Sexualidad
El parto es sexo y el sexo es parto

En nuestra cultura occidental, la sexualidad está asociada al placer y el parto al dolor. Parto y sexualidad no son dos palabras que acostumbremos a ver juntas. Esta es la herencia bíblica que nos queda del castigo divino: “Parirás con dolor”.
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pareja en un paritorio Elvira Megías
25 jun 2023 06:00

“¿Polvo o parto?”, preguntan las matronas Ascensión Gómez y Blanca ­Herrera a la par que enseñan fotografías recortadas de rostros de mujeres extasiadas. Así inician su taller Polvo o parto: el parto como una experiencia psicosexual en el que explican cómo el parto forma parte de la sexualidad de la mujer comparándolo con un encuentro sexual. En nuestra cultura occidental, la sexualidad está asociada al placer y el parto al dolor. Parto y sexualidad no son dos palabras que acostumbremos a ver juntas. Esta es la herencia bíblica que nos queda del castigo divino: “Parirás con dolor”.

El legado del cristianismo no se queda ahí. Por un lado, la represión de la sexualidad y su limitación a función reproductiva constituyó la visión coitocentrista —reducida al acto coital— que actualmente se tiene sobre el sexo. Esto dio lugar a que otras expresiones y prácticas sexuales, como el parto, se invisibilizaran o se les despojara de su connotación sexual. No obstante, si se piensa nuevamente, resulta difícil negar lo erótico de ver a una mujer embarazada desnuda, con los pechos hinchados, contoneando las caderas y expresándose con gritos y gemidos.

El ginecólogo francés Michel Odent, pionero en este campo, habla de dos hormonas para argumentar que el nacimiento debería asociarse más con el placer que con el dolor: la oxitocina y las endorfinas

La idea del taller de Ascensión y Blanca surgió a raíz de que un compañero de paritorio de Blanca le comentara: “Cuando estás tú trabajando parece que tienes una orgía aquí montada”. La primera vez que lo hicieron fue en el Foro de Maternidad de la Asociación Vía Láctea en Jaca en 2012. Desde entonces lo realizan cuando y donde las invitan, aunque revelan que su sueño sería llevarlo a cabo en un Consejo de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO). Ascensión, quien además, tal y como ella se define, es fisioterapeuta “por casualidad” y madre “por suerte”, bromea con que en la preparación del ­taller se acabaron volviendo unas profesionales de la búsqueda de porno amateur. Aparte de con imágenes, también juegan a adivinar sonidos de mujeres de parto. Ambas confiesan que muchas veces es difícil diferenciarlos por las similitudes sonoras que presentan.

Al principio, la respiración es profunda, intensa. La parte superior del útero se contrae rítmicamente. Poco a poco, con más frecuencia. La vagina se lubrica y se dilata. Se escuchan sonidos broncos, gemidos, ruidos de succión. La cabeza se echa hacia atrás arqueando la espalda. La pelvis se mueve alternando retro-ante báscula o se pone directamente en ante-báscula para abrir espacio en la parte ósea inferior. La respiración se va volviendo entrecortada. El rostro de la mujer parece que sufre, al borde de un gran esfuerzo físico. La boca abierta, los músculos tensos, los ojos vidriosos. Los abdominales se contraen con fuerza. Las piernas se separan y repliegan y los dedos de los pies se ponen en garra. No hay inhibiciones o estás son mínimas. La fuerza física se distorsiona y, al mismo tiempo, se conjura toda junta. El cuerpo se dobla, se retuerce de formas anormales y se hace insensible. La mujer pierde totalmente la consciencia del entorno. Después, recobra de golpe sus sentidos. Por último, la invade el gozo y un estado de éxtasis. 

De este modo Ascensión resume la explicación comparativa que da en el taller y concluye: “El parto es sexo y el sexo es parto”. Señala cómo, a fin de cuentas, el acto sexual y el parto son fases de un mismo proceso separadas por un intervalo de tiempo. 

