Unión Europea
La ilusión europeísta o cómo la UE aplica su necropolítica migratoria en los Balcanes

La Unión Europea supedita la relación con los países de los Balcanes a su capacidad de frenar las migraciones incitándoles a vulnerar los derechos humanos de las personas en movimiento. Una misión que la mayoría acepta ante la promesa de la adhesión.
Frontera Serbia - 7
En 2015 el primer ministro ultraderechista húngaro Viktor Orbán construyó una valla doble de más 175 km y envió al ejército que ha permanecido hasta que ha comenzado la guerra en Ucrania Jose Ángel Sánchez Rocamora

Se ven decenas de hombres casi sin ropa. Andan por lo que podría ser el arcén de la carretera, evitando levantar la cabeza. Les graban los coches que pasan a su lado. En la descripción del vídeo se lee “la policía fronteriza serbia devuelve violentamente a 70 personas a Macedonia del Norte, días después de la cumbre de cooperación fronteriza de la UE”. Menos de veinte segundos de imágenes que muestran las nuevas prácticas que los países de los Balcanes han empezado a ejecutar siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea para este territorio.

En palabras de Bárbara B., responsable de comunicación de No Name Kitchen (NNK), ONG presente en los Balcanes desde 2017, “nos encontramos ante una nueva práctica —al no ser Serbia un Estado miembro— que podría cambiar significativamente el curso de la política fronteriza europea”, ya que, hasta el momento, las devoluciones en caliente registradas en la región han sido ejercidas por los países de la UE.

Los Balcanes Occidentales se sitúan en el corazón de Europa, rodeados geográficamente por Estados miembros de la Unión Europea. La región es un lugar de tránsito y un corredor clave para aquellas personas que diariamente arriesgan su vida para llegar a la UE. La ruta de los Balcanes Occidentales recorre Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro, y Serbia.

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Todos estos países están en procesos de adhesión a la UE, aunque cada uno en una etapa diferente. Esta misma semana Bruselas recomendaba abrir negociaciones de adhesión a UE con Bosnia. Los países más cercanos a esta meta, sin embargo, son Macedonia del Norte y Albania, aunque sus procesos de adhesión están igualmente paralizados desde 2014. Ahora bien, todo el bloque debe seguir las recomendaciones de la Unión si es que quieren avanzar a este respecto, lo que incluye materia migratoria. En palabras de la Comisión Europea: “las medidas operativas para reforzar la asociación con los Balcanes Occidentales, en vista de su estatuto único, con perspectivas de adhesión a la UE” incluyen “acciones relacionadas con la migración en la región por un importe total de 201,7 millones de euros”. Una cantidad que ha sido aumentada con otros 54 millones de euros el pasado año.

Unas condiciones que son cada vez más violentas sobre el terreno. Es de sobra conocida la externalización de fronteras de la UE con terceros países; una estrategia que, a cambio de partidas millonarias y otro tipo de beneficios, obliga a países no miembros con los que la UE hace frontera a frenar los flujos migratorios —de la forma que sea—. De esta manera los Estados miembro evitan violar —de manera directa— la legalidad internacional que ellos mismos han firmado.

Tomando como referencia esta forma de hacer política, lo que se ve en el vídeo mencionado ni es nuevo, ni sorprende. Hace unos meses la foto de Fati y Marie, muertas en el desierto libio tras una devolución en caliente de las fuerzas tunecinas, mostraba la brutalidad de tal estrategia. Porque, aunque fueron las fuerzas de Túnez las que ejercieron tal violencia, ese mismo mes la UE había firmado con tal país un nuevo acuerdo migratorio por 900 millones de euros por cual el país africano debía evitar a las personas en movimiento llegar a sus fronteras. Unas acciones que llevan años denunciadas en los países del norte de África, pero que los países de los Balcanes se resistían a aplicar. Cabe recordar que las devoluciones en caliente están prohibidas por la legislación de la Unión Europea e internacional, puesto que violan el principio de no devolución de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.

Devoluciones en caliente como condición de entrada en Schengen

Hasta ahora, en la región, las devoluciones en caliente o los actos de violencia física contra las personas en las fronteras al Este del continente eran ejercidas, en su mayoría, por las policías de fronteras de los Estados miembro, mayoritariamente Hungría, Croacia y Bulgaria, y por Frontex —agencia de la Unión Europea encargada de vigilar las fronteras exteriores de la Unión y del espacio Schengen—.

