Análisis
Cómo Estados Unidos y la OTAN podrían resolver la disputa sobre Ucrania sin guerra

Esta es una crisis totalmente innecesaria, alimentada en gran medida por la insistencia de Estados Unidos en mantener la política de “puertas abiertas” de la OTAN. Una invasión rusa de Ucrania a corto plazo parece poco probable. Pero podría desencadenarse por un incidente no intencionado, un accidente o un error de cálculo.
Biden discurso
Biden se dirige al público durante un discurso. Foto: Reinis Inkēns, Saeimas

Es presidente de la Campaña por la Paz, el Desarme y la Seguridad Común.

25 ene 2022 15:56

Hemos sido bombardeados por noticias y anuncios por parte del presidente Joe Biden y del secretario de Estado Antony Blinken de que una invasión rusa de Ucrania es inminente. El 18 de enero, mientras se preparaba para partir hacia Kiev, Berlín y Ginebra, el secretario de Estado Blinken dijo: “Ahora estamos en una etapa en la que Rusia podría lanzar un ataque en Ucrania en cualquier momento”. Un día después, el presidente Biden anunció que esperaba que el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenara una invasión. Y ambos respaldaron sus advertencias que inducen miedo con la reafirmación bastante poco precisa de la unidad de la OTAN y la amenaza de que una invasión rusa de Ucrania se enfrentará con una “respuesta severa y unida”.

Sorprendentemente, en toda Europa ha habido una relativa ausencia de temores hacia una inminente invasión rusa. Existe la creencia de que los 100.000 soldados que Rusia ha desplegado a lo largo de sus fronteras con Ucrania son una estrategia de negociación. Y cuando Blinken y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, se reunieron en Ginebra, se comprometieron con la diplomacia futura.

Esta ha sido una crisis totalmente innecesaria, alimentada en gran medida por la insistencia de Estados Unidos en mantener la política de “puertas abiertas” de la OTAN, cuando la realidad es que no hay forma de que Francia o Alemania acepten que Ucrania se convierta en un estado miembro de la OTAN. La resolución de la crisis podría acelerarse si Biden o Blinken afirmaran lo obvio: “Entendemos que hay profundas inseguridades en todos los lados. Dado que nuestros aliados no tienen prisa por dar la bienvenida a Ucrania a la OTAN, proponemos una moratoria sobre los nuevos miembros de la OTAN. Más allá de eso, esperamos una serie de negociaciones constructivas para establecer un marco de seguridad euroasiático duradero para el siglo XXI”.

Tal declaración traería de regreso a todas las fuerzas contendientes del borde del abismo. En cambio, la insistencia de Estados Unidos en mantener la posibilidad de que Ucrania y Georgia se unan a la OTAN está exacerbando la crisis multifacética.

La crisis ha tardado años en gestarse. En 1990, la Carta de París de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), firmada por 34 jefes de Estado, “marcó el comienzo de una nueva era en la que los Estados asumieron un compromiso sin precedentes con las libertades individuales nacionales, la gobernabilidad democrática, los derechos humanos y la cooperación transnacional”. Siete años después, le siguió el Acta Fundacional OTAN-Rusia, que consagró compromisos de igualdad en seguridad y de no buscar la seguridad a expensas de la seguridad del otro. Y en 1999, en la Carta de Seguridad Europea de la OSCE, sus estados miembros se comprometieron a “no fortalecer su seguridad a expensas de la seguridad de otros Estados”.

Más que el destino incierto de Ucrania, es la violación de estos compromisos para crear un orden de seguridad europeo posterior a la Guerra Fría lo que se encuentra en el centro de la peligrosa crisis actual. Malcolm X habría dicho, “las gallinas vuelven a casa a dormir” [N. del ed. los problemas siempre vuelven].

En lugar de reconocer y compensar los errores cometidos en el camino, la arrogante incapacidad de los líderes de EE UU y la OTAN para reconocer las legítimas preocupaciones de seguridad rusas ha precipitado lo que se denomina la crisis de Ucrania. En realidad es una crisis transeuropea. Contrariamente a la dura retórica pública de todas las partes, una invasión rusa de Ucrania a corto plazo parece poco probable. Pero podría desencadenarse por un incidente no intencionado, un accidente o un error de cálculo.

Hay opciones diplomáticas de real politik y Seguridad Común que podrían resolver la crisis y construir sobre la Carta de París y el Acuerdo Fundacional OTAN-Rusia. Han sido defendidos por el exembajador de EE UU en Rusia, James Matlock, y en discusiones extraoficiales de Track II [diplomacia secundaria] entre otros exfuncionarios y analistas de seguridad de EE UU, Rusia y Europa.

