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Sobre el papel el Partido Socialista ha ganado las elecciones locales celebradas este domingo en Portugal. El centro izquierda es a nivel nacional la fuerza más votada en el conjunto del país: el 34% de los votos frente a la suma de los principales partidos de derechas, PSD, PPD y CDS, que suman el 24% de los votos. 148 alcaldías. De norte a sur. Sin embargo, desde un punto de vista cualitativo, las elecciones arrojan otras lecturas menos favorables no solo para el PS sino para el conjunto de la izquierda portuguesa. Y es que como señala el historiador Manuel Loff, de la Universidad de Porto, el PS sigue siendo claramente hegemónico en el Portugal rural, pero debería preocuparse por lo que define como “una tendencia subterránea: una quiebra más o menos generalizada en los centros urbanos”.
En primer lugar una altísima abstención, un 46% del censo no han querido votar en la elección de su administración más cercana, los ayuntamientos y distritos de barrio. En segundo lugar, la victoria de la derecha en la capital, asunto no menor en un país en el que la administración regional apenas tiene competencias y se suele decir aquello de que “Lisboa es Portugal y el resto es paisaje”. No hablamos de debacle, pero sí de seria advertencia para el Partido Socialista, en el poder desde 2015 gracias a un inédito acuerdo parlamentario con el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda que puso fin a uno de los gobiernos de derechas que más fuertemente habían apretado durante la pasada crisis el acelerador de las reformas neoliberales.
Sombras en la Lisboa de postal
“Semáforo naranja para el PS” escribía en la jornada post-electoral del 27 de septiembre la periodista Ana Sá Lopes en su columna de análisis electoral en el diario progresista Público. La derecha portuguesa, que se encontraba en horas bajas y venía de un fuerte retroceso electoral en los anteriores comicios portugueses ha recuperado oxígeno con la victoria del economista neoliberal Carlos Moedas.
La política de “embellecimiento” de Lisboa para su apertura al turismo de masas ha tenido grandes damnificados en una ciudad que hace una década era una de las capitales europeas más baratas para vivir
Nadie se esperaba una derrota del Partido Socialista en una ciudad gobernada desde hace 14 años por el centro izquierda, y que fue el trampolín político para el lanzamiento del ex alcalde Antonio Costa a la presidencia del Gobierno de la nación. Sin embargo, existían indicios de desafección en una parte de los tradicionales votantes lisboetas del PS.
La política de “embellecimiento” de la ciudad para su apertura al turismo de masas ha tenido grandes damnificados en una ciudad que hace una década era una de las capitales europeas más baratas para vivir y que ahora sufre los mismos problemas de Madrid o Barcelona, pero con salarios más bajos y miles de puestos de empleo en la economía sumergida. “Fernando Medina –alcalde socialista de Lisboa- ha hecho una ciudad para turistas y los turistas no votan en las elecciones” señala Adolfo Cueto, investigador en la Universidad Nova de la capital portuguesa. En opinión de este historiador la política de renovación urbana de Lisboa basada en la búsqueda de turismo e inversiones extranjeras en el sector inmobiliario ha tenido como consecuencia la subida de los precios de la vivienda y una masiva expulsión a las periferias de los habitantes tradicionales de las zonas más atractivas para los inversores.
¿Puede repetirse la llamada “geringonça” en el ámbito local? Esa es ahora la pregunta que se hacen muchos y no tiene fácil respuesta
La izquierda, dividida en dos papeletas, la del PCP, en realidad Coalición Democrática Unitaria ya que los comunistas siempre se presentan a las elecciones unidos al minúsculo Partido Verde, y la del Bloco de Esquerda, no ha capitalizado el retroceso del PS. Los votantes socialistas se pasan a la derecha o se quedan en casa, pero no se van a los dos partidos de izquierdas que sostienen desde 2015 a Antonio Costa. No obstante la izquierda sigue sumando la mayoría en Lisboa y está por ver si es capaz de aliarse, como pasa a nivel nacional, para cerrar el paso a las derechas. ¿Puede repetirse la llamada “geringonça” en el ámbito local? Esa es ahora la pregunta que se hacen muchos y no tiene fácil respuesta.
Carlos Moedas ha anunciado su disposición a hacer de la necesidad virtud y entenderse con todo el mundo, y es que, como señala Adolfo Cueto, la derecha portuguesa, exceptuando a la ultaderechista Chega, está lejos de los niveles de agresividad de sus homólogos españoles. El político del Partido Socialdemocráta –el principal partido de derechas se llama así en Portugal- podría ser alcalde pero en minoría, y con una cámara municipal controlada por el centro izquierda y la izquierda comunista y bloquista. Una situación de empate que hace incierto el desenlace de algunas medidas que el ex alcalde socialista había puesto sobre la mesa para amortiguar la subida de los precios de la vivienda, como la congelación de las licencias para pisos turísticos.
