We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Ríos de Extremadura
Los ríos en Extremadura II: embalses, islas y monstruos eléctricos
Segunda entrega de la serie dedicada por el escritor jarandillano Ramón J. Soria Breña a los ríos extremeños.
Decía Juan Benet: “Al río hay que dominarlo y si no se deja, hay que darle para que entienda quién es el amo”. Todo por el “bien común”. Una minoría se sacrifica para que una mayoría mejore sus vidas, pero en ese principio que parece tan democrático hay algo oscuro y siniestro. De entre las notas que te ha preparado el profesor Garcés has leído que alguien dijo que “gracias al embalse del Porma, gracias a Benet, Julio Llamazares se hizo un buen escritor”. Ver desaparecer Vegamián bajo el agua obligó a Llamazares a explicar el dolor de la pérdida y encender con belleza todas esas palabras. La frase es de un hijoputismo que te deja perpleja durante mucho rato. También Primo Levi se hizo un gran escritor gracias a Monowitz. La lista de desastres, exterminios y guerras que propiciaron grandes obras de literatura y estupendos escritores podría ser enorme. Este es el momento en el que la literatura nos debe importar una mierda porque si no, después, se cae en la pregunta trampa de: ¿qué hubieras preferido, que existiera la presa del Porma que hizo escritor a Llamazares o que no hubiera existido el pantano y el tal Julio siguiera viviendo en un pueblucho llamado Vegamián, que seguro que además hoy estaría medio abandonado, seguro que “Delmolinamente” vacío?
Avaricia de agua
“La avaricia rompe el saco”, dicen también por aquí. Pero es un refrán vacuo, un dicho que sólo busca consuelo, justicia divina desde la impotencia de quien sufre una pobreza que engorda siempre al avaro. Rebuscas en Internet algún número que pese y resuma esa avaricia de agua y llegas al “Inventario de presas y embalses de España ”, una cartografía de un Ministerio, más o menos actualizada, de 1.225 grandes presas. Las presas pequeñas no aparecen pero son muchísimas más, montones están abandonadas, aunque sus muros, diques o azudes siguen ahí, rompiendo el río. Durante la Dictadura del general Franco se hicieron más de la mitad . El populacho desagradecido, siempre fino en el humor, bautizó al dictador como “Paco el Rana” porque no había noticiario de cine en el que no saliera inaugurando un embalse rodeado de aplaudidores y pancartas, ni había pantano inaugurado en el que una familiar voz en off no cantase con diez hipérboles rimadas la “riqueza, prosperidad y progreso” que traería a las resecas tierras españolas aquel muro de hormigón que además servía para fabricar luz, dar de beber, plantas cebollinos, controlar riadas, practicar la vela y demostrar que el ministro de la cosa hacía muy bien su trabajo para acabar con la mítica, terrible y ancestral “pertinaz sequía”. Perdón por los adjetivos, se me ha pegado al estilo de ver tantos NODOs.
Los grandes embalses de Buendía, Mequinenza, Cíjara, Alcántara, Almendra, Valdecañas, Ricobayo, Gabriel y Galán, Contreras, Iznájar o Jánovas se hicieron sólo para eso, para que las grandes compañías eléctricas se forrasen
La mayoría de los embalses tendrán en el franquismo tres funciones: dar de beber, regar “planes badajoces” varios y producir energía eléctrica. Pero no es fácil conjugar en armonía las tres cuestiones. A veces imposible. Para “el agua de boca” y para el asunto de las “cosechas ubérrimas” se venden bien los embalses en la prensa del régimen, incluso hoy. Pero inundar sitios y echar a la gente, parar ríos, para que grandes empresarios utilicen el agua pública y luego vendan la energía hidroeléctrica que se genera con ella, encima cara, nunca se entenderá demasiado. Pero eso no se dice, o se dice con la boca pequeña y casi en voz baja.