Tres crisis interrelacionadas, no una

El desarrollo de soluciones diplomáticas mutuamente beneficiosas requiere desagregar lo que comúnmente se presenta como una sola crisis. Desafortunadamente, nos enfrentamos al menos a tres crisis entrelazadas, no a una: (1) La lucha entre los ucranianos de Galitzia (occidentales) y de orientación rusa (orientales) por la identidad de Ucrania y su futuro; (2) la crisis en las relaciones ruso-ucranianas, que tiene profundas raíces históricas; (3) las ambiciones en competencia de dos imperios que están en declive (EE UU y Rusia) para reforzar su poder e influencia en toda Europa, agravadas por la incapacidad de las naciones europeas para crear un sistema de seguridad duradero posterior a la Guerra Fría.

Crisis de identidad de Ucrania 

Dadas las marcadas divisiones en los Estados Unidos, que se remontan a 1619, dieron lugar a nuestra guerra civil, y se extienden a lo largo del siglo XX, debemos apreciar las historias que repercuten en la cultura y la política de Ucrania. Para aquellos que buscan detalles, Frontline Ucrania de Richard Sakwa es un excelente recurso. En resumen, la Rus de Kiev y su conversión en 988 a la ortodoxia oriental se encuentran en los cimientos de la nación rusa. En la década de 1400, Ucrania se convirtió en parte de los imperios lituano y polaco. Como consecuencia, los habitantes del oeste de Galitzia son predominantemente católicos, de orientación occidental y hablantes de ucraniano, mientras que los del este son principalmente ortodoxos rusos, de orientación rusa y hablantes de ruso. En la búsqueda de crear un puerto de aguas cálidas para una flota del Mar Negro, Catalina la Grande de Rusia anexionó Crimea en 1783, y durante tres guerras ruso-turcas y divisiones de Polonia durante su gobierno, Ucrania cayó completamente bajo el control ruso.

Kiev fue fundamental para la creación de la nación rusa hace un milenio. El este de Ucrania siguió siendo un elemento integral de los imperios ruso y soviético durante siglos

En el siglo XX, millones de ucranianos murieron de hambre en la década de 1920 como consecuencia de la brutal colectivización agrícola de Stalin. Faltos de amor por los soviéticos o por Rusia, las fuerzas antisoviéticas en el este de Ucrania se aliaron con Hitler y se unieron a su devastadora marcha hacia el este. La primera gran masacre de judíos del Holocausto se infligió en Babi Yar, un barranco cerca de Kiev. Al final de la guerra, Ucrania se volvió a unificar con la Unión Soviética, y Kruschev transfirió Crimea a Ucrania en 1954. Con la desintegración de la Unión Soviética en 1991, Ucrania se convirtió en un Estado independiente, entregando el arsenal de armas nucleares soviéticas que mantenía a cambio de compromisos solemnes de Rusia, Estados Unidos y Europa para honrar la integridad territorial de Ucrania.

Rusia y Ucrania 

La dimensión ruso-ucraniana de la crisis habla por sí misma. Kiev fue fundamental para la creación de la nación rusa hace un milenio. El este de Ucrania siguió siendo un elemento integral de los imperios ruso y soviético durante siglos (mientras que Galitzia estuvo gobernada por Polonia, Lituania y Austria desde el siglo XIII hasta el final de la Primera Guerra Mundial). Esta historia se ha visto reforzada por la responsabilidad autoproclamada de Rusia de defender a los eslavos de Europa, una poderosa corriente en la cultura rusa, sin mencionar sus lazos lingüísticos y religiosos con Ucrania. La mayoría de los rusos creen que Crimea y el este de Ucrania son intrínsecamente rusos, y no pocos extienden las reclamaciones rusas sobre Kiev.

La mayoría de los ucranianos y gran parte del mundo no comparten esta perspectiva. Hay una larga historia de resistencia ucraniana al dominio y gobierno ruso. El respeto por la integridad territorial de Ucrania prometida cuando se entregó el arsenal nuclear es un pilar inequívoco plantado en el derecho internacional. Y así como los ejércitos del norte en los EE UU tenían el derecho constitucional de derrotar a los secesionistas del sur respaldados por Inglaterra en la década de 1860, se considera que el gobierno de Ucrania tiene el derecho de reprimir los esfuerzos secesionistas. Hay, por supuesto, excepciones a esta regla.

