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Fue un 17 de abril de 1975, ahora hace 50 años, cuando las tropas del Partido Comunista de Kampuchea (PCK), lideradas por Pol Pot, entraron en la capital de Camboya, Phnom Penh y derrocaron el régimen del general Lon Nol, cercano a Estados Unidos.
Tras entrar en Phnom Penh, los Jemeres Rojos proclamaron el “Año Cero” de lo que ellos denominaron una “nueva era”. Quemaron edificios, clausuraron instituciones públicas y requisaron enseres personales a la población civil. Tres millones de personas evacuaron la ciudad ese mismo día. Fue el primer día de una dictadura que duraría casi cuatro años y que acabaría con la vida de más de dos millones de personas, en un país de ocho millones de habitantes.
Contexto histórico y fechas clave
Para aproximarse al genocidio camboyano perpetrado por los Jemeres Rojos, es fundamental entender el contexto. A mediados del siglo XIX, Vietnam y Siam, que más tarde se convertiría en la actual Tailandia, se disputaban la conquista del reino jemer, en aquel momento en decadencia. Después de años de guerras, vietnamitas y siameses declararon el fin de las hostilidades. Cada bando mantuvo el territorio camboyano anexionado, pero no perdió de vista el resto del país. Fue en 1853 cuando el rey jemer Aung Duong solicitó la intervención de Francia para deshacerse de las dos potencias invasoras. En 1863, Norodom I, hijo de Aung Duong, aceptó formar parte del protectorado y firmó un acuerdo para integrar a Camboya en la Indochina francesa.
Fue durante las ocho décadas de colonialismo francés cuando empezó a aflorar la conciencia nacional de la mano de los jemeres que formaban parte de las élites urbanas que habían podido acceder a estudios superiores. En 1945 se produce el derrumbe de Francia en Indochina a manos de japoneses y Camboya reivindica su independencia. A pesar de una primera declaración de independencia ese mismo año, no fue hasta 1953 que el país consiguió ser plenamente libre.
En 1970, Lon Nol, cercano a Estados Unidos, perpetró un golpe de Estado que terminó con el mandato de Norodm Sihanouk, quien aprovechó la ocasión para acercarse a los Jemeres Rojos. Eso les proporcionó un aumento de popularidad entre la población camboyana y aumentó las filas de combatientes.
El 17 de abril de 1975, Pol Pot y los Jemeres Rojos entraron en la capital del país y se hicieron con el poder. Empezaba una “nueva era”
Entre 1970 y 1975 el país vivió sumergido en una guerra civil traumática para la población; hasta que los Jemeres Rojos, que habían ido conquistando territorios poco a poco, hicieron caer el régimen de Lon Nol. El 17 de abril de 1975, Pol Pot y los Jemeres Rojos entraron en la capital del país y se hicieron con el poder. Empezaba una “nueva era”. Tras casi cuatro años de atrocidades, el 7 de enero de 1979 Vietnam atacó Camboya y las fuerzas vietnamitas ocuparon Phnom Penh. Se proclamó entonces la República Popular de Camboya, pero la ocupación vietnamita se alargó hasta 1989. En 1991, el país pasó a estar bajo tutela de Naciones Unidas y Narodom Sihanouk, que volvió del exilio, fue proclamado jefe de Estado. No fue hasta el año 2000 que el Gobierno camboyano y la ONU llegaron a un acuerdo para juzgar a los dirigentes de los Jemeres; el tribunal no se puso en marcha hasta 2006.
El “hombre nuevo”, paranoia y obsesión
Tras llevar a cabo las purgas que consideraron necesarias para acabar con el antiguo régimen, los Jemeres Rojos se centraron en una de sus obsesiones: la creación de “un hombre nuevo”. Ese hombre tenía que ser maoísta y trabajador del campo.
Siguiendo esa premisa, millones de personas fueron trasladadas a las zonas rurales y agrícolas con la finalidad de crear una nueva sociedad. Las jornadas interminables de trabajo en los cultivos y las condiciones paupérrimas y de explotación de los campesinos y campesinas estuvieron detrás de muchas muertes. Además de eso, el régimen impuso un control estricto sobre la vida tanto pública como privada de los camboyanos y las camboyanas.
