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La vida y ya
Sobre el colapso o cualquiera de sus sinónimos
“Quiero colapsar a tu lado” es el título de una obra de teatro que vi la semana pasada. Habíamos quedado para verla juntas un grupo de personas que nos venimos reuniendo desde hace tiempo para hablar de un futuro que, a ratos, nos parece difícil. Personas diversas dentro de ese círculo concéntrico al que pertenecemos las que participamos en movimientos sociales.
Me parece acertado el título y muy interesante la obra porque hablar de ese tema (ya lo llamemos colapso civilizatorio, crisis ecosocial, crisis sistémica, colapso a secas, problemillas socioambientales o las múltiples variantes que surgen para definir lo que la comunidad científica denomina como alarmas que ponen en jaque la vida en el planeta tal y como la conocemos) es complejo y difícil.
En la obra lo abordan desde tres miradas. Una más convencida de que la tecnología servirá para resolver estos problemas. Otra que es consciente de la situación pero opina que no se puede hacer nada (o casi nada) y una tercera que sería, entendida de manera amplia, la visión ecologista. No creo que ahí se resuman todas las posturas que hay en el planeta, pero una parte seguro que sí.
A mí me interesaba, sobre todo, ver el planteamiento que hacían del tema desde el ecologismo. Hablar de colapso (o cualquiera de los otros términos que aluden a la problemática) siendo ecologista, requiere elegir muy bien las palabras para que sean escuchadas sin desechar por la gente que está fuera del círculo concéntrico. Elegir las palabras para conseguir deshacer ese cliché de que las ecologistas nos pasamos el día regañando a la gente porque todo lo que hace contamina y recordando que las prendas de ropa que lleva puestas han sido hechas con el sufrimiento de otras personas y la comida que se comen con mucho sufrimiento animal, por no hablar del futuro horrible que nos espera.
El movimiento ecologista (o al menos del que yo formo parte) sabe que los actos individuales y desconectados entre personas no van a generar los cambios que son necesarios para crear un futuro donde no haga falta usar la palabra colapso (ni ningún otro sinónimo). Por eso, entre otras cosas, consideramos que regañar a personas en concreto no es una herramienta muy transformadora.
El movimiento ecologista del que participo piensa que en momentos de incertidumbre caben no sólo las peores opciones sino también las mejores. Y piensa (pensamos) que es nuestra responsabilidad hacer algo. Y que en ese algo caben muchas cosas que no tienen que ver con ir regañando o señalando las incoherencias del resto. Tiene que ver, más bien, con participar de asociaciones de barrio, huertos comunitarios, centros sociales o con hacer acciones que pretenden llamar la atención de quienes toman las decisiones (a estos sí habría que hacer algo más que regañarlos) como rellenar los agujeros de los campos de golf como muestra de boicot, subirse a un jet privado y llenarlo de pintura, cortar una carretera, hacer una protesta en un supermercado o, también, decidir hacer obras de teatro o novelas o cuentos que hagan reflexionar sobre cómo nos sentimos en relación a estos temas y que planteen futuros posibles y deseables.
Quizás ya no sea tan importante hacer hincapié en el diagnóstico porque parece que la comunidad científica lo tiene bastante claro, sino en esas acciones y formas de vida que tienen que ver no sólo con actos individuales sino colectivos, porque esas son las que realmente pueden transformar lo que parece inmutable.
Es difícil hablar de colapso, de crisis ecosocial, de que el mundo va a ser diferente al que conocemos por el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Pero lo que parece claro es que sea lo que sea que tenga que pasar, mientras llega, de la forma en que llegue, cuando llegue, mejor, mucho mejor, como dicen en la obra de teatro, si es al lado de otras personas.
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La Circulación de Vuelco Meridional del Atlántico (AMOC) se puede parar en estos años. «La última vez que se experimentó este tipo de cambio climático abrupto fue durante los eventos de Dansgaard-Oeschger en el último período glacial causado por el colapso y la restauración del AMOC. Esto condujo a fluctuaciones medias de temperatura en el hemisferio norte de 10 a 15 grados centígrados en una década, mucho mayores que los cambios actuales de 1,5 grados en un siglo». Un subida de 10-15ºC en una década es un Game Over en toda regla. La ciencia indica que no se puede predecir cuándo, pero que el AMOC se parará antes o después es algo definitivo. Decían que para 2100, luego para 2050, y ahora rondamos el 2030 para el colapso. Todo va más rápido de lo que se esperaba, porque el capitalismo ha presionado a los científicos para que no alarmen a la población, luego sus modelos siempre han estudiado las variables (y descontado muchas) en su lado más conservador. Por lo demás, esto nos demuestra que se puede uno extinguir de éxito, dado que habiendo dominado el planeta y siendo el espacio radioactivo (los viajes espaciales con seres vivos pluricelulares son una fantasía de Disney-Nasa: por soñar que no quede), no hay Planet B. Y así nos extinguiremos como el resto de especies. No somos tampoco especiales en esto. La vida, dice el astrofísico-paleontólogo Peter Ward, es biocida, se autoaniquila a sí misma de forma muy fácil. La vida compleja es frági. Y eso de Gaia, dice Ward, mejor lo dejamos. La vida es más bien Medea.