EE UU, Rusia y la OTAN 

Desde el final de la alianza entre EE UU y la Unión Soviética que derrotó a Hitler, los imperios de EE UU y Rusia han competido por el control y la influencia en gran parte de Europa. Con la división de Europa de Roosevelt, Churchill y Stalin en Yalta en 1945, incluida la división de Alemania, Rusia transformó Europa del Este en naciones satélites gobernadas con dureza que sirvieron como un amortiguador, una garantía contra futuras invasiones de Occidente. Esto no era del todo diferente a la Doctrina Monroe, con la que EE UU ha mantenido a las potencias en competencia a distancia y que, con pocas excepciones, han obedecido durante más de 200 años los líderes nacionales.

Con la creación de la alianza militar de la OTAN en 1949, Washington se aseguró de que podría, como observó el primer secretario general de la Alianza, “mantener a Alemania abajo, a Rusia afuera y a Estados Unidos dentro”

Por su parte, EE UU lanzó el Plan Marshall para garantizar la estabilidad política y económica en toda Europa occidental. Con la creación de la alianza militar de la OTAN en 1949 y con las tropas estadounidenses en bases en gran parte de Europa, Washington se aseguró de que podría, como observó el primer secretario general de la Alianza, “mantener a Alemania abajo, a Rusia afuera y a Estados Unidos dentro”. La disputa de Berlín se convirtió en el punto de la Guerra Fría más peligroso del mundo. Respetando el acuerdo de Yalta, EE UU no intervino directamente para apoyar las revueltas de Polonia, Hungría o Alemania Oriental contra el gobierno soviético, y los soviéticos se abstuvieron de intervenir directamente del lado de los comunistas durante la guerra civil griega o en respuesta a la injerencia estadounidense en los procesos electorales franceses e italianos.

Guerra fría
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La masacre de un millón de comunistas en Indonesia entre 1965 y 1966 sirvió de modelo para la relación de Estados Unidos con el Sur global. El escritor y periodista Vincent Bevins profundiza en un genocidio que marcó una época y sigue influyendo en el presente.


La negativa de Gorbachov a intervenir para preservar los lazos soviéticos de Europa del Este y la ruptura del muro de Berlín marcaron el final de la división de Europa por parte de Yalta. El amortiguador de Rusia respecto a Occidente desapareció, dando paso a un período de esperanza e incertidumbre. Durante un breve período, este se basó en el paradigma de la Seguridad Común (el entendimiento de que la seguridad no se puede lograr contra una nación rival, sino solo con el rival) que sentó las bases para el fin de la Guerra Fría y el Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias, y fue reforzado por los acuerdos de 1990 y 1997 en los que prevaleció una visión de una “casa común de Europa”.

Esta visión y los compromisos adquiridos se hicieron añicos cuando los sucesivos presidentes de EE UU, Bill Clinton y George W. Bush, aprovecharon el caos y la debilidad postsoviética de Rusia para extender la OTAN hacia el Este. El Tratado de Reunificación de Alemania se había negociado anteriormente con la condición de que ninguna fuerza de la OTAN tuviera su base en el este de Alemania. Las promesas hechas por el presidente Bush y el secretario de Estado James Baker en el curso de las negociaciones en el sentido de que la OTAN no se acercaría ni un centímetro a Rusia llevaron a la élite rusa a creer en estos compromisos estadounidenses. Que Gorbachov no consiguieran estos compromisos por escrito es algo que lamentan los rusos hasta el día de hoy.

George Kennan, autor de la “doctrina de contención” de la Guerra Fría de los Estados Unidos, advirtió en ese momento que expandir la OTAN a la frontera de Rusia desencadenaría una nueva Guerra Fría. Es cierto que, dada la historia del siglo XX e incluso antes, durante las divisiones de Polonia, las naciones de Europa del Este tenían razones para buscar garantías duraderas para su seguridad nacional, pero no se buscaron medios distintos a la membresía en la OTAN.

En las décadas que siguieron, la alianza de la OTAN llegó a Rusia. Las tropas estadounidenses y alemanas ahora están radicadas y realizan ejercicios a lo largo de las fronteras de Rusia.

La respuesta de Putin

La identidad de Rusia y su condición de gran potencia han puesto a Moscú cada vez más a la defensiva. Las garantías de la Carta de París y del Acta Fundacional Rusia-OTAN son un desastre. Moscú se ha sentido avergonzada por no haber podido defender a la Serbia eslava cuando Yugoslavia fue desmembrada. Hay un gobierno pro-occidental en Kiev. A esto se une que la OTAN señaló la posible entrada futura de Ucrania y Georgia, mientras que las fuerzas de la OTAN realizan ejercicios a lo largo de la frontera de Rusia, y las fuerzas navales y aéreas de los EE UU están presionando contra Rusia a través de los mares Báltico y Negro. Por lo tanto, no debería sorprender que Putin haya respondido siguiendo la tradición de que la mejor defensa es un buen ataque.