Las jornadas interminables de trabajo en los cultivos y las condiciones paupérrimas y de explotación de los campesinos y campesinas estuvieron detrás de muchas muertes
El régimen de Pol Pot también se caracterizó por una obsesión enfermiza por las tradiciones y por acabar con las élites. La población formada, con estudios, y también los miembros de las fuerzas armadas estuvieron siempre en el punto de mira del dictador; también sus propios compañeros. La obsesión por el “enemigo oculto”, las traiciones y los complots llevó a la tumba a decenas de colaboradores del régimen en constantes purgas. Según Amnistía Internacional, “se calcula que el 50% de los jemeres rojos fueron ejecutados por sus compañeros”. Un régimen en el que los mismos integrantes estaban constantemente en el punto de mira, nunca descansaban.

El delirio paranoico y la obsesión por la agricultura como herramienta indispensable para la construcción nacional de la nueva sociedad camboyana; así como la obsesión contra las fuerzas vietnamitas y un control férreo de las fronteras fueron otras de las características del régimen de los Jemeres Rojos.
Hambre, control social y los mandamientos
Cuenta Denise Affonço, una de las supervivientes del régimen jemer, en el El infierno de los jemeres rojos. Testimonio de una superviviente (Libros del Asteroide, 2010) que ese 17 de abril, la población camboyana recibió a los jemeres al grito de “Cheyo yautheas pakdewat” (¡Vivan los soldados revolucionarios!). Era lo esperable: tras cinco años de guerra civil y de atrocidades por parte de Lon Nol, que infestó el país de campos de concentración y llevó a cabo infinidad de masacres contra todo aquel a quien consideraba “comunista”, los camboyanos y camboyanas vieron en los jóvenes jemeres la posibilidad de salir de un régimen corrupto a merced de Estados Unidos.
"¡No sabían que su país iba a transformarse en una gigantesca cooperativa agrícola dominada por los campesinos, bajo la égida de un loco sanguinario, un maoísta partidario de una revolución agraria extrema, y con la complicidad abierta de los comunistas chinos!”, relata Affonço en el libro. Los yautheas saquearon sistemáticamente todo lo que la población consiguió llevarse en su evacuación de la capital.
Desde aquella mañana, el país quedó dividido en kamakors (campesinos) y kaksekors (obreros). Se hicieron desaparecer escuelas y libros, que fueron sustituidos por la selva y los arrozales. Las mujeres tuvieron que raparse las cabelleras, los que llevaban gafas, quitárselas. La indumentaria se igualó para todos, así como las labores a llevar a cabo; el dinero desapareció y se instauró la obligación de comunicarse únicamente en lengua jemer.
Entre los mandamientos del régimen se encontraban la prohibición de llevar zapatillas o vestir ropa de colores, de sentarse cruzando las piernas por ser esto “un signo externo del capitalismo”, la obligatoriedad de trabajar todos los días de la semana o la abolición del comercio, entre otros
La sopa de arroz, de pescado y el trigo se convirtieron en la base de la dieta camboyana, lo que ocasionó la desnutrición y posterior muerte de miles de personas; entre ellas la de la hija de la propia Denise Affonço. Otras miles perecieron por el cansancio de las largas jornadas de trabajo en el campo; otras, fueron degolladas o apaleadas por las fuerzas del régimen hasta la muerte.
Entre los mandamientos del régimen se encontraban la prohibición de llevar zapatillas o vestir ropa de colores, de sentarse cruzando las piernas por ser esto “un signo externo del capitalismo”, la obligatoriedad de trabajar todos los días de la semana, la abolición del comercio o la prohibición de la queja. También estaba vetado “expresar los sentimientos: alegría, tristeza”. El régimen consiguió que los niños espiaran a sus propios progenitores y les delataran si no seguían las directrices.
