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Derecho a la vivienda
Entrepatios: retrato de una vida en comunidad
Calle González Feito, en el borde exterior de la M30, vía que marca la frontera entre el centro de Madrid y el extrarradio. Aquí se levanta la promoción Las Carolinas del proyecto Entrepatios, un edificio de 17 viviendas en régimen de cooperativa de derecho de uso, uno de los primeros de este tipo en España. El primero que, además, es ecológico.
En la entrada, una docena de patinetes de todos los tamaños hace de antesala a un patio común en el que varias personas preparan platos con comida y bebidas para la fiesta de cumpleaños de uno de los niños de la comunidad. Junto al patio, una sala hace de zona de juegos infantil y de espacio para el reparto semanal de los alimentos —fruta, verduras, lácteos, pasta, pescado, carne y hasta café y cervezas— que cada semana llegan al grupo de consumo. “A mí me toca hacer reparto una vez cada tres meses”. Quien habla es Iñaki Alonso, vecino de Entrepatios y uno de los arquitectos que ha diseñado el edificio junto a sus socios de la empresa de arquitectura Satt.
Iñaki nos acompaña a visitar el edificio. Empezamos por el garaje, donde contamos más de 50 bicicletas aparcadas entre las plazas de aparcamiento de vehículos. Y de ahí vamos hasta una pequeña habitación dedicada a alojar una gran cisterna. “Aquí recogemos aguas pluviales”, explica Iñaki. “Les hacemos un tratamiento y las reutilizamos para inodoros y riego de la jardinería, que está automatizada con riego por goteo”. Iñaki explica que este sistema de depuración de aguas está ya preparado para que, cuando el gobierno madrileño actualice la normativa, como ha pasado en Catalunya e Illes Balears, se puedan reutilizar las aguas grises, que son las procedentes de lavabo y ducha, lo que les llevaría a ahorrar 750.000 litros de agua al año.
Cuando la Comunidad de Madrid actualice la normativa, el sistema de reutilización de aguas de Entrepatios les permitirá ahorrar 750.000 litros de agua al año
Seguimos en el subsuelo de Entrepatios. Iñaki nos lleva ahora a otra sala, aún sin pintar, donde se apilan tablones de madera sobrantes de la construcción del edificio frente a una mesa de taller en la que los vecinos de Entrepatios dan forma a mesas, sillas o jardineras. El taller comparte espacio con una lavandería comunitaria con cuatro lavadoras. “Hacemos compras conjuntas de jabones ecológicos y el siguiente paso será tener tanques de 20 o 30 litros y que una empresa vaya reponiendo el jabón, así nos ahorramos los envases de productos de limpieza, que son muchos”, explica.
Siguiente parada, su casa. Es 9 de agosto, el termómetro marca 38 grados en la calle y al entrar se sienten 27 agradables grados. Incluso hace un poquito de frío. “El sistema de climatización vierte una serie de frigorías o calorías que no se escapan por el diseño Passivhaus: triple cristal, que también aísla del ruido”, señala Iñaki. Mientras habla, va hacia la cocina y levanta los brazos para quitar una placa de techo técnico. “Aquí tenemos otra cosa: es lo que llamamos el pulmón del edificio”, dice mostrando un aparato con filtros llenos de polvo. “Este cacharrito tiene filtros en los que se queda la contaminación del aire”.
“Este edificio construye otra relación con la energía, construye otra relación con el agua, con la alimentación, con la movilidad... Un edificio puede construir otra manera de vivir radicalmente diferente”, sentencia Iñaki
Iñaki se sienta después en la mesa y enciende su ordenador para mostrarnos una web a través de la cual puede monitorizar la energía que producen las 90 placas solares instaladas en el tejado, el consumo eléctrico del edificio, la energía producida por las placas y la que vierten a la red eléctrica. Son las 20h de la tarde y las placas solares ya proporcionan poca energía: los paneles suministran dos kilovatios frente a los cuatro que consume el edificio. “A las 14h se producen entre 20 y 30 kilovatios, y el consumo a esa hora es de cinco o seis”. Para probarlo nos muestra los datos del día anterior: las placas produjeron 217 Kwh de los que consumieron 94 y los otros 123 fueron inyectados a la red eléctrica. Durante la noche, consumieron 64 Kwh de la red. La luz inyectada a la red rebaja la factura de la luz que reciben de la red. Además de ecológico, es económico. “Este edificio construye otra relación con la energía, construye otra relación con el agua, con la alimentación, con la movilidad... Un edificio puede construir otra manera de vivir radicalmente diferente”, sentencia Iñaki.