Ríos de Extremadura
Ríos de Extremadura I: Los polvos y los lodos del turismo
Primera entrega de la deliciosa serie dedicada por el escritor de Jarandilla de la Vera a los ríos extremeños.
Los grandes embalses de Buendía, Mequinenza, Cíjara, Alcántara, Almendra, Valdecañas, Ricobayo, Gabriel y Galán, Contreras, Iznájar o Jánovas se hicieron sólo para eso, para que las grandes compañías eléctricas se forrasen. Pero esto Benet no lo cuenta, no lo sabe o no quiere saberlo o no quiere contarlo ni siquiera a las alturas de los años ochenta. Aunque se huele otros enjuagues no menos turbios, a saber, que muchas de esas obras las impulsan las grandes constructoras del franquismo y postfranquismo para emitir facturas en hormigón, proyectos y geologías tan grandes como los muros que luego construyen, siendo costumbre el robo legal de multiplicar por dos o por cuatro o por diez los presupuestos inicialmente firmados. Pero como paga el Estado la obra faraónica, no hay problema.
Pasarán muchos años hasta que la gente que vivía en esos pueblos destruidos por los embalses comience a alzar la voz. La mayoría se resignó, emigró y se hundió en una pena que nadie que no haya sufrido lo mismo puede entender. Por suerte para mí el escritor Julio Llamazares, que nació en el desaparecido Vegamián, explicará con delicada precisión esa pena en sus libros. Desde muy joven indagará en las razones de ese embalse del Porma y en otro muchos y descubrirá con facilidad que a la famosa “avaricia de agua” para el riego se suma, solapa o es superada por la “avaricia hidroeléctrica” o la de facturar al Estado miles de toneladas cemento y acero. El bueno de Garcés me ha sacado varias listas con las intrahistorias pestilentes de algunas de ellas: dónde empezaron, quiénes las fundaron o qué son ahora. Unión Fenosa en la cuenca Miño-Sil, Hidrocantábrico en Asturias, Sevillana de Electricidad en Andalucía, Iberduero en la cuenca del Duero, Hidroeléctrica Española en la cuenca del Tajo, Fecsa en Cataluña. Todas nacidas a comienzos del siglo XX.
Tras Unión Fenosa había un pasado de empresas eléctricas gallegas propiedad del empresario y banquero Pedro Barrié de la Maza, que Franco nombró en 1955 Conde de Fenosa por los servicios prestados. Detrás de Hidrocantábrico y Saltos del Somiedo hay ricos, caciques, rentistas y dos marqueses: el de Aledo y el de la Vega de Anzo. Al comienzo de la Compañía Sevillana de Electricidad hay un montón de ricos terratenientes andaluces además del marqués de Angulo, los Luca de Tena, dinero del Deutsche Bank y la compañía de equipos eléctricos AEG. Tras Fecsa está la Barcelona Traction, Light and Power Company conocida en los libros gordos de la historia de España como La Canadiense. Y todas ellas fueron comprando o absorbiendo los cientos de pequeños saltos de agua, las pioneras fábricas de luz que se habían ido construyendo por todo el país. Su poder como oligopolio dentro del franquismo era enorme y fue creciendo a medida que construyeron nuevas formas de “fabricar luz”: centrales térmicas, nucleares, comprando empresas de gas, reforzando las concesiones eternas para explotar el agua pública, metiendo sus tentáculos en otros sectores y negocios, diseñando la estructura legal y competencial que define durante la dictadura, en la transición y hasta hoy los precios de la energía.
