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Unión Europea
Cuando el sionismo sedujo a la extrema derecha europea
Sólo dos días después de que Santiago Abascal viajara a Jerusalén para entrevistarse con Benjamin Netanyahu, el líder de Vox entraba al trapo de una publicación de Yair Netanyahu, hijo del primer ministro israelí y provocador podcaster. El ‘beef’ tenía lugar por una publicación en la que el primogénito de Netanyahu instaba a “los árabes y musulmanes” a ocupar los enclaves coloniales españoles en África. Abascal, mostrando enfado en su tuit, apelaba para que reprendiese al israelí a la autoridad de Acción y Comunicación sobre Oriente Medio (Acom), la campaña de agitación y propaganda del lobby sionista en España.
El enfrentamiento entre Abascal y el mayor de los hijos de Netanyahu es una pequeña grieta dentro de la buena relación que Vox mantiene con el régimen de Tel Aviv, explícita en la fotografía de su plana mayor en Jerusalén y en las votaciones en el Parlamento Europeo.
Vox es el partido que encabeza el ranking elaborado por el lobby European Coalition for Israel en el que se mide el grado de adhesión a los postulados del Gobierno israelí en los debates en el Parlamento Europeo. Después del 7 de octubre de 2023, la extrema derecha española, encabezada por Jorge Buxadé ha votado “a favor de Israel” en el 99% de las resoluciones y medidas referentes a Oriente Medio. Durante la legislatura, el apoyo ha sido del 98%.
Vox está adherido al Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), considerado como la casa de la extrema derecha menos euroescéptica. Los últimos sondeos calculan que ECR conseguirá 75 asientos en el próximo Parlamento Europeo. Identidad y Democracia (ID), donde se agrupan los partidos de la extrema derecha menos europeísta, se sitúa en torno a los 76. La suma de las dos agrupaciones —que comparten valores xenófobos pero a los que separan otros elementos— superaría, según las encuestas al segundo grupo en la UE, los socialdemócratas (S&D), y se quedaría a menos de veinte asientos del primero, el Partido Popular Europeo.
Los partidos en ECR y en ID son los socios fundamentales de Israel en el parlamento. Tanto que hay que retroceder hasta el puesto vigésimo segundo para encontrar a otro partido —no adscrito a ningún grupo— que haya apoyado más la agenda política de Netanyahu en Bruselas y Estrasburgo.
En el extremo opuesto está The Left. Los diputados irlandeses Clare Daly y Mick Wallace, el partido del Trabajo belga y las distintas familias que compusieron Unidas Podemos han votado sistemáticamente en contra de la agenda del régimen de Tel Aviv en el Parlamento europeo.
Las propias instituciones han sido benevolentes con la presencia de algunos de los dirigentes más extremistas del Likud. El actual ministro de Agricultura, Avi Dichter fue invitado —entre protestas de los diputados de La Izquierda— a la comisión de Exteriores del Parlamento Europeo en 2018, a pesar de su reconocido currículum como ideólogo de la segunda intifada a comienzos de siglo.
Dentro de la labor de lobby en el Parlamento Europeo destaca la conformación, en 2017, del Grupo de Amigos de Judea y Samaria. Dirigido por el europarlamentario checo Petr Mach —cuyo partido, Libertad y Democracia Directa (SPD) está dentro de Identidad y Democracia— el objetivo de este lobby es confrontar al movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) y eliminar las reticencias y medidas tomadas por las instituciones europeas contra los asentamientos ilegales en Cisjordania. El grupo fue formado por Yossi Dagan, reservista de las Fuerzas Armadas de Israel (FDI), figura clave en el Likud y uno de los enlaces entre este partido y el republicano Donald Trump.
Israel se ha convertido en un modelo para esas fuerzas reaccionarias, puesto que es un “etnoestado que se pasa por el forro las resoluciones de la ONU”, explica Miquel Ramos
El rabino Menachem Margolin, fundador de la Asociación Judía Europea (EJA), es otra figura importante para entender los nexos entre la extrema derecha israelí, los partidos de esta tendencia en Europa, y el trabajo de lobby, que se realiza a través de la Europe Israel Public Affairs, que se ha comparado con la todopoderosa AIPAC estadounidense, si bien el mecanismo de lobby en la UE está menos regulado que en EE UU.