A fin de cuentas, el acto sexual y el parto son fases de un mismo proceso separadas por un intervalo de tiempo

Sin embargo, el ideal de maternidad que venimos arrastrando nos habla de abnegación, no de placer. Concha Delgado, matrona de la Casa de Naixements Migjorn, la primera casa de partos ­independiente y autónoma de carácter privado en España, se pregunta y se responde: “En el sistema patriarcal, ¿qué referencia tenemos de la madre? ¿La virgen, no? ¿La virgen es un ser sexual? ¡No!, ¿una madre no tiene deseo?”.

Además, Ascensión Gómez identifica que otra de las razones por las que el parto se ha desexualizado es por el modelo médico actual. “Ahora mismo la visión del parto, del embarazo y del puerperio es desde el control de la patología, no visto como una función corporal normal, parte de la vida”, comenta. Aclara que no rechaza los avances tecnológicos o el papel de los ginecólogos, pero señala que tienen que limitarse al pequeño porcentaje que lo necesite y no que sea un trato mayoritario. Según la asociación El Parto es Nuestro, se estima que solo el 10% de las intervenciones obstétricas que se realizan en España están basadas en evidencia científica. De modo que el 90% restante puede causar daños sin beneficios demostrados.

Silvia Mateos, ginecóloga y responsable de paritorio del Hospital Universitario de Torrejón, cuenta que ella solo aparece cuando surgen los problemas, ya que la vigilancia del parto la lleva la matrona. Silvia considera que este modelo intervencionista está cambiando. Ella misma participó en el diseño del protocolo del Hospital de Torrejón para que fuese un programa de parto respetado. Aunque reconoce que en el modelo biomédico actual no se le da mucha importancia al aspecto sexual, considera que prácticas como el uso de anestesia epidural no lo contraviene. “Es una alternativa y un alivio al dolor”. Ella es madre de cuatro hijos y en sus tres partos —uno de ellos fue un nacimiento gemelar— se puso epidural.

Ascensión no tiene la misma opinión y cree que la epidural ha sido utilizada para silenciar el parto. La imagen de una mujer en un parto fisiológico, traspasando la intensidad que conlleva, es una imagen poderosísima y eso es algo que al patriarcado le ha ­interesado mantener a raya, cuenta Ascensión. Considera que la medicalización del parto va de la mano con el sistema patriarcal. “Quitarles a las mujeres esa sensación también es una forma de sumisión”, concluye. 

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mujer en el paritorio Elvira Megías

Cárol Corrales, bailarina, terapeuta menstrual y doula, quien lleva años acompañando a mujeres y estudiando las raíces históricas del patriarcado, profundiza más en ese asunto. “El patriarcado se puede definir de muchas maneras, pero su base es el control de la sexualidad femenina. Una vez controlado el útero, controlas a la humanidad, porque todo el mundo sale de él. Además, porque es muy poderoso. Es un poder en el sentido de empoderamiento, de poderío, de posibilidad. No de dominio y sometimiento”.

“Poderío” también es la palabra que usa Ascensión para describir la sensación que tuvo después de parir a su segunda hija. Quiso salir al balcón y, en modo reina leona, gritar: “¡Mirad lo que he hecho yo sola!”. Siempre dice que si esa sensación se pudiera enfrascar y vender se “forraría”. Por este motivo también confiesa que no se ha quedado “con ganas de tener otra hija”, aunque sí de parir otra vez”.

Las hormonas

Alberto Ruiz —nombre ficticio—, matrón en el Hospital Infanta Elena de Huelva y en la actualidad profesor de enfermería de la Universidad de Huelva, argumenta que biológicamente el parto se trata de una experiencia sexual. Por un lado, porque está implicado el aparato sexual reproductor femenino. Por otro lado, por las hormonas segregadas. 

El ginecólogo francés Michel Odent, uno de los más destacados defensores del parto fisiológico y pionero en usar piscinas en los partos o en defender ideas como las casas de parto, habla de dos hormonas para argumentar que el nacimiento debería asociarse más con el placer que con el dolor: la oxitocina y las endorfinas. 

