Violencia machista
¿Qué factores influyen en los niveles de violencia obstétrica?

Además del nivel socioeconómico hay otros factores étnicos, sociales y culturales que podrían tener un impacto en la percepción de las mujeres de la atención recibida durante el embarazo y el parto.
Monitor parto
Una mujer monitorizada antes del parto. David F. Sabadell
1 ene 2025 06:00

Las mujeres experimentan cuidados abusivos o irrespetuosos en la atención al embarazo y al parto en todo el mundo, tanto en países de altos como de bajos ingresos. Así lo han denunciado en reiteradas ocasiones organismos como la OMS o la ONU y asociaciones de usuarias como El Parto es Nuestro. Pese a que el término no gusta a todos, la violencia obstétrica (VO) existe. “Las cifras son las que son. Las mujeres verbalizan y expresan sus partos de formas que, en demasiadas ocasiones, se asemeja a una película de terror”, cuenta Desirée Mena-Tudela, enfermera y profesora en la Universitat Jaume I (Castelló) que forma parte del Observatorio de Violencia Obstétrica desde donde se investiga desde hace años este fenómeno.

La VO ha sido regulada en distintas regiones de España. En Cataluña, se incluyó como una forma de violencia machista en la legislación a partir de diciembre de 2020, modificando la ley sobre los derechos de las mujeres a erradicar la violencia machista. En la Comunitat Valenciana, la Ley 7/2021 también incorporó medidas para combatir la VO, siguiendo la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Asimismo, en el País Vasco, la Ley 1/2022 la reconoce como una forma de violencia machista, junto con otras violencias como la violencia de pareja, la mutilación genital, el acoso y la trata de personas. Estas leyes reconocen la violencia obstétrica como una violación de los derechos de las mujeres, lo que representa un avance importante para visibilizar y abordar esta problemática, así como poner sobre la mesa la necesidad de crear políticas y legislación a nivel nacional.

Violencia obstétrica
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La VO no solo existe, si no que se agudiza en situaciones inesperadas, como la vivida durante la crisis por coronavirus. Así lo puso de manifiesto el estudio Breastfeeding and Obstetric Violence during the SARS-CoV-2 Pandemic in Spain: Maternal Perceptions que se realizó ante el negacionismo en España sobre la violencia obstétrica, especialmente tras la eliminación del término de la ley de salud sexual y reproductiva. Así, se buscó dar valor a voces no escuchadas con evidencia científica. Otro estudio, Experiences with obstetric violence among healthcare professionals and students in Spain: A constructivist grounded theory studydestaca y legitima el término violencia obstétrica como el más adecuado para englobar todas la violencia, maltrato y prácticas abusivas durante los procesos reproductivos. Además de exponer estrategias para combatir la VO.

También aumenta en contextos de migración, culturales o de pobreza. Un artículo de Laura F. Belli titulado La violencia obstétrica: Otra forma de violación a los derechos humanos" ¡, publicado en 2013 en la Revista Redbioética UNESCO, ya apuntaba que las mujeres en situación de pobreza enfrentan barreras para acceder a atención médica de calidad, especialmente debido a factores geográficos, económicos y, en muchos casos, por discriminación de parte del personal de salud. La situación denunciaba que era aún más grave para las mujeres indígenas, quienes además de enfrentar estas barreras económicas y educativas, también observaba que eran discriminadas por su pertenencia a distintas etnias y grupos culturales.

Un informe elaborado en 2019 por la ONU resaltaba precisamente que “las mujeres del nivel socioeconómico más bajo han relatado haber sido humilladas por los trabajadores sanitarios debido a su pobreza o su incapacidad para leer o escribir, por vivir en zonas rurales o barrios marginales o por estar sucias o desaliñadas”. Y no solo: “Las mujeres también han denunciado haber recibido, durante el parto, amenazas por parte de los profesionales sanitarios de retirarles el tratamiento, sufrir violencia física u obtener malos resultados sanitarios, lo que también incluye amenazas de palizas si la mujer no obedece y la culpabilización de la mujer por los malos resultados sanitarios de ella misma o de su bebé. Estas prácticas pueden causar un daño y sufrimiento psicológico y pueden constituir violencia psicológica contra las mujeres”.

“El nivel socioeconómico tiene relación con el trato recibido en la atención sanitaria”, dice Michelle Sadler, antropóloga médica y miembro del Observatorio de Violencia Obstétrica de Chile. A menor nivel socioeconómico y educativo, mayor es el riesgo de sufrir este tipo de violencia

“El nivel socioeconómico tiene relación con el trato recibido en la atención sanitaria”, dice Michelle Sadler, antropóloga médica y miembro del Observatorio de Violencia Obstétrica de Chile. A menor nivel socioeconómico y educativo, mayor es el riesgo de sufrir este tipo de violencia, que puede manifestarse a través de humillaciones, amenazas, así como violencia verbal y física. Estudios como el publicado en Journal of Family Medicine and Primary Care Disrespect and abuse during facility-based childbirth and its sociodemographic determinants – A barrier to healthcare utilization in rural populationtambién señalaban otro dato importante: además de que la probabilidad de sufrir faltas de respeto y maltrato es 3,6 veces mayor entre las mujeres de baja condición socioeconómica, también aumenta la mortalidad materna en estos contextos como consecuencia de la atención (o desatención).

