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Tortura
Abusos en manifestaciones, prisiones y CIE: la cara más cruel del sistema
El documental La cifra negra recaba relatos con sentencia firme de los delitos más invisibilizados del Estado español: las vulneraciones de los derechos humanos perpetuadas por las instituciones. Se han registrado más de 7.500 denuncias desde 2004.
“Al osito ya verás cómo lo van a poner. Hasta que lo pongan a cuatro patas. Le arreglan el ojo”. Gesto sexual incluido. Son los comentarios que intercambiaron tres policías nacionales que custodiaban la Audiencia Nacional de Madrid antes de que enviaran al exvidepresidente del Gobierno catalán, Oriol Junqueras, a la prisión.
Fueron cazados por las cámaras y el revuelo consiguió que se abriera una investigación interna; hasta hoy, no se ha sabido nada. ¿Cómo fue después la convivencia del catalán con los agentes en la furgoneta que le trasladó hasta Estremera? No lo sabemos, aunque otros exconsellers ya aseguraron haber recibido “malos tratos” en el traslado.
Son anécdotas que han tenido una cierta repercusión mediática por la relevancia política de los detenidos, pero no dejan de reflejar que las fuerzas de seguridad del sistema español tienen lugares opacos, sin ningún tipo de control, en los que se dibuja una escena de personas con poder absoluto frente a otras completamente vulnerables, físicamente arrestadas y psicológicamente decaídas ante la incertidumbre de su futuro cercano.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado en ocho ocasiones a España por no investigar torturas
Los malos tratos, abusos y torturas de las fuerzas del estado existen. Así lo han demostrado varias sentencias judiciales. Sin embargo, la opacidad del sistema siembra la duda sobre si se habrán denunciado todas. Es la premisa de la que parte el durísimo documental La cifra negra de la violencia institucional que se está presentando estas semanas por varias ciudades del estado español. La idea de que solo se ve la punta del iceberg. ¿Es viable que denuncie un preso a su carcelero, a sabiendas de que después tendrá que volver con él? Analiza los suburbios de la democracia de los que tan poco se habla.
Su director, el eldense Ales Payá, explica que la idea surgió hace años porque ha vivido “en primera persona” el “fenómeno de la violencia institucional” en varias manifestaciones. Relata cómo en una de ellas un grupo de policías le esposó y, pese a no ofrecer resistencia, un “conocido cabo” le “infló a golpes en la rodilla”, “sin ningún motivo”.
Cuenta que entonces uno de los agentes le dejó liberarse de un brazo para coger la porra que le atacaba y poder detenerla. “Le pregunté que por qué lo hacía. Me iba a romper la pierna. Estuve dos semanas cojeando”, asegura. La gota que colmó el vaso fue el desalojo de Plaza Catalunya en Barcelona perpetuado por los Mossos d'Esquadra el 27 de mayo de 2011: “Las personas mayores no daban crédito. Entonces me di cuenta del desconocimiento de la gente sobre el uso excesivo de la violencia institucional”.
Le pregunté que por qué lo hacía. Me iba a romper la pierna. Estuve dos semanas cojeando
Pese a la crudeza de su historia, afirma que es una nimiedad en comparación con las que ha escuchado y filmado para el documental. La Coordinadora para la Prevención y Denuncia de la Tortura (CPDT) ha registrado 7.500 denuncias por torturas y malos tratos de funcionarios desde 2004. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado en ocho ocasiones a España por no investigar torturas.
Más datos que arroja el largometraje: en un estudio realizado por el sociólogo Pedro Cabrera en el que participaron 1.668 presos procedentes de 46 cárceles de todo el estado, 703 manifestaron haber sufrido abusos o malos tratos, aunque solo 206 lo denunciaron. De ellos, 34 llegaron a juicio. En dos casos, el funcionario fue condenado y en 23, fue el preso denunciante el que resultó condenado por haber sido contradenunciado por los funcionarios. “Es evidente que las vulneraciones se dan, sobre todo, en los espacios donde menos control hay”, apostilla Payá.
