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Turquía
Turquía en las calles: cae el muro del miedo a las movilizaciones

Turquía está siendo testigo de las mayores movilizaciones contra el gobierno de los últimos años. La detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, principal rival político del presidente Recep Tayyip Erdogan, ha sido la mecha que ha encendido las calles de todo el país, con miles de ciudadanos —principalmente estudiantes— desafiando la prohibición de manifestaciones de apoyo al líder opositor. Imamoglu ya arrastraba desde hace más de un año varios cargos judiciales por insultos y corrupción que amenazaban con apartarlo de la política. Ahora, la Fiscalía lo investiga por dos causas nuevas, de corrupción y por liderar una organización criminal, vinculándolo al grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado una organización terrorista en Turquía y la UE.
Su detención se produjo el miércoles, apenas cuatro días antes de que su partido, el socialdemócrata CHP —segunda fuerza parlamentaria— celebre primarias para elegir a su candidato a la presidencia, con Imamoglu como aspirante favorito. Pocas horas antes de su detención, la Universidad de Estambul —a petición de la Fiscalía— canceló la titulación de Imamoglu. Si un tribunal certifica la medida, podría dejarlo fuera de la carrera por la presidencia: la ley electoral estipula que el presidente debe tener un grado universitario.
La juventud, punta de lanza en las movilizaciones
Las protestas se están extendiendo desde los campus universitarios de todo el país a las plazas y calles principales de las ciudades. Más de un centenar de personas han sido detenidas en las protestas o por criticar la medida en redes sociales. Si bien las autoridades restringieron Internet en todo el país y se bloqueó el acceso a las cuentas de redes sociales de sindicatos y organizaciones de izquierda, la medida no ha evitado que grupos de jóvenes se junten y aúnen las protestas en una movilización general. La policía ha respondido a estos actos con una gran violencia, intentando dispersar sin éxito a la muchedumbre con gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua.
La última vez que Turquía fue testigo de tal movilización fue durante las protestas de Gezi de 2013, cuando Erdogan, entonces primer ministro, quiso gentrificar el último espacio verde del centro de Estambul, provocando manifestaciones masivas que derivaron en un grito contra el creciente autoritarismo del gobierno.
El CHP califica la detención de “golpe de Estado”, Erdogan minimiza los hechos
Imamoglu acusa al gobierno de “utilizar el poder judicial como arma” contra la oposición en un intento de mantenerse en el poder. Mientras la policía esperaba en la puerta de su domicilio el miércoles de madrugada, el alcalde publicó un vídeo en redes sociales pidiendo a la población que no se rindiera ante la “tiranía” del gobierno. La detención, calificada como “golpe de Estado contra el próximo presidente” según el CHP, parece ser el punto de partida de una serie de medidas —confiscación de bienes, cancelación de su empresa— que apuntan a la posible intervención total de la alcaldía de Estambul, imponiendo un fideicomisario al frente, como ha ocurrido con decenas de alcaldías kurdas del sureste del país.
El partido opositor CHP califica la detención de Imamoglu como “golpe de Estado”; Erdogan les acusa de “engañar al pueblo” al “presentar sus problemas legales como el problema más importante del país”
Ante el creciente descontento social, las gobernaciones de grandes provincias del país como Ankara o Esmirna se han sumado a las medidas tomadas por la de Estambul (todas en manos del partido gobernante, el islamista AKP) que ha prohibido las concentraciones, protestas o actos públicos durante días, en un intento de evitar las movilizaciones por la detención de Imamoglu.
Erdogan, en sus primeras declaraciones tras la detención de Imamoglu, acusó al partido opositor de “engañar al pueblo” al exagerar con su arresto. “Los esfuerzos de la oposición por presentar sus luchas internas o sus problemas legales como el problema más importante del país son el colmo de la hipocresía”, señaló en un discurso televisado. El mandatario reiteró que le corresponde a los tribunales determinar si las acusaciones contra Imamoglu son válidas, aunque aseguró que “saben perfectamente que todo es cierto”.

