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Sindicatos
ELA, insumisa a la precariedad
Ha sido una mañana de baño de multitudes. De juntarse y abrazarse. De quererse y reconocerse. Y de prepararse para lo que viene. En el pabellón deportivo de La Casilla, antigua casa del Bilbao Basket, el sindicato ELA ha organizado un acto contra la precariedad al que estaban invitadas sus delegadas y delegados. Si en el pabellón caben 3.500 personas, excepto en las gradas más pegadas al escenario —donde peor visibilidad hay—, el espacio estaba lleno. Algo más de 3.000 personas reunidas un miércoles a las 10.30h para escuchar un discurso político sindical clásico, pero actualizado: no eres tú, no son los lunes, es el capitalismo, no necesitas un psicólogo, todas necesitamos un sindicato. “Combativo y de contrapoder”, han acotado desde el escenario. Porque todo lo demás —“mesas truncadas de diálogo social”— solo sirven para “perder el tiempo y la credibilidad”, ha apostillado su secretario general, Mitxel Lakuntza.
En las gradas colgaban las pancartas de los conflictos laborales abiertos: las trabajadoras de residencias, las limpiadoras del IMQ, las dependientas de Douglas, los operarios de Vulcanizados, los despedidos de la rotativa del diario Deia, sanitarias de Osakidetza y muchas más. El músico Andoni Ollokiegi ha amenizado el acto. Pero lo de hoy no iba de huelgas concretas, sino de entender el punto de unión de todas ellas: la precariedad, la otra cara del capitalismo.
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Si el sistema capitalista tuviera rostro, como lo tiene la religión católica con Jesucristo, en Euskadi podría ser el de Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, comentaba un sindicalista antes de entrar en La Casilla. Galán ganó 13,2 millones de euros en 2021; la compañía que preside, 3.885 millones. En un contexto económicamente deficitario para la mayoría de ciudadanos —contención salarial, aumento de la inflación—, unos pocos siguen acumulando riqueza. Mientras, representantes políticos, institucionales y las patronales han propuesto un pacto de rentas.
El marco discursivo del capitalismo resulta etéreo y penetra hasta el fondo de las sociedades, con el objetivo de desclasarlas. Quizá por ello, reparto de riqueza ha sido el concepto más repetido hoy, junto con precariedad. Acompañándolo de cifras: un total de 541.600 personas en Euskadi (134.300 en Nafarroa, 407.300 en la CAV) tienen puestos de trabajo precarios, advierte el sindicato. Por ello, ELA reivindica un salario mínimo de 1.381 euros, incrementos salariales en función del IPC, la consolidación de los empleos públicos, un incremento de la plantilla de inspectores de trabajo, subrogación obligatoria para las trabajadoras de subcontratas y la publificación de las empresas energéticas.
“El sindicato ELA no estará en ningún acuerdo que haga más pobre a la clase trabajadora, a costa de nuestros sueldos, mientras las empresas siguen teniendo beneficios y pagando poco, o nada, a las arcas públicas”, Mitxel Lakuntza, secretario general
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Lakuntza ha recordado que la inflación es anterior a la guerra en Ucrania. Son la “falta de materiales y suministros, la especulación de los carburantes y el sistema de fijación de precios de las eléctricas, que nos hacen pagar agua, sol y viento a precio de gas, lo que está detrás de la subida de la inflación”, indicó. Y ante esta problemática, ha tildado las medidas institucionales —un pacto de rentas— de “propuestas propias de la derecha, los políticos están siguiendo el manual del PP”. Por ello ha asegurado que ELA “no estará en ningún acuerdo que haga más pobre a la clase trabajadora, a costa de nuestros sueldos, mientras las empresas siguen teniendo beneficios y pagando poco, o nada, a las arcas públicas”.
No ha dirigido la crítica solamente a los gobiernos de Pedro Sánchez (PSOE) e Iñigo Urkullu (PNV) y la patronal Confebask, la ha extendido a los partidos de izquierda, nombrando a EH Bildu y Elkarrekin Podemos. “La izquierda debería entrar en la lucha sindical”, ha concluido.
