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¿Recuerdas lo que pasó cuando sacamos fuerzas de flaqueza? Los focos de resistencia, dispersos, pequeños, no podían enfrentarse a la alianza del poder político de la Comunidad de Madrid con el poder económico involucrado en los planes de destrucción y expolio. El fatalismo nos dejaba inermes. Nadie lo pronosticó.
Hubo, sí, como una brisa de símbolos. Tras la muerte de Juan Luis Ruiz-Giménez, médico que dedicó su vida a fomentar un modelo de Atención Primaria cercano, coordinado con el siguiente nivel asistencial y dentro de un servicio sanitario público universal y de calidad, muchas personas se sumaron a la petición para que un centro de salud en Vallecas llevara su nombre. Alrededor, silencio. La sanción con diez meses sin empleo y sueldo a la médica de familia Mar Noguerol, directora del Centro de Salud de Cuzco en Fuenlabrada y luchadora en defensa de la sanidad pública, concitó un movimiento de apoyo local. Alrededor, inercia. Hicimos circular el artículo “Tu médica o médico de familia (sí, el tuyo, no uno cualquiera) es tu mejor seguro de vida”. Era posible crecer junto a un centro de atención primaria integral, centrado en la persona y no solo en la enfermedad, cuyo acompañamiento en el tiempo permite prever mejor, diagnosticar mejor, hacer un seguimiento que dura también si la persona enferma ha de ir al hospital y cuando vuelve. Y evocamos las palabras de Scheerbart: “Estáis todos tan cansados, pero solo porque no habéis concentrado todos vuestros pensamientos en un plan enteramente simple y enteramente grandioso”.
Qué error, qué prepotencia pensar que el rumbo debe marcarlo el individuo afortunado. Es al revés: quienes más necesitan son quienes muestran el camino a seguir
El objetivo fue reforzar el sistema de atención primaria sin empezar la casa por el tejado, sin subcontratar servicios malamente, sin pagar millones por lo que no lo vale a grandes empresas que inflan sus presupuestos ni a seguros privados que no asumen responsabilidades; pagando, en cambio, lo importante: no solo a la médica o el médico, a todas las personas que se ocupan de la fragilidad de la vida. Qué error, qué prepotencia pensar que el rumbo debe marcarlo el individuo afortunado. Es al revés: quienes más necesitan son quienes muestran el camino a seguir. Y un día, ante las demoras en el centro de salud por plazas que no se cubren, por cierre de centros, ante la médica y el médico sin tiempo para escuchar por la espera acumulada, ante el desborde de peticiones administrativas, ante la o el enfermero que debía doblar los turnos para cubrir ausencias, el clamor se hizo estruendo: no os dejaremos solas.
Las personas empezaron a hacer cola delante de la consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Primero cien, después mil, cien mil y seguía llegando gente. Se organizaron apoyos, puntos de cuidado y cajas de resistencia. Madres y padres con sus criaturas, personas mayores, algunas tambaleantes, otras acompañadas. Y las jóvenes, y las adultas. Como la calle de la Aduana es estrecha, pronto se desbordó a las adyacentes hasta llenar Sol y Alcalá. ¿Qué administración se atrevería a cargar contra cuerpos averiados, con andadores y muletas, con bebés, con sillas de ruedas, con dolor? Intentaron infiltrar a provocadores, pero no pudieron. El centro nacional de salud pública tuvo que intervenir, pues más de cien mil personas enfermas en la calle era una situación de emergencia. Ya no hubo inercia, ni silencio. Se fortaleció el sistema de Atención Primaria, se convocó a quienes trabajaban en los centros de Salud para que formularan propuestas, se tomaron en cuenta. Y en medio de un proceso de deterioro sin freno de las condiciones que hacen posible la vida, aquello fue el principio de un cambio de rumbo, ¿te acuerdas?
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Impresiona esa visión de cien mil personas haciendo cola ante la consejería de sanidad. ¿Lo hacemos?