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Feminismos
Nosotras y ellos. Nosotras y vosotros: ¿cómo hablar sobre la violencia que nos constituye?
Me valgo en este texto de dos anécdotas sucedidas en el entorno cercano para reflexionar sobre la posibilidad o imposibilidad de diálogo y aprendizaje en colectivos mixtos en torno a la diferencia, la libertad y la convivencia posible en un mundo plagado de abusos y agresiones, constituido desde la raíz a través de relaciones de poder que sitúan a hombres y mujeres* en lugares tremendamente separados. Las anécdotas me ayudan a pensar dos cosas fundamentales: 1) lo muy diferente que tenemos configurada la capacidad de ver y entender y 2) reflexionar sobre cómo, por qué, y hasta dónde, importa y merece ese posible diálogo abierto con ellos.
Vivimos las cosas situadas: apegadas al lugar en el que nos ocurren, al momento en que estamos. Lo que aquí voy a escribir pone el foco en lo personal de una forma que abruma o da cierta vergüenza, pero estos días vemos múltiples formas en que lo personal es político está cobrando una relevancia particular. Este texto resulta del lugar en el que me ha encontrado este juicio concreto, esta respuesta colectiva, este momento de indignación y creación, de rabia y #cuéntalo. Es resultado de que todo ello me alcanza tras algo más de un año participando en espacios políticos y afectivos mixtos, después de muchos años de habitar casi en exclusiva espacios no mixtos (bien de mujeres, trans y bolleras, o TLGBQ)1. He pasado, en cierto sentido, de estar en espacios en los que la lucha contra la violencia en general y las agresiones concretas está híper presente y se piensa y actúa en torno a las mismas —mejor o peor, nunca de forma perfecta, pero siempre como algo central— a espacios en los que la política en términos generales y para la gran mayoría de mis compañeros está en otro sitio. Lo impactante, sin embargo, está siendo ser consciente de la absoluta asimetría en la percepción que se comprueba en estos espacios (y conste que hablo de espacios mixtos que se entienden feministas, aunque ese no sea su foco principal, espacios en los que, en principio, estas cuestiones se tienen en cuenta). Porque existe, se ve y siente, una sensibilidad y afectación tan distinta, una diferencia radical entre cómo los hombres2 (y me voy a referir a hombres cis -fundamentalmente hetero- aquí, porque son los que sienten así y los que habitan estos espacios) y las mujeres*3 vivimos, pensamos, escuchamos esto, esta cosa que está pasando y que ha llevado a tantas y tantas a contar experiencias en Twitter bajo el #cuéntalo, en grupos de amigas, en grupos políticos, incluso en reuniones familiares. Esto. Y me resulta relevante justo porque se está planteando la posibilidad de abrir la conversación en espacios mixtos de una forma que creo que es relativamente nueva, o que tiene una potencia nueva, diferente. Hablo de la diferencia tan grande con que vemos estas cosas y escuchamos estos relatos entre hombres y mujeres* y parece que acabase de aterrizar en el mundo, que digo obviedades, que vengo de Marte. Pero ante mí se han desplegado cuestiones que no parecían nada obvias, y creo que desde aquí -desde un lugar que ha tenido muy poco contacto con hombres mucho tiempo- se pueden ver como nuevas algunas cosas que, quizás, sirvan para pensarnos y hacernos mejor.
