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Dos modelos de cambio de régimen han hecho crac al mismo tiempo, en el lapso de una semana. El modelo de la concertación chilena, la salida de la dictadura militar de Pinochet, y la Transición española han sido presentados en las últimas décadas como los exitosos ejemplos de una modificación tranquila de los sistemas políticos. Dos de los focos del incendio global que recorre la espina dorsal del mundo han brotado en Barcelona y Santiago de Chile.
Son dos focos también de la expansión del neoliberalismo desde los años 70: el rostro amable del turismo y el ladrillo, el rostro pétreo de la privatización y la explotación al límite de los recursos naturales. Y al final de ese trayecto histórico, calles salpicadas de sangre. Muertos y desaparecidos en Chile, balas de goma y la amenaza de condenas ejemplarizantes en el caso de España. Al fin y al cabo, también en el neoliberalismo hay clases.
El mundo está en llamas. Las preguntas son cuándo, cómo y dónde se producirán las nuevas piras de ese incendio global. Pero no se pregunta por qué. La desigualdad define las relaciones entre el poder y las clases populares: en Ecuador, en Honduras, en las calles de París, en la comuna de Rojava. Las élites interpretan cualquier posible cesión material como un síntoma de debilidad. Reaccionan con violencia a su propio miedo. Ante la alerta climática responden blindando los mecanismos de extracción de recursos.
Las preguntas son cómo, cuándo y dónde, porque los motivos son parecidos en todo el mundo
Las preguntas son si el próximo estallido llegará derivado de una ofensiva extractivista —el petróleo sirio— o a raíz de la subida del billete de autobús. Si veremos barricadas contra el racismo institucional o si el próximo estallido surgirá de la protesta de cientos de miles de mujeres contra los asesinatos machistas. Si será en Bogotá o en un suburbio de Londres. Cómo, cuándo y dónde, porque los motivos son parecidos en todo el mundo.
Este número en papel de El Salto ha sido realizado durante el convulso mes de octubre de 2019. Hay un modesto recorrido por tres de los conflictos que han estallado a lo largo de estas cuatro semanas. Catalunya, Ecuador, la ofensiva militar sobre las comunas de Rojava. Es un número que se cierra solo un día después de la exhumación del cadáver de Franco del mausoleo fascista con el que selló simbólicamente su influencia sobre todo lo que estaba por venir en España.
Un número que se envía a imprenta 16 días antes de las elecciones generales. Unos comicios a los que se presentan dos opciones de orden, dos partidos conservadores, de la izquierda y la derecha, que en la historia reciente han compartido la premisa de que el problema de Catalunya es exclusivamente “de convivencia” y que comparten también un mismo rumbo económico que no es otra cosa que el combustible de las protestas que tienen lugar en Europa.
Son tiempos de emergencia global, es importante que nadie suelte la mano de nadie. También es importante seguir imaginando otras posibilidades de vida en común y de relación con la tierra. Esa misma tierra que, en octubre de 2019, parece a punto de hacer crac.
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Todo lo que se puede relacionar de unas protestas y estallidos sociales a otras, es la consecunecia directa y propia del capitalismo. Con este sistema, las elites dominan todos los poderes a su alrededor, y no solo el economico. A los trabajadores, los pueblos, no nos queda mas remedio que desconectarnos de la explotacion y el dominio a los que nos han sometido en todos los ambitos. Y la protesta, con conciencia e ideologia, es una herramienta poderosa para ello. Que las elites usen la represion policial y militar como respuesta, no debe sorprendernos, ya que siempre ha sido asi, mantener su orden en pie es lo unico verdaderamente les interesa. Las leyes y derechos humanos solo las escribieron para hacernos creer que poseiamos algunas libertades.
Proletarios del mundo, unios! Ahora, mas que nunca. No basta con reformas, venimos a superar el capitalismo para que jamas vuelva