PSOE
Y ahora ¿qué va a pasar con el PSOE en Extremadura?

Tras la pérdida de la Junta de Extremadura el PSOE regional afronta diferentes retos. Aquí una breve disección de los mismos: liderazgos, cuotas de poder y ubicación de fieles.
Fernández Vara Ejecutiva
Fotografía: RRSS PSOE Extremadura
7 jul 2023 07:00

Después del 28 de mayo, parece que en el PSOE extremeño se han de afrontar dos retos inmediatos y de diferentes naturalezas. Por un lado, una sucesión de liderazgo que se antoja irreversible, según palabras del propio Guillermo Fernández Vara ―“no voy a ser presidente ni voy a ser líder de la oposición”― y, por otro, afrontar la convulsión que supone la pérdida de poder institucional y la consecuente recolocación de cuadros, mandos intermedios y puestos de tripulación. Ninguno de los dos, se puede observar, tiene que ver con eso que se llamaba política.

Puestos, designaciones y nombramientos

El reto de transformación del proyecto político (¿autocrítica?) queda, en principio, aparcado, a tenor de lo poco que de este se comenta, opacado todo por las quinielas públicas en torno a la renovación en la cúpula y los soterrados movimientos para resituar en alguna administración a tanto damnificado por la inminente pérdida de la Junta de Extremadura.

Docenas, si no cientos, de cargos de confianza y “dependientes” tendrán que “reinventarse” y para eso, para ayudar a hacerlo y buscar los indispensables puestos y salarios, está el Partido. Ahora lo urgente se impone a lo importante, que nadie vive del aire.

Extremadura
Análisis El ciclo conservador en Extremadura iniciado por Fernández Vara
Las políticas llevadas a cabo por el PSOE en Extremadura han abierto la puerta a la posible llegada de la derecha con la ultraderecha al gobierno regional.

Así, con una pléyade de ayuntamientos, mancomunidades y, sobre todo, con las dos diputaciones provinciales en manos socialistas (sus presupuestos para 2023: 279 millones de euros para Badajoz, 170 millones en el caso de la de Cáceres), las próximas semanas van a ser frenéticas en las recomposiciones de los tradicionales puzzles de fidelidades que han sostenido el socialismo extremeño.

Un socialismo regional, no olvidemos, que ya en los 80 y 90 aprendió a nutrirse de cuadros y fieles, a consolidarse como la fuerza útil y funcional a cualquier poder establecido, a base de la realización de todo tipo de OPAs hostiles a la izquierda extremeña (¡ay, aquellos tiempos de la honesta Teresa Rejas, de IU, presidiendo la Asamblea de Extremadura!) y a los movimientos ciudadanos y que, después, supo generar el subsiguiente entramado clientelar capaz de operar incluso en la breve etapa de Monago (PP) al frente del ejecutivo regional.

Docenas, si no cientos, de cargos de confianza y “dependientes” tendrán que “reinventarse” y para eso, para ayudar a hacerlo y buscar los indispensables puestos y salarios, está el Partido

Con candorosa piedad se contemplan ahora aquellos pronósticos de “pasokización” del PSOE por parte del Podemos de los primeros tiempos, esos en los que se negoció en abierto (literal), entre Vara y la organización de Pablo Iglesias en Extremadura, una investidura del presidente regional que, finalmente, le salió a este a coste cero. Ya lo reconocía implícitamente Irene de Miguel, de Unidas por Extremadura, en una reciente entrevista concedida a la edición extremeña de El Salto: “Si el PSOE necesita de nuestro apoyo, no le va a salir gratis como hace ocho años”.

Es mucho PSOE el PSOE, le pese a quien le pese, y hunde sus raíces extremeñas en demasiados intercambios de favores y prácticas hijas del caciquismo como para darlo por finiquitado. Tocado, sí, hundido ni de lejos.

Sucesión

Para encabezar el proyecto socialista extremeño, que más que partido es régimen, ya ha habido y podría seguir habiendo en marcha distintas jugadas. Indirectamente, en 2021 movieron ficha ―de forma infructuosa― Antonio Rodríguez Osuna (enorme alcalde de Mérida, con mayoría absoluta confirmada y ampliada) e Isabel Gil Rosiña (consejera de Igualdad y portavoz del gobierno regional) optando a la secretaría provincial socialista en Badajoz frente al candidato del aparato (de Vara). Que de ese tándem salga ahora algo está por ver, pero que Osuna es un valor a tener en cuenta lo señalan tanto el desparpajo mostrado en su fallida intentona en Badajoz como sus incontestables resultados electorales. Gente de partido, en cualquier caso, aparato puro desde su casi adolescencia y cuya trayectoria vital y laboral queda por completo contenida entre las paredes del Partido Socialista Obrero Español. “Ni es mi interés, ni es mi preocupación, ni es mi momento. Yo estoy ahora en gobernar el ayuntamiento de Mérida”, rubrica Osuna, pero quien la lía una vez, la puede liar dos veces o tres. De entrada, ya ha reconocido indirectamente que podría estar esperando ese que sería “su momento”.