Esta primera idea, que leemos la realidad de forma muy distinta, se puede observar en mil ejemplos, pero se me hizo particularmente clara en una conversación de bar hace un par de meses. De noche, bar conocido, entorno de amistad fuerte, de cercanía, confianza, en un momento de acompañarse. Estábamos hablando de una situación reciente de abuso (tocamientos) a alguien muy cercano y vulnerable. A pesar de una clarísima afectación de todxs los que estábamos abordando el tema, era evidente para mí que el tono de voz en el que la única otra mujer presente estaba participando en la conversación era distinto. En un momento dado ella dijo “es que es una cuestión que me toca mucho”. A mí me toca mucho, en mi cabeza, no puede significar otra cosa que lo que literalmente dice: le afecta directamente, ha tenido experiencias directas similares —ella misma o alguien muy cercano—: habla desde la experiencia y la afectación. Es una alerta: “atención, caminamos sobre terreno delicado, hagámoslo bien, tengamos cuidado”. Sin embargo, cuál es mi sorpresa cuando “a mí me toca” es abordado por nuestros amigos comunes como una frase cualquiera —como si sólo leyesen una capa superficial de la conversación que estamos teniendo, como si sólo nos entendiésemos o encontrásemos en esa capa— y, como tal, contestada con una broma “hombre, ‘a mí me toca’ igual no es la mejor expresión, ¿no? Ja-ja-já”. Y el otro amigo ja-ja-já, se ríe. Y yo no doy crédito, ja-já, a que no vean algo que es cristalino, evidente, absolutamente obvio para mí y para ella. Algo que hace que, en el momento en el que les freno, vean, alucinen y, no obstante, reaccionen tan nerviosos que cuando ella va a hablar y contar, la interrumpan y se quede la historia en ese sí-pero-no, y nos quedemos sin saber si ella quería contar más. En ese interrumpir se quieren retractar en cierto sentido, pero ¡ojo!, intentan también justificar con comoibayoasaber. Pero... ¿qué tipo de luminosos, qué neones hacen falta para que algo así se vea?, ¿cómo hemos podido aprender —nosotras— a leer en tantos dobles sentidos, en tantas palabras, y ellos a sobrevolarlos todos, a pasar por encima de tantos dolores?, ¿cómo es posible no ver lo evidente, abordar que la evidencia es construida, que no es tal? Hemos aprendido, al menos algunas, con el feminismo y la empatía3, a saber cuándo detrás de un temblor o un quiebre en una voz puede haber algo. Lo aprendemos, lo sabemos, porque casi ninguna tenemos una amiga cerca a la que nunca le haya pasado algo. Porque antes o después en la relación de intimidad con cualquier otra mujer* acaba saliendo una historia, o unas cuantas, de distinto grado de intensidad, pero generalmente más alto del que ellos piensan, esperan, presuponen o, más bien, quieren ver. Pero, ¿es que ellos no se relacionan con mujeres?, ¿no se lo han contado?, ¿no les han preguntado?, ¿es que acaso han preferido no saber? Que ellos (que vosotros) quieran saber es fundamental, que queráis ver. Tiene que ver con hacerse cargo, y hace falta. Otra amiga, uno de estos días últimos en que el Telegram estaba en ebullición constante, me hacía un pregunta muy relevante, que enlaza también con la segunda anécdota: ¿hasta dónde están dispuestos a saber de nuestras vidas?
Este tipo de situaciones me hacen ver de forma clara que habitamos planos distintos de la realidad, como si hombres y mujeres*, además de estar socializados de forma diferente, atravesados por redes de privilegio que nos sitúan en espacios distintos, etc., viviésemos el mundo en cuadrículas diferentes de una misma red. Para aún otro texto quedaría la coraza4 de protección que da el mundo queer en esto, no exenta de tantas otras discriminaciones, pero coraza y refugio en tantos sentidos y momentos. La realidad que vemos, dentro de ese “hombres y mujeres*” en el que de pronto me veo tan inmersa del lado de las segundas, la profundidad de campo con que la vemos, es absolutamente distinta5. Las diversas formas de dominación y sumisión generadas en torno a esa cosa escandalosa (que incluye el heteropatriarcado) hacen que podamos ver más, ver mejor, al mirar desde posiciones subalternas, como bien nos enseñan las teorías en torno a los conocimientos situados. Mirar desde esas posiciones permite ver todo aquello que, desde el privilegio, queda oculto. Lo sabíamos, sí, pero hay casos concretos en los que se hace tan evidente que el dispositivo visibilidad/invisibilidad funciona, que merece la pena pararse a observarlo y reflexionar sobre él. No es un dispositivo amable, ni inocente. Es uno que activamos todo el rato sin darnos cuenta, pero que tiene un papel central en la reproducción de lo mismo.
Mucho de lo que ha sucedido recientemente en las redes sociales, cuando miles de mujeres* han contado a los cuatro vientos aquello que generalmente se queda sin decir o a lo sumo se dice en los grupos intra-género, tiene que ver con romper ese dispositivo de silencio que nos estructura de forma diferente. La interrupción que en la anécdota anterior frenó a mi amiga de contarnos su historia, responde a la incomodidad que se genera cuando hablamos, activa el dispositivo aunque sea (o precisamente porque es) de forma inconsciente. Es justo poner el dispositivo en marcha. Romperlo como lo estamos rompiendo estas semanas tiene una parte de potencia brutal, y ha de ser claramente bienvenido, pero abre una pregunta —entre muchas más—: ¿están los hombres preparados, dispuestos, para escuchar?, ¿lo están los más cercanos, los supuestos feministas, lo están en definitiva, nuestros compañeros?, ¿cuánto nos merece la pena exponernos a contarle a alguien que no está preparado y en disposición de escuchar?, ¿cuánto de ese romper ese silencio, pero entre nosotras, sirve para hacernos fuertes? No digo que no merezca la pena abrir espacios de diálogo, sólo que es importante situar las prioridades. Y la prioridad, sin duda ninguna, hoy por hoy, no es “toda la sociedad”: somos nosotras. Muchos pueden ofenderse al leer esto, pero escuchar es moverse, y hace falta moverse mucho, mucho más de lo que creen e incluso creemos, para que lleguen a ser capaces de entender, de atender, de aprender una parte de lo que está pasando y de lo que hemos vivido.
