver, por ejemplo, el 12 de octubre. Las estrategias de respuesta, la energía para producir otra narrativa posible dentro de un campo de izquierdas para esa fecha o para esa memoria tradicional, siento que esa fue la principal similitud que vi y que me resuena mucho. Creo que esta experiencia también muestra las posibilidades que tenemos de intercambiar y construir nuevas estrategias a partir de lo que venimos haciendo en los distintos países. 

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