Margolin ha defendido en el pasado la necesidad de entablar diálogo con las fuerzas de extrema derecha que lleguen al poder y ha enfocado las críticas a la izquierda europea, a la que la EJA ha colgado la penosa etiqueta de 'antisemita'.
Análisis
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La relación con la extrema derecha europea se remonta a comienzos de siglo
La adhesión de la extrema derecha continental a los postulados de Israel se ha intensificado a medida que han crecido también las voces discrepantes en Europa, pero se remonta en el tiempo hasta la primera década del siglo. En la interpretación que hizo Netanyahu, ministro de Relaciones Exteriores en 2002 y 2003, de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono en Washington DC. El marco planteado por la “guerra contra el terror” lanzada por George W. Bush iba a ser propicio para generar un entendimiento que tiene en la islamofobia (y en la persistencia del anticomunismo) su principal palanca ideológica.
Este cambio es fundamental para entender, tanto el acercamiento a Tel Aviv en el primer cuarto de siglo, como parte del éxito de la extrema derecha, que “ha sustituido el antisemitismo por la islamofobia (sin dejar de ser antisemita)”, explica el periodista especializado en antifascismo Miquel Ramos. Asimismo, Ramos añade otro factor, el hecho de que Israel se ha convertido en un modelo a seguir para esas fuerzas reaccionarias, puesto que es un “etnoestado que se pasa por el forro las resoluciones de la ONU y la legislación internacional en materia de derechos humanos”.
La extrema derecha italiana, la derecha y la extrema derecha española o los partidos ultras de República Checa han sido, sin excepciones, adoptados como “fieles amigos” del Likud
En un artículo de 2018, el periodista Dominique Vidal, hijo de una víctima del holocausto, fechaba en 2010 el punto de inflexión en la relación entre la derecha supremacista europea y el Likud —el partido de derecha de Netanyahu— en un encuentro promovido por este mismo en Jerusalén. Otro informe, en este caso del investigador del TRT World Research Centre Ömer Carullah Sevim identifica cómo después de la caída del Muro de Berlín y del colapso de la Unión Soviética, la selección del Islam como nuevo enemigo resituó a Israel en un mapa en el que comenzaban a difuminarse las atrocidades de la II Guerra Mundial:
“Desde principios de la década de 2000, el interés de los políticos europeos de extrema derecha en Israel ha aumentado gradualmente. Uno de los primeros ejemplos fue la visita del viceprimer ministro italiano, Gianfranco Fini, a Israel. Fini visitó Israel nueve años después de elogiar abiertamente a Mussolini en 1994”, escribe Carullah Sevim. Fini fue el último gran líder del Movimiento Social Italiano, heredero del fascismo de Benito Mussolini y padre de los actuales Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni, un partido que nunca ha renegado de su raíz fascista.
La extrema derecha italiana, la derecha y la extrema derecha española —representada por Vox y, antes de su nacimiento, por miembros del PP en la derecha del partido como Alejo Vidal Quadras— o los partidos ultras de República Checa han sido, sin excepciones, adoptados como “fieles amigos” del Likud y la extrema derecha israelí. Los pocos cordones sanitarios se han impuesto sobre la Agrupación Nacional francesa —que está consiguiendo poco a poco integrarse en el equipo de Israel— y con la Alternativa para Alemania, que también lo intenta.
Ese deseo de acoplarse bajo el ala del sionismo lleva a situaciones contradictorias como la del Partido de los Demócratas de Suecia, fundado entre otros por Gustaf Ekstrom, exoficial de las SS alemanas, que se declara el “partido más pro Israel” de Suecia y en el pasado ha mendigado la atención de los ministros israelíes.
Primera estación, Visegrado
El principal foco de antisemitismo actual (y real) en Europa se sitúa en los países del eje de Visegrado. Un informe de 2020 de la European Network – Countering Antisemitism through Education muestra que el 51% de los eslovacos, el 49% de los húngaros, el 38% de los polacos y el 25% de los checos están de acuerdo con esta afirmación: “Los judíos tienen poder y control sobre muchos gobiernos del mundo”. Eso no impide que el Este de Europa, y en concreto los países del llamado eje de Visegrado (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría), son vistos desde el poder en Tel Aviv como los socios ideales para influir en la UE, en cuanto muestran una “hostilidad hacia los valores de la Ilustración, los derechos humanos y el concepto de nación como comunidad de los ciudadanos, al principio de igualdad y, en general, a los extranjeros”, que entronca con el proyecto iliberal de Netanyahu en Israel, como ha apuntado el académico israelí Zeev Sternhell.