La idea de pensar en cómo abrir espacios para hablar y romper esa capa densa y pesada de silencio entre nosotras o con ellos, surge a raíz de una conversación en un grupo de Telegram. Colectivo mixto, compuesto por una red de años, afectos y confianza, en el que una compañera plantea, tras varias décadas de participación política, que está muy revuelta a raíz del juicio de “la Manada” y que se ha dado cuenta de la cantidad de cosas que no ha contado nunca y que, cuando lo ha hecho, ha sido solo con otras mujeres. Y lanza, de forma valiente, política y responsable, la propuesta de hablarlo con ellos —con vosotros, plantea en el grupo—. Escribe inmediatamente después un compañero, pero sobre otro tema. Incluye una broma sobre una cuestión política vinculada al mundo del municipalismo, ja-já. Contesta otro compañero en seguida, pero a la broma: la estira. En mi cabeza el primer mensaje, el de ella, había impactado: no me lo esperaba y me parece, primero, valiente, segundo, un mensaje que claramente merece ser leído y contestado desde la escucha y el cuidado. Pero, sobre todo: un mensaje de una relevancia política fundamental. ¿Qué les pasa a ellos para ignorarlo?, ¿no saben reaccionar, no quieren, se la suda? Contesto, tímidamente, planteando que sí es importante hablar. Entonces participa otra compañera y dice que a ella también le han pasado cosas horribles que nunca ha contado, que también necesita hablar, “como a todas, vaya”, termina su mensaje. Uno de los dos compañeros que habían intervenido envía un documento sobre otro asunto totalmente distinto (vinculado a la temática general del grupo) “por si fuese de interés este informe”. ¿Cómo vamos a hablar de qué, con quién?, ¿cómo es posible pasar por encima de una forma tan evidente de una cuestión tan importante? Ahora ya sí contesto, enfadada, que claramente si lo hablamos normalmente entre nosotras es por algo. Y contesta la mujer que había hablado primero señalando que la respuesta de los compañeros estaba siendo elocuente. Y, ya sí, una vez que nos enfadamos y reclamamos que qué reacción es esa, empiezan otro tipo de respuestas. Cierto es que había gente que no lo habría visto aún, y que parece que hay hombres con voluntad y actitud de escucha en el grupo; igual de cierto es que la anécdota es real, tal cual, y muy elocuente.
Pero, más allá de unas y otras reacciones, ¿qué mecanismo hace que haya que regañar para reaccionar?, ¿estamos condenados a relacionarnos en ese esquema pseudo infantil y tan ridículo?, ¿qué vamos a sacar en positivo de hablar con ellos si no saben escuchar?, ¿cómo podría desactivarse, si quiera por un rato, esa cuadrícula que imposibilita el diálogo, que hace tan difícil que entiendan, que sean mínimamente conscientes de cómo nos atraviesa, revuelve, constituye, todo lo que estamos poniendo sobre la mesa?
Veo mucha potencia en que nuestros compañeros escuchen todo, con toda la dureza; veo también el “riesgo” (la potencia, la dificultad) de que sepan, de pronto, de que se reconozcan como agresores, de que revisiten historias vividas, de que se den cuenta de lo que han hecho, de lo que han visto, de lo que han dejado de escuchar, las que han dejado pasar a sus amigos: de las vistas gordas, las mangas anchas, de tantas y tantas complicidades por omisión. Veo la potencia clara de abrir esa conversación no para profundizar en culpas, sí para tomar conciencia, sí para ser mejores, para redistribuir la libertad, para sanar, para crecer, para aprender. Pero, ¿cómo vamos a poder hablar?, ¿qué más tiene que pasar para que entiendan?, ¿cómo podríamos abrir ese diálogo sin ponernos en mayor riesgo, distribuyendo de forma justa riesgos y reparaciones?