El presidente Biden y la OTAN han descartado por el momento un contraataque militar en caso de que Rusia invada Ucrania, pero lo más preocupante es que, desencadenada la guerra, nada es seguro

Primero, desafió la hegemonía en declive de Estados Unidos en Oriente Medio al intervenir militarmente en nombre de la dictadura de Al-Assad en Siria. La armada y la fuerza aérea rusas se enfrentaron provocativamente con buques de guerra y aviones de guerra occidentales en y sobre los mares Báltico y Negro. La alianza funcional de Rusia con China se ha profundizado. Y Putin ahora ha desafiado a EE UU, la OTAN y ciertamente a Ucrania al rodear el país por tres lados con 100.000 soldados que posiblemente estén en posición de conquistar todo o parte de esa nación.

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Rusia manda 100.000 soldados a la frontera ucraniana y realiza maniobras militares en Bielorrusia. EEUU responde con 600 millones de dólares en armamento militar para Ucrania. Lo que se disputa detrás de esta crisis es el papel que deben jugar los países exaliados del Pacto de Varsovia y del espacio postsoviético: si deben aliarse con la OTAN, Rusia o permanecer neutrales.


Putin y su gobierno tienen una baza poderosa, pero no la seguridad plena. Como han advertido el secretario Blinken y los aliados de la OTAN, las represalias económicas occidentales contra Rusia, en caso de que invada Ucrania, podrían tener graves consecuencias para la economía rusa y, por lo tanto, para el control del poder por parte de Putin. Rusia enfrentaría las consecuencias adversas de la resistencia insurreccional ucraniana prolongada, no muy diferente de lo que sufrieron tanto los soviéticos como EE UU en Afganistán y los propios Estados Unidos en Vietnam. Además, enfrentaría las restricciones del creciente aislamiento internacional. La crisis de Ucrania ya ha llevado a una mayor consolidación de la alianza de la OTAN y ha profundizado la alineación de Suecia y Finlandia con la Alianza Atlántica.

La realidad es que EE UU, Rusia y muchos de sus aliados han estado practicando las relaciones internacionales en la tradición de los capos de la mafia

El presidente Biden y la OTAN han descartado por el momento un contraataque militar en caso de que Rusia invada Ucrania, pero lo más preocupante es que, desencadenada la guerra, nada es seguro. Así como unos disparos inesperados desencadenaron una Guerra Mundial no deseada en 1914, hoy un incidente, accidente o error de cálculo, agravado por poderosas fuerzas nacionalistas, podría conducir a una guerra más amplia, de gran potencia y potencialmente nuclear.

Afortunadamente, los diplomáticos rusos han repetido que Rusia no tiene la intención de invadir Ucrania, y la diplomacia sigue estando a la orden del día.

Alternativas comunes de seguridad

Puede que estemos horrorizados por el gobierno autoritario de Putin y por la agresión militar pasada de Rusia y las amenazas implícitas de hoy. La realidad es que EE UU, Rusia y muchos de sus aliados han estado practicando las relaciones internacionales en la tradición de los capos de la mafia. La insistencia arrogante, obstinada, antihistórica y, en última instancia, autodestructiva del presidente Biden y del secretario de Estado Blinken en aferrarse a la fantasía de una posible futura membresía de Ucrania en la OTAN solo profundiza la crisis. Cuando los elefantes pelean, no solo se amenazan unos a otros, sino también a las hormigas y la hierba debajo de ellos. Por fuerza, alguien sale herido.

La Administración Biden haría bien en comenzar afirmando que frente a las violaciones de Occidente de la Carta de París, el Acta Fundacional OTAN-Rusia y los entendimientos de que la OTAN no se movería ni un centímetro más hacia el este, EE UU reconoce que los rusos tienen más que un poco de razón de su parte.

A pesar del tono belicoso de la retórica pública y la propaganda que precedieron y siguieron a los recientes encuentros diplomáticos, se han logrado algunos avances. Por primera vez en dos años ha habido algo parecido a intercambios abiertos, si no cálidos, y “de negocios”. Las líneas rojas de todos los bandos han sido claramente identificadas. A puerta cerrada se reconoce cada vez más que la resolución de la crisis requerirá reciprocidad en futuras negociaciones sobre la agenda de temas pendientes. Y se han llegado a compromisos para futuras negociaciones.

