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Personas refugiadas
La protección del exilio por razones climáticas: ¿refugiados o migrantes?
Yakuba Sesay llegó a España el 12 de noviembre de 2020 y ahora vive en el barrio de Sant Andreu en Barcelona. Forma parte del grupo minoritario de personas refugiadas que buscan protección tan lejos de su país de origen, Sierra Leona. El suyo también es un caso excepcional porque él mismo identifica la causa climática como el detonante de su desplazamiento y una de las múltiples razones por las que actualmente reside en España, pero no la única, ya que desde el que fuera su primer movimiento ha atravesado conflictos económicos, políticos, religiosos… Un dominó de factores de riesgo cada vez más frecuentemente acelerado por la crisis climática y ambiental. Su historia personal de migración forzosa empieza un lluvioso día de agosto, a las afueras de Freetown.
El deslizamiento
Mi madre trabajaba vendiendo productos en el mercado y yo era quien traía el dinero a la familia. Yo estudiaba y mi padre pasaba la mayor parte del tiempo en casa porque estaba enfermo. Ese día mis dos hermanos menores se quedaron con mi padre mientras que yo y mi madre estábamos fuera. Cuando volvimos a casa, el deslizamiento de tierra había acabado con la vida de nuestra familia.
Es 14 de agosto de 2017 por la mañana y en la localidad montañosa Regent, en las afueras de Freetown, la capital de Sierra Leona, ya llevan decenas de días seguidos con lluvias intensas. Después de cinco horas de fuertes precipitaciones, se ha producido un deslizamiento de tierra que ha descendido por el monte Sugar Loaf. La catástrofe ha terminado con más de 3.000 familias sin hogar y un total de 1.141 fallecidos.
En los últimos años las inundaciones en Freetown han dejado de ser algo excepcional, la rápida urbanización en la capital y en áreas inestables sumado a la seria amenaza por la deforestación en la península han favorecido este problema ambiental. La falta de bosques aumenta el riesgo de deslizamientos de tierra, puesto que los árboles generalmente evitan las erosiones y la vegetación retiene el agua. En caso de lluvias prolongadas o intensas, en los lugares sin árboles el suelo se satura y se erosiona.
Después de eso no teníamos a dónde ir, yo tenía 25 años y había perdido a mi familia y el privilegio de poder estudiar. Estuvimos viviendo en unos campos provisionales para las víctimas del deslizamiento hasta que nos mudamos a una nueva comunidad llamada Lumley Beach Road. Mi familia era cristiana, y eso no agradaba al dueño del solar que teníamos, quien le pidió a mi madre que se hiciera musulmana. Ante su negativa, un día en que ella estaba preparando la cena, el dueño de las tierras pateó la olla del fuego, arrojó el agua hirviendo a sus piernas y la amenazó con que llegaría más lejos si no nos íbamos de allí.
Deslizamientos de tierra, incendios forestales, aumento del nivel del mar, creciente salinidad de los acuíferos, mayor recurrencia de tifones, ciclones y huracanes, destrucción de los cultivos en muchas regiones del planeta… Las amenazas del cambio climático han ido en aumento en las últimas décadas paralelamente con la explotación de recursos perpetrada en mayor parte por los países del Norte Global, que a principios de la década pasada concentraban la propiedad del 90% de las industrias manufactureras, tal y cómo señala el académico nigeriano N. Oluwafemi Mimiko. No obstante, las consecuencias de estos impactos climáticos serán más duras para los países del Sur Global, no solamente porque los desastres naturales tienen más incidencia en esta parte del mundo por su ubicación geográfica, sino porque su respuesta ante ellos será más limitada al poder destinar menos recursos a políticas de prevención, rescate y reparación. Y, además, tendrán un mayor impacto en mujeres y niñas.
Deslizamientos de tierra, incendios forestales, aumento del nivel del mar, creciente salinidad de los acuíferos, mayor recurrencia de tifones, ciclones y huracanes, destrucción de los cultivos en muchas regiones del planeta… Las amenazas del cambio climático han ido en aumento en las últimas décadas
Frente a esta amenaza ambiental —también política y económica— miles de personas se verán obligadas a abandonar sus hogares. Desplazamientos que ocurrirán si sigue el inmovilismo, y que han sido diana de discursos apocalípticos centrados en la necesidad de proteger a los países occidentales de esta llegada supuestamente masiva de migrantes o refugiados climáticos. Suposiciones que voces académicas como la de Gemma Pinyol son tajantes desmintiendo: “La mayoría de personas que huyen de conflictos no llegan a lo que llamamos el Norte Global, sino que se desplazan a países de alrededor donde hay semi-democracias, democracias muy débiles o inexistentes. Existe esta idea de que el Norte es ese lugar ideal donde todo el mundo quiere ir, y eso no es real”, explica la investigadora de migraciones y políticas de asilo en el Grupo de Investigación Interdisciplinario en Immigración de la Universitat Pompeu Fabra (GRITIM-UPF).