La pobreza energética fue, tras la crisis de 2008, una pobreza invisible pero terrible que vivieron millones de familias cuando no podían pagar el jeroglífico recibo de la luz
Cuando comenzaron los pioneros sólo en algunas casas había una triste bombilla. Durante la postguerra a la bombilla se le sumó la radio o algún infiernillo de resistencia. Luego algunos electrodomésticos de empresas americanas o alemanas u holandesas: lavadoras, batidoras, refrigeradores, yogurteras, material obsoleto, pasado de moda, que los españoles y españolas compraban a plazos y a precio de oro, pagando las “letras” como el mayor de los signos de la modernidad. Después llegó la televisión y la manta eléctrica. Hoy en las casas no hay nada que funcione sin energía eléctrica. Si te cortan la luz tu vida se para, no podrás cocinar, ni alumbrarte, ni calentarte, ducharte, hacer café, encender el ordenador o recargar el móvil. La pobreza energética fue, tras la crisis de 2008, una pobreza invisible pero terrible que vivieron millones de familias cuando no podían pagar el jeroglífico recibo de la luz.
El oligomonstruo es hoy un Godzilla
Sevillana de electricidad fue comprada por Endesa al igual que Fecsa, y todas son hoy de la italiana Enel. Iberduero se fusionó con Hidrola y se llama Iberdrola. Unión Fenosa se llama Naturgy, Hidrocantábrico es ahora EDP España filial de una multinacional portuguesa. Detrás de ellas hay accionistas que son fondos de inversión de nombres raros, oscuras sociedades interpuestas, bancos de cualquier parte, anónimos ricos de ayer y de hoy, fondos soberanos del golfo pérsico o cualquiera que quiera ganar dinero con seguridad y no perder nunca. “Avaricia de agua”. Nadie, ningún gobierno, ningún ministro, ninguna ley, ninguna asociación de consumidores ha podido ni querido cambiar la poderosa trama oligopólica que se materializa al final en una factura abracadabrante, indescifrable e inflada que pagan, aunque no entiendan, todos los hogares y todas las empresas, religiosamente. Pero me pierdo, volvamos a nuestro río Tajo.
Hoy ese Tajo ya no existe. A partir de unos montes llamados las Tetas de Viana el río se para porque allí comienza la cola del largo embalse de Entrepeñas que se inauguró en 1957. Ya casi nunca está lleno porque no llueve lo suficiente y en cuanto tiene agua la mandan por el Trasvase Tajo-Segura a las huertas de Murcia. En las orillas secas y peladas se ven las cicatrices de su otra vida. Molinos derruidos, puentes rotos, lindes de piedra que separaban fincas, caminos que ya no llevan a ninguna parte.
Desde ahí lo que queda del río Tajo, que ya no es mucho, baja libre hasta Aranjuez y se une al Jarama para dar vueltas y revueltas por el llano hasta llegar a Toledo sucio, muy sucio, espumoso, marrón, pestilente y seguir hasta el embalse de Castrejón
El Río Guadiela desemboca más abajo pero también está parado por el embalse de Buendía que se inauguró en 1958. En un NODO, de visita a las obras, la voz en off dice que Entrepeñas, Buendía y Bolarque “favorecen especialmente a las provincias de Guadalajara y Cuenca y aseguran el suministro eléctrico de la capital de España. El Jefe del Estado acompañado por los ministros de Obras Públicas, Agricultura e Industria” visitan los tres embalses mientras la voz en off habla de millones de kilovatios, millones de metros cúbicos, miles de hectáreas inundadas, todo ubérrimo y tal. El salto de Bolarque está justo por debajo de la desembocadura del Guadiela, encajonado en la preciosa y bronca sierra de Altomira. Esta presa fue inaugurada en 1910 como fábrica de luz. Poco más abajo está la Central Nuclear de Zorita, la primera de España puesta en marcha en 1968, tecnología Westinghouse del amigo americano, refrigerada por agua del río. Ahora se está desmantelando. También tiene su presa. Más abajo está el Embalse de Almoguera construido en 1947 también para producir electricidad. Desde ahí lo que queda del río Tajo, que ya no es mucho, baja libre hasta Aranjuez y se une al Jarama para dar vueltas y revueltas por el llano hasta llegar a Toledo sucio, muy sucio, espumoso, marrón, pestilente y seguir hasta el embalse de Castrejón.
