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Ecofeminismo
8M Huelga de consumo
La asociación tóxica de patriarcado, colonialismo y capitalismo apunta en una dirección: la de la miseria para todo aquello que está vivo. Romper uno de los eslabones centrales de esta cadena suicida, el consumo, bien puede empezar con un boicot feminista este 8M.
Jornaleras marroquíes, trabajadoras de la fresa en invernaderos de Huelva, denunciaban hace unos meses abusos sexuales por parte de capataces y empleadores. Esos abusos sexuales se sumaban a salarios vergonzosos, jornadas inhumanas sin apenas descansos, trato despreciativo o la amenaza de no ser contratadas en la siguiente temporada, incluso al día siguiente.
Todo ello en medio de la vulnerabilidad de desconocer sus derechos y no hablar nuestro idioma, desde la distancia de sus amistades y familia. Seleccionando a mujeres con hijos pequeños que aseguraransu vuelta a casa para cuidarlos al terminar la temporada. Con el argumento de que sus “manos delicadas” y su constitución las hacían más capaces de encorvarse durante horas y recoger los frutos.
Mientras, la producción intensiva de fresas en invernaderos de plástico, bien regadas con pesticidas, envenenaba las aguas subterráneas y empobrecía los suelos. Para transportarlas después en camiones a cientos o miles de kilómetros.
Insostenibilidad, racismo, capitalismo y patriarcado en estado puro en una misma práctica. Todo ello para que podamos comer fresas casi en cualquier parte del mundo y casi en cualquier momento del año.
La fresa es sólo un ejemplo entre muchos
De todas estas violencias que nos atraviesan a las mujeres hay una especialmente escondida que quizá sea la que definitivamente rompa todo en pedazos. Esa es la violencia ambiental, la violencia contra la Tierra.
La destrucción de nuestro planeta no afecta por igual a todas las personas. Sus daños se reparten con sesgo de clase social, de procedencia, de etnia y sin duda de género. Por eso decimos que existe un patriarcado ambiental.
Lo decimos porque el cambio climático no solo expulsa a miles de personas de sus tierras, sino que sume en la miseria a muchas más que ni siquiera pueden dejar sus territorios porque están a cargo de otras personas a las que cuidan, y estas son en buena parte mujeres.
Lo decimos porque el agotamiento de combustibles fósiles y la escasez energética a la que este hecho nos somete y nos someterá, se está resolviendo subiendo los precios de la energía y condenado a la pobreza energética a muchos hogares. Y la pobreza energética tiene cara de mujer, cara de anciana y cara de niño y niña.
Lo decimos también porque existen multitud de sustancias tóxicas que nos envenenan y que en muchos casos generan enfermedades que las mujeres sufrimos especialmente como la endometriosis, la fibromialgia o el cáncer de útero.
Y porque nos condenan a alimentarnos con productos de agricultura y ganadería industrial que se producen torturando animales, empobreciendo las tierras de cultivo y expulsando a pobladoras y pobladores originarios que quedan sin medio de vida.
Esta asociación tóxica de patriarcado, colonialismo y capitalismo apunta en una dirección: la de la miseria para todo aquello que está vivo.
El 8M, boicot feminista
Pero las mujeres como consumidoras tenemos fuerza para tirar de ese eslabón de la cadena que arranca en la extracción de materiales y termina en forma de residuos. Sin el consumo todo este engranaje se bloquea. Por eso el 8 de marzo queremos hacer una huelga feminista de consumo.
Proponemos hacer boicot individual y colectivo a todas aquellas empresas que se valen de trabajo precario o esclavo, las que tienen prácticas sexistas, las que usan o generan tóxicos, las que apoyan los negocios de la guerra.
Hablamos de industrias de la alimentación, pero también de las eléctricas, de empresas de servicios, del comercio textil o de las entidades financieras.
Un día de huelga de consumo no es mucho, pero puede ser un punto de inflexión para arrancar otras formas de producción que den prioridad al bienestar humano, como defiende la economía social.
El 8 de marzo es el día para empezar a denunciar un sistema económico que se vale de nuestro trabajo gratuito en los hogares y sin embargo nos coloca en una posición de desventaja social y económica.
Es el día para empezar a desmontar esta barbarie y defender otras formas de producción limpias, respetuosas, justas y sobre todo, que hacen posible un futuro digno no solo para las mujeres sino también para todas las personas.
En marzo y siempre consume a favor de la dignidad de la vida. Consume feminista.