Carolina Velasco

La subida de alquileres se está llevando por delante una de las señas de identidad de Berlín: la cultura de clubs y su célebre vida nocturna. Quienes ven en las discotecas berlinesas meros lugares de ocio probablemente desconocen su dimensión socioeconómica.

Pocas ciudades pueden presumir de tener la oferta cultural de Berlín: no solo es un imán para miles de artistas, sino para los aficionados al arte. Buena parte de la riqueza cultural de la ciudad es difícil de entender sin el Muro.

Alemania ha realizado un esfuerzo titánico para saldar cuentas con su pasado nazi: no hay calle o plaza en la que no se recuerde a las víctimas del Holocausto, ya sea a través de las famosas stolpersteine o con monumentos, placas y homenajes, como los que tienen lugar cada 9 de noviembre en la sinagoga de Berlín (noche en que se produjo la kristallnacht) y al que acuden los más altos dignatarios. Pero poco o nada se habla del pasado colonial del país y la comunidad afroalemana sigue siendo invisible.

Durante años las mujeres nos alejamos de la costura por la sumisión y el confinamiento al hogar que siempre habían simbolizado aguja e hilo, pero en estos tiempos de repensar todo, coser se ha mostrado no solo como un saber útil, sino además transformador.

Rimbaud afirmó en cierta ocasión la necesidad de ser “absolutamente moderno”, y, aunque la Bauhaus no se movía (únicamente) con ese afán, un siglo más tarde su legado está presente no solo en los objetos y edificios que dejaron para la posteridad, sino en la obra de cientos de diseñadores y arquitectos que les copian de forma directa o indirecta.

Casi un siglo después, Berlín mantiene vivo el espíritu de los cabarets de Weimar con producciones tan fieles al original que suponen un viaje en el tiempo. Es el caso del Kabarett Der Namenlosen, que lleva dos años colgando el cartel de “no hay entradas”.

Acudir a esa gran tele que es YouTube supone encontrar el mejor programa de televisión hecho en España en los últimos años: El Bloque.

Negra, transexual, pobre, homosexual, superviviente de un cáncer sin cumplir siquiera los 30 años. No hay barrera, dificultad o prejuicio al que no se haya enfrentado Linn da Quebrada, artista brasileña que parece dispuesta a combatir el heteropatriarcado y visibilizar la transexualidad a golpe de baile funk.

Bea Pelea, con solo una mixtape autoeditada, es la última en sumarse a la lista de artistas que están reescribiendo las normas y desmontando todos los tópicos con un reguetón infeccioso que, además, apela al feminismo y la sororidad.