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Opinión
Más desafección hacia la monarquía, pero menor presión por el referéndum
Aunque la muestra y el abanico de cuestiones tratadas son menores en comparación con el año pasado, un dato fundamental destaca en los resultados de esta nueva encuesta: la “satisfacción con la monarquía” desciende del 42,1 % el año pasado al 35,7% en esta ocasión, con lo cual se confirma que Felipe VI sigue sin lograr frenar la erosión que sufren esta institución y su propia figura, pese a sus intentos de desmarcarse del padre fugado.
Si a ese dato sumamos que en el caso de que hubiera un referéndum también bajaría el porcentaje de votantes a favor de la monarquía (pasa del 34,9% al 31,0%) mientras que el de votantes en contra apenas baja (pasa del 40,9% al 39,4%) y continúa habiendo más de un 40% que ubica a Juan Carlos I y a Felipe VI en posiciones de derecha y extrema derecha, también parece evidente que aumenta la percepción de la monarquía como parte fundamental del bloque reaccionario.
Esto último se ve además corroborado por otros datos: el descenso (del 48,1% al 42,6%) en la opinión de que “la monarquía proporciona orden y estabilidad política”; el ascenso (del 47,9% al 53,0%) en la relacionada con que “la monarquía es una institución de otros tiempos: no tiene sentido en una democracia”, y la persistencia de un 72,6 (aunque baja respecto al 74,1% en 2020) que considera que “los escándalos de la familia real dañan la imagen internacional de España”. Escándalos que, pese a la complicidad del “gobierno de las togas” y el PSOE, no dejan de salir a la luz, como podemos ver ahora con los relacionados con negocios en paraísos fiscales destapados recientemente por los Papeles de Pandora.
La encuesta no nos ofrece datos por comunidades autónomas, edad o votantes a los distintos partidos, pero no parece probable que haya habido cambios significativos en las diferencias entre unas y otras respecto a los datos del año pasado. En estos, recordemos, la desafección hacia la monarquía era mayor en comunidades como Catalunya, Euskadi y Navarra y en las personas menores de 65 años, mientras se percibía una diferenciación interna notable entre votantes del PSOE.
Con todo, un dato que contrasta con todo lo anterior es que la exigencia de un referéndum sobre la forma de estado pasa del 47,8% al 43,2%, aunque el porcentaje de quienes se pronuncian en contra se mantiene igual (36,1%). En cambio, sube el porcentaje de “No sé” de 16,1% al 20,1%, lo cual podría reflejar las dudas sobre la conveniencia de ese debate todavía en tiempos de pandemia pero, sobre todo, la distancia entre el aumento de la desafección hacia esta institución y su traducción en demanda activa a favor de un referéndum.
Probablemente esto último tenga que ver con que una parte notable de la ciudadanía considere prioritaria la solución a otras demandas relacionadas con la lucha contra el paro y la precariedad, las desigualdades sociales, la crisis energética y climática, la sanidad o la vivienda, o las respuestas a la ofensiva reaccionaria y a la mal llamada “guerra cultural”. No faltan sin embargo pruebas de la estrecha asociación de esta monarquía corrupta con fracciones de la oligarquía española y transnacional, responsables de las políticas que están detrás de la crisis múltiple que padecemos.
A pesar de la capacidad mostrada por el régimen para frustrar las esperanzas generadas por el ciclo del 15M y emprender un proceso de recomposición, siguen abiertas grietas sociales y político-institucionales
También es obligado reconocer que entre las dificultades para el salto hacia una mayoría social incuestionable a favor de un referéndum se encuentra la actitud mostrada hasta ahora por el PSOE, empeñado en seguir blindando a la monarquía y opuesto incluso a la investigación por el parlamento de los escándalos de Juan Carlos I. Quizás las enmiendas que se van a presentar el próximo fin de semana en el Congreso de este partido sobre estas materias —entre ellas, la que reclama que “como máximo en la próxima legislatura, se convoque un referéndum para poder elegir entre monarquía o república”— contribuyan, pese a su previsible derrota, a la extensión de un sentimiento antimonárquico y republicano en sus filas y entre sus votantes (recordemos que en la pasada encuesta el 59,8% se mostraba favorable a un referéndum). Con ello se podría ir superando un obstáculo fundamental en la construcción y ampliación de un bloque social y político dispuesto a ejercer su derecho a decidir sobre la forma de estado.
Otra cuestión relevante es la que se refiere a la crisis nacional-territorial, en torno a la cual persiste un relativo empate respecto a la opinión de que “sin monarquía, las tensiones con los nacionalismos (catalán, vasco…) irían a peor”: un 39,1% la comparte mientras que un 38,2% la rechaza. Si bien la formulación empleada me parece discutible, ya que obvia la inclusión del nacionalismo español en ella y, sobre todo, no tiene en cuenta que esas “tensiones” no afectan sólo a esos nacionalismos sino también a sectores de opinión que reclaman simplemente una solución democrática de esos conflictos. Probablemente en comunidades como la catalana la tesis de que sin la monarquía esas “tensiones” no irían a peor seguirá siendo mayoritaria (en la anterior encuesta era un 61,1%), ya que esta institución, símbolo de la defensa antidemocrática de la “unidad de España”, se ha mostrado incompatible con el reconocimiento de la plurinacionalidad y del derecho a decidir de nuestros pueblos.
De nuevo, por tanto, esta encuesta, si bien nos recuerda que queda mucho por hacer si queremos llegar a crear las condiciones de posibilidad de un momento republicano a escala estatal, nos da más razones para seguir fomentando y extendiendo una cultura política radicalmente democrática y participativa que acorte el camino hacia ese horizonte. Porque, a pesar de la capacidad mostrada por el régimen para frustrar las esperanzas generadas por el ciclo del 15M y emprender un proceso de recomposición, siguen abiertas grietas sociales y político-institucionales (como también se comprueba en esta encuesta). Una de ellas, y no la menor, es la que afecta a una monarquía que se empeña en erigirse por encima de la democracia y del respeto a la igualdad ante la ley y a derechos fundamentales. Nos toca en los próximos años profundizar esa grieta y esforzarnos por articularla con la búsqueda y construcción de alternativas ecosociales, feministas y antirracistas frente a la emergencia crónica global que estamos viviendo.