Ahora nos acompaña a la azotea. Iñaki levanta una de las tablas de madera del suelo para mostrarnos el sistema de recogida de agua de lluvia y de la sobrante del riego. “Debajo de las maderas hay un impermeabilizante, unos sumideros, y por aquí baja el agua por las tuberías hasta el depósito, desde donde una bomba lleva el agua de vuelta a arriba, a las cisternas”, detalla. “Es muy sencillo, es solo pensar las cosas un poco”.
Entrepatios es el primer edificio ecológico con derecho de uso en España. No podía ser de otra forma dado que buena parte de sus habitantes son militantes del colectivo Ecologistas en Acción. Y es un proyecto de cohousing, lo que significa que son los vecinos, socios de la cooperativa, los que han decidido buena parte de lo que define el edificio.
El cohousing conlleva más trabajo, tanto para la comunidad de vecinos como para los arquitectos. Iñaki ha contabilizado hasta un 30% más de horas de trabajo en la construcción de Entrepatios derivadas de este proceso de participación. Y es que la toma colectiva de decisiones es lenta. “Primero tienes que formar al grupo sobre los distintos temas sobre los que tienen que decidir: si vamos a decidir sobre el sistema de refrigeración, primero tenemos que aprender qué sistemas de refrigeración hay, por ejemplo”.
En el caso de Entrepatios, se crearon 21 “ventanas de participación” en las que decidieron los materiales ecológicos a utilizar en la construcción del edificio, el número de paneles solares, qué parte del presupuesto iría destinado al aislamiento del edificio o su tipo de climatización, el tipo de suelo, azulejos, grifos, váteres, cocinas, o el color de las paredes y, sobre todo, el número y ubicación de espacios comunes.
“Los espacios comunitarios construyen comunidad y están muy relacionados con actividades domésticas, son espacios que sacas de lo doméstico y llevas a lo común”
“En todos los edificios hay espacios comunes, pero es diferente una escalera, un garaje o una pista de pádel de estos espacios que llamamos comunitarios; los espacios comunitarios construyen comunidad y están muy relacionados con actividades domésticas, son espacios que sacas de lo doméstico y llevas a lo común”, continúa Iñaki. En Entrepatios, los espacios comunales suponen el 15% del edificio, pero en otros proyectos en los que está trabajando Iñaki destaca que los espacios comunales llegan a suponer hasta la mitad del edificio, sobre todo en proyectos de senior cohousing. “Al final la gente siente el edificio mucho más como suyo porque lo ha diseñado. Eso es clave para que luego la gente también se apodere del edificio”, concluye. Que se lo digan a él, que además de vecino y arquitecto del edificio, fue de los primeros que empezaron a pensar el proyecto de Entrepatios, hace ya 20 años.
Martín Cúneo vive en Entrepatios junto a su compañera Emma Gascó y su hijo Max, de tres años. Recuerda que, precisamente, la ubicación de los espacios comunes fue uno de los temas que generó más debate. “Teníamos que decidir entre situarlos en la planta baja o en la azotea, y al final se hizo una mezcla y fue una sabia elección”. La planta baja es ahora un espacio comunitario que se destina al trabajo de reparto de alimentos del grupo de consumo y para que jueguen los niños. La azotea “se utiliza más para ocio de adultos”, señala.
—Tenemos un grupo de música, tocamos arriba todos los viernes y hay invitados continuamente. Es como una especie de karaoke con instrumentos. Decimos “vamos a cantar la de ‘Zombie’”, y nos sacamos el móvil para ver la letra, y suena fatal, pero es divertido. O Alex Ubago… Aquí hay que ser muy tolerante con lo que le gusta al otro. La de “Despacito” no falla. O “Mierda de ciudad”, que les encanta a los niños.
—¿Entonces todos los viernes montáis una fiesta en el edificio?
—Ojalá. La gente tiene muchos planes: a veces coincidimos muchos y otras veces no.
Vivir en comunidad fue la principal motivación que tuvo Emma Gascó para meterse en el proyecto de Entrepatios. “El aislamiento y la dureza de Madrid, que es una ciudad muy hostil, fueron factores clave: yo buscaba una comunidad”, explica Emma. “No sabía hasta qué punto Entrepatios iba a funcionar como una especie de comunidad o familia y ha superado mucho mis expectativas”, añade Martín.
—¿Tiene Max muchos amigos en el edificio? —le preguntamos en referencia a su hijo—.
—Claro, Max es feliz aquí. Es de lo mejor que tiene el proyecto: la crianza conjunta que estamos llevando. Ya con tres añitos aquí sale, tiene su agenda, sus colegas. Estamos atentos a dónde va, pero se mueve por todo el edificio con total libertad, y el resto de niños también.
