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Teatro
El teatro que se salvó del fuego
La Antigua Mina es un teatro que desde hace doce años funciona en lo alto del Puerto de la Cruz Verde, en la sierra noroeste de Madrid. En la noche del 2 de agosto un incendio quemó más de 1.000 hectáreas entre Zarzalejo y Robledo de Chavela y estuvo a punto de afectar sus instalaciones. Pasado el susto, continúa siendo un referente cultural del verano en un entorno inigualable.
El paisaje es desolador. Humea el valle y el olor a quemado lo impregna todo. Recuerda José María Ontoria que al regresar al teatro en la mañana del lunes 3 de agosto, encontró un cuaderno en el suelo con anotaciones del coronavirus, de la sanidad y del incendio. Algún periodista lo habría perdido porque el día anterior el aparcamiento había servido de lugar de trabajo para los reporteros que cubrían el incendio en el puerto de la Cruz Verde, entre Zarzalejo y Robledo de Chavela, en la sierra oeste de Madrid. Más de 1.000 hectáreas fueron arrasadas por el fuego. Pero ninguno de aquellos relatos prestó atención a lo que había a sus espaldas, como una metáfora de la cultura, las crónicas del suceso omitieron el peligro que había corrido el Teatro La Antigua Mina.
Más de 1.000 hectáreas fueron arrasadas por el fuego. Ningún relato prestó atención a lo que había a sus espaldas, como una metáfora de la cultura, las crónicas del suceso omitieron el peligro que había corrido el Teatro La Antigua Mina
El teatro sobrevivió, tiene un ángel comenta alguien. “Lo que tiene es una excavadora”, corrige Ontoria, actor y gerente del espacio cultural. “Ese domingo llegué al teatro sobre las 7 de la tarde, vi que el fuego estaba lejos, pero las previsiones eran que fuera subiendo, así que me subí a la excavadora y comencé a limpiar el perímetro de las instalaciones para hacer un cortafuegos” explica. A las 4 de la madrugada, las llamas rodeaban el recinto, los bomberos trabajaban desde la carretera y le obligaron a dejar la zona, “salí con los perros caminando por la ladera hacia la carretera porque el camino de acceso al teatro era inaccesible”.
Pero el desbrozado del terreno había dado su resultado, las llamas se detuvieron justo a tiempo, en el límite del conjunto arquitectónico. Ahora José María observa el valle con el dolor de la tierra arrasada, mientras recibe a ese público fiel que cada fin de semana de julio y agosto se acerca a disfrutar de la experiencia singular del teatro bajo las estrellas.
El sueño del niño
Desde los años 40 del pasado siglo, la ladera sur de la Cruz Verde albergaba una explotación de magnesita de la Cruz Verde, en la que llegaron a trabajar más de cien personas y se mantuvo activa hasta entrados los 80. Casi escondida a la vista desde la carretera, no lo estaba para un niño que acompañaba a su padre herrero en los trayectos de trabajo por la zona.
En 2008, se animó a conjugar aquel sueño de infancia con su pasión por el teatro y se decidió a comprarla. “Mi primera pretensión era hacer algo a nivel de amigos, pero el proyecto fue creciendo y hemos conseguido levantar un espacio escénico sobre unas ruinas”. El camino no ha sido sencillo, con las dificultades administrativas y arquitectónicas de intervenir el espacio, el reto estético de mantener su esencia y lo más difícil: “Esperar que venga el público a lo alto de la montaña, pero al final la gente le ha cogido cariño y en estos 12 años que llevamos ha respondido muy bien”, destaca.
La primera función de La Antigua Mina fue en 2009, con la representación de uno de los grandes clásicos, Otelo de Shakespeare, que el mismo Ontoria protagonizó sobre el escenario. Aquel mismo año, se creó el Festival de Teatro y Música La Antigua Mina y hoy, tras doce ediciones, es un referente cultural que trasciende la comarca.