Unos kilómetros más abajo el mínimo caudal que se escapa y que forma una lámina de agua, engañosa porque el agua está parada, tiene dos dedos de profundidad y llena a Talavera de la Reina de malos olores y de millones de mosquitos. El agua vuelve a embalsarse más adelante en Azután. Luego Valdecañas, Torrejón, Alcántara y Cedillo, todos embalses hidroeléctricos propiedad desde 1956 de Iberdrola que ahora se llama Naturgy y que mañana se puede llamar Ecológica-Ubérrima-Chupiguay. 300 kilómetros de río desde que pasó Talavera hasta que cruza a Portugal que exprime, explota, acumula y seca, una empresa privada con una concesión que le dio Franco. Embalses que apenas riegan nada porque la calidad del agua dicen que no es muy buena.
Debajo de cada muro hay semanas del año que no se cuela ni gota de agua, luego sueltan agua cuando en la subasta que fija el precio de la electricidad el precio está más alto. Y eso nadie puede moverlo. Dice Bea mientras contemplamos la lámina de agua verde de Valdecañas desde “Los Mármoles”, casi lo único que queda de la antigua Augustóbriga romana y de Talavera la Vieja ahogada bajo el agua. Los arcos estaban junto al Tajo pero se desmontaron deprisa, piedra a piedra. Al menos salvaron esto. Llevas también el álbum de fotos aéreas de tu abuelo. De este paisaje antiguo que él contempló desde tan alto apenas queda nada. Aquí también hubo desveda para arrasarlo todo aunque apenas dio tiempo a cortar unos pocos árboles de las más de siete mil hectáreas que cubriría el agua. El NO-DO número 1.173 el 28 del IV del 1965, con el embalse ya lleno hasta los topes, da cuenta de la inauguración del “Salto de Valdecañas” por parte de Francisco Franco, más gordo y más calvo que el citado NODO anterior, su señora de madrina del sarao y el pájaro del ministro Manuel Fraga sonriendo, con discursito de José María de Oriol, el dueño de la cosa y de lo que la cosa iba a generar con el agua de todos a partir de entonces y hasta el fin de los tiempos.
300 kilómetros de río desde que pasó Talavera hasta que cruza a Portugal que exprime, explota, acumula y seca, una empresa privada con una concesión que le dio Franco
La quimera tramposa del franquismo sigue muy viva en todos estos pagos. Quimera, Χίμαιρα, hija de Tifón y de Equidna, que vagaba por las regiones del Este aterrorizando gentes y engullendo animales y todo lo vivo. Igual que un embalse. Hoy las tierras de alrededor del erial que es el pantano del Valdecañas son secarrales y montes para caza, secanos miserables que viven de la PAC y miles de tocones de encinas centenarias fosilizados por el agua y el sol de las sucesivas subidas y bajas del nivel al albur del negociete hidroeléctrico. Hay regadío, maizales y forraje para hacer pienso. “El agua se escatima hasta a los pueblos de alrededor que sufrieron el expolio”. Dice Bea.
Una urbanización pijo-luxury que se ha construido en un islote
Las cuernas calcinadas que he encontrado hace un rato en la orilla representan muy bien el valor para algunos de este paisaje por el que caminamos. El agua embalsada ha convertido en pedregal y arena muerta el suelo que pisamos. La cubierta fértil de la tierra hace ya muchas décadas que yace en el fondo del embalse junto con las miasmas de Madrid, Toledo, Talavera y cuantos pueblos vertieron al río sus deshechos durante estos cincuenta y siete años. Frente a nosotros, a lo lejos, brilla algún coche de lujo aparcado en una calle de la llamada “Isla de Valdecañas”, una urbanización pijo-luxury que se ha construido en un islote. El estropicio es perfecto. Del río no queda nada. Tampoco del progreso que prometía aquel NO-DO, salvo la momia disecada del general golpista que por fin han sacado de Cuelgamuros, el chorro de millones que engorda la empresa Ecológica-Ubérrima-Chupiguay la rara belleza que a veces propicia el cielo, las escamas de un pez muerto en la orilla o las raíces de todas estas viejísimas encinas grises.