El aún presidente en funciones de Extremadura [...] no se ha mordido la lengua para afirmar acerca de su sucesión que “si alguno pretende caciquearla, la lleva clara”

Evidentemente hay más nombres. Uno de ellos, José María Vergeles, consejero de Sanidad, una de las figuras con más peso en la organización y hombre fuerte en el gobierno de Vara, uno di noi. Ahí estaría la apuesta de continuismo y lenta digestión de un pase a la oposición que no sea traumático tampoco a la interna. Cruzando el río, ya se sabe, mejor no cambiar de caballo. Blanca Martín también aparecía en algunas quinielas, pero de repente se vio convertida en presidenta de la Asamblea de Extremadura aquella jornada épica donde a la elección de la mesa del parlamento regional llegó la derecha sin haber hablado apenas, descompuesta su previsible negociación entre acusaciones y grandes palabras, y donde se condenaron a una legislatura con un órgano clave del legislativo en manos socialistas. Lo que vino después ya es de sobra conocido.

Poco claro es el papel que en esta carrera soterrada pueda desarrollar Miguel Ángel Gallardo (presidente de la Diputación de Badajoz y alcalde de Villanueva de la Serena con seis legislaturas en mayoría absoluta). En una entrevista con el diario Hoy ya afirmó que Fernández Vara “debió dar un paso atrás”, no presentar su candidatura en las pasadas elecciones y, así, “ofrecer un proyecto más ilusionante y una salida más dulce”. Todo ello, por supuesto, deslizando que “suenan todas las cosas que quieran sonar [… ] en absoluto quiero sustituir a Vara” . Excusatio non petita, acusatio manifesta, una buena manera de ponerse en escena.

De remate, el aún presidente en funciones de Extremadura todavía sigue desgranando la margarita de si irá a dar con sus huesos en el tranquilo Senado, preludio de toda jubilación política que se precie, pero no se ha  mordido la lengua para afirmar acerca de su sucesión que “si alguno pretende caciquearla, la lleva clara”. Quien haya tenido que entender las palabras, seguro que lo habrá hecho, porque el consenso dentro del partido está en una transición “ordenada” y sin enfrentamientos internos.

La política, luego y si hay tiempo

Ni palabra, hasta la fecha, de análisis político o de balance de los porqués de una caída suficiente para dejar fuera del gobierno de la comunidad autónoma al PSOE (de 33 a 28 escaños). Autocríticas, las justas y, en cualquier caso, a la soviética (ya le hago yo a usted su autocrítica...”), hechas mirando a otro, como la de Gallardo a Vara.

Y esto es así porque ninguna de las “familias” pone en cuestión que las “grandes políticas posibles” tienen necesariamente que estar basadas en el modelo ya implementado por el Partido Socialista en la región. Cero reflexión en ese sentido y diseño del marco de debate constreñido a nombres, intereses partidarios y marketing electoral. Poder y su ejercicio en estado desnudo y puro.

Sujetar todo lo sujetable, mantener los privilegios y equilibrios, hacer que la travesía del desierto sea breve y la lidere alguien que mantenga esa línea de imagen de incontestada jefatura

No hay voz conocida que ponga sobre la mesa el diseño de región, una valoración cruda de los cuarenta años de gestión virtualmente ininterrumpida, el modelo económico extractivista... Tampoco hay en lo que ahora llamamos “guerras culturales” excesivas diferencias en el socialismo extremeño, ni dentro del partido ni con quien los va a sustituir en el ejercicio del poder. No en balde fue el PSOE quien convirtió en dogma de fe la identidad extremeña basada en fetiches como los toros o la caza, o la aceptación institucional de un concepto de ruralidad absolutamente sesgado. Los recortes en los servicios públicos, la connivencia con los diferentes lobbys extractivistas, la política de gestión de escaparates y grandes proyectos, el abuso torticero de interminables promesas de empleo en una región asolada por el paro... Son y seguirán siendo marca de la casa.

En estas se encuentra el PSOE tras el shock del 28 de mayo en Extremadura: sujetar todo lo sujetable, mantener los privilegios y equilibrios, hacer que la travesía del desierto sea breve y la lidere alguien que mantenga esa línea de imagen de incontestada jefatura. En la memoria, los sólidos mandatos de Ibarra y Fernández Vara que, con importantes diferencias a veces invisibles a ras de tierra, compartieron la absoluta inexistencia de nada ni nadie que les proyectara sombra alguna.

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