Crímenes impunes
El genocidio perpetrado por los Jemeres Rojos ha pasado a la historia de las masacres impunes. En un país fracturado de por vida, tanto los gobiernos anteriores como el actual han tenido ciertas reticencias a iniciar un juicio masivo contra los perpetradores del genocidio por el miedo a despertar viejos recelos y a provocar una nueva ruptura en la sociedad.
Solo tres dirigentes han sido juzgados por crímenes contra la humanidad: Kaing Kech (Duch), director del centro de torturas y ejecuciones en Tuol Sleng; Nuon Chea, mano derecha de Pol Pot; y Khieu Samphan, jefe de Estado e ideólogo de la Kampuchea Democrática
En el país hay documentadas unas 20.000 fosas comunes y no fue hasta 2006 que se pusieron en marcha las Salas Especiales de los Tribunales de Camboya con el objetivo de acabar con la impunidad, pero las sentencias han sido escasas. Solo tres dirigentes de los Jemeres Rojos han sido juzgados por crímenes contra la humanidad en un tribunal internacional: Kaing Kech (Duch), director del centro de interrogación, torturas y ejecuciones en Tuol Sleng, una prisión de alta seguridad en la que torturaron y asesinaron a miles de personas; Nuon Chea, la mano derecha de Pol Pot; y Khieu Samphan, jefe de Estado e ideólogo de la Kampuchea Democrática, nombre que recibió el país durante aquellos años.

Pol Pot nació en marzo de 1925 en el pequeño pueblo de Prek Sbauv, a las orillas del río Sen, en el noroeste del país. Fue el octavo hijo y recibió el nombre de Saloth Sar. El responsable, junto con otros Jemeres Rojos, de la muerte de más de dos millones de personas se crió entre arrozales y con el complejo de ser mal estudiante.
Con tan solo diez años, en 1935 ingresa en la escuela Miche, donde entra en contacto con la educación francesa y el catolicismo. Su fascinación por la Revolución Francesa estaría presente en todo los actos que llevó a cabo posteriormente.
Tras el derrumbe de Francia en Indochina a mano de los japoneses (1945), Saloth Sar recibe, en 1949, una beca para ir a estudiar a Francia, donde pone el foco en su educación política. Allí, formaría parte de diferentes movimientos de la izquierda comunista y afianzaría su ideología y su obsesión por mantener la cultura jemer a toda costa.
A su vuelta a Camboya, se puso a trabajar de lleno por la causa jemer y en 1975 se hizo con el poder. Sus casi cuatro años al frente de los Jemeres Rojos se caracterizaron por el terror más absoluto y la aniquilación de una parte considerable de la población camboyana.
Tras haber sido juzgado en 1997 por un tribunal jemer, Pol Pot fue condenado a arresto domiciliario de por vida en la selva de Anlong Veng por sus propios camaradas. Fue condenado por el asesinato de su antiguo compañero de armas, Son Sen, pero no por genocidio.
Antes de su fallecimiento, estaba previsto que fuera entregado a un tribunal internacional para que fuera juzgado por delitos contra la humanidad, pero eso nunca sucedió. “Incluso ahora, mirándome, ¿soy un salvaje? Mi conciencia está tranquila“, le dijo al periodista Nate Thayer en la única entrevista que concedió 18 años después de haber dejado las armas. “Los Jemeres Rojos cometieron ‘errores’, pero sin su lucha incansable, Camboya habría sido absorbida por Vietnam. No renuncio a la responsabilidad; nuestro movimiento cometió errores, como cualquier otro movimiento en el mundo. Pero había otro aspecto que escapaba a nuestro control: las actividades del enemigo contra nosotros. Debo decirles que estoy bastante satisfecho con una cosa: si no hubiéramos llevado a cabo nuestra lucha, Camboya se habría convertido en otra Kampuchea Krom en 1975”, aseguró en aquel momento.
Pol Pot nunca llegó a arrepentirse del genocidio perpetrado y defendió hasta el último día la gestión que hizo durante el tiempo que estuvo al frente del país. El dictador murió en 1998, a los 73 años, a causa de una crisis cardíaca y sin haber sido juzgado internacionalmente.
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