El miedo nos hace segregar adrenalina —antagonista de la oxitocina, que produce placer— y que el cuerpo se prepare para huir. Nos pone en estado de alerta

La oxitocina, que se segrega durante los orgasmos tanto femenino como masculino, es la encargada de poner en marcha la dilatación del parto y provocar las contracciones —según el matrimonio Master y Johnson, un elemento esencial de los orgasmos, sea cual sea su origen, es la contracción rítmica del útero—. Es más, durante este proceso se dan los picos más altos de esta hormona en el cuerpo. El mayor justo después de dar a luz.

Odent describe a la oxitocina en su libro Las funciones de los orgasmos como “tímida” ya que se ve inhibida fácilmente por factores externos. Alberto Ruiz pone de ejemplo una experiencia propia. Imaginad una situación en la que el bebé está a punto de salir. La luz está apagada y los acompañantes, Alberto Ruiz y la pareja de la mujer, están en silencio observando el proceso. La salida de la criatura está siendo lenta y controlada por la madre para evitar desgarros. Cuando, de repente, la puerta se abre de par en par y entra un ginecólogo encendiendo la luz y grita “¡corta ahí!”, refiriéndose a la realización de una episiotomía. Todo el proceso se interrumpe y el expulsivo se termina retrasando. La madre al final necesita intervención médica. 

Traslada esta situación a cuando estás a punto de alcanzar un orgasmo y te suena una llamada de teléfono o tocan al timbre de tu casa. Es lo mismo. La diferencia es que puedes volver a empezar y en un expulsivo no hay esos márgenes.

En estos casos se activa el neocórtex, nuestro cerebro racional. Odent identifica que una de las principales razones por las que el parto es difícil es el gran desarrollo del neocórtex en nuestra especie. Este supone “una fuente de inhibición en el nacimiento como en cualquier experiencia sexual”. 

Las endorfinas son nuestros opiáceos naturales. Tras cada contracción, nuestro cuerpo está preparado para darnos un chute de endorfinas, explica Odent. Las mujeres entrevistadas describen esta sensación como estar drogadas. “El lugar que se atraviesa es muy fantasmagórico, muy raro. Yo me imaginaba esas películas en la selva donde los nativos americanos inhalan o toman una pócima para ir en búsqueda de visiones y, en esas imágenes, no hay tiempo, ni espacio”, narra Cárol sobre la realidad a la que se trasladó durante su parto.

Llegadas hasta este punto, una puede preguntarse si el proceso fisiológico del parto parece propiciar el placer, ¿por qué el parto duele?

El dolor en el parto

Ascensión se pregunta y abre el debate sobre si el dolor es necesario o no, porque si parir es un acto fisiológico  —“como cagar”, decía la matrona Consuelo Díaz, principal divulgadora en nuestro país del Método de Psicoprofilaxis para “parir sin dolor”— y ninguna función fisiológica duele a menos que haya una patología, ¿por qué esta sí lo hace? Cuando meas y te duele, entiendes que algo va mal e intuyes que tienes una infección, quizás provocada por piedras en el riñón.

Antes que nada, Concha señala que no hay que confundir dolor con sufrimiento y responde a un comentario habitual de algunos profesionales y acompañantes cuando escuchan a las mujeres gritando en mitad del parto. 

—Es que está gritando porque está sufriendo. 

—No está sufriendo, se está expresando, está manifestando una intensidad que necesitan sacar de alguna manera. En las montañas rusas, ¿por qué chillas?

Para la ginecóloga Silvia Mateos y el matrón Alberto Ruiz, este dolor es parte del proceso. Ahora bien, Alberto apunta que, en general, es asumible y tiene el sentido de llevarnos al cuerpo. Sin embargo, Alba Parrado, madre recientemente y matrona que atiende partos en casa, considera que en este caso el dolor también es una alarma del cuerpo.