Aunque era racista, colonialista y alcohólico, Winston Churchill tenía razón cuando dijo que “discutir es mejor que guerrear”. Por difíciles y complejos que puedan ser los desafíos de este momento, con lógica y diplomacia de Seguridad Común, esta crisis puede transformarse en una oportunidad.

Como han aconsejado el exembajador de EE UU en Rusia James Matlock y otros, existe una solución obvia para la crisis de Ucrania: a partir del acuerdo de Minsk II que hizo posible el alto el fuego de 2014, las negociaciones de EE UU, Rusia, Ucrania y Europa deberían conducir a la creación de un estado ucraniano neutral y federado. La neutralidad austríaca, finlandesa y suiza brinda amplios precedentes, y recuerda que hace mucho tiempo Bélgica fue creada para servir como amortiguador entre los imperios francés y holandés. Además, en la tradición de los cantones suizos, una federación que permita la autonomía lingüística, religiosa, cultural y política podría proporcionar estabilidad y prosperidad a Ucrania a largo plazo y, si así lo desean, democracia.

En las discusiones de la vía Minsk II se identificaron una serie de opciones, compromisos y procesos para abordar las inseguridades más amplias de Eurasia. Podemos esperar que sean aceptados por quienes están en el poder y sirvan como base para futuras negociaciones. 

Estas incluyen:

* Rusia insiste en prohibir permanentemente la entrada de Ucrania como miembro de la OTAN, y tanto Francia como Alemania se oponen a que Ucrania se una a la alianza, así que la Administración Biden podría salvar las apariencias acordando una moratoria sobre las nuevas membresías de la OTAN durante los próximos 15 años. Este compromiso podría prorrogarse de común acuerdo después de eso. Un modelo para tal acuerdo sería la moratoria funcional de la Unión Europea sobre la consideración de la solicitud de Turquía para la entrada en la UE.

* Moldavia y Georgia, así como Ucrania, podrían convertirse en estados neutrales.

* Si bien se reafirma el derecho soberano de Rusia a desplegar sus fuerzas militares donde lo considere apropiado en el interior de Rusia, ambas partes podrían llegar a un acuerdo para limitar los ejercicios militares y las patrullas fronterizas.

* Negociaciones renovadas de control de armas, comenzando con la renovación de los tratados INF [de desarme nuclear] y de Cielos Abiertos, ningún despliegue de fuerzas de ataque convencionales o nucleares de la OTAN en países fronterizos con Rusia y avanzar hacia reducciones importantes de sus arsenales nucleares omnicidas.

Un exalto oficial militar de EE UU, ahora académico en una de las principales universidades de EE UU, señala que sería ventajoso para EE UU y la OTAN utilizar el acuerdo de la Fundación OTAN-Rusia como una base de beneficio mutuo para futuros acuerdos. Ponen límites a las acciones de Rusia, así como a las de Estados Unidos y la OTAN.

* Limitan los despliegues tanto de la OTAN como de Rusia.

* En 1997 no había armas nucleares rusas en Kaliningrado, en la frontera con Alemania, ni tropas rusas en Donbass, Osetia del Sur, Abjasia y Moldavia.

* Crimea estaba en Ucrania en 1997 y había menos tropas rusas allí en ese momento. Por lo tanto, podría reducirse el número de tropas rusas en Crimea, y podría celebrarse un referéndum sobre el futuro de Crimea después de la reducción de efectivos rusos en ese territorio.

* Las tropas rusas y de la OTAN podrían ser prohibidas en las antiguas repúblicas soviéticas.

* Por supuesto, podrían realizarse intercambios para modificar los límites de 1997 y podría incluirse la anexión rusa de Crimea compensada con garantías para los países bálticos.

Los europeos involucrados en estas discusiones han sugerido negociar acuerdos sobre el no despliegue de fuerzas de ataque por ambos lados, negociar una versión actualizada del Tratado INF que Trump y luego los rusos abandonaron, y prohibir las “defensas antimisiles” potencialmente relacionadas con el “primer ataque”.

Otro mundo, al menos otra Europa, más pacífica y justa, es posible. Debemos presionar para lograr compromisos continuos con las negociaciones y hacer lo que podamos para garantizar que prevalezcan las soluciones racionales de seguridad común.

Common Dreams
Artículo original: How the US and NATO Could Settle Dispute Over Ukraine Without War, publicado con licencia creative commons en la web Common Dreams. Traducido por Redacción El Salto.

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