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Me avergüenzo de ser extremeño y de estar gobernado por una élite política que, en los peores momentos del naufragio, corre la primera a ponerse los pocos chalecos salvavidas que hay, por delante de mayores, enfermos y niños, mientras le grita al pasaje que no deje de achicar agua y que no pierda la esperanza, que pronto les llegará el rescate.
El anuncio del gobierno extremeño, presidido por el PSOE, de cambiar el protocolo de vacunación contra el COVID para igualar a los altos cargos con el resto del personal sanitario, viene a certificar, una vez más, el derecho de pernada de la clase política, la calaña que se gasta el político o política de turno cuando le dan un cargo y tiene el poder del ordeno y mando sobre el conjunto de la ciudadanía. No sería de extrañar que la medida, propia de caraduras, se debiera al hecho de que todos esos altos cargos andan ya vacunados y de algún modo hay que tapar la tropelía, antes de que salte la liebre.
No cabe excusa para semejante abuso de poder. Con medidas como ésta, el Gobierno de Extremadura (cuyos apellidos se inician con la V de virus) viene a decir que los altos cargos son más valiosos, más imprescindibles, más necesarios que cualquier persona mayor que aún no se haya vacunado, todo aquel o aquella mayor de 65 años que desde hace un año aguarda con prudencia aislado en su casa, sin apenas contacto exterior, relacionándose con su entorno familiar más cercano en la distancia, sin que le reconforte el abrazo de un hijo o de una hija, el beso de los nietos, siempre con la cercanía asustada de los seres queridos cuyo rostro ve tras una máscara, desdibujándose sus facciones en un olvido que, poco a poco, con los años, va ocupando el terreno de la memoria envejecida.
Sanidad
El protocolo de vacunación extremeño equipara altos cargos con sanitarios de primera línea
El anuncio del gobierno extremeño, presidido por el PSOE, de cambiar el protocolo de vacunación contra el COVID para igualar a los altos cargos con el resto del personal sanitario, viene a certificar, una vez más, el derecho de pernada de la clase política
Hace años, allá por el 2011, se hizo un amago de revolución en las plazas para acabar con toda esta mierda de políticos corruptos y chupasangres que, a simple vista, perdían el culo por un palco de honor en el estadio de fútbol, repartían entradas a sus amigotes, se jartaban en mariscadas o se iban de putas, mientras en la sombra llenaban las alforjas de billetes que escondían en paraísos fiscales, enchufaban a familia y media o repartían privilegios entre lacayos y lameculos. Todo aquello quedó en nada: el señorito político (sea del color que sea) sigue teniendo reservada su plaza de estacionamiento en la vía pública y es el puto amo del cotarro. Los que lo hacen porque lo son, y los que lo ven y no lo pueden hacer porque aún no tienen el poder, y porque lo consienten.
En un cuento de Italo Calvino, La decapitación de los jefes, amago de una novela en la que el autor “quisiera proponer un nuevo modelo de sociedad, es decir, un sistema político basado en la matanza ritual de toda la clase dirigente a intervalos de tiempos regulares”, el narrador llega a la capital de esa sociedad en vísperas de la inminente ejecución de quienes han gobernado el país durante un determinado período de tiempo. Quienes se prestan a ser elegidos para el Gobierno saben que, con el final del mismo, también llegará la extinción de sus vidas. “Cuando está maduro el fruto se recoge, el jefe se decapita. ¿Dejarías pudrir el fruto en el árbol?”, exclama uno de los personajes, mientras carpinteros y otros operarios levantan el patíbulo donde los jefes habrán de ofrecer, resignados y de forma televisada, su última función. De este modo, sólo los mejores, los más honrados y preclaros ciudadanos, dispuestos a poner su vida al servicio de los demás, acceden a presentar sus candidaturas al gobierno de sus convecinos, en la convicción de que, lo hagan bien o lo hagan mal, recibirán como único premio el aplauso colectivo de millones de espectadores al ver caer sus cabezas decapitadas en el cesto a pies del verdugo.
Ya va siendo hora de que, entre tanto silencio de la ciudadanía, se oiga el martilleo que de inicio a la construcción de un merecido cadalso.
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Pues sí, ya es hora de que la ciudadanía nos levantemos en Extremadura contra este gobierno corrupto del PSOE