Me quedo con la quimera de Cernuda, con su desolación y su memoria. Encima el agua está verdosa. Es un verdor muy intenso, opaco, una nata casi fluorescente gracias a Fritz Haber, nada menos que Premio Nobel de Química de 1918 por desarrollar la síntesis del amoniaco, un proceso eficaz y barato para hacer fertilizantes de forma industrial. Los agricultores de todo el mundo no le conocen, no hay monumentos en las plazas de los pueblos por haber iniciado una parte de la llamada “revolución mundial verde” y todo porque, a parte de inaugurar la industria del fertilizante, fue el padre de la guerra química con sus investigaciones y trabajos sobre el gas dicloro y otros gases venenosos que se utilizaron durante la Primera Guerra Mundial. Fue condecorado por el Kaiser y hasta le dieron el grado de capitán. Él estaba muy orgulloso de sus inventos que hacía progresar los campos de cultivo y las trincheras. Su mujer Clara Immerwahr, que también era química, se pegó un tiro y también su hijo Hermann. Fritz se defendía argumentando que la muerte era la muerte y tanto daba morir respirando gases asfixiantes que por una bala de siete mm o un trozo de metralla de un obús del 77. Luego, en los años veinte y treinta, los científicos de su laboratorio desarrollaron el gas cianuro Zyklon A para fumigar los almacenes de grano, pero los nazis lo convirtieron tiempo después en el Zyklon B que fue utilizado en Auschwitz-Birkenau y otros campos de exterminio para fumigar a la gente.
Pero el agua de Valdecañas además de tener un exceso de fertilizantes con los que antes han regado todas las vegas desde Madrid hasta aquí contiene herbicidas, pesticidas y quién sabe si limos y cienos con los escapes radioactivos de los experimentos nucleares que hicieron en la Ciudad Universitaria de Madrid en los 70. Hubo una rotura en una de la tuberías de refrigeración del reactor, el agua contaminada se coló por los desagües y acabaron en el río Manzanares, luego en el Tajo y al final en Lisboa. Allí había buques militares de la OTAN equipados con detectores de radioactividad y se dispararon las alarmas. Investigaron, descubrieron que el tufo venenoso bajaba por el Tajo y siguieron, siguieron y siguieron el rastro de miguitas hasta Aranjuez y más arriba. Hubo broncas secretas del ejército USA y el gobierno español guardó comunicar el desastre.
Quien destruye el lugar donde nació, creció, amó, trabajo, fue feliz e infeliz destruye también una parte importante de su vida futura
Bastante tuvieron ya con Palomares para destapar que en Madrid se habían escapado unos cientos de litros de agua pesada. Dice Bea. Hoy España es el país europeo con más presas y el séptimo del mundo. Y se siguen haciendo. Avaricia de agua que comenzará a ser mayor a medida que el cambio climático vaya desertizando la península, avaricia de luz bajo el disfraz de que la hidroeléctrica no contamina. He leído esos artículos que tenías ayer encima de la mesa, esos que escribió Benet en el periódico El País, y a mi Benet me parece un capullo. Tu admiras el estilo de Benet, ese “Grand Style” marca de la casa que tanto citan sus estudiosos y casi te incomoda la tristeza que hay tras los libros de Llamazares: La lluvia amarilla, El río del olvido, Distintas formas de mirar el agua o incluso en Cuaderno del Duero.