Pese a que en 2019 se produjo un breve enfrentamiento dialéctico con Polonia a raíz de la interpretación de la colaboración polaca en la shoa, que fue resuelta con una manifiesta cesión por parte de Netanyahu, los vínculos entre los países del eje de Visegrado e Israel se deben interpretar desde la confluencia de factores. Primero, los beneficios de estar situados en todos los casos en las coordenadas de Washington DC con prioridad sobre la pertenencia de los cuatro países de Visegrado a la Unión Europea. Ese vínculo tiene efectos económicos y de relaciones internacionales —de hecho, Netanyahu llegó a ofrecer Jerusalén para una reunión del grupo Visegrado.
La cooperación económica se ha intensificado en los últimos años y estos países —especialmente República Checa y Hungría— han multiplicado sus lazos comerciales. En el caso de Chequia, donde gobierna el Partido Democrático Cívico (ODS), dentro del grupo europeo ECR, la transferencia de armas y munición ha ido in crescendo en los últimos años. La polémica en España con el carguero Borkum, que eludió parar en las costas de Cartagena tras una intensa campaña de presión política por parte de los movimientos de solidaridad con Palestina, estaba servida por el hecho de que, oficialmente, el barco se dirigía a Eslovenia, desde donde se enviaría el cargamento a República Checa, oficialmente como destino final. Sobre el caso sobrevoló desde el comienzo la sospecha —rechazada por el Gobierno español— de que Chequia transfiriese las armas a Israel.
La clave es la transferencia de alta tecnología desde Israel hacia sus socios del este de Europa. Durante la reunión con los integrantes de Visegrado en 2017, un micrófono abierto hizo explícita la relación instrumental que Netanyahu ha cultivado con sus socios: “La Unión Europea es la única asociación de países en el mundo que condiciona las relaciones con Israel a condiciones políticas. ¡Los únicos! Nadie lo hace”, criticó junto a Viktor Orban y los mandatarios checo, polaco y eslovaco.
En el documento de conclusiones sobre el uso de Pegasus y otros software espía que realizó la Comisión Europea en 2023, se reseñaba que Chequia y Hungría (además de otros dos países europeos, Bulgaria y Rumanía) son las bases de expansión continental y posibles clientes de la compañía israelí QuaDream, la desarrolladora de Reign, uno de los programas similares a Pegasus basados en la misma tecnología de “día cero”.
En aquella cita off the record Netanyahu insistía en otro de los elementos que ha fomentado en su acercamiento a la extrema derecha: el marco de securitización, para el que Israel se postula como baluarte “europeo” dentro de Oriente Medio. Unido a esto está el racismo y, más concretamente, la islamofobia, dos factores que tienen mucha relevancia en las encuestas de las preocupaciones, especialmente de checos y polacos. Además, la motivación ideológica se retrotrae a la larga historia del anticomunismo: “Nadie comprende mejor a los húngaros y a los polacos que los actuales líderes de Israel, porque nadie odia los valores universales de la izquierda tanto como ellos”, señalaba Sternhell.
Politico, propiedad de un empresario prosionista, apuntaba la relación estrecha de dos países del grupo de Visegrado con el régimen de Netanyahu: “Junto con Hungría y la República Checa, Austria está ahora en el centro de un bloque centroeuropeo proisraelí que, según dicen funcionarios israelíes en privado, es fundamental para mantener a la UE de su lado mientras la guerra entre Israel y Hamas se prolonga y aumentan las bajas civiles palestinas”.
Uno de los últimos ejemplos de esa alineación de intereses ha tenido lugar el 10 de mayo. La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas votó a favor de una resolución que acepta que Palestina es un estado que tiene pleno derecho para formar parte de la ONU —desde 2012 es observador no Miembro. Hungría y la República Checa fueron las únicas delegaciones europeas que votaron en contra.
Extrema derecha
Perspectivas electorales La ultraderecha en Austria aprende a cabalgar el tigre
Una pica en centroeuropa
Hace una semana, Maximilian Krah cometió el error de su vida. El cabeza de lista de Alternativa para Alemania (AfD) se propasó en una entrevista: “Es un error generalizar. No todos los SS eran criminales de guerra”, aseguró. Y con ello, desató una reacción inmediata en Identidad y Democracia (ID), el partido europeo en el que AfD convive con fuerzas como Agrupación Nacional (RN), el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), la Lega o el Partido por la Libertad de Países Bajos (PVV). En pocas horas, la plana mayor de ID —Marine Le Pen (RN) y Matteo Salvini (Lega)— decidían romper con Alternativa para Alemania y la mesa del grupo en la sede comunitaria de Bruselas anunciaba la exclusión del partido alemán.