La población infantil de Entrepatios supone casi la mitad del total, una veintena de niños de entre dos y 12 años de edad. Y la diferencia para ellos entre vivir en Entrepatios o en un piso normal en una gran ciudad como Madrid es importante, sobre todo en los últimos años, con el aislamiento derivado de la pandemia de covid-19 o por el temporal Filomena, que durante una semana en 2021 dejó Madrid paralizada por la nieve. “Yo creo que de las cosas más bonitas que han pasado fue cuando, con el temporal, se armó una escuela en el local de abajo en la que nos turnamos durante una semana para cuidar a los niños y salir a jugar con la nieve. Otro momento muy bonito fue cuando uno de los niños, que tenía covid, cumplió años y fueron todos los niños a cantarle feliz cumpleaños a través del cristal”, recuerda Martín.
“Es de lo mejor que tiene el proyecto: la crianza conjunta que estamos llevando. Ya con tres añitos [Max] aquí sale, tiene su agenda, sus colegas. Estamos atentos a dónde va, pero se mueve por todo el edificio con total libertad, y el resto de niños también”
Para Belén Macías, la comunidad también fue clave para decidirse a entrar en el proyecto, sobre todo por su hijo Jonás, de nueve años. “Al principio me dije ‘yo no vengo aquí ni harta de vino’”, explica Belén, que antes de entrar en Entrepatios vivía en el barrio de La Latina, en pleno centro de Madrid. “Pero en 2016 organizamos unas jornadas sobre derecho de uso y ahí vi a Jonás jugar con los hijos e hijas de los compañeros de la cooperativa y lo tuve claro. Es hijo único y aquí está creciendo en una casa en la que los niños llegan y se van, son súper autónomos”.
“A Javier le ha cambiado la vida, esto ha sido un antes y un después”, afirma, por su parte, Nati García Padilla. Habla de su hijo, de 37 años y que sufre el síndrome X frágil, que vive con ella y su marido en su piso de Entrepatios. “A nosotros las residencias no nos gustan nada, pero en los pisos tutelados los chicos son tratados siempre como meros receptores de recursos; nosotros pensamos que ellos también pueden aportar”. Y de hecho, así es. Javi trabaja en el reparto de alimentos del grupo de consumo de Entrepatios junto a otras dos personas. Pero, a diferencia del resto de vecinos del edificio, que hacen un turno de reparto cada tres meses, Javi lo hace todas las semanas. Tampoco falta nunca a las Entrepatiadas, la jornada mensual de trabajo comunitario en el edificio. “Aquí tiene mucha más actividad y casi aporta más de lo que recibe”, continúa Nati. “Y, si un día se queda aquí solo, sabes que va a estar bien y a gusto, que algún vecino le va a invitar a cenar o va a contar con él para algo”.
Asamblearismo cotidiano
Casi todos los vecinos de Entrepatios tienen una marcada militancia en organizaciones sociales. Nati la primera. En los 70 ya formaba parte de Aedenat, predecesora de Ecologistas en Acción, entidad con la que sigue muy vinculada, y desde entonces ella y su pareja han estado “prácticamente en todos los saraos”, según la propia Nati dice: vivió durante años en una comuna en el Maestrazgo (Castellón) y fueron de las primeras personas que organizaron grupos de consumo en Madrid, hace ya 25 años, ocupando tierras en desuso en Torrejón y dando inicio a la organización Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH). Martín, que es periodista, y Emma, actualmente ilustradora, se conocieron en el periódico asambleario Diagonal y a día de hoy son parte de la cooperativa de El Salto, al igual que Belén.
—Estar acostumbrado a trabajar en el marco del asamblearismo ayuda, ¿no?
—Es clave para que hayamos podido llegar a buen puerto, porque aquí en este grupo hay muy buenos dinamizadores. Todo el mundo estaba muy acostumbrado a las asambleas y se han dirigido conflictos y situaciones complicadas de una forma muy buena. Nunca he visto un espacio que funcionara tan bien, tan eficiente y tan horizontal —responde Martín—.
—Yo pensaba que en Diagonal hacíamos asambleas eficientes hasta que aterricé aquí. Habrá otra gente que te diga “pues a mí me parece que somos normales”, y vale, somos normalísimos, pero aquí hay una comunidad activista con experiencia en asamblearismo y eso facilita mucho —añade Belén—.
