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La vida y ya
Sobre la cabeza
Los alrededores del pueblo se llenan de niebla por la mañana. La hierba se cubre de un rocío que te moja los pies y el sol va ocupando su espacio sin prisa.
Me gusta mucho caminar temprano por esos campos donde todo parece desperezarse poco a poco. Esa mañana pasamos por donde, hace años, las mujeres se juntaban para recoger agua de la fuente. Mi padre me contó que, cuando era niño, se quedaba fascinado con la manera de caminar de aquellas mujeres. “Todas las casas tenían al menos una rodilla de tela, que era como un rosco”, me dijo, “las mujeres se la ponían en la cabeza y sobre ella colocaban el cántaro de barro que, a menudo, era muy grande para tener que hacer menos viajes”.
Era un trabajo diario para muchas mujeres que, cada día, se juntaban alrededor de cualquiera de las fuentes públicas que había en el pueblo y charlaban mientras los cántaros se iban llenando de agua.
Sobre la rodilla de tela también transportaban otras cosas que no eran agua. Cuando iban a lavar al río colocaban las cestas de mimbre o castaño en las que transportaban la ropa sucia. Luego, de vuelta, después de secarse sobre la hierba, cargaban las sábanas oliendo a limpio. También iban sobre la cabeza las artesas de madera oliendo a pan recién horneado y, en los días especiales, perrunillas cargadas de azúcar y bollos de chicharrones.
“Caminar con cualquiera de esas cosas en la cabeza era dificilísimo. Solo podían andar mirando al frente, erguidas y a la vez flexibles, con un equilibrio y una fuerza impresionantes. Las calles no eran como ahora, tenían muchos más baches”.
Luego, poco a poco, dejó de ser necesario ir a coger agua a las fuentes, ir al río a lavar la ropa o llevar la masa para hacer pan al horno de leña. Sin embargo, en muchas de las casas, incluida la de mi abuela, todavía están guardados al fondo de algún cajón esas rodillas hechas con tiras de tela trenzadas haciendo dibujos.
No hay predisposición genética al equilibrio, sin embargo solo eran mujeres las que hacían ese trabajo que proveían a los hogares de agua, ropa limpia y pan.
Según la “Teoría de la bolsa de la evolución humana”, mucho antes que armas o herramientas para matar, lo que se inventaron fueron recipientes que servían para transportar alimentos recién recolectados o agua o semillas.
Agua, pan, ropa limpia. Cosas necesarias para la vida. Mujeres que, como en mi pueblo, transportaban todo eso sobre sus cabezas.