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Sidecar
La derrota de Đukanović
En Montenegro lo llaman «el crepúsculo de los ídolos». Milo Đukanović, el hombre que gobernó el país durante casi treinta y tres años, perdió las elecciones presidenciales en la segunda vuelta celebrada el pasado 2 de abril. El líder europeo más longevo, bautizado por Radio Free Europe como «el hombre más inteligente de los Balcanes», parece ahora destinado a desaparecer de la escena política. Sin embargo, lo que esto significa para el país es objeto de intensas disputas. Para algunos, como los liberales atlantistas de Montenegro y muchos de sus grupos minoritarios afines, la derrota representa la victoria de Vladimir Putin, que podría amenazar la existencia misma del Estado independiente. Para otros, como la numerosa población serbia y montenegrinos de adscripciones diversas, las elecciones marcan el fin de la dictadura.
Para sus detractores, Đukanović fue el hombre fuerte que convirtió Montenegro en un Estado mafioso autoritario. Durante su mandato, la delincuencia y la corrupción han sido rampantes, ha reinado el nepotismo y los periodistas críticos han sido atacados e incluso asesinados, mientras deliberadamente las divisiones étnicas y religiosas han sido objeto de reavivamiento. Todo ello fue tolerado por Occidente, porque Đukanović supuestamente garantizaba la «estabilidad» y se mostraba dispuesto a colaborar con Estados Unidos para lograr sus objetivos de política exterior en la región, el más reciente de los cuales consistente en la entrada de Montenegro en la OTAN.
Đukanović, un antiguo jugador de baloncesto, adquirió prominencia a finales de la década de 1980 como partidario de la «revolución antiburocrática» de Slobodan Milošević: una revuelta de las élites que barrió a los viejos cuadros políticos con el objetivo de centralizar el poder en torno a los leales al liderazgo de la República Socialista de Serbia. Con la bendición de Milošević, el joven político fue nombrado primer ministro en 1991. Ese mismo año, Montenegro suscitó la condena internacional por bombardear la ciudad croata de Dubrovnik, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en una operación lanzada aparentemente para salvaguardar a la minoría serbia tras la declaración de independencia croata. En Montenegro, el asedio de Dubrovnik se justificó como un intento de proteger a Yugoslavia del fascismo croata. Đukanović, refiriéndose al diseño a cuadros de la bandera croata, declaró que él «nunca volvería a jugar al ajedrez».
Tras la destitución de Milošević en 2000, Đukanović comprendió que había perdido gran parte de su valor estratégico para Occidente y se dispuso a reinventarse a sí mismo
Seis años después, Đukanović dio un giro de 180 grados y proclamó su firme oposición a Milosevic. Este cambio de rumbo se produjo después de que Đukanović presenciara en 1996 el movimiento de protesta a gran escala conocido como Zajedno [juntos], organizado en protesta por el fraude cometido por el Partido Socialista de Milosevic en las elecciones locales de 1996, y llegara a la conclusión de que el líder serbio se había quedado «obsoleto». Hubo otros factores que influyeron en su giro: una antigua animadversión personal hacia la poderosa esposa de Milošević, Mira Marković, además de las zalamerías de Washington, que estaba deseoso de cultivarlo como posible contrapeso a Milošević en la región. Đukanović ganó las elecciones presidenciales de 1997 por un estrecho margen entre acusaciones de irregularidades e intimidación. Estados Unidos reconoció inmediatamente su victoria.
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Indignado por la traición de Đukanović, Milošević redujo la financiación federal a las autoridades montenegrinas, pero Occidente ayudaría a suplir las carencias. Entre 1999 y 2001 Montenegro recibió 765 millones de marcos alemanes de Estados Unidos y de la Unión Europea. Como principales difusores de la ayuda exterior, Đukanović y su círculo íntimo pudieron crear redes clientelares y de patrocinio duraderas. También asumió el control de los lucrativos canales de contrabando utilizados para eludir las sanciones y forjó así amplios vínculos con el crimen organizado. Đukanović llegó a supervisar una vasta red de contrabando, que permitía entregar cigarrillos a través de lanchas rápidas en el puerto italiano de Bari. La UE supo pronto que esta operación le costaba miles de millones de ingresos fiscales al año y los fiscales italianos se mostraron cada vez más dispuestos a acusar a Đukanović de haber «promovido, dirigido, establecido y participado en una asociación delictiva de tipo mafioso». Sin embargo, este estaba protegido por la inmunidad diplomática y Estados Unidos abogó discretamente en su favor ante el gobierno de Roma.