Su propio partido exigió entonces la dimisión de Maximilian Krah de todos sus cargos y le impidió participar en campaña. El 29 de mayo, las oficinas de uno de sus antiguos asesores fueron registradas por la policía belga en la investigación por un caso de posible espionaje para Rusia. Solo unas semanas antes, otro de sus ayudantes fue detenido por, presuntamente, espiar para China.
Krah cometió dos errores que no han perdonado ni las familias de la extrema derecha europea ni su partido. El primero, romper el tabú sobre la pertenencia de “alemanes de bien” en el Escuadrón de protección (SS) alemán, algo con lo que AfD puede jugar en el interior de Alemania, pero que tiene consecuencias en el contexto europeo. El segundo, que esa banalización del nazismo se produce en un momento y un lugar determinado, cuando la extrema derecha ha abrazado el proyecto sionista de Benjamin Netanyahu.
El neerlandés Geert Wilders encarna el modelo de agente prosionista en la UE: su partido no tiene muertos en el armario del holocausto de mediados del siglo pasado y ha declarado la “guerra al Islam”
Las sospechas sobre Krah en ese sentido venían de lejos. Guillaume Pradoura, uno de los asistentes de AfD investigados por la policía —que actualmente trabaja para un eurodiputado neerlandés de la otra gran familia de la extrema derecha— fue expulsado en el pasado de la Agrupación Nacional francesa (RN) por su antisemitismo.
Pero Krah es solo un exponente más de un partido que, pese a intentarlo con fuerza, sobre todo a través de su presidenta Beatrix von Storch, no ha conseguido deshacerse de su etiqueta de antisemita. No ha sido suficiente que el partido presentase una moción para suspender las donaciones a UNRWA, la agencia de la ONU proderechos humanos que trabaja en Palestina, o que su presidente Alexander Gauland emitiese el clásico “silbido para perros” al denunciar que los ataques de Hamás del 7 de octubre eran un ataque contra “nuestra forma de vida”. Ese rechazo por parte de Israel convierte a AfD en una excepción entre las fuerzas de extrema derecha europeas, que han sido cortejadas por el Gobierno de Benjamin Netanyahu incluso cuando sus líderes han reivindicado a “patriotas” implicados en la shoa durante la II Guerra Mundial.
Es el caso de Viktor Orban, presidente de Hungría, que rindió honores a Miklos Horthy —el regente del país que envió a más de 400.000 judíos húngaros a los hornos de Auschwitz— o de la excelente relación de Netanyahu con el FPÖ austriaco, partido que hunde sus raíces la Asociación de los Independientes (VDU), fundada en 1949 por antiguos nazis como Anton Reinthaller, su primer líder, que era miembro de las SS. Como titulaba un artículo de Politico el pasado otoño, “la cuna de Hitler se ha convertido en el BFF (mejor amigo para toda la vida) de Israel en Europa”. Y eso que el puesto está disputado.
Sebastian Kurtz, excanciller, en este caso del Partido Popular de Austria (ÖVP), es una figura clave para entender el acercamiento del establishment político de este país centroeuropeo a Israel. En la actualidad Kurz preside la compañía Dream Security, el nuevo vehículo del padre de Pegasus, Shalev Hulio. Kurz es además consejero honorario del Instituto de Paz de los Acuerdos de Abraham, una serie de pactos para la normalización de las relaciones entre Israel y distintos países árabes que promovió la administración Trump para el aislamiento internacional del Estado palestino.
La “desnazificación” de los espíritus no aplica en el caso de la extrema derecha neerlandesa representada en este momento por Geert Wilders y su partido unipersonal Partido por la Libertad (PVV), que en 2024 gobernará por primera vez en Países Bajos. Wilders, que en su juventud fue voluntario en una plantación agrícola en Israel, donde vivió dos años, y en 2010 se manifestaba así en una entrevista para Yedioth Ahronoth: “Israel es el faro y la única democracia en esta parte del mundo atrasada y dictatorial (...) Israel está muy cerca de nosotros, de nuestra identidad europea. Israel pelea nuestra guerra”.