Según las cifras de ACNUR, el 85% de la población refugiada que se desplaza fuera de su país vive en países del Sur Global, el 17% fue acogida por países del norte en 2019 y tres cuartas partes de los refugiados fueron acogidos por países vecinos. “Con las migraciones climáticas ocurre lo mismo: se está intentando difundir la idea de que se desplazarán a países del Norte Global, sin entender que la mayoría de desplazamientos son internos o hacia países vecinos, y que los países del Norte —España incluida— también serán víctimas de procesos de degradación ambiental”, apunta Pinyol.
Tuvimos que empezar de nuevo en otra comunidad llamada Mountain Cut, donde mi madre pudo empezar su negocio otra vez y llevarse bien con la gente de allí, hasta que empezaron a pedirle que se uniera al Partido Popular de Sierra Leona. Ella no quiso hacerlo y empezaron los problemas, hasta que el Concejal de la comunidad mandó a la policía a asesinar a mi madre. Recibió un disparo en el hombro y estuve con ella en el hospital tres días hasta que murió. Al volver y negarme yo también a formar parte del partido, el Concejal mandó a sus hombres a matarme, me apuñalaron en la pierna y casi me cortan el dedo, así que tuve que huir otra vez. Antes de morir, mi madre me animó a seguir mis sueños: “Encontrarás ayuda”, me dijo.
El desamparo internacional
A nivel jurídico, la figura de “refugiado climático” no está reconocida en ningún tratado. Todo lo referente a los refugiados en el ámbito internacional lo encontramos en la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y en el Protocolo de Nueva York que se le añadió en 1967. Para estos tratados se considera refugiadas a aquellas personas “perseguidas por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas”.
Sin embargo, la realidad es que hay muchas personas que reconocemos como refugiadas y que no coinciden con esta descripción, por ejemplo las que huyen de una guerra. La mayor parte de los refugiados que a día de hoy reconocemos como tal son personas que se desplazan por conflictos bélicos en su país, “esto quiere decir que el concepto se puede ampliar, lo estamos haciendo sin la necesidad de incluirlo en ningún tratado, ¿por qué no está ocurriendo con los desplazamientos por motivos climáticos?”, señala Miguel Pajares, antropólogo experto en migraciones y presidente de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR).
Existe todo un debate en torno a cómo debemos referirnos a las personas desplazadas por motivos climáticos: ¿migrantes o refugiadas? Si nos regimos estrictamente por la definición que encontramos en el Estatuto de los Refugiados, una persona refugiada es aquella que es víctima de una acción política
A su vez, existe todo un debate en torno a cómo debemos referirnos a las personas desplazadas por motivos climáticos: ¿migrantes o refugiadas? Si nos regimos estrictamente por la definición que encontramos en el Estatuto de los Refugiados, una persona refugiada es aquella que es víctima de una acción política. De acuerdo a Pajares, autor de Refugiados climáticos: Un gran reto del siglo XXI, las personas desplazadas por motivos climáticos son claramente víctimas de la vulneración que hacen los países de los tratados climáticos que han suscrito desde que en 1992 tuvo lugar la primera Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Entonces, los gobiernos se comprometieron a empezar a reducir las emisiones de efecto invernadero, pero las emisiones no han hecho más que crecer. Así, según Pajares, “los migrantes climáticos son víctimas de una acción política, por eso el término refugiado climático es pertinente”, aunque él mismo también sostenga que “referirnos a ellas como refugiadas climáticas es más una reivindicación y no un avance legislativo”.
Viajé a Guinea Conakry en septiembre de 2020, donde trabajé como repartidor para los comercios, pero fue difícil entenderme con el idioma y con la gente de allí. Después fui a Mali, donde el idioma y la guerra tampoco me lo pusieron fácil, así que fui a Marruecos. Allí hice un amigo que hablaba inglés y me ofreció quedarme con él y su familia a cambio de que los ayudara en casa, pero su madre me trataba muy mal porque era muy racista. Su racismo y su intolerancia con las personas no musulmanas me obligaron a irme de allí también. Mi amigo quiso ayudarme y me dijo que me encontraría un lugar donde me dedicaría a pescar, solo tendría que subirme a una embarcación.
Beatriz Felipe Pérez, Doctora en Derecho y autora de la tesis Migraciones climáticas: retos y propuestas desde el Derecho Internacional, destaca la importancia de buscar soluciones prácticas que permitan a estas personas obtener algún tipo de protección, pero se decanta más por denominarlos migrantes climáticos, porque considera que llamarlos refugiados genera mucha confusión, “incluso a los políticos”. La colaboradora de la ONG Migraciones climáticas también destaca que ‘refugiado’ es un término con mucha carga política en un contexto complejo como el actual, en que los discursos de odio y los pronósticos apocalípticos que se están difundiendo no ayudan a buscar soluciones para estos desplazamientos.