En este sentido, es la frontera turco-búlgara la que registra el mayor número de devoluciones en caliente en la región. La mayor parte de informes de las organizaciones sobre el terreno denuncian a la policía búlgara como la principal responsable de esta práctica. De acuerdo con el Comité Helsinki de Bulgaria, sólo el año pasado se produjeron unas 5.270 devoluciones en caliente que afectaron a 87.650 personas en esta frontera. Una cifra que supone el doble de la registrada en 2021: 2.510 expulsiones que afectaron a casi 45.000 personas.

Unos números ya de por sí monstruosos pero que se espera que aumenten debido a la reciente entrada de Bulgaria al espacio Schengen, la cual se hacía efectiva el pasado diciembre. Y como bien recitan los “siguientes pasos” a esta decisión: “para ayudar a Bulgaria a proteger las fronteras exteriores de la Unión, se seguirá prestando un importante apoyo financiero y la asistencia de Frontex.”

El año pasado se produjeron unas 5.270 devoluciones en caliente que afectaron a 87.650 personas en esta frontera en la frontera turco-búlgara. Son el doble de las expulsiones registradas en 2021 

La frontera turco-búlgara supone el paso terrestre más transitado de Europa. La valla que separa ambos países, por supuesto financiada por la UE, recorre unos 234 kilómetros, está coronada por alambre de espino y está equipada con cámaras de imagen térmica para intentar detectar a quienes intenten cruzarla.

Frontex ha aumentado su presencia en esta frontera con 500 agentes que se suman a los 234 que ya había allí desplegados. Un hecho preocupante cuando ya el pasado año BalkansInsight sacaba a luz una investigación donde se demostraba “una grave negligencia por parte no sólo de las autoridades búlgaras, sino también de los funcionarios de la UE, a la hora de abordar las pruebas de violaciones graves y persistentes de los derechos humanos en las fronteras de Bulgaria”.

Emmanuela, quien en estos momentos es parte del equipo de NNK en esta frontera, afirma que “casi nadie está siendo capaz de cruzar”. Es la activista quien me informa que, la pasada semana, Frontex acordó el envío de 340 vehículos de patrulla especiales a la frontera, una cifra que se irá aumentando en 60 cada mes. Un incremento de la militarización cuyo objetivo es cerrar a cal y canto Bulgaria, mucho más ahora que es parte de Schengen. Ya lo dejaba por escrito Ursula Von der Leyen en marzo del pasado año, “la frontera entre Turquía y Bulgaria es el primer objetivo de la Comisión”, y la Unión ha hecho lo que mejor sabe hacer. Lo explicó a la perfección Diana Radoslavova, directora del Centro de Asistencia Jurídica “Voz en Bulgaria” en la investigación del BalkanInsight: “Bulgaria tenía la orden de cerrar la frontera y para cumplir tal orden hace lo que sea, aunque le lleve a violar derechos humanos”.

Y así lo hizo, y así le felicitó la UE: “los proyectos piloto desarrollados por Bulgaria en las fronteras exteriores han demostrado su eficacia y deberían convertirse en acuerdos más estructurales”. A resaltar que la UE invirtió parte de los 600 millones destinados a reforzar sus fronteras exteriores en Bulgaria, como se explica en la carta de Von der Leyen.

Acuerdos que acaban con la humanidad

Y esa inversión se nota en los Balcanes. Porque cuando Emmanuela dice que “nadie puede escapar el control“ no solo se refiere a quienes intentan cruzar sino también a las organizaciones humanitarias sobre el terreno. La presión policial es cada vez más intensa, pero no solo en Bulgaria. El aumento de la presión policial tras las nuevas acciones de la UE para la región se hace notar en toda la ruta de los Balcanes. En este sentido, NNK ha tenido que abandonar sus proyectos en el norte de Serbia, lo mismo le ha ocurrido a Médicos Voluntarios Internacional (MVI, por sus siglas en ingles) quienes han pasado de atender a más de 1.000 personas en septiembre a ninguna desde diciembre, como demuestra su informe.

La poca humanidad que aún quedaba en el resto de cuerpos de seguridad fronterizos, como era el caso de Serbia, se ha diluido entre acuerdos migratorios y operaciones policiales, y así lo demuestran los últimos “avances” que la Unión Europea está aplicando en la región. Y es que hasta hace pocos meses, cuando preguntabas a las personas que habían conseguido llegar al país, rara vez denunciaban violencia alguna de la policía serbia. “Hasta me preguntaron si tenía sed”, me contaron una vez en la frontera serbocroata el pasado agosto. Ahora, ni rastro de esa casi amabilidad.