Robert Gelbard, antiguo enviado de Estados Unidos a los Balcanes, lo calificó de «auténtico héroe» por «construir Montenegro como un Estado independiente y democrático»
Tras la destitución de Milošević en 2000, Đukanović comprendió que había perdido gran parte de su valor estratégico para Occidente. Se dispuso a reinventarse a sí mismo y a su Partido Democrático de los Socialistas (PDS), ahora reconvertido en una agrupación liberal privada de toda credencial de izquierda, como los defensores de la nación montenegrina independiente en un momento en que Montenegro y Serbia seguían unidos en la República Federal de Yugoslavia. Surgió así un conflicto de identidad más profundo: «montenegrino» se asoció con el apoyo a la independencia, mientras que «serbio» denotaba apoyo al Estado unitario. Antes del referéndum de independencia de 2006, el PDS cortejó a las minorías albanesa, bosnia y croata, adoptando la retórica del multiculturalismo menos por convicción profunda que por conveniencia política. La mayoría de estas minorías no precisaban de una gran presión para aceptar la idea de separarse de Serbia y así el día del referéndum el 55,5 por 100 de los participantes votó a favor de la independencia, mientras que el 44,5 por 100 se inclinó por el mantenimiento de la unión. El pequeño Montenegro, de 615.000 habitantes, renacía como país independiente.
A partir de ese momento, Đukanović consolidó su gobierno presentando a sus oponentes como una amenaza para la independencia de Montenegro. Apuntó especialmente a la población serbia. En los Balcanes a menudo se piensa que el nacionalismo serbio implica simpatías por el Kremlin: una suposición que Đukanović explotó para describir a los serbios como una amenaza para la modernización de Montenegro y su orientación euroatlántica. El grupo minoritario serbio fue calificado de «quinta columna», de enemigo del Estado, de bloque neofascista y, por lo tanto, estuvo muy poco representado en el gobierno nacional y local. Los serbios se quejaban a menudo de no poder votar y de otras formas de exclusión política. Además, la obtención de prestaciones sociales dependía a menudo del apoyo al PDS.
Aunque los opositores nacionales criticaron las extralimitaciones de Đukanović, sus aliados en el extranjero elogiaron su programa. Robert Gelbard, antiguo enviado de Estados Unidos a los Balcanes, lo calificó de «auténtico héroe» por «construir Montenegro como un Estado independiente y democrático, un país que se basa en sólidos principios democráticos y de libre mercado y que tiene una visión clara del futuro concordante con la forma en que Estados Unidos contempla el mundo». John McCain describió el impulso de Đukanović a la independencia montenegrina como «el mayor proyecto democrático europeo desde el final de la Guerra Fría». En todo el Occidente ilustrado se aplaudieron sus políticas de austeridad y su privatización de los activos públicos.
Carta desde Europa
Cosas que se escapan de las manos
La estrategia de la UE para los Balcanes Occidentales afecta a Montenegro, Macedonia, Albania, Serbia, Bosnia y Herzegovina y Kosovo, países que cuentan con una población total de 18,2 millones de habitantes y un ingreso per capita de de entre 3.100 y 5.800 euros.
La paradoja radica en que, si bien Đukanović es ahora conocido como un ardiente partidario de la OTAN, pasó los primeros años de su carrera política en estrecha relación con Rusia. En los años posteriores al derrocamiento de Milošević, Occidente se mostró inicialmente reacio a apoyar un Montenegro independiente por temor a que ello pudiera socavar la frágil nueva coalición democrática llegada al poder en Belgrado. Así que Đukanović buscó apoyo en otros lugares. Tras el referéndum de 2006, Rusia fue el primer país en reconocer a Montenegro como Estado soberano. Putin valoró las inversiones rusas en Montenegro en dos millardos de dólares, aproximadamente el equivalente al conjunto de la producción económica del país en aquel momento. Los rusos también compraron la mayoría de las acciones del sector industrial montenegrino, además de vastas franjas de su costa adriática. Muy pronto, uno de cada tres yates anclado en Montenegro era propiedad de un ruso.
En la reciente contienda presidencial, Đukanović fue derrotado por Jakov Milatović, un economista de 36 años educado en Oxford, que se presentó como candidato de «¡Europa Ahora!»
Pero con la anexión de Crimea, las relaciones entraron en una nueva fase más áspera. Montenegro se unió a la UE en la imposición de sanciones a Moscú. Aunque Đukanović había hablado durante mucho tiempo de la perspectiva de adhesión de Montenegro a la OTAN, la guerra de Ucrania convirtió el asunto en una cuestión de la mayor urgencia. Las circunstancias de la adhesión del país fueron dramáticas: las autoridades montenegrinas afirmaron que el día en que se votaba la consulta sobre la misma, celebrada en octubre de 2016, Rusia había orquestado un intento de golpe de Estado con el objetivo de asesinar a Đukanović e impedir la adhesión de Montenegro a la Alianza militar atlántica. La oposición expresó dudas sobre esta hipótesis, que describió como un «golpe de vodevil barato y escenificado» destinado a preservar el poder de Đukanović en un momento en el que este se enfrentaba a un formidable desafío electoral. Pero no importaba. Đukanović volvió a salir victorioso y Montenegro ingresó en la OTAN en junio de 2017.