La detención de Imamoglu ha sido el detonante de multitud de malestares
Para Beyda Ceylan, estudiante en la universidad estambulí del Bósforo, la detención de Imamoglu ha sido la gota que ha colmado el vaso. La estudiante relata que las protestas van más allá del alcalde y se tratan de un rechazo general al empobrecimiento, la destrucción de los derechos sociales y la restricción de las libertades a través de políticas neoliberales. “En los últimos años, la juventud ha sido arrancada de los espacios sociales uno a uno, se les ha privado la independencia a los campus universitarios, han disminuido las oportunidades educativas”, señala a El Salto. “En otras palabras, se ha privado a la juventud de ser joven. Estamos ante la liberación de la ira acumulada durante mucho tiempo contra todo esto, por eso no tiene límites; no tenemos miedo”, sentencia.
Beyda Ceylan (estudiante): “Estamos ante la liberación de la ira acumulada durante mucho tiempo, por eso no tiene límites; no tenemos miedo”
En la costa del Egeo, en Esmirna, el activista Serdar Türkmen señala que siguen en las calles a pesar de la prohibición de las protestas. “Hemos derribado el muro del miedo”, asegura. “En las protestas predominan los jóvenes. También hay personas que no están habituadas a manifestarse, que no han participado anteriormente en luchas sociales pero que esta causa les ha empujado a salir a la calle. No solo hay gente de izquierdas en acción, es un espectro muy amplio, incluido jóvenes que se inician en la política”, describe.
Para Türkmen, la detención de Imamoglu es “la eliminación política del rival por parte de Erdogan”. “Se ha llevado a cabo con el pretexto de la ley. Se está intentando presentarlo con mentiras y calumnias, por eso no convence a la gente, incluso entre los miembros del propio AKP”, añade. El joven recuerda a las miles de personas —políticos, activistas, abogados, periodistas— turcos y kurdos opositores que han sido encarcelados en los últimos años con casos falsos o infundados. Türkmen advierte que las protestas “son un umbral para romper el clima de miedo” a las protestas o alzar la voz que existe desde hace mucho tiempo en el país. Por eso, las movilizaciones van más allá del CHP. “No podemos dejarlas solo en manos de este partido”, asegura.
Serdar Türkmen (activista): “En las protestas predominan los jóvenes y también hay personas que no están habituadas a manifestarse. No solo hay gente de izquierdas en acción, es un espectro muy amplio”
El líder del CHP, Özgür Özel, ha animado a la ciudadanía a “estar en las calles” aunque por otro lado sigue haciendo campaña de las primarias para la presidencia de su partido. Esta dicotomía ha despertado quejas entre los manifestantes, que aseguran que quieren salir a la calle a protestar, “no a acudir a un mitin político”, gritaban los jóvenes en Estambul.
Entre las urnas y la calle
Durante todas estas protestas, el líder del CHP, Özgür Özel, por un lado, dijo que “estarían en las calles”, y, por otro lado, señaló las elecciones que su partido celebraría el domingo como una solución. Esta situación generó interrogantes entre las masas que salieron a las calles. “El CHP tras hacer una declaración da por terminada la protesta, pero la gente quiere continuar en las calles. Esto también demuestra lo siguiente: el problema no se limita a Imamoglu”, señala Türkmen.
Y es que Turquía ha sido gobernada por el puño de hierro de Erdogan durante muchos años. La oposición, por el contrario, está condenada a la ecuación electoral. Cuando todo esto se combina con el ataque de la oposición al potencial candidato presidencial, es inevitable que el resultado se refleje en las calles. Mientras, los presos políticos llenan las cárceles, se producen manifestaciones y marchas, los derechos y las libertades reciben un golpe tras otro. Por ello, es necesario examinar más de cerca a las multitudes que llenan las plazas en Turquía.
Las protestas podrán ser dirigidas a las urnas por el CHP. Quizás superen al partido y evolucionen hacia un proceso similar al de Gezi en 2013. En cualquier caso, los próximos días serán extremadamente críticos para Turquía y la crisis política se profundizará. Pero la realidad es que el muro del miedo que se había ido construyendo durante años ha sido superado.