50.000 personas y sus memorias
Como norteamericana te sale el ramalazo rebelde de Thomas Jefferson, John Adams y Benjamín Franklin escribiendo sobre la libertad y el derecho a la independencia, el grito de David Crockett, Travis y Bowie resistiendo en El Álamo, de la desobediencia civil que defendía Henry David Thoreau, la carta del jefe indio Seattle de la tribu Suwamish, la dignidad de Edward Abbey y su guerrilla ecologista luchando contra la presa que hicieron en el gran cañón de Glen que encerró el río Colorado. Aunque Abbey luchó y perdió. Su amiga Katie Lee bajó en barca en el año 1963 el río Colorado a través del cañón de Glen, e hizo un pequeño documental en Super 8 sobre ese territorio salvaje y bellísimo que se quedó para siempre en su memoria y estimuló su activismo en defensa de los ríos salvajes y no represados. Te sale la rabia de los quinientos pueblos que hay bajo el agua de todos los embalses de este país, muchas veces destruidos con saña antes de quedar ocultos, deshechos por las excavadoras ante los ojos de sus antiguos habitantes, como si las empresas encargadas de la demolición quisieran asegurarse de que, a quienes habían pagado exiguas indemnizaciones forzosas, muchas veces ninguna, se fueran lejos y no volvieran nunca.
50.000 personas, sus recuerdos y su memoria. Bea te cuenta que tenían que exhumar los restos que había en los cementerios o echar encima de las tumbas una buena capa de hormigón porque muchas veces, según iba subiendo el agua, salían los cuerpos secos flotando, vestidos, como si quisieran escapar de allí o denunciar a los vivos o mostrar que quien destruye el lugar donde nació, creció, amó, trabajo, fue feliz e infeliz destruye también una parte importante de su vida futura.
El embalse es uno de los más grandes de Iberdrola. Se llama José María de Oriol, en honor a su dueño y constructor, ya sabemos quien es el señorito
La “conmoción dramática” de todo esto ya no saldrá nunca de los ojos y la voz de Llamazares. “Los desterrados del pantano son los judíos del siglo XX. Es gente que la echan de su lugar de vida y a partir de ahí son errantes en todos los lugares y tienen un sentimiento de desterrados. De hecho vas a los pueblos de colonización y hablas con la gente que lleva allí toda la vida y dicen que ganaron en calidad de vida, que mejoraron materialmente, pero sentimentalmente les sigue doliendo el desarraigo. Se ven como expulsados de un paraíso que idealizan a medida que pasan los años”.
El puente romano más espectacular que he visto
Me alejo de Madrid por unos días. El sociólogo ha ido a entrevistar a un último viejo pescador del Tajo que vive en el pueblo de Alcántara, junto al puente romano más espectacular que he visto, construido en tiempos de Trajano, con 58 metros de altura no solo para presumir de ingenieros imperiales atrevidos, envidiados hasta por Calatrava, sino porque el agua del río en algunas crecidas llegaba casi a ese nivel. Eso descubro en una antigua foto que nos muestra el dueño del restaurante donde he quedado a comer con el señor Atenodoro. Tiene noventa años, lleva garrota, pero anda muy recto. Pedimos unos calamares a la romana, ¡para hacer patria!, dice en broma, y porque le gustan mucho.
Eléctricas
Sobre la nacionalización de las centrales hidroeléctricas en Extremadura
Tras la caducidad de las concesiones y las experiencias en otros territorios de recuperación y explotación directa de los saltos hidroeléctricos, se abre una oportunidad histórica en Extremadura. Ya la publicación de “Extremadura saqueada” denunció la riqueza que obtenían las multinacionales del sector eléctrico, que no repercutió en la economía extremeña.