El pasado noviembre, el Ministro del Interior serbio, Bratislav Gašić, anunciaba una operación conjunta con las fuerzas policiales húngaras para, en sus palabras, “luchar contra la delincuencia organizada y la inmigración irregular”. Una operación que entraba dentro del memorándum firmado entre estos dos países y Austria: “El sistema de asilo de la UE ha fracasado”, declaraba el Canciller austriaco Karl Nehammer. “Hemos llegado a un punto en el que los distintos países de la UE buscan nuevas formas de asociación”, confirmaba este. No hace falta siquiera traducir lo que, para ellos, significa que “el sistema de la UE ha fracasado”, ya se encargó de ello Viktor Orbán, primer ministro húngaro: “no necesitamos gestionar la migración, necesitamos detenerla. Tenemos que demostrarles (a los migrantes) que no pueden cruzar”.

Cabe preguntarse porqué los países de los Balcanes, y en este caso Serbia, aceptan ser los “cortafuegos migratorios” de la UE. Es decir, están aceptando ser terceros países con los que la UE externalizaría sus fronteras, lo que en cuanto a avance en su adhesión supone pegarse un tiro en el pie.

Pero es que el caso de Serbia es diferente. En primer lugar, Belgrado no quiere entrar en la UE, pero debe fingir que tiene cierto interés en formar parte de este proceso con el fin de que la Unión no le retire el presupuesto a este respecto. Y en segundo lugar, y en relación a tal operación, esta se dio en plena campaña electoral; Aleksandar Vučić, primer ministro serbio, no dudó en culpar a la migración del auge de la violencia que llevaba meses denunciando la sociedad serbia. Algo contrario a la realidad y a los reclamos de la población; pero Vučić centró parte de su campaña electoral en ello.

Desde 2015, el Gobierno de Orbán ha usado la migración como un instrumento político para consolidar su poder. En ese sentido, la principal prioridad de Hungría es cooperar con Serbia para controlar la afluencia migratoria

Además, y en esta misma línea, tampoco podemos ignorar el que el primer ministro serbio sea el principal socio de Budapest en la región. Desde la crisis migratoria de 2015, el Gobierno de Orbán ha usado la migración como un instrumento político para consolidar su poder. En ese sentido, la principal prioridad de Hungría es cooperar con Serbia para controlar la afluencia migratoria. Y teniendo en cuenta que Hungría es el principal socio, político y económico, de Vučić fuera de la región, este debe seguir la línea de Orbán. Algo que, sabiendo que ambos líderes tienen una política —e ideología— similar, tampoco es que suponga un sacrificio para el líder serbio.

La política migratoria del primer ministro húngaro es de sobra conocida, como también lo es la indiferencia e incluso aceptación de la UE hacía esta. La única diferencia entre ambos es comunicativa; mientras Orbán no pierde el tiempo en disimular —e incluso se enorgullece— por la violencia y la violación de Derechos Humanos que practica en sus fronteras, la UE no para de inventar eufemismos que integrar en su lenguaje institucional con el fin de esconder la realidad de sus acuerdos.

Sobre el terreno, tales eufemismos se han traducido, en los últimos meses, en el desplazamiento forzoso de miles de personas en el norte del país que esperaban para intentar cruzar a Hungría a los campos del sur. Los campos del norte de Serbia: Horgos, Subotica y Sombor han sido clausurados y los asentamientos irregulares en la zona destrozados o quemados. No solo los campos del norte, el mayor del país ubicado en capital también ha sido cerrado, así como otros dos en el municipio de Šid, al noroeste del país. Y los pocos que siguen en funcionamiento han pasado a ser “de tránsito” a “de retención”. NNK informa, por ejemplo, que en el campo de Preševo, municipio al sur de Serbia, las personas no pueden salir.

Desde el inicio de esta operación la violencia contra las personas en movimiento está presente en todo el país, y lo que se ve en el vídeo no es ni más ni menos que el reflejo de esta ‘nueva política’ en los Balcanes Occidentales. Se ha informado del envío de un centenar de agentes de seguridad adicionales equipados con vehículos, gafas de visión térmica y drones a la frontera de Macedonia del Norte como parte del nuevo pacto entre los tres países. La última jugada de esta no nueva política migratoria, diseñada y pagada por la UE y sus estados miembro, que hace tiempo opera en la ruta de los Balcanes.

