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Sistémico Madrid
Comenge: el ejecutivo que abatió El Águila
En 1940, un capitán llegó a la fábrica de El Águila. Anidó en su presidencia, la gobernó desastrosamente durante 44 años y obtuvo un pedazo de las embotelladoras de Coca Cola en Valencia y Madrid. Caso cerrado.
El cerdo es un animal de sombra, procede del jabalí y como apenas tiene pelo necesita cerca cobijo y un charco de agua. La calle Almagro de Madrid es sombreada, anodina y muy pudiente aunque, de cerdos, ni rastro. La he pateado de Alonso Martínez a Rubén Darío para comprobarlo. Pero, tranquilidad, el símil porcino no peligra.
José Ignacio Comenge también es un animal de sombra y, como la calle Almagro, es pudiente y anodino. Nadie lo reconocería en la entrada del número 31, donde encuentran cobijo sus sociedades. Son tres: La Fuente Salada SA, Arinsa SL y Mendibea 2002 SL, que embalsan un patrimonio neto de 500 millones.
Repasemos sus dominios antes de ir al lío cervecero porque en esta historia el ejemplar que nos interesa no es el cerdo, sino el jabalí. Comenge es consejero de Coca-Cola Europa, donde controla un 1,6%. También es socio de Ebro Foods (3%), Ence (5,7%) y Prim (14%). Sólo estas cuatro participaciones valen 520 millones, a las que añade inmobiliarias (Dosval, Blig 13-13) y las bodegas Cvne (13%). Comenge también hace negocio con los aperitivos (Aspil y Aspitos) y con los envases: es consejero de la cristalera BA Vidro y presidente en España de la multinacional Ball Beverage, primer productor de latas de aluminio del mundo, donde está empleada su hija Lucía Comenge.
A finales de 1939, en Madrid no existían los tiburones financieros. Ese año, el mejor lugar para ganar dinero era una cervecera. El Águila había sido colectivizada durante la guerra, igual que Mahou, y su producción se había mantenido. Se dice que ese año Alberto Comenge Gerpe, nuestro ejecutivo jabalí, entró en la fábrica de Delicias con una notable cantidad de botellas y cajas —él ya sabía que la clave está en el envase—, más que escasas en aquellos días. Fue su toma de posesión y el inicio de una larga carrera que colapsó en 1984, con la cervecera en la ruina y él nadando en oro.
Lo cuenta Rodney Habbershaw, que ejerció como director general de El Águila en los años 90, en El vuelo del Águila (LID Editorial, 2009). Comenge (1907-1995) procedía de Valencia. Tanto él como sus hermanos habían estudiado Farmacia y Químicas, y eran expertos en fermentación de alimentos. Había ganado la Guerra Civil como capitán, y su entrada en El Águila vino bendecida por su amigo el general Emilio Esteban-Infantes, que poco después comandaría la División Azul.
Durante 44 años fue “el jefe indiscutible de la compañía. Poseedor de una personalidad carismática y enérgica, la dirigió de forma autoritaria, verticalista y casi militar”, escribe Habbershaw. Ese proceder jabalinesco y sus contactos en el régimen llevaron a El Águila a una posición hegemónica durante los años duros y a otra insostenible en su tramo final, que coincidió con su paulatino enriquecimiento personal.
En los años 50, Comenge había logrado para El Águila entre el 55% y el 62% en tres embotelladoras clave de Coca-Cola, las de Madrid, Sevilla y Valencia, pero, según Habbershaw, los beneficios que el negocio carbonatado trajo con el arreón del turismo no revertían en la cervecera, sino en sus ejecutivos. A la par, la mala gestión financiera de Comenge en El Águila engordó su deuda hasta tal punto que dos bancos, Banesto y el Hispano-Americano, alcanzaron el 35% del capital. Casualmente, Comenge era consejero del Banco Hispano-Americano.
Fueron los bancos y los consejeros que colocaron en El Águila —los Daurella, entre ellos— quienes forzaron su venta a Heineken. Casualmente, a los seis meses Heineken decidió desinvertir en Coca-Cola y vendió por 4.000 millones de pesetas su parte a sus socios en las embotelladoras. Casualmente, una parte, en torno al 30% de las de Valencia y Madrid, recayó en Alberto Comenge, “que conocía el valor del negocio y su potencial”, explica Habbershaw. No en vano, “en 1998, cuando Coca-Cola (Atlanta) tasó su red de embotelladoras en España, les puso un precio de 2.000 millones de euros. Caso cerrado”, concluye.
Eso mismo digo yo. Jabalí, Franco, Coca-Cola, Cvne coagulan ahora en mi cabeza delante de la anodina y pudiente segunda planta Almagro 31. Vuelvo la vista en busca de aire fresco y, casualmente, lo encuentro justo enfrente, donde reluce la Casa Garay, o Casa de las Abejas, de Secundino Zuazo, uno de los edificios más bonitos de Madrid.
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Me ha "gustado" mucho mas el segundo trago .... espero ansioso el tercero.