Lo primero que dice Alba Parrado, madre recientemente y matrona, a las mujeres que acompaña es que tenemos que recordar que ya sabemos parir

Para entenderlo mejor, Alba explica cómo funciona el útero. Este es un músculo constituido por tres tipos de fibras musculares. Las longitudinales y las circulares actúan como par sincronizado. Las longitudinales se encargan de empujar para que el feto descienda. Las circulares cierran el cérvix. Cuando las fibras circulares están tensas, sosteniendo a la criatura de la gravedad, las longitudinales están relajadas y, viceversa, cuando las longitudinales empujan en el parto, las circulares se tienen que aflojar para no ofrecer resistencia. 

El problema, dice Alba, viene cuando las fibras no se acompasan y se produce un tira y afloja. Esto genera dolor. Alba sigue explicando que el ejercicio de contracción y distensión de un músculo en sí no duele. Si nos duele es que está contracturado o decimos que nos ha dado un tirón. Esto mismo pasa con el útero y, en lugar de contracciones, se van sucediendo calambres.

Cárol Corrales y Concha Delgado identifican que el dolor viene provocado principalmente por el miedo pues este genera tensión y la tensión, dolor. El dolor genera más miedo y acabamos entrando en bucle, dando lugar a una lucha interna que nos hace retener en lugar de abrir. 

Alba explica que el miedo nos hace segregar adrenalina —antagonista de la oxitocina— y que el cuerpo se prepare para huir. Nos pone en estado de alerta y distribuye la sangre hacia zonas distintas del útero, por ejemplo a las piernas para salir corriendo. También comenta que este reflejo era muy útil cuando paríamos en la naturaleza, ya que si sentíamos la presencia de un depredador, podíamos detener el parto y ponernos a salvo.

Ascensión determina que una de las razones por las que surge este miedo son las referencias negativas que tenemos sobre el parto. “La imagen social de parto se ha distorsionado muchísimo porque lo que nos han vendido es la emergencia, la urgencia y el dolor. Nos han vendido todo lo negativo”. Nuestro imaginario está poblado de escenas de películas terroríficas donde vemos a la mujer sufriendo y deseando parir cuanto antes.

Concha añade que el miedo también puede venir por la incertidumbre y la ignorancia de la experiencia, por la sensación de peligro y muerte que sobrevienen en este momento así como por sentir que no se tiene el control en este proceso.

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Úteros espásticos

Las mujeres, dice Cárol, hemos ­dejado de mover los úteros y esta parálisis ha dado lugar a lo que Casilda Rodrigañez, escritora de multitud de libros sobre la sexualidad femenina, la maternidad y el parto, llama “úteros ­espásticos”. ¿Qué pasa cuando un músculo no se ejercita? Se atrofia y luego, cuando una se pone a moverlo, duele. Le dan tirones, desgarros, agujetas al día ­siguiente. Imaginad entonces ahora con la intensidad física de un parto cómo se siente una matriz espástica. 

En esta línea, Ascensión también cree que este dolor puede tratarse de una desadaptación que hemos experimentado al desconectarnos del cuerpo. Ella ha observado que a las mujeres que trabajan con su cuerpo —bailarinas, deportistas o profesoras de yoga— les resulta más fácil dejarse llevar por las sensaciones corporales del parto. Igual pasa con aquellas mujeres que se han tocado y explorado sus genitales y tienen una relación sana con su sexualidad.

El cuerpo está dos veces, explica Ascensión. Físicamente y representado simbólicamente en el cerebro. Las partes que más se utilizan o tienen más sensibilidad ocupan más espacio en ese esquema, por ejemplo, las manos. Sin embargo, la zona genital y el útero, a pesar de tener una sensibilidad determinada, si no se tocan, ni se miran, no se desarrollan y apenas están representadas. Entonces, llega el día del parto y todo sucede ahí. El cerebro no tiene capacidad de reacción y entra en pánico. Más aún, concluye Alba, en una sociedad en la que se huye de las sensaciones fuertes y, en cuanto sentimos algo de dolor, nos tomamos una pastilla. 