Entrepatios en sí es un proyecto político para muchas de sus vecinas en cuanto al tema de la vivienda. “Poder incidir políticamente en el tema de la vivienda, que supone una presión cada vez mayor para muchas personas en ciudades como Madrid y experimentar nuevos modelos de régimen inmobiliario que no permitan la especulación” era la otra gran motivación que llevó a Belén a unirse a Entrepatios. Se refiere al régimen de cesión de uso, prácticamente desconocido en España cuando ellos empezaron a construir su proyecto. “Yo creo que lo más interesante y lo que distingue a Entrepatios es el tema del derecho de uso”, coincide Martín. “En el fondo no es otra cosa que liberar un edificio de la especulación; más allá de que en este momento concreto nosotros estemos habitando aquí, en este edificio el derecho a la vivienda va a quedar ya instalado, no se va a poder vender, ni alquilar, solo usar”, resume.
“Lo más interesante y lo que distingue a Entrepatios es el derecho de uso: no es otra cosa que liberar un edificio de la especulación; más allá de que en este momento concreto nosotros estemos habitando aquí, en este edificio el derecho a la vivienda va a quedar ya instalado, no se va a poder vender, ni alquilar, solo usar”
No es poca cosa. El derecho de uso es un régimen de tenencia de vivienda entre la propiedad y el alquiler. ¿Cómo funciona? Belén lo explica: “Somos propietarias colectivas del edificio. Es la cooperativa la que es propietaria del edificio”.
Las cooperativas de vivienda en España son habituales a la hora de construir edificios, pero una vez el edificio está ya construido, se hace la división horizontal del edificio, cada vecina se queda como propietaria de su vivienda y la cooperativa desaparece. Con el régimen de derecho de uso, no. La propiedad del edificio se mantiene en manos de la cooperativa y sus miembros hacen uso de las viviendas, pero nunca tienen su propiedad. Es un sistema que tiene como referencia el modelo Andel de Dinamarca, país que desde 1970 tiene regulado este régimen de vivienda y que desde 1981 contempla ayudas económicas a los habitantes de las cerca de 125.000 viviendas de este tipo que se cuentan hoy en el país. También las cooperativas de vivienda de propiedad colectiva de Uruguay, donde se cuentan ya más de 30.000 casas bajo este modelo. Pero en España hay pocos precedentes. Algunos proyectos de cohousing de personas mayores, cada vez más habituales como alternativas a las residencias, o el edificio de propiedad colectiva La Borda, en Barcelona, terminado de construir tan solo un año antes que Entrepatios.
Derecho a la vivienda
Vivienda: derecho a uso contra la especulación
“Los dos edificios que ya se han levantado de Entrepatios demuestran que este modelo es posible y pueden servir de impulso para que las administraciones lo fomenten frente a otros modelos que terminan dando alas a la especulación con la vivienda”, continúa Belén, quien subraya cómo este modelo podría encajar especialmente en viviendas de protección oficial. “Tú la usas mientras tienes una situación que necesita de ese tipo de vivienda y, cuando sales de esa situación, la utiliza otra persona. Yo ahí lo veo clarísimo”, añade.
La cooperativa de Entrepatios Las Carolinas está formada por las 53 personas que habitan en sus 17 viviendas y por las que han pagado como entrada entre 40.000 y 50.000 euros, según el tamaño de su vivienda, cantidad que será devuelta si abandonan la cooperativa y reemplazada por quienes pasen a ocupar esa vivienda. Cerca de 800.000 euros en total con los que la cooperativa compró el suelo sobre el que se levanta el edificio. A esa cantidad se suma una hipoteca a 30 años que los miembros de la cooperativa han pedido a las entidades de banca ética Triodos y Fiare por 3,29 millones de euros. “Es una hipoteca que hemos firmado 31 personas, en mi caso por el importe de este piso, que son 230.000 euros, de cuyo pago yo soy la responsable”, señala Belén.
—¿Habéis recibido algún tipo de apoyo desde la Administración? —le preguntamos a Emma—.
—Cero. No es un modelo que de momento quieran promover, aunque yo creo que sería un modelo que le vendría muy bien a la ciudad y, sobre todo, a la gente. En Entrepatios había un precio de corte que hizo que mucha gente se bajara del proyecto. ¿Quién tiene 50.000 euros? Yo tenía una herencia de mi padre, pero somos conscientes de que es un privilegio.
Derecho a la vivienda
El auge de los proyectos de vivienda en derecho de uso choca con la falta de financiación
Los proyectos en derecho de uso, una modalidad entre el alquiler y la compra, crecen de forma sostenida. Pero no resulta sencillo. Deben superar las dificultades para encontrar solares accesibles y financiación en el contexto de una nueva burbuja y un mercado inmobiliario cada vez más voraz. Más de 20 iniciativas se reúnen en Madrid en el primer encuentro estatal.