En Chile, según explica Sadler, los estudios disponibles muestran diferencias estadísticas significativas en la prevalencia de violencia obstétrica entre centros públicos y privados, lo cual sucede en un contexto país en el cual el sistema de salud se encuentra muy estratificado por nivel socioeconómico. Si bien en ambos sectores se presenta una medicalización excesiva del parto y patologización de la mujer, en el sector público se reportan casos mucho más explícitos y crudos de violencia obstétrica. Esto se agudiza en el caso de las mujeres más jóvenes, quienes no han completado la educación escolar, las que se identifican con pueblos originarios y quienes tienen una orientación sexual no heterosexual.

Las mujeres con mayores recursos económicos, que suelen optar por la sanidad privada, también pueden sufrir maltrato, pero en muchos casos ocurre de formas menos evidentes

Por otro lado, las mujeres con mayores recursos económicos, que suelen optar por la sanidad privada, también pueden sufrir maltrato, pero en muchos casos ocurre de formas menos evidentes. “La violencia obstétrica en estos casos se manifiesta por lo general de forma más sutil, mediante una desautorización menos explícita y cruda de sus sentires y saberes, y en formas también diferentes de sobre-medicalización, como tasas mucho más elevadas de cesáreas que en el sector público”, señala la antropóloga.

“Hay estudios que hablan de mayores niveles de VO con tasas de alfabetización más bajas y niveles educativos menores; pero no en nuestro país”, recuerda Desirée Mena-Tudela, quien advierte que es necesario un enfoque amplio que tenga en cuenta todos los factores que intervienen en la percepción de las mujeres del trato recibido. Actualmente forma parte de un equipo de investigación que se encuentra en proceso de publicar el primer estudio sobre VO e interseccionalidades en España con datos cuantitativos.

Si bien han encontrado que hay diferencias en la percepción de la VO según la edad, ocupación, etnia, tipo de parto y sanidad en la que fue atendida (“Las mujeres más jóvenes, estudiantes, de etnia gitana y atendidas en sanidad privada, o que tuvieron un parto instrumentado, mostraron una percepción distinta), para su sorpresa, no observaron diferencias en la atención según el nivel de estudios y clase social en nuestro país. “Estos hallazgos estarían en línea con lo propuesto por Krieger quien ha argumentado que las disparidades en la salud y la percepción de la atención pueden ser el resultado de una interacción compleja entre múltiples factores, que van más allá de simplemente el nivel educativo o la clase social”, sostiene Mena-Tudela.

El enfoque de Nancy Krieger, epidemióloga estadounidense y profesora Harvard, propone un enfoque global, que considere los determinantes sociales de la salud en su conjunto, incluyendo factores como la raza, el género, la geografía y la historia socioeconómica y política

A Michelle Sadler le parece fundamental poder incorporar la perspectiva de “vulnerabilidad estructural”, lo que significa que, debido a su posición en una jerarquía social, algunas mujeres tienen un riesgo elevado de sufrir problemas de salud. Esta situación de desventaja no es solo personal o circunstancial, sino que está vinculada a redes sociales y relaciones de poder que las colocan en posiciones de opresión. “Incorporar esta perspectiva de vulnerabilidad estructural es importante porque permite entender el sufrimiento de ciertos grupos como resultado de su posición o rol en la sociedad. Además, esta perspectiva cuestiona hasta qué punto estas personas o grupos realmente tienen la libertad para cambiar sus condiciones, especialmente en temas de salud”. En otras palabras, no siempre tienen la capacidad de influir en su situación debido a las limitaciones impuestas por el contexto social y estructural en el que viven.

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El enfoque de Nancy Krieger, epidemióloga estadounidense y profesora Harvard, propone un enfoque global, que considere los determinantes sociales de la salud en su conjunto, incluyendo factores como la raza, el género, la geografía y la historia socioeconómica y política. “En el contexto de la percepción de la violencia obstétrica, la falta de diferencias significativas según el nivel educativo y la clase social sugiere que otros factores, como la cultura institucional, las prácticas obstétricas dominantes, las relaciones de poder en el sistema de atención médica y las experiencias individuales de las mujeres durante el parto, pueden tener un impacto significativo en cómo perciben la calidad y el respeto en la atención recibida”, insiste Desireé Mena-Tudela. Por lo tanto, el resultado del estudio en el que ha participado subraya la necesidad de un enfoque más amplio y multidimensional al abordar la violencia obstétrica, que reconozca la intersección de diversos factores sociales, culturales e institucionales que influyen en las experiencias de las mujeres durante el parto.

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