Por este motivo, Alba en su curso de Preparación al Parto Orgásmico habla de que el parto es un ejercicio físico y hay que prepararse. Algo en lo que hace hincapié por el sedentarismo imperante. El trabajo del útero es similar al que hace el corazón. La diferencia está en si lo percibimos como un esfuerzo —como cuando hacemos deporte— o como un proceso penoso que queremos que se acabe lo antes posible, termina de contar Alba.

Partos orgásmicos

Las matronas entrevistadas para este reportaje han sido partícipes alguna vez de partos placenteros. No obstante, Alberto dice que son como “pájaros exóticos” porque las trayectorias vitales de cada mujer o los mismos profesionales y los entornos hospitalarios, incluso muchas veces los acompañantes, anulan esta posibilidad.

Hay varios estudios que registraron la existencia de este fenómeno. No obstante, la única investigación que aporta unos datos concretos la realizó el doctor Schebat, jefe de los servicios de la Maternidad del Hospital Internacional Universitario de París, en el año 1976. Catorce de 272 mujeres (6%) confesaron que “habían tenido sensaciones orgásmicas en el curso del parto”. Fuera del ámbito hospitalario, la partera Ina May Gaskin, en base a su experiencia, eleva este porcentaje al 21%.

Ascensión aclara que un parto orgásmico no es solo aquel en el que la parturienta alcanza el orgasmo, sino cuando la percepción general de la experiencia es gozosa. Además, señala que esta sensación también puede venir acompañada de instantes de dolor. 

Esto ocurre por el movimiento del útero. Es lo que produce placer, comenta Cárol. Ibone Olza, psiquiatra perinatal, refuerza esta idea diciendo que “cuando se comprende el funcionamiento del útero y una repara en cómo la naturaleza potencia el placer para la reproducción, la salud y la vida; no es una locura aceptar que, sin tantos condicionantes culturales, la mayoría de mujeres podríamos parir de forma gozosa y placentera”.

La atmósfera del parto

Hay que generar un ambiente adecuado. Ni más ni menos que la misma habitación que elegirías para tener relaciones sexuales, dice Ascensión. Porque tener relaciones sexuales con focos de luces cegadoras, con médicos que entran y salen y te observan y te tocan tus genitales, atenta a lo que te dicen, pegada a los monitores y sin poder mover la pelvis a tu antojo como que “corta un poco el rollo”. 

Concha señala que es importante que haya una temperatura cálida, una luz tenue y que no se interpele con preguntas u órdenes a la parturienta. Ella si tiene que darle alguna indicación a la mujer se lo sugiere en susurro o si, por ejemplo, percibe que necesita sacar la voz, se pone a su lado a sonorizar para que esta la siga. La Casa de Naixements ­Migjorn donde trabaja es literalmente una casa y busca recrear ese ambiente íntimo. 

En el ámbito hospitalario, un modelo que  busca “traer la casa al hospital” es el Hospital Universitario de Torrejón. Las habitaciones son amplias con una decoración agradable. Se usa luz natural o se cuenta con luces indirectas. Se puede poner música si se desea. Se cuenta con telemetría —monitorización fetal ambulatoria— que permite el movimiento ­libre. La instrumentación, el fórceps, la espátula o las ventosas no están en la habitación y solo se meten en el caso de que se requieran, cuenta Silvia.

Aparte del entorno, la mujer también tiene que confiar y sentirse relajada con los profesionales que la acompañan. Alberto se pregunta qué matronas están preparadas para participar del acto sexual de otras personas sin sentirse incómodas y sin incomodar a estas.