El relato en primera persona de 30 víctimas
El documental rescata 30 protagonistas que denunciaron en su día, muchos archivados por falta de pruebas y poca voluntad para investigar lo ocurrido; las pocas condenas, por otro lado, suelen tener la suerte de recibir el indulto. Arranca con la historia de un chico que fue vapuleado en 2004 por dos guardias civiles, vestidos de paisano, en un coche en las afueras de València. Este caso se descubrió casualmente gracias a que uno de los agentes tenía un micrófono oculto porque estaba siendo investigado por tráfico de drogas.También aparecen protagonistas del motín de la prisión de Quatre Camins en 2004 y las torturas que denunciaron haber sufrido a continuación. Un caso de la Guardia Urbana de Badalona de octubre de 2005 en el que apalearon a un chico y una chica menor de edad por equivocación. La brutalidad de las torturas que recibieron Unai Romano y Martxelo Otamendi. Las agresiones en las vallas de Ceuta y Melilla. Los abusos sexuales con inmigrantes en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). La muerte de Íñigo Cabacas a manos de la Ertzaintza cuando celebraba la victoria del Athletic Club de Bilbao.
El largometraje denuncia las consecuencias del uso de pelotas de goma: necrosis en el corazón, perforaciones en el pulmón o 30 personas cegadas de un ojo
No deja de lado los abusos en las cargas policiales de las manifestaciones que no solo 'disuelven' a los concentrados, sino que a veces se ceban con ellos, como fue el caso del joven Yago Parra, que perdió el conocimiento en el Rodea el Congreso del 29 de septiembre de 2012. Ni la muerte de Ramón Barrios en el centro de menores de Santa Teresa de Calcuta, en Madrid en 2011.
El largometraje denuncia las consecuencias del uso de pelotas de goma: “Necrosis en el corazón, perforaciones en el pulmón o 30 personas que han quedado cegadas de un ojo”. E incluso los obstáculos y acosos a los fotoperiodistas que han intentado registrar las actuaciones policiales en la calle.
Los relatos humanos se van entretejiendo con datos con rigor periodístico y con escenas de ficción basadas en sentencias firmes. En cuanto a los casos que se archivaron, se muestran vídeos de manifestaciones en los que claramente se ven las agresiones, pero nunca hubo consecuencias contra los agentes porque no fue posible identificarlos.
Las torturas que se quedaron en el tintero
Hay más sucesos que Ales Payá y su compañera en el guión y montaje, Cristina Garés, han dejado en el tintero. En un caso, un agredido "había sufrido mucho y no quería revivir el episodio porque ya había demostrado los hechos". "Le pusieron una pistola en la cabeza, se meó encima, le hicieron pensar que iba a morir en el momento. Vivió manías persecutorias durante el largo proceso judicial, pensaba que le seguía la policía por haber denunciado los hechos. Lo pasó muy mal”, explica el director.En el CIE de Málaga se denunciaron abusos sexuales de policías nacionales hacia las internas. Finalmente no se demostró porque “la mayoría de ellas fueron deportadas y quedaron muy pocas para poder testificar”. Payá había concertado una entrevista con alguna vía Skype, pero coincidió con la sentencia que absolvió a los agentes y, hundidas, finalmente prefirieron no hablar.
participa un policía contra la “recomendación” de sus superiores
En el documental no ha querido participar el Ministerio de Interior —que siempre se ha limitado a esconder el problema bajo la alfombra— y solo hay una fuente policial, el secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP) en València, Roberto Villena. Según Payá, “le recomendaron que no participara”.Teniendo en cuenta el delicado tema que trata, ¿el documental ha sufrido algún tipo de censura? “Censura ha habido, pero no es demostrable”, sostiene el director. Se refiere a que se ha presentado en “más de 120 festivales” y solo ha tenido cinco selecciones: el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián-Donostia (2018), el Festival de México Contra el Silencio Todas las Voces (2018), el Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona (2017), el Festival de Cine Crítico de Carabanchel y Aluche (2017) y el BccN Barcelona Creative Commons Film Festival (2017).
El filme, desde luego, no deja a nadie indiferente. Y abre muchas dudas y preguntas. Entre ellas, una que arde en lo más íntimo del pensamiento: ¿Y si me pasa a mí? ¿Qué puedo hacer si me agreden los que tienen que defenderme? ¿Quién me protegerá?
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Es correcta la fecha de la proyección en Madrid? No lo encuentro en la programación de la Cineteca
Muy buen artículo y seguro que en catalan estará aun mejor. Dice: "En el CIE de Málaga se denunciaron abusos sexuales de policías nacionales con internas". Será "a internas" (o al menos eso nos decían en el cole). Gracias por la información y por dar noticia del documental y de los indultos a policías condenados por torturas.