Fronteras
Fronteras Radiografía de la ruta migratoria serbia: otro ejemplo de cómo Europa subcontrata sus fronteras
Las devoluciones en caliente o el trato degradante, constituyen prácticas normalizadas en las fronteras de los países balcánicos y Serbia, en el marco de una cooperación transfronteriza orientada a impedir a toda costa el tránsito de las personas.

La externalización del proceso de asilo comienza en los Balcanes

Ya se ha señalado, en este texto, como esta ruta es una de las más transitadas para llegar a la UE. La coordinadora de NNK lo explica a la perfección, “si te metes en el mar tienes muchísimas posibilidades de morir; por lo que muchas gente prefiere tomar esta ruta a pesar de ser tan larga y traumática”. No es raro que en la ruta de los Balcanes te encuentras a personas originarias del norte de África quienes, como bien analiza Bárbara, “cambian esos catorce kilómetros [entre Marruecos y España] por años de ruta con tal de no morir ahogados”.

Pero da igual, porque la política europea ya se ha encargado, con su último acuerdo, de que incluso aquellos que arriesgan su vida en el mar con el fin de acortar su travesía migratoria acaben en los Balcanes. Y es que hace menos de un mes el Tribunal Constitucional albanés confirmaba el acuerdo firmado entre el primer ministro de este país y su homóloga italiana, Georgia Meloni, por el cual se crearían centros de retención de personas rescatadas en el Mediterráneo que intentasen llegar a las costas de la UE mientras se gestionan sus solicitudes de asilo.

La falta de claridad de tal acuerdo lleva siendo denunciada desde su anuncio; no se especifica quiénes serán trasladados a tales centros, cuánto tiempo podría estar encerrada una persona o las condiciones de los mismos. Como bien puntualiza Gresa Hasa, periodista albanesa quien ha seguido de cerca todo el proceso del acuerdo, “estos van a ser cárceles para migrantes”. Y lo que es peor, este acuerdo supone la externalización del proceso de asilo, algo que directamente es contrario a los Acuerdos de Dublín. “Esta externalización forma parte de la deshumanización de las personas en movimiento, a las que se les quiere dibujar como una entidad abstracta y no como seres humanos”, afirma la periodista.

Italia
Fronteras El gobierno de Meloni construirá una cárcel italiana para personas migrantes en Albania
Antes de la próxima primavera entrarán en funcionamiento dos estructuras: una para identificar y otra para retener a las personas migrantes.

La aspiración europeísta como mecanismo de chantaje

“La UE, porque Italia es un estado miembro, está tratando a Albania como su gueto”, asegura Hasa, “nos echa a nosotros con lo que no quiere tratar”. No le falta razón, tan solo hay que leer el Preámbulo del acuerdo en el cual se especifica que si Albania cumple su parte, Italia acelerará el proceso de adhesión del país balcánico. “Georgia Meloni, es decir Italia, no decide sola si el proceso se acelerará o no. Eso está en manos de la Comisión Europea; existen políticas y otras cuestiones involucradas en relación con el proceso de ampliación, que por cierto concierne a todos los Balcanes Occidentales, no sólo a Albania”, explica Hasa.

La entrada de Albania en la UE va de la mano con la de Macedonia del Norte, por lo que no se podría discutir sus adhesiones por separado como plantea el acuerdo. Además, el proceso de ampliación de la UE lleva paralizado desde 2014 y no se esperan cambios a este respecto. Por eso no dejo de preguntarme qué empuja a los países de los Balcanes a dejarse hacer tal como lo están haciendo.

“No creo que sea una cuestión de ingenuidad por parte de los países de los Balcanes Occidentales”, empieza a responderme Gresa Hasa a tal observación, “es sólo que estos países no tienen todo en sus manos. La UE actúa muy a menudo como un bully con la región. Mira el caso del cambio de nombre de Macedonia del Norte, este cumplió pero ¿dónde estamos hoy en la ampliación? No importa lo que los países hagan o dejen de hacer, el proceso de ampliación en sí mismo está estancado”.