Por este motivo, para Beatriz Felipe, “el problema viene relacionado con la denominación, pero también, tal y como hemos desarrollado más en un artículo reciente en el blog, con cómo se habla de los refugiados climáticos como si fuesen olas de refugiados que vienen, que cruzan el Mediterráneo solamente por el cambio climático”. La investigadora añade que “frecuentemente las proyecciones no tienen en cuenta que no todo el mundo va a migrar solamente por el cambio climático, que también hay estrategias de adaptación, que la gente no quiere migrar. No tienen en cuenta que muchas de las personas que se van después si pueden regresan a sus hogares… Ni tienen en cuenta las personas que quizás se encuentran en situación de inmovilidad forzada, que aunque quieran desplazarse, no tienen los medios para hacerlo”.
Por su parte, Susana Borràs Pentinat, doctora en derecho e investigadora activa en el Grupo de Investigación sobre Derecho Ambiental, Inmigración y Gobierno Local de la Universitat Rovira i Virgili, aporta un elemento más al debate terminológico. Según Borràs, “persona migrada ambiental es un concepto más omnicomprensivo. Migración climática es más concreta; se refiere al movimiento de personas por impactos derivados del cambio climático, mientras que en el caso de una erupción volcánica, deberíamos hablar de migración ambiental”.
Por su parte, Pinyol matiza que las personas desplazadas por razones climáticas y/o ambientales siempre han existido, pero que ahora se visibiliza de forma diferenciada dicha causa. Además, la investigadora de la UPF destaca que estos diferentes motivos se entrecruzan y retroalimentan entre sí, actuando como factores multiplicadores del riesgo. Crítica y escéptica, Pinyol celebra que ahora se haya puesto sobre la mesa la existencia de esta problemática, pero aclara que también permanece —y se exacerba— la crisis de personas desplazadas forzadas y demandantes asilo por el resto de motivos, poniendo el foco en la degradación general del derecho de asilo de todo tipo en el mundo.
Una cuestión de justicia y voluntad política
Éramos 52 personas en un barco pequeño, pasamos seis días en el mar. El agua y la comida se terminaron, teníamos el cuerpo lleno de heridas y quemaduras que con el agua salada se sentía ácido. Nadie asumiría el terror que vivimos esos días si tuviera otra opción, nadie se sube a un barco si no lo necesita realmente para sobrevivir. El miedo es inmenso, por las noches escuchábamos sonidos y animales que nunca habíamos oído, tampoco veíamos nada.
Dejando de lado discrepancias estratégicas, todas las personas expertas entrevistadas coinciden en que aunque la figura legal de refugiado climático no exista, no debería suponer un obstáculo para garantizarles protección. Se trata más bien de una cuestión de voluntad política. “No hace falta modificar la Convención de Ginebra para que la interpretemos diferente. Al final está en la mano de los jueces y de las organizaciones, de la ACNUR, de quien otorga el estatuto de refugiado, que pueden entender las cosas de manera diferente”, concluye Felipe.
Aunque la figura legal de refugiado climático no exista, no debería de suponer un obstáculo para garantizarles protección. Se trata más bien de una cuestión de voluntad política. “No hace falta modificar la Convención de Ginebra para que la interpretemos diferente. Al final está en la mano de los jueces y de las organizaciones”
A todo esto, cabe añadir la doble dificultad en la que se encuentran las personas defensoras de sus territorios en contra de las explotaciones masivas de estos y las industrias extractivistas. Susana Borràs apunta que cada vez hay más personas, mayoritariamente mujeres, que necesitan protección internacional porque están criminalizadas, perseguidas, amenazadas y asesinadas por defender sus tierras. “En estos casos hay un claro vínculo con el refugio político. Defender el medio ambiente y resistir a las explotaciones de las lógicas capitalistas es, cada vez más, causa de persecuciones políticas. Al final todo va de la mano”.
Finalmente llegué a Gran Canaria el sexto día por la mañana, donde tras pasar por dos alojamientos de la Cruz Roja y hablar con un par de psicólogos, me trasladaron a Barcelona. Ahora estoy viviendo en un apartamento que comparto con otras cinco personas en una situación similar a la mía dentro del programa de la Cruz Roja. Aquí solo puedo quedarme seis meses, si entonces no tengo la resolución para mi protección no sé a dónde voy a ir.
La gran mayoría de solicitudes de asilo del Estado español son rechazadas, muy por debajo de la media europea de porcentaje de aceptación. Hoy en día, Yakuba ensaya y escribe obras de teatro para cumplir su sueño de ser actor, mientras espera estar entre ese 5% de solicitantes a quienes se concede el Estatuto de Refugiado o Protección subsidiaria, o entre el 35% que obtiene Protección por Razones Humanitarias en el Estado español, según cifras del CEAR del año 2020. En su mochila, Yakuba carga con el permiso de residencia temporal, una libreta para aprenderse los diálogos y la incertidumbre de la espera, alumbrada por la esperanza de las últimas palabras de su madre.