“No vamos a rehuir una buena pelea, tenemos un sindicato autónomo al que nadie le puede mandar”, Pello Igeregi, responsable de negociación colectiva
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Antes de que Mitxel Lakuntza subiera al atril, le han precedido los responsables de acción social, negociación colectiva, la federación de servicios y el abogado David Pena, quien ha señalado que, “cada vez que ganamos un juicio, estamos empoderando a la gente que sufre la precariedad”.
Leire Gallego, responsable de acción social, ha recordado que las vallas instaladas en el barrio de Atxuri de Bilbao “son solo para algunas personas” —las personas sin techo—, y que mientras este sistema capitalista comete “homicidios institucionales” con los más vulnerables, ofrece enriquecerse a los empresarios con la venta de armas, “y sigue negando ampliar el presupuesto para Osakidetza, la educación pública, un parque de viviendas público y para la acogida de todos los refugiados, no solo algunos”. “No se busca una solución estructural, ni bajar beneficios”, ha concluido.
Pello Igeregi, responsable de negociación colectiva, ha reconocido sentirse “emocionado” al subir al escenario de un espacio al que ha acudido a ver partidos de basquet y conciertos. Él ha hablado de subcontratas y contratos parciales que “no llegan a los 800 euros al mes” y ha enfatizado que el “reto” es “estructural”. “¿Cómo construir un sindicato de contrapoder, si nos faltan precisamente esas personas precarias?”, se ha preguntado. “No vamos a rehuir una buena pelea, tenemos un sindicato autónomo al que nadie le puede mandar”, ha respondido. El sindicato ELA es conocido por su amplia caja de resistencia, que abona 1.242 euros al mes a las personas que secundan una huelga.
“Decía el escritor Miguel Delibes en Los santos inocentes que no hay rebelión frente a la injusticia. Suministrar cloroformo a la clase trabajadora, como diría Marx, es haber perdido la batalla de las ideas”, Mari Cruz Ekoro, responsable de servicios
Mari Cruz Ekoro, responsable de servicios y quien tiene como norte el fin de la brecha salarial, ha hablado de fijos discontinuos y de la estatalización de los convenios colectivos a la que obliga la reforma laboral. “El poso psicológico es lo más duro”, ha indicado. “Decía el escritor Miguel Delibes en Los santos inocentes que no hay rebelión frente a la injusticia. Suministrar cloroformo a la clase trabajadora, como diría Marx, es haber perdido la batalla de las ideas. Nuestra sociedad necesita un impulso sindical que requiere de todas, por lo que no solo vamos a convocar muchas huelgas, sino que vamos a dar un salto cualitativo incorporando la perspectiva de género en nuestras reivindicaciones”. Precisamente, algunas de las huelgas que el sindicato ha ganado han sido en sectores tan precarizados y feminizados como el de la limpieza.
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“No nos conformamos con las migajas que se caen de la mesa, exigimos el reparto de la riqueza”, ha advertido Elkoro citando de nuevo a Delibes. Tras su discurso han subido al escenario la veintena de trabajadoras de Novaltia, la empresa distribuidora de medicamentos a farmacias. Hoy cumplían 989 días de huelga indefinida, la más larga de Europa en este momento.
Una de las huelguistas, Helka Fernández, ha reconocido que “estos años de huelga están siendo duros” —llevan en huelga desde el 22 de julio de 2019—, y que lo que reivindican es sencillo: “Simplemente queremos condiciones dignas, no aceptamos ser precarias”. Cuando empezó la huelga, su salario era de 935 euros, con 1.768 horas de trabajo anuales, incluyendo la obligación de trabajar algunos domingos y festivos.
“Somos insumisas a la precariedad”, ha resumido la presentadora del acto, Mirari Irune. Tras una hora y media a oscuras en un pabellón donde antaño se consiguieron triunfos deportivos, más de 3.000 delegadas sindicales han salido a la calle, donde lucía el sol, a manifestarse hasta las puertas de la patronal Confebask bajo el lema ¡No más trabajo precario!. ELA llevaba desde 2016 sin organizar un acto como el de hoy. Prevén un año de negociación colectiva intensa, que precisará de mucha movilización.