Acelerar su proceso de adhesión a la UE es la baza que los Estados miembros no dudan en usar para forzar al bloque de los Balcanes Occidentales a ser los cortafuegos migratorios

Acelerar su proceso de adhesión a la UE es la baza que los Estados miembros no dudan en usar para forzar al bloque de los Balcanes Occidentales a ser los cortafuegos migratorios. Algo que no solo no es real, sino que muestra la supremacía con la que la UE siente que puede tratar a esta parte del continente. Tomando como ejemplo el Acuerdo entre Meloni y Rama, y en palabras de Hasa: “[el acuerdo] conlleva una violación a la soberanía de Albania. Se debe puntualizar que la última vez que Italia obtuvo esta extraterritorialidad fue durante la colonización italiana de Albania bajo el régimen Benito Mussolini. Es algo histórico y simbólico, y demuestra como Italia sigue teniendo un enfoque neocolonial hacia Albania”.

Esta observación se puede aplicar a cada nueva acción o declaración de la UE con respecto a los Balcanes Occidentales. Ciertamente, cuando cualquier representante europeo hace referencia a este bloque, parece que este les debe un favor porque la UE podría —en un futuro muy lejano— dejarles ser uno de ellos. Prueba de esto son las palabras de Von der Leyen al recomendar la pasada semana iniciar las negociaciones con Bosnia: “El país está demostrando que puede cumplir los criterios de adhesión y la aspiración de sus ciudadanos de formar parte de nuestra familia”. BiH solicitó la adhesión a la UE en febrero de 2016 y obtuvo el estatuto de país candidato a la UE en diciembre de 2022. No ha habido grandes cambios, y la verdad es que esta decisión está más ligada a los intereses de la Unión que a la mejora de la situación el país: “Bosnia-Herzegovina está ahora plenamente alineada con nuestra política exterior y de seguridad, lo que es crucial en estos tiempos de agitación geopolítica”. El premio por alinearse con el bloque euroatlántico ante la crisis de Ucrania, y un mecanismo para alejar al líder de la República Sprska de Rusia.

Más allá de la razón, lo que es común en la política de la Unión con respecto a los Balcanes es esa supremacía —e incluso paternalismo— que se deja ver en cada declaración. Y desde esta posición es desde donde la comunidad europea manda a los Balcanes a aplicar políticas cada vez más violentas en sus fronteras. Pero cuando pagas y ordenas por tal política eres igual de culpable, sino el principal. “Tuvimos el acuerdo con Libia, que fue horrible. Tras eso fue el acuerdo entre Hungría, Austria y Serbia sobre las devoluciones en caliente, y ahora éste entre Italia y Albania” resume bien Hasa, sabiendo que “toda la conversación sobre acelerar el proceso de Albania es totalmente mentira”.

Cuando el primer ministro albanés anunció tal acuerdo lo justificó asegurando que “Albania tiene una deuda histórica con Italia” refiriéndose a los albaneses que huyeron en los 90 a Italia tras la muerte de Enver Hoxha y la crisis política que afrontaba el país. Lea Ypi en su libro Libre: el desafío de crecer en el fin de la historia habla de este momento y considero que sus palabras no podrían explicar mejor la actitud de la UE con respecto a la migración: “Occidente se pasó décadas criticando a Europa del Este por el cierre de fronteras, financiando campañas para reclamar la libre circulación de ciudadanos. Condenando la inmoralidad de los estados que restringían el derecho de salida […] Quizá nunca les importó realmente la libre circulación. Resultaba fácil defenderla cuando era otro el que hacía el trabajo sucio de encerrar a la gente. Pero ¿qué valor tiene el derecho a salir de un país si no existe el derecho a entrar en otro? ¿las fronteras y los muros solo son censurables cuando sirven para impedir que la gente salga y no cuando impiden que la gente entre? […] Occidente pronto perfeccionó un sistema para excluir a los más vulnerables y atraer a los más cualificados al tiempo que defendía las fronteras para ‘proteger su estilo de vida’. Y sin embargo, los que emigraban lo hacían porque les atraía ese estilo de vida. Lejos de suponer una amenaza para el sistema, era sus más fervientes defensores”.

Una reflexión que habla de los emigrantes albaneses en los noventa pero que define a la perfección no solo la necropolítica migratoria europea, sino también el porqué los Balcanes Occidentales aceptan aplicarla: ser parte de una Unión a cualquier precio. Es esta aspiración europeísta de los Balcanes Occidentales la ilusión con la que la UE ha aprendido a jugar para conseguir todo lo que quiere de la región, lo que incluye forzar a estos estados a que violen los derechos humanos en las fronteras en su nombre.

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