Más recientemente, las tensiones entre los serbios y Đukanović se han centrado en la poderosa Iglesia Ortodoxa serbia, a la que pertenece el 70 por 100 de la población del país. En diciembre de 2019, el gobierno aprobó la controvertida ley sobre libertad religiosa propugnada por Đukanović, que permitía al Estado apropiarse de las propiedades concedidas a la Iglesia después de 1918. Se produjeron protestas, en forma de liturgias públicas y procesiones, en todo Montenegro. Este descontento dominó las elecciones parlamentarias de 2020, ya que la Iglesia lanzó una campaña de «cualquiera menos ellos» con el objetivo de destronar al PDS. El resultado fue una victoria sin precedentes de la oposición, que abarcaba bloques políticos tanto prorrusos como proeuropeos, y que se alzó con la victoria obteniendo el 50,7 por 100 de los votos. Aunque Đukanović siguió siendo presidente, sus adversarios formaron un frágil nuevo gobierno que se vio inmediatamente asediado por la crisis. Fue derrocado por una moción de censura tras gobernar tan solo durante unos meses. El siguiente gobierno de la oposición corrió la misma suerte.
Los partidarios tanto del Frente Democrático prorruso como de los partidos más pequeños favorables a la UE acabaron uniéndose en torno a la oposición
Sin embargo, a pesar de la persistente crisis que ha afectado a la nueva oposición, el PDS sigue en franca decadencia, habiendo perdido en once de los catorce municipios en las elecciones locales del año pasado y previendo un resultado igual de pobre en las próximas elecciones parlamentarias de junio. En la reciente contienda presidencial, Đukanović fue derrotado por Jakov Milatović, un economista de 36 años educado en Oxford, que se presentó como candidato de «¡Europa Ahora!», un nuevo partido centrista partidario del ingreso en la UE. Milatović, que hizo campaña con un programa anticorrupción, fue ministro de Economía desde el triunfo de la oposición en 2020. Durante su mandato, el salario mínimo aumentó más del doble: la mayor subida de la historia de Montenegro. Pero esta reforma, bien recibida por los ciudadanos dolidos por la crisis del covid-19, tuvo un precio: los salarios brutos ya no incluyen el seguro médico obligatorio. En otras palabras, la parte del salario que antes iba a parar al Estado para financiar la sanidad pública ahora va directamente al bolsillo de los ciudadanos. El programa económico de Milatović mantiene la sanidad universal como un derecho básico, si bien financiada por otros medios, cuyo origen, sin embargo, todavía no se ha aclarado, mientras el aumento del gasto público está contribuyendo actualmente a incrementar los niveles de endeudamiento del país.
Đukanović ridiculizó las políticas de su oponente como una forma peligrosa de «populismo económico», que amenazaría la estabilidad de las finanzas públicas y precipitaría el denominado «escenario griego» (la acusación de populismo es dudosa, dado que Milatović es un tecnócrata anodino, que pasó años en el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo). También afirmó que Milatović era un apologista del nacionalismo serbio, que había engañado a Occidente haciéndole creer que era un liberal inofensivo. Se trataba de un caso clásico de culpabilidad por asociación: como muchos serbios apoyaban a Milatović como una alternativa bienvenida a Đukanović, ello significaba que el propio Milatović debía ser un extremista ultranacionalista. En este sentido, la campaña electoral de Đukanović se basó en destrozar la distinción existente entre los partidos partidarios del Kremlin y los europeístas, presentándolos a todos como nacionalistas criptoserbios decididos a reabsorber Montenegro en la «Gran Serbia».
Al final, la victoria de Milatović fue menos un referéndum sobre sus políticas que un rechazo decisivo de la narrativa de Đukanović. Los partidarios tanto del Frente Democrático prorruso como de los partidos más pequeños favorables a la UE acabaron uniéndose en torno a la oposición, lo cual quedó patente en el patrón de votos verificado entre las dos vueltas electorales. En la primera, celebrada el 19 de marzo, Đukanović obtuvo el 35 y Milatović el 29 por 100 de los votos, mientras que en la segunda Đukanović obtuvo el 41 y Milatović casi el 60 por 100 de los mismos. La conclusión inevitable es que la estrategia polarizadora de Đukanović ha fracasado. Dieciséis años después de la independencia, su intento de dividir a los patriotas montenegrinos de los serbios ya no es viable. En su lugar, una mayoría de votantes de diferentes orígenes étnicos e ideológicos se han unido para echarle del poder. Otra cosa es si su sustituto o sustituta podrá cumplir sus promesas: sanear el sistema cleptocrático de Montenegro y reactivar el crecimiento económico.