No hay duda alguna de por qué lo hablamos entre nosotras, pero si queremos seguir conviviendo con ellos y, sobre todo, si ellos quieren seguir conviviendo con nosotras, van a tener que cambiar, moverse, aprender. Y escuchar. Y callar. Mucho, mucho más de lo que creen. Esto es, probablemente y aunque alguno no lo crea, de lo más político que podrían y harían en sus híper politizadas vidas.
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1- A excepción del ámbito laboral, claro, hiper masculinizado.
2- Ojo aquí: en absoluto me gustaría ser leída en términos esencialistas. Necesitaría otro artículo entero para aproximarme mínimamente a todo el dispositivo sociocultural que nos educa en esa mirada, a la vuelta que le damos desde el feminismo para desarticular la invisibilidad, etc. Queda, por tanto, para otro artículo.
3- Mujeres* en relación a que hablo de mujeres (cis y trans), bolleras y chicos trans. Nosotras y nosotres, a quienes nos une la misoginia.
4- También con una en ocasiones muy castradora enseñanza en el cuidado desde la feminidad, pero no es es lo que quiero enfatizar aquí. Quizás también otro texto.
5- Esa coraza queer en palabras de la gran @jararocha, con quien aprendo y crezco todo el rato.
6- Esto no hace que las mujeres, algunas de nosotras o en algunos momentos, no podamos mirar también por esa cuadrícula superficial en ocasiones: nuestras complicidades, nuestros silencios, nuestros dejarlo pasar. Lo que una amiga reconocía el otro día como “los ellos en nosotras” para hablar de cuando nosotras también usamos ese privilegio o entramos al trapo.
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Me encanta la propuesta, tras años de acompañamiento en conversaciones feministas, tras mucha paciencia por compañeras, poco a poco he ido tomando consciencia. Es un camino largo lleno de resistencias, que se ablandan y ceden si se persiste sobre ellas. Ahora estoy justo en la etapa de reconocer que sí que #YoHeAbusado como un juego, como una provocación, casi como una obligación social, tocar un culo al pasaremos un bar abarrotado, arrimar el paquete, tocar tetas a amigas, la noche es para eso no? Y puede que alguna se anime! Por suerte nunca he pasado de eso, por supuesto añadir reír comentarios y chistes machistas o callar actitudes que no deberían ser, por pequeñas que sean.
Gracias al feminismo, gracias al #cuentalo, gracias a la paciencia infinita de las mujeres, ahora empiezo a ser consciente de que una simple mirada de deseo al cruzarme con una mujer, no sólo puede incomodar, sino que puede generar miedo, si es por la noche a solas puedo causar terror al caminar cerca, que un piropo puede generar las mismas reacciones, que efectivamente el patriarcado nos ha convertido en viloadores en potencia, que tenemos mucho camino por andar y si no empezamos no lo vamos a lograr, cada paso dado es uno menos a dar pero hay que dar pasos.
Tan solo tengo gratitud hacia el faminismo, cuanto más profundizó, y soy muy novato, mayor es la gratitud.
Gracias mujeres por este regalo, por esta maravilla y te animo a abrir esos espacios, yo sí quiero saber, escuchar, confrontarme, transformarme, reforzarme. Así que cuenta conmigo
Abrazos
Quizás que tú hayas sido un cerdo no implica que otros lo hayan sido, hay mucho exabusador metido a aliado, quizás de vuestras filas salgan más abusadores reales que entre los machirulos
mira, si tú piensas que eres un violador en potencia quizás devas visitar un psicólogo no sé, muchos ni hemos tocado el culo de nadie, ni hemos dicho piropos, etc, así que guardate de generalizar, no colectivices tu mierda. En serio, dais un poquito de miedo los tipos de vuestro rollo
Brillante artículo. Gràcias
Podria parecer que los comentaris són de familiares y amig@s para reforzar el texto, pero me temo que no.
Gracias de nuevo
(y ya me callo)
Estáis en el punto de llamar fascitas y machirulos a gente que no insulta, ni ataca a las mujeres, ni tiene prejuicio alguno contra ellas, sólo intenta que no se criminalice al conjunto de los hombres. Deberíais pararos, escuchar y callar, pero vosotres.
Es lo que pasa cuando "lo personal es político"; que tienes unos amigos que consideras idiotas y por que sí eso sirve de muestra inequivoca para determinar como es o deja de ser el conjunto de la ciudadania masculina. No cuela.