“Hoy empieza un nuevo ciclo” ha anunciado el ganador, aunque todo apunte más bien a una continuación de las políticas business friendly con los inversores y el sector turístico, teniendo en cuenta el historial político de Moedas, el hombre que negociaba con la Troika durante el gobierno de Pedro Passos Coelho, y que posteriormente sería Comisario de la UE con Jean Claude Juncker.
Los comunistas retroceden, el Bloco no despega
Aunque estas sean unas elecciones municipales es inevitable hacer algunas lecturas en clave nacional. El ala izquierda de la política portuguesa sigue sin capitalizar ni los logros del Gobierno socialista en materia social –fin de algunas de las políticas de austeridad, subida del salario mínimo, abaratamiento del transporte público– ni la oposición a los incumplimientos por parte del PS de las medidas sociales y económicas más avanzadas que supondrían un mayor enfrentamiento con las oligarquías y las políticas neoliberales.
Al Bloco, que presume y saca pecho de cada medida que arranca al PS, le ha ido algo mejor a nivel electoral en las últimas generales que al PCP, que lleva con menos orgullo sostener el Gobierno de Costa. No obstante, el Bloco de Esquerda sigue siendo una fuerza política que apenas despega en el ámbito local. No alcanza el 3% de los votos, y como explica Manuel Loff, muchos de sus votantes en las generales escogen la papeleta comunista o socialista en las locales. Su implantación territorial es bajísima y prueba de ello es que en estas elecciones su gran logro haya sido entrar con un representante en la Cámara Municipal de Oporto, la segunda ciudad del país. Mientras en las elecciones generales de octubre de 2019 el Bloco obtenía un 9,5% de los votos y el PCP y sus socios un 6,3%, en las municipales los términos se invierten.
Los comunistas, a pesar de su declive, logran un 8% de los votos y 19 alcaldías, algunas de ellas tan importantes como la de Setúbal, en el cinturón industrial de Lisboa. No obstante, no corren buenos tiempos para el Partido Comunista. Ayer su líder Jerónimo de Sousa reconocía que los resultados no habían sido buenos. El histórico partido, que celebra este año su centenario, ha perdido alcaldías importantes como Évora y Lores en favor de los socialistas pero, como recuerda Manuel Loff, sigue siendo la tercera fuerza del país a nivel local gracias a su sólida implantación en el sur.
Para Adolfo Cueto el PCP ha resistido mejor en Lisboa donde ha colocado a uno de sus más prometedores dirigentes Joao Ferreira, apodado “el chico para todo”. En opinión de Cueto los comunistas portugueses tienen una base solida, sobre todo a nivel local, pero envejecida y muy dividida con respecto a la colaboración parlamentaria con el PS. Entrar en el Gobierno nadie se lo plantea. Tampoco por ahora en el Bloco, que conecta bien con el votante culto y joven, y abandera reivindicaciones como el feminismo, la lucha antirracista o el derecho a la vivienda, pero tiene problemas para expandirse más allá de este espacio sociocultural y de las ciudades más dinámicas. Tampoco parecen haber tenido éxito los intentos de construir candidaturas municipalistas al estilo de las que sacudieron la política local española en 2015, aunque el Bloco haya experimentado con estas fórmulas en algunas localidades.
La extrema derecha ha venido para quedarse
Las pasadas elecciones generales ponían fin a la excepcionalidad portuguesa dentro de la UE. La extrema derecha entraba en el Parlamento de la mano de Chega! (¡Basta!) un partido derechista, trumpiano, nacionalista xenófobo y neoliberal, muy parecido a Vox en su composición y estilo político. Las municipales, un terreno de juego desfavorable para un partido cuyo discurso es siempre en clave muy nacional, han confirmado que los ultras han venido para quedarse. Aunque sea con un discreto 4%, la ultraderecha ha entrado en un buen número de ayuntamientos y comienza a construir base territorial.
Para Cueto la oposición de guante blanco del PSD durante la pandemia, con mucha lealtad al Gobierno, muy alejada del tono bronco del PP y su retroalimentación con Vox, ha limitado las posibilidades de crecimiento de Chega! No obstante, esto puede cambiar, y señala que una parte del PSD tiene ganas de endurecer el discurso y ya flirtea con algunas de las ideas y maneras de los ultras como acusar al social-liberal gobierno de Antonio Costa y a sus socios parlamentarios, capaces de condicionar mucho menos de lo que quisieran, de estar practicando una “política socialcomunista”.
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El análisis que haces es profundamente superficial. En mi opinión más que desapego creciente al PS habría que hablar de una derecha en crisis y recomposición. Una corrección, la CDU perdió LOURES, pero no Setúbal dónde seguirá en el poder.