Tenía una casa junto al río. Una casucha como a doscientos metros por encima de donde se construyó la presa, en un alto, rodeada de almendros y un melocotonero de los de pipo rojo y carne blanca y rosa. El embalse es uno de los más grandes de Iberdrola. Se llama José María de Oriol, en honor a su dueño y constructor, ya sabemos quien es el señorito. Pero todo el mundo lo llama como el pueblo, Alcántara, del árabe Al Qantarat, que no significa otra cosa que eso “El Puente”. Una casa sin escrituras que habían construido mis abuelos con pizarra suelta y luego mi padre amplió para tener un chamizo para los trasmallos. Era rústica, pero era bonita. No tengo ninguna foto, pero la tengo aquí. El entrevistado se toca la sien, achina los ojos y bebe un poco de café de puchero. Me sigue contando su vida, sus andanzas y aventuras de pescador fluvial, el precio del pescado, las artes que utilizaba, todo lo que ya sé y suena siempre distinto y nuevo cada vez que me lo cuenta un pescador del Ebro o de Sil o de Duero. ¿Y qué recuerda usted de cuando se terminó la obra de la presa? Le pregunto. Que ya no había más trabajo, porque todos habíamos trabajado en la presa, ganamos buen dinero, pero cuando se acabó, adiós. Y también adiós a la pesca. Y a la casa, porque al no tener papeles no nos pagaron nada y lo expropiaron todo.
Atenodoro se calla, bebe más café, se toma su tiempo. Sin esa ropa moderna, sin la chaqueta de pana, si llevara encima un gabán pardo sería igual que el fabulista griego Esopo que pintó Diego Velázquez. Tiene ese gesto de desolación, de seriedad triste, de sabiduría silenciosa. Sus ojos se le llenan de agua. Saca un pañuelo moquero azul muy bien planchado. ¡Lo que más recuerdo y lo que más echo de menos es el sonido del agua!
Sé que emigró como tantos a Madrid, luego a Holanda. Tras la jubilación se volvió al pueblo, compró una casa y una huerta. El río era muy bravo por allí, no se lo puede ni imaginar, las chorreras sonaban siempre, tanto en verano como en invierno. En invierno a veces hasta retumbaba la casa. Pero lo que más me impresiono la mañana que cerraron la presa y comenzó a subir el nivel del agua del pantano fue el repentino silencio. El río ya no sonaba. El silencio. Cuando nos despedimos, el señor Atenodoro me abraza. Tengo cinco nietos, a veces vienen, pero ya poco.
(Fragmento de: España no es país para ríos. Inédito, por poco tiempo…)
PRÓXIMAS ENTREGAS:
LOS RÍOS DE EXTREMADURA (III) La pertinaz y los planes badajoces.
LOS RÍOS DE EXTREMADURA (IV) Viva la mierda, muera la inteligencia.
LOS RÍOS DE EXTREMADURA (V) Ah del futuro! nadie responde.
Relacionadas
Extremadura
Extremadura Extremadura, la gran piscina comunitaria
Contaminación
Vertidos mineros La autorización de vertido de la Mina de Aznalcóllar al Guadalquivir ignora aspectos científicos claves
Desobediencias
Desobediencias Itoiz y la cadena de la desobediencia
Señor, Soria Breña, apellidos de mi Pueblo y también varios de Berrocalejo, pero veo que Ud. es verato, jarandillano, paisano de Quique D'acosta.
Me encanta leer estas entregas porque soy "hijo" de la doble diáspora Cacereña también:
...Grandes lagos en tus valles/arroyos son tus caminos/ grandes ríos en tus valles/ van trenzando remolinos.
Hasta mi cuna inundaron/
y tantas cunas queridas/ en un mar que fabricaron/
unas mentes retorcidas...//...
Saludos paisano.
Un reportaje precioso, que pena de forma de desarollo. Gracias
Sobre la nacionalización de las centrales hidroeléctricas en Extremadura
https://www.elsaltodiario.com/saltamos-extremadura/nacionalizacion-centrales-hidroelectricas-extremadura-confederacion-hidrografica
Que pena, no conozco el lugar, solo ese precioso puente por las ilustraciones que aparecían en la enciclopedia en la que aprendí a leer con soltura y conocer un poco de la historia y geografía de España.
Gracias por poner en su sitio a ese desarrollista ecocida de Benet.