La primera decepción con la Administración fue cuando comprendieron que el Ayuntamiento de Madrid no iba a ayudarles cediéndoles suelo, como sí pasó en Barcelona con La Borda. Era 2017 y en Madrid llevaba ya dos años gobernando Manuela Carmena como cabeza de Ahora Madrid. “Cuando nosotros entramos, que fue por entonces, había cierta esperanza de que con un gobierno municipalista pudiera haber algún tipo de facilidad para que saliera adelante un proyecto como este”, recuerda Martín. Pero no fue así. “Y nos dijimos que si con este gobierno, que se supone puede entender mejor lo que es la cesión de uso, no es posible, no podemos esperar a que ningún gobierno nos lo vaya a poner más fácil, tenemos que hacerlo por nuestra cuenta”. Organizaron comisiones para buscar terrenos en venta y entre ellos apareció el de González Feito, sobre el que hoy se levanta Entrepatios.
“A todo el mundo le horrorizó el barrio, porque es un ‘no barrio’... con el Mercadona enfrente, sin comercio local… Pero Berta [Iglesias, también vecina de Entrepatios] dijo algo así como ‘si no pillamos esto, ya nunca va a salir’, que el barrio y la comunidad ya la haríamos nosotros, y ahí se lanzó todo”, relata Martín.
Rápido, pero complicado. La falta de regulación sobre derecho de uso de vivienda multiplicaba el papeleo. “Las funcionarias y los funcionarios de los registros se quedaban ojipláticos en plan ‘perdón, pero ¿entonces no tenéis división horizontal?”, recuerda Belén. En España, donde las competencias en regulación de vivienda corresponden a las autonomías, Catalunya lleva la delantera pero ya el Plan Estatal de Vivienda 2022-2025, aprobado en enero, reconoce esta figura legal a nivel estatal. “Con la práctica, obligas a que se vaya regulando”, sentencia.
En julio de 2018 firmaron la hipoteca para comenzar la construcción, que se paralizó durante unos meses a causa de la pandemia de covid, y en octubre de 2020 entraron a vivir en Entrepatios. Max, el hijo de Emma y Martín, tenía entonces un año y medio.
—¿Por qué entraste en el proyecto? —le preguntamos a Martín.
—Emma me emborrachó y me dijo que si no entrábamos en este proyecto nos íbamos a vivir a Sevilla.
—Supongo que esto se relaciona con el tema de lo difícil que es vivir en Madrid.
—Sí, antes vivíamos en un piso de 30 metros cuadrados con un niño. Era un puto infierno.
No es una ganga, o quizás sí, viendo los precios de la vivienda en Madrid y, sobre todo, que son ellos los que han decidido cómo es el edificio en el que viven. A día de hoy, hay en marcha otros 40 proyectos de viviendas en cesión de uso, entre los que se cuenta un segundo edificio de Entrepatios en el barrio de Vallecas, cuyos vecinos están a punto de estrenar sus viviendas. En Barcelona, además de La Borda, entre otros proyectos articulados por la fundación La Dinamo, se cuenta también La Morada, con 12 viviendas construidas sobre suelo cedido por el Ayuntamiento por 50 años prorrogables a 75 que darán hogar a lesbianas, personas trans y mujeres del movimiento feminista y transfeminista. “Hay mucha gente por aquí que está empezando proyectos de derecho de uso y ha pasado ya mogollón de peña por aquí para consultarnos”, continúa Belén.
Los vecinos de Entrepatios siguen trabajando para definir sus propias normas. Por lo pronto, han pactado que las viviendas sean heredables con el mismo régimen de derecho de uso. “Cuando nosotros muramos, Max tendrá derecho sobre esta vivienda, pero no podrá especular con ella”, señala Emma. Sobre alquilar, han acordado que se podrá, pero temporalmente, por un tiempo máximo que la asamblea de Entrepatios aún tiene que concretar, pero siempre por debajo del precio de mercado y a alguien afín a la comunidad.
Otro gran tema por decidir es qué hacer con la cuota con la que pagan la hipoteca contratada para construir el edificio una vez esté pagada, dentro de 30 años. “No lo hemos cerrado, pero hemos hablado de la posibilidad de que pueda servir para ‘regar semillas’, dar apoyo a otros proyectos similares o del barrio, y de dejarla como una especie de alquiler muy barato. Imagínate: con 100 euros o lo que sea multiplicado por 17 viviendas al mes tienes para financiar proyectos”, sigue Emma. En Entrepatios, siguen imaginando futuros posibles.