Sonido, agua caliente y otros trucos analgésicos

Cárol trabaja la voz con las embarazadas en sus sesiones preparto. El sonido tiene un efecto analgésico y, además, propicia un estado “hacia dentro”. Hay una relación directa e íntima entre boca, garganta, cuerdas vocales y vulva, vagina y cuello del útero. En una primera etapa de gestación, el conducto que va desde lo que luego será la boca y la vagina es uno solo, están unidos. Esto es en lo que se basa la Ley de Esfínter, postulada por Ina May Gaskin. En el caso de las mujeres, esos órganos mantienen sus estructuras y tejidos de idéntica manera. Entonces, cuando se abre la garganta, se abre el cuello del útero y cuando se cierra, se cierra este último. Por eso es importante abrir la boca y dejar que salga el sonido durante el parto. “Pero no como en la pornografía que gritan agudo, ahí se cierra, igual que en las películas de partos se escuchan gritos que lo que hacen es disociar mente de cuerpo porque van hacia arriba. Mientras un sonido que va hacia abajo es el que abre y expande”, explica Cárol. En su segundo parto estuvo esperando en el pasillo del hospital y un hombre salió diciendo que si no se podía callar o bajar el tono. Ella sacudió la cabeza y respondió: “Si me callo, me duele”.

Boca con saliva y mandíbula relajada, también les recomienda Alba a las mujeres durante el parto. Además, las anima a que, en el caso de que les apetezca, se masturben o, si están acompañadas por su pareja, se besen y acaricien para estimular el torrente de hormonas. Otros trucos básicos que da Alba son el movimiento libre para que la pelvis vaya encontrando la mejor postura en cada momento y el agua caliente, otro analgésico natural. 

La propia Alba usó una piscina hinchable y parió a su bebé dentro de esta en su parto en casa. Cárol también se metió en la bañera del hospital. Recuerda que antes de sumergirse en el agua sentía que iba sorteando el dolor por un camino de curvas muy sinuoso cercado por zarzas. Una vez dentro del agua ­caliente el camino se hizo más recto y despejado.

Parimos como vivimos

Lo primero que dice Alba a las mujeres que acompaña es que tenemos que recordar que ya sabemos parir. Lo hemos olvidado al dejar nuestro cuerpo en manos de otros y no confiar en nuestro instinto, pero parir es algo que traemos de serie. 

Una vez recordamos esto, Ascensión da otro apunte clave para las siguientes generaciones: “Las mujeres tienen que tocarse, mirarse y explorarse más desde pequeñas. Cuanto más conocemos nuestra propia sexualidad y nuestro placer más ­fácil es entregarse a las sensaciones intensas de un parto sin tanto miedo”. Complementariamente, Cárol recomienda la visualización del útero así como generar imágenes tridimensionales del mismo. Como sabemos lo que no se nombra, no existe. Pero lo que no se ve y no se toca, menos todavía. 

Hablando de nombrar, Alba anima a definir las sensaciones corporales con otros adjetivos diferentes a dolor como pueden ser intensidad, tirantez, presión. De esa manera, al cambiar el lenguaje, cambia la sensación. Por este motivo, Cárol prefiere evitar la palabra contracción y habla de “oleada uterina”. 

La última pregunta es: ¿podremos parir en gozo? Cárol dice que para parir en gozo, hay que vivir en gozo. Y, sobre todo, necesitamos mover mucho el útero. Esto se hace con ­orgasmos y con las danzas del útero. Se refiere a lo que englobamos dentro de las danzas del vientre. 

En sus orígenes fueron diseñadas, no para exhibirlas, ni mostrar nuestros vientres, sino para “mantener el útero más ‘drenadito’, oxigenado, flexible y fuerte”, cuenta Cárol. Desde niñas, a las mujeres se les enseñaban estos bailes para que tuvieran menstruaciones más saludables y estuvieran preparadas para el día en el que fueran a parir. Incluso hay historias sobre que, cuando una mujer se ponía de parto, las mujeres de la comunidad hacían un círculo alrededor de ella y movían sus vientres imitando los movimientos que esta debía realizar para acompañarla en las ‘oleadas uterinas’”. Todas las ondas, los círculos y los infinitos de estas danzas están pensadas para estimular las fibras del útero. 

El baile hace que habitemos nuestros úteros y tomemos consciencia de ellos. Y, como dice Cárol, a drenarlos y a sanarlos también. “Nuestro útero es un órgano muy sensible. Entonces igual que acumulo muchas memorias, abusos, dictámenes y patriarcado, en cuanto se le pone consciencia y se le da tiempo, suelta con facilidad”. 

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