Basicamente, coge un par de anedoctas personales de sus colegas en telegram, un dia de charleta en un bar y los topicos manidos del heteropatriarcado, los privilegios, etc para concluir que todos los hombres han de reconocerse como agresores o complices de agresion o testigos de agresion o sabe dios que.... PERDONALES DIOS POR SER HOMBRES.
Conmigo, como mujer, no conteis.
"Hay un hombre en España " Astrud
https://www.youtube.com/watch?v=ssleTNKcQxo
"Hay un hombre en España que lo hace todo,
hay un hombre que lo hace todo en España.
Se inventa los debates que hacen en Antena 3,
es cajero de Ikea y es teniente coronel.
Hay un hombre en España que lo hace todo,
hay un hombre que lo hace todo en España.
Es el que redacta y responde las encuestas,
es el gilipollas que reparte las becas.
Hay un hombre en España que lo hace todo,
hay un hombre que lo hace todo en España.
Es el que programa el Teatro Real,
es la máxima autoridad en derecho penal."
Muy de acuerdo con el último párrafo y el articulo en general pero echo en falta poner en la valoración de las causas de las respuestas masculinas de los protagonistas de las anécdotas un tema que creo fundamental: el machismo heredado.
Esos hombres que "jajaja", y la gran mayoría de nosotros, hemos crecido rodeados y empujados en valores machistas desde la infancia que, según circunstancias, han incubado en nosotros.
Desprenderse de tal bagaje no es tarea fácil y requiere de mucha autodeterminación y pedagogía personal, eso implica tarea y esfuerzo que muchos siquiera se plantean, por ignorancia algunos o por miedo otros sin olvidar a obtusos y fanatizados.
Lógicamente no pienso en el "machismo heredado" como excusa y/o justificante de nada ni nadie sino que a veces se deja en segundo plano, a mi parecer.
Un saludo a todas, seguimos.
P.D. Me ha movido a escribir el leer dos comentarios que reflejan perfectamente lo comentado en el artículo...
A ver si os laméis los que comentáis aquí un poco las heriditas, os calláis e intentáis aprender un poco. Esta mujer está intentando explicar algo para despertar en vosotros un poco de empatía.
Ese es el problema, que la empatía no se impone que parecéis curas dando catequesis
Qué esperas? Este artículo lleno de lágrimas se dirigía a nosotros, no? O también hay que estar callado cuando se nos habla directamente. Sois curas.
Hasta las narices de vuestros imperativos morales. Machirulo... pues no era para nosotros el artículo? Vete a pastar
"Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light."
"La característica principal del hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de relaciones sociales normales. "Los orígenes del totalitarismo" (1951) Hannah Arendt
De todos los hombres con quienes he tratado este tema, tanto en conversaciones como por escrito, incluyendo mi círculo más cercano, sólo uno se mostró avergonzado por algunos de sus comportamientos que habían podido contribuir a la desigualdad de las mujeres.
Uno.
Entre decenas.
Algo es algo.
"Los ellos en nosotras" todo lo negativo es masculino... y todavía afirma que quiere 'diálogo'.
"El Ayuntamiento de Marbella subvenciona a un colectivo que comparte comentarios solicitando que la joven violada sea encarcelada"
https://www.elplural.com/politica/2018/05/08/pp-asociacion-manada
"El director de La Tribuna de Cartagena amenaza con difundir el vídeo de 'La Manada'
Su director, Josele Sánchez, ha afirmado estar convencido de que ella no solo no sufrió un abuso, sino que disfrutó, y ahora amenaza con difundir el vídeo, penado con hasta cinco años de cárcel."
Y no pongo el enlace, ya que es Antena 3 y les va a hacer publicidad la asociación francisco Franco.
Y? Q tiene q ver con el tema? Ya estamos con el chantaje emocional
La subyugación violenta de la mujer durante siglos asegura que tarde o temprano estas se rebelen y comiencen a hablarnos en el lenguaje en el que nos dirigimos a ellas. El de la violencia.
"Aceptamos el sistema como se nos presenta y buscamos un lugar confortable en el. Nos retiramos a los estrechos y confinados guetos creados para nosotros y cerramos los ojos a la mortal súper-estructura del estado corporativo."
Chris Hedges
Por mucho menos se monto un campamento en sol durante meses. !Denuuuuuunnnnnnnnsssssiiiieeeeennnnn!