En un principio el Festival se centraba en el teatro clásico, por la inspiración que proporcionan el conjunto arquitectónico, pero después se ha ido ampliando a todas las facetas de la escena dramática y la música
En un principio el Festival se centraba en el teatro clásico, por la inspiración que proporcionan el conjunto arquitectónico, pero después se ha ido ampliando a todas las facetas de la escena dramática y la música. “Intentamos tener una programación variada, con la referencia del teatro clásico y los textos de autores conocidos, nos hemos abierto a la escena musical con actuaciones de jazz, soul, tango o flamenco, pero sin olvidar géneros populares como las coplas, que gustan mucho. Tenemos teatro más minimalista, teatro más interior, y algo más convencional como comedia, que en estos tiempos nos hace falta reírnos”, detalla.
Este año, por la pandemia el esfuerzo ha sido mayor y, probablemente, no se vea recompensado desde lo económico. ¿Quién dijo que iba a ser fácil? “Ha sido muy difícil hacer la programación porque lo del coronavirus nos ha hecho replantearnos cosas y aun así las compañías de teatro han estado ensayando y los grupos musicales han estado adaptándose a las formas que han podido para poder mantenerse activos”, agradece.
La suspensión de fechas de algunos espectáculos en grandes ciudades, le posibilita en esta edición presentar a actores de la talla de Alberto San Juan, que el sábado 15 en doble función de las 20 y las 22h. estará con la obra Nueva York en un poeta, de Federico García Lorca.
Detalles de un teatro único
De septiembre a marzo, José María Ontoria compagina la gestión del teatro y la programación cultural con el impulso de la formación de actores, a través de una escuela de arte dramático en San Lorenzo de El Escorial. Como comenta, “nos parece importante trasladar los valores que el teatro representa”.
En su camino José María no está solo, le acompaña Luis Miguel Martín-Cuevas, su mejor aliado y también el arquitecto del teatro, quien ha conseguido transformar la mina en un espacio cultural respetando al máximo las estructuras originales. Eso significa hacer funcional cada rincón, por ejemplo, la galería subterránea más importante de la antigua mina sirve hoy para albergar la instalación eléctrica que permite la iluminación, ya que no hay cableado de línea en la zona.
Las casas de los mineros, el edificio de la fragua y el almacén son los utilizados como escenario. En uno de los extremos cuelga la campana que se utilizaba para llamar a los mineros, en el piso perduran los huecos en el cemento provocados por la rozadura de los cables de acero que tiraban las vagonetas hacia arriba.
La única casa rehabilitada es la que pertenecía al guarda de la mina, que ha sido reconvertida en camerinos. El resto de la estructura ha sido consolidada, pero se mantiene original, en ruinas. Varias galerías y pasillos que se utilizaban para unir distintas dependencias, sirven ahora para que actrices y actores puedan entrar en escena desde diferentes puntos.
A la entrada tres vagonetas reciben a los espectadores. No son originales, sin embargo, en el afán de respetar la identidad del lugar José Luis visitó los archivos de las minas de plata de Bustarviejo, y obtuvo las medidas para hacer una reproducción en los mismos materiales y formas de construcción, remachados en fragua en una herrería de la zona.
La estructura del graderío también está hecha en hierro con unas protecciones laterales para el frío. La temporada 2020 ha comenzado el 11 de julio, de las 250 localidades están habilitadas la mitad, para cumplir con el distanciamiento obligatorio. En el exterior han agregado un monolito en homenaje a las víctimas del covid.
“Viendo el sufrimiento de las personas y para que la gente no olvide, hemos intentado poner nuestro granito con este monolito, que es una espada clavada en la piedra que mira hacia el valle y en principio quisiéramos que recordara un poco a todas las víctimas, a toda la gente que ha sufrido y que sigue sufriendo, y a todas las personas que han luchado y siguen luchando contra este virus. Es nuestra forma de agradecerles y recordarlos”, dice José María, feliz de seguir adelante.
“Ni la pandemia ni el incendio nos han podido parar”, asegura José María mientras mira el horizonte calcinado. Las vistas ya no son tan bonitas, pero en medio de aquella desolación el teatro llena de luz la noche de la montaña.