Wilders encarna el modelo de agente prosionista en la Unión Europea. Su partido no tiene muertos en el armario del holocausto de mediados del siglo pasado, ha declarado la “guerra al Islam” —aunque para formar gobierno ha metido en el congelador sus promesas electorales de prohibición del Corán y las mezquitas—, es un ferviente admirador del colonialismo de asentamientos en Cisjordania, y asegura que estará con Israel “hasta el final”. Las encuestas para las próximas elecciones le dan un porcentaje por encima del 30% (casi dobla al partido de la socialdemocracia) y sus diputados se integrarán en Identidad y Democracia. Wilders, como Matteo Salvini, cuyo partido la Lega, también está integrado en ID, ha prometido estudiar el traslado de la embajada de Países Bajos a Jerusalén. También lo ha hecho Alternativa para Alemania o el Partido de los Demócratas sueco.
Opinión
Opinión Frente al antisemitismo, Palestina libre
La diferencia de los Le Pen
Ningún partido como el antiguo Frente Nacional francés —desde 2018 la Agrupación Nacional (RN)— sirve para mostrar el cambio respecto a las relaciones con el sionismo y la revisión de las tesis tradicionales del espacio político de la extrema derecha con respecto a Israel. El momento clave es 2011, cuando Marine Le Pen toma las riendas del partido y apuesta por una política de “desdemonización” cuyo objetivo era superar los resultados que había encontrado su padre, Jean Marie Le Pen, fundador del partido en 1972, incapaz de superar el cordón sanitario republicano impuesto contra la extrema derecha por el resto de partidos. Le Pen padre es el autor de unas declaraciones que aun hoy son recordadas, ya que calificó las cámaras de gas del holocausto como “una anécdota de la Segunda Guerra Mundial".
Hasta ahora, Meloni nunca ha escondido su “amistad” personal con Netanyahu: “Israel es un amigo y un socio clave de Italia, en Oriente Medio y a nivel mundial”
Como explica el periodista Enric Bonet, “la dirección del partido, incluida la misma Marine Le Pen, considera que ultraderecha francesa sufre de un techo de cristal a causa del del antisemitismo”, algo que no solo tenía efectos internacionales sino uno muy directo sobre la comunidad judía francesa, la más importante de Europa, que conforman casi medio millón de personas. La estrategia generó problemas en los primeros años —y de hecho Le Pen hija sigue siendo considerada “persona non grata” en Israel— pero en los últimos años los acercamientos, que en Francia califican como estrategia de seducción, han sido múltiples. En 2018, la presidenta de RN justificó la matanza de 59 palestinos durante las protestas por la instalación de la embajada de EEUU en Jerusalén y en 2022 pidió la presidencia de la comisión de lucha contra el antisemitismo en la Asamblea francesa.
Tras los hechos del 7 de octubre, Le Pen y su delfín, Jordan Bardella, se han mostrado inequívocamente del lado de Israel, en un discurso que enmarcan en la lucha contra el “islamismo radical”. Algo que, según Bonet, les sirve para presentarse como los principales protectores de los judíos en Francia. Según este periodista, a la primera motivación política de superación del legado envenenado de Vichy le ha seguido otra que tiene que ver con la lógica trumpista: “la evolución del sionismo y el hecho de que este haya tenido una deriva iliberal a partir de la victoria de Trump, ha hecho que esto resuene mucho más en el nivel ideológico con la extrema derecha francesa y sus valores”.
La amistad de Meloni con Netanyahu
La tendencia de RN a alejarse de su pasado proPutin —algo que está detrás también de la ruptura con AfD en la campaña de las europeas— y acercarse a Israel tiene que ver con las vías abiertas para la extrema derecha en el continente, que ejemplifica Giorgia Meloni, primera presidenta del Consejo de Ministros de Italia.
La líder de los Fratelli d'Italia ha sido un ejemplo de los límites y las oportunidades de la extrema derecha: ha aplicado medidas de mano dura sin contestación por parte de la gobernanza de la UE y al mismo tiempo ha asimilado los marcos macroeconómicos de la UE y la postura oficial respecto a Rusia y el apoyo incondicional a Ucrania. En el debate del 23 de mayo, la actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen (PPE) tendió la mano a Meloni, delimitando el perímetro a una extrema derecha con la que se puede pactar: “proeuropea, contraria al ruso Vladímir Putin y partidaria del Estado de derecho”.
Hasta ahora, Meloni nunca ha escondido su “amistad” personal con Netanyahu: “Israel es un amigo y un socio clave de Italia, en Oriente Medio y a nivel mundial”, ha declarado este mismo mes de marzo, durante una visita del primer ministro sionista a Roma. La relación viene de lejos y Netanyahu recibió como una buena noticia la victoria de los Fratelli d'Italia en 2022 y su líder le felicitó a su vez en noviembre de ese mismo año.
Según Altreeconomía, Italia exportó 2,1 millones de euros en armas y municiones a Israel en los últimos tres meses de 2023. No obstante, la prensa internacional habla de un “enfriamiento” de las relaciones entre Roma y Tel Aviv desde ese mes de marzo y con la masacre de Rafah y las órdenes de la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional como música de fondo. En cualquier caso son percepciones que no obstan el hecho de que Italia es uno de los principales países interesados en el proyecto del régimen de Netanyahu de convertir a su país en un nodo de distribución energética a través del Mediterráneo.
Si se sigue ampliando ese distanciamiento del Gobierno italiano con respecto a Netanyahu —que no hay que olvidar, en escasas semanas puede tener colgada la etiqueta oficial de criminal de guerra— se certificará parte de ese viaje al extremo centro de los Fratelli d'Italia. Un viaje al que optan partidos como el de Marine Le Pen —y de alguna manera también el FPÖ austríaco—, pero que no tienen ningún interés en recorrer los partidos de la extrema derecha del Este de Europa.
Todos comparten, sin embargo, una agenda que beneficia a gobierno sionista, explica Miquel Ramos: “Respecto a Israel, la islamofobia y la retórica de la seguridad, lo que va a pasar es que se va a reforzar esa retórica militarista, supremacista de que hay que resguardar el jardín europeo de los bárbaros de oriente, de África y de Rusia”. Una agenda que no es exclusiva de la extrema derecha de ECR e ID, sino que comparte el grupo mayoritario en el próximo Parlamento y no enmiendan los grupos de la izquierda. La próxima semana, todas estas familias de extrema derecha, a las que unen más ideas de las que las separan, y que, como el actual Gobierno de Israel, se agrupan en torno a la identidad excluyente, vivirán una buena noche electoral. Y, desde Israel, es muy posible que el “carnicero de Rafah” brinde por ello.
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Los antisionistas se alían con lo sionistas, los antislamistas con los islamistas (acuerdos de Abraham), los que defienden España están contra todo español que les contradiga, para el Israel de Netanyahu todo judío que le lleve la contraria es antisemita, igual que les pasa a Meloni y losVisegrado boys con sus desobedientes, etc, etc, etc...
Hacer un análisis ideológico al uso de esta gente me parece caer en su trampa, que es hablar y tomarse en serio su puesta en escena. Habría que hacer análisis funcionales y estratégicos exclusivamente. Porque hablamos de la internacional listilla, de la internacional quién-me-tiene-que-decir-a-mi-cuánto-hay-que-beber-si-quiero-conducir. Son los que defienden al ejército para cagarse en sus muertos si no se alinean con sus intereses. Es la internacional de lo-quiero-y-lo-quiero-ya-como-yo-diga. La de es-el-mercado-amigos. La internacional del daño colateral como principio activo. La de la violencia o lo que haga falta para conseguir lo que quieren. A algunos se les llama mafia y a otros gobiernos, pero actúan igual. Y el cinismo cortoplacista de la socialdemocracia aplana el camino de esta gente, si no es que es su sonrisa chorra.
Todo muy prosaico, muy materialista, muy egocéntrico y egoista, muy miserable.
Las élites que manejan los negocios, bien sean de armamentos, geopolíticos, o "antisociales"; se asocian con desaprensivos ultras para usarlos como estilete en una escalada de una violencia tal, que hacen temblar los cimientos de la democracia.
Ahí, tenemos a VOX con Abaskal viviendo como un "marajá", sin haber cotizado un euro en la seguridad social. Su partido, recibió un millón de euros de los "ultras" islamistas. Vamos, como si Gernika apoyase al nazismo y fascismo español, siendo los verdaderos criminales que mataron civiles indefensos, y que nunca han condenado en sede parlamentaría.
Es una estrategia donde se usan ambos. . . ¡En contra de toda la humanidad! En claro beneficio del poder totalitario